jueves, 27 de junio de 2019

La ciudad de los siete, séptimos.



Menudo madrugón tuve que darle a mi «body», para poder llegar a subir a la hora prevista al «bus broad», que nos llevaría; por supuesto, muy dormidos, a más de uno, a las Fiestas de San Juan. En la ciudad aragonesa de Daroca. 

Donde además, de encantarse con las Fiestas del Bautista, también coincidían y se celebraban las fiestas del Corpus Christi.
En la noche anterior, para darle algún alivio a mi apariencia, me retiré bastante temprano, para lo que suele ser costumbre en mi usanza. Ya que entre la hora de separación de actividad y el entreacto de desconexión, lo adelanté en más de dos horas y aun, así, no hubo manera de pegar ojo.


Conté todas las historias fabulosas de mi espiritual, mentalmente desde la piltra, tendido a discreción y sin tabúes de censura. Transcurrieron en secuencia, todas las alucinaciones más fantásticas, de mi historia futura. Circulando sin límites viales; a una velocidad, comparable a la del «gamo herido». 

Hasta que el desfallecimiento, me desvinculó de la realidad y quedé roto, cual juguete dañado.
La diana estaba fijada en el despertador a las cuatro de la madrugada. Lo que en América se dice: Las cuatro AM, «antes del meridiano», que fue cuando levanté del viscoelástico, mi vanidad.
Destrozado por la astenia y debilidad, del falso sueño. 

El cansancio pretendía hacer grieta en mí debilidad, seduciéndome para que me abandonara tan solo unos instantes y traicionar mi puntualidad ya contrastada.
La ducha reparadora y la rutina «One», que es el nombre que le doy, en el idioma de «Shakespeare», a toda la repetición exacta, que proceso cada mañana, sin menos cabo. 

Ingerí mis pastillas de la tensión y pude afeitarme con precaución evitando rebanarme la cara, con esas cuchillas inteligentes, que no necesitan presión para dibujarte un rasguño en el rostro.

Una indumentaria fresca marcó el arranque de salida hacia una despreocupación ilimitada.
Cuando llegué a la plaza, de donde parten todos los buses de las excursiones, ya había gente esperando. 

Madrugadores de pro, con sus párpados deformados, por el escaso descanso que disfrutaron.
El tono de su voz, tampoco daba para jugar con la escala de solfeo. A otros que fueron más que algunos, les había pasado «lo mismo que a mí», y aunque sea nombre de un bolero. Es coincidente, con lo que trato de explicitar y absuélvanme, si no lo consigo. 

¡Es así! Al llegar saludé y sin dejarme decir nada más; me preguntaron a renglón seguido
¿Has dormido?—A lo que respondí, como ya saben ustedes.

Estos amigos, por no perder el bus, ya ni siquiera se acostaron. No se metieron en la cama y aguantaron encima del sofá, viendo cine de los años negros, muy ameno.
Al poco, el transporte colectivo llegó, muy a su hora y fuimos cargando maletas en sus intestinos automáticos, que situados en las bodegas del ómnibus, bajo los asientos de los pasajeros, permanecen, tan en silencio como si no «hubiesen roto un plato» 

No voy a hacer una descripción literal de cuanto mis ojos pudieron ver a lo largo y ancho de todos los días de viaje, aunque es verdad, que mis facultades muy abiertas, a Dios gracias; supieron entender situaciones de todo tipo y envergadura.

Unas acertadas y otras no tanto, pero eso es «harina de otro costal» y como decía aquel político que nos caía tan bien a todos y que, con razón denostamos «ahora no toca».
Buen viaje de tirón, tres horas hasta llegar a Alfajarín, donde el café es caldo arábigo, de sucedáneos de Borneo. Lo equivalente a una purga.

Desayunamos en veinte y pocos minutos y lo principal, para los incontinentes, descargaron sus vejigas que ya apretadas cantaban aquello de «si me muevo me meo».
Seguimos viaje tranquilo y disfrutando de lo que se escuchaba a lo lejos. De todo, menos exactitudes, pero eso lo lleva el tumulto de personas.

Nos dieron la «room» la habitación y pudimos disfrutarla antes de salir, por la tarde y después de comer.
En todos los lugares, ahorran mano de obra y ¡pues eso!

No estaban preparadas cuando llegamos, y nos regalaron una excusa francamente ridícula, ¡Luego si!, la entregaron al punto. Siendo una bendición del cielo, poder desparramarse sobre un colchón en busca de un rato de siesta, antes de volver a salir, con el guía que nos esperaba para poder enseñarnos la bella ciudad de Daroca.


El amigo Alfredo Vallespin, que nos hizo de guía accidental y muy preciso por cierto, ya que la ciudad estaba de fiestas y los encargados y empleados del departamento de Cultura, libraban por tal motivo. Con lo cual no había personal preparado para tal fin. 

Así que ni corto ni perezoso Alfredo, un amigo de Fructuoso García, persona grata, que estuvo entre los años 1980 y 1986 en la ciudad, residiendo y trabajando, nos puso el dato al abasto, de forma magistral y acompañándonos por la city de Daroca, nos embriagamos de tanta historia y enjundia maravillosa, que se veía en cuanto mirabas alrededor.

Muy serio nos dijo al comienzo de su locución, unos detalles que jamás había escuchado y no será porque no he puesto interés en todo lo que me rodea.

¡Ya verán, les cuento a mi manera! El resumen de lo que me llegó por parte de Alfredo, para guardarlo muy a gusto, entre las certidumbres diarias que también existen.

Dejando aquí y ahora, mi opinión y pasando a describir, como cronista de mi Bloguer, sucintas sentencias, de las cuales si quieren profundizar, pueden hacerlo desde el propio Google, que les dará mucha más información que la que yo les voy a dejar en este instante.





Los siete sietes, mas o menos, Adolfo, me los contó de esta guisa:










7 iglesias.-. Santa María, San Andrés, San Juan, San Martín de la Parra, San Pedro, San Miguel, Santiago.    Durante 700 años, existieron siete iglesias parroquiales.






7 Conventos Escolapios.

7 ermitas.










7 Fuentes.

7 plazas.

7 Puertas.

7 Molinos.





Como podrán observar, pueden recabar más liturgia y cultura, desde las páginas del Ayuntamiento de la preciosa ciudad de Daroca, a la cual les remito









Fotos y narración escrita:
Emilio Moreno

Datos de la ciudad: 
Guía Alfredo Vallespin, vecino de Daroca
y Google.com

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