La
monjita de la Parroquia de Santa María, comenzó pidiendo un poco
de orden, y silencio. Dentro de la iglesia.
Nos
miraba desde el altar, sorprendida y alterada al ver que habíamos
acaparado el espacio y con un ruido de mercaderes, deshacíamos el
curso desacelerado de la oración de los vecinos, que allí recluidos
en sus reposos, alterábamos la sordina del lugar.
Aquellos
turistas inadvertidos, habían entrado en el oratorio, como un
elefante en una cacharrería. ¡Lástima| Sin más.
Preocupación
por mantener el mínimo resuello, en los repechos por las callejas
de la Ciudad, de la fuente de los veinte caños.
Charlando
por los descosidos, sin escuchar las respuestas de los demás, como
en la tasca Continental, o el súper mercado del barrio, ¡Vergonzoso!
No
parecían fueran a visitar un santuario, por las formas que
presentaban y el vocerío exhalado.
En
muchos de ellos, de los excursionistas, debe ser norma, porque en el
último Museo visitado se comportaron del mismo guiso, y a pesar de
llamarles la atención tres veces, porque no se escuchaban las
palabras de la ponente. Hacían caso omiso a los reproches, sin ceder
un ápice en sus graciosos y chabacanos comentarios..
Los
caballeros sin despojarse del sombrero que llevaban, sin descubrirse
la cabeza, que como mínimo en la más escueta regla de urbanidad, se
refleja.
Exactamente
igual, que cuando entran en un restaurante a comer, siguen en la
mesa, con la gorra puesta, es inaudito la poca educación del mundo.
Del que tampoco me excluyo y a veces tengo algo de esa
responsabilidad.
Uno
puede ser más o menos simpático, más o menos educado y más o
menos creyente, o incluso ¡Nada! Pero ¡sí es exigible!, un mínimo
de formación y si vas a blasfemar o dejar muestras de tu corta
enseñanza; es preferible que te quedes en la calle y no entres en el
restaurante, en el ambulatorio o en la capilla, y permitas a aquellos
que lo respetan y guardan se sientan cómodos y desapercibidos.
Y
el silencio llegó; nos sentamos a escuchar la explicación, que nos
regalaba aquella religiosa, a falta de guía en la excursión.
El
23 de febrero del año 1239, las tropas del ejercito Darocense, junto
con las huestes de Teruel y los batallones de Calatayud, estaban
dispuestos a conquistar a los Sarracenos, en el castillo de Chio, en
Luchente, provincia de Valencia.
El
Mosén de Daroca, que según dicen los escritos se llamaba: Mateo
Martínez, celebraba entonces el Culto y un ataque sorpresa del
ejercito Musulmán, obligó a suspender el oficio, teniendo que
ocultar el sacerdote las Hostias, ya consagradas, bajo unas piedras
del monte, donde estaban ponderando el acto litúrgico.
Rechazando
el ataque y dejando aquellas hordas islámicas completamente
vencidas, por todos los aguerridos soldados de la ribera del Jiloca,
los darocenses, junto a los turolenses y los batalladores
bilbilitanos.
Cuando
volvió el cura, de la batalla y fue a recoger aquellas formas
guardadas bajos aquellos pedruscos, encontraron las seis Hostias
empapadas en sangre y adheridas a los Corporales, tapados con la
hijuela que reservaba de la suciedad, el contenido del tesoro.
Llamado por los Cristianos «Cuerpo de Cristo»
Dicen
los vecinos del lugar. Aquellos que creen en los milagros; que han de
respetarse las creencias. Por ello después de la batalla y el asalto
al Castillo, todas las partes cristianas, al notar el milagro,
querían llevarse los Corporales, a su pueblo.
En
vista qué, no llegaban a un acuerdo, para custodiar en el futuro,
aquellos tesoros, decidieron entre todos.
Colocar
sobre una mula los Corporales, resguardados como correspondía y la
dejaron andar días y días, dándole de comer y beber y que ella,
libremente, circulara hacia donde Dios la iluminara.
La
borrica seguía legua tras legua caminante por los barbechos, hasta
que llegó a Daroca, y un 7 de marzo de 1239. Se detuvo frente a la
Puerta Fondonera, cayendo fulminante, exhausta y feliz, muriendo
reventada de cansancio, tras haber cumplido un designio divino.
Desde
entonces se conservan, Los llamados Corporales. El Relicario del
Misterio, en la Ciudad de Daroca.
«Este
suceso fue con sus diferentes matices, expuesto por la monja
desconocida» .
Aquí
se reproduce, según quedó en mi memoria y así es como he tratado
de reflejarlo. En lo que han de disculparme, por si hubiera «errata
cantata»
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