sábado, 29 de junio de 2019

Broche Darocense.








La monjita de la Parroquia de Santa María, comenzó pidiendo un poco de orden, y silencio. Dentro de la iglesia.
Nos miraba desde el altar, sorprendida y alterada al ver que habíamos acaparado el espacio y con un ruido de mercaderes, deshacíamos el curso desacelerado de la oración de los vecinos, que allí recluidos en sus reposos, alterábamos la sordina del lugar.
Aquellos turistas inadvertidos, habían entrado en el oratorio, como un elefante en una cacharrería. ¡Lástima| Sin más.
Preocupación por mantener el mínimo resuello, en los repechos por las callejas de la Ciudad, de la fuente de los veinte caños.
Charlando por los descosidos, sin escuchar las respuestas de los demás, como en la tasca Continental, o el súper mercado del barrio, ¡Vergonzoso!
No parecían fueran a visitar un santuario, por las formas que presentaban y el vocerío exhalado.

En muchos de ellos, de los excursionistas, debe ser norma, porque en el último Museo visitado se comportaron del mismo guiso, y a pesar de llamarles la atención tres veces, porque no se escuchaban las palabras de la ponente. Hacían caso omiso a los reproches, sin ceder un ápice en sus graciosos y chabacanos comentarios..

Los caballeros sin despojarse del sombrero que llevaban, sin descubrirse la cabeza, que como mínimo en la más escueta regla de urbanidad, se refleja.
Exactamente igual, que cuando entran en un restaurante a comer, siguen en la mesa, con la gorra puesta, es inaudito la poca educación del mundo. Del que tampoco me excluyo y a veces tengo algo de esa responsabilidad.

Uno puede ser más o menos simpático, más o menos educado y más o menos creyente, o incluso ¡Nada! Pero ¡sí es exigible!, un mínimo de formación y si vas a blasfemar o dejar muestras de tu corta enseñanza; es preferible que te quedes en la calle y no entres en el restaurante, en el ambulatorio o en la capilla, y permitas a aquellos que lo respetan y guardan se sientan cómodos y desapercibidos.

Y el silencio llegó; nos sentamos a escuchar la explicación, que nos regalaba aquella religiosa, a falta de guía en la excursión.

El 23 de febrero del año 1239, las tropas del ejercito Darocense, junto con las huestes de Teruel y los batallones de Calatayud, estaban dispuestos a conquistar a los Sarracenos, en el castillo de Chio, en Luchente, provincia de Valencia.
El Mosén de Daroca, que según dicen los escritos se llamaba: Mateo Martínez, celebraba entonces el Culto y un ataque sorpresa del ejercito Musulmán, obligó a suspender el oficio, teniendo que ocultar el sacerdote las Hostias, ya consagradas, bajo unas piedras del monte, donde estaban ponderando el acto litúrgico.

Rechazando el ataque y dejando aquellas hordas islámicas completamente vencidas, por todos los aguerridos soldados de la ribera del Jiloca, los darocenses, junto a los turolenses y los batalladores bilbilitanos.
Cuando volvió el cura, de la batalla y fue a recoger aquellas formas guardadas bajos aquellos pedruscos, encontraron las seis Hostias empapadas en sangre y adheridas a los Corporales, tapados con la hijuela que reservaba de la suciedad, el contenido del tesoro. Llamado por los Cristianos «Cuerpo de Cristo»

Dicen los vecinos del lugar. Aquellos que creen en los milagros; que han de respetarse las creencias. Por ello después de la batalla y el asalto al Castillo, todas las partes cristianas, al notar el milagro, querían llevarse los Corporales, a su pueblo.
En vista qué, no llegaban a un acuerdo, para custodiar en el futuro, aquellos tesoros, decidieron entre todos.
Colocar sobre una mula los Corporales, resguardados como correspondía y la dejaron andar días y días, dándole de comer y beber y que ella, libremente, circulara hacia donde Dios la iluminara.


La borrica seguía legua tras legua caminante por los barbechos, hasta que llegó a Daroca, y un 7 de marzo de 1239. Se detuvo frente a la Puerta Fondonera, cayendo fulminante, exhausta y feliz, muriendo reventada de cansancio, tras haber cumplido un designio divino.
Desde entonces se conservan, Los llamados Corporales. El Relicario del Misterio, en la Ciudad de Daroca.
«Este suceso fue con sus diferentes matices, expuesto por la monja desconocida» .
Aquí se reproduce, según quedó en mi memoria y así es como he tratado de reflejarlo. En lo que han de disculparme, por si hubiera «errata cantata» 









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