Tampoco
quiso oír las amenazas de sus hermanas, que bajo esa protección
falsa, desdecían mil cosas para desorientarla, y hacerla flaquear en
sus intenciones y si ellas hubieran podido disponer del affaire y
capricho de Nayim; para ellas se lo hubieran quedado sin dudar.
La
decisión estaba tomada y decidida, cuantos más improperios le
acentuaban, más ganas tenia de abrazar aquella posibilidad de
marcharse de aquella casa de inmediato.
Desterró
el desasosiego de ambas y cortó de cuajo las conversaciones
dejándolas patidifusas para ir a vivir una nueva etapa.
Su
trabajo le daba suficiente para mantenerse, con lo que se arregló,
acompañando y participando en los gastos de la vivienda, con una
amiga de su infancia, que tenia espacio para realquilarle una
habitación con derecho al uso comunal de cocina, baño y demás.
En
un diminuto apartamento. Un entresuelo muy acogedor, arrendado muy
cerca de la Diagonal. Compartiendo gastos y comenzando su nueva
singladura.
Nadie
se rasgó las vestiduras, en la familia Delapeire, pero comenzaron a
lucir aquellas envidias insanas, que llevaban en su propia sangre y
que brotaban ciertos malestares en momentos puntuales.
En
la casa del Turó, sus
hermanas, se repartieron las habitaciones rápidamente, ya que las
dos mas jóvenes, dormían en la misma estancia y ahora Mari Pili,
tenía un espacio añadido que quería apropiarse sin demora. Debían
modificar los muebles para evitar que la desertora que se había
marchado, pudiera volver fracasada a ocupar sus antiguas pertenencias
y lugares de asiento, por lo que, aquellas dos fieras que tenía por
hermanas, comenzaron a crear ambiente entre la madre y ellas.
En
cuanto al terreno que habían comprado con casa adosada, en la
Urbanización del Valle del Sol, Irene
también tenía su parte, de la propiedad que
hacía unos años la madre, Xarme, ya
viuda de Antoine desde
hacía cinco años,
había adquirido con el sueldo de todos
ellos,
incluidos
en el testamento a Thiago, por ser también hijo primogénito y
heredero de los bienes de la madre. Una adquisición interesante que
realizó la matriarca, en pro de pasar los últimos años en compañía
de todos sus hijos en una zona preciosa y que sería usada, en
principio
como segunda residencia,
o chalet de veraneo.
Si
ahora Irene no correspondía con los gastos comunales de aquella
propiedad, al haberse emancipado y ya no entregar la totalidad del
sueldo, proponían a su madre, que le pusiera un canon para seguir
sufragando cuantías y devengos.
Nuevo
mobiliario se instaló en aquella recamara quedando la estancia al
completo para la insatisfecha Mari Pili, que con su escasa educación
y su envidia insana, instaba a todos los componentes familiares.
De
las tres hermanas de Irene, Mari Pili destacaba por su inconformidad
y sus celos, a todo lo que fuera superior a ella, no importaba si de
dentro de la familia o de fuera, ya en su infancia había
protagonizado escenas que le habían repercutido en buenas
reprimendas por parte de Xarme y de Antoine, sus padres, ya que
incluso con sus primas no era capaz de mantener una relación
infantil normalizada.
El
mundo la conocía y la evitaba, conforme se hacía mayor, llegaron a
asustarse incluso alguno de los amigos y acompañantes de su peña,
que siempre le evitaban por tener ese color de carácter tan agrio y
tan desalmado. El que se mantuviera soltera durante toda la vida,
podría obedecer a que nadie la soportaba y era inviable aventurarse
a emprender con ella, semejante navegación, o por el contrario, que
sufriera de alguna anomalía en su psiquis.
Lo
que siempre había desarrollado como enfermedad, era la envidia hacia
su hermana Irene, la pequeña de la familia, que jamás había tenido
para con ella un detalle fraterno, de compasión o de cariño.
Xita,
era mayor que Mari Pili, e
Irene
, y por aquellos tiempos ya andaba liada con un taxista, que hacía
los viajes familiares necesarios
de
aquella casa que se estaban construyendo en la urbanización Valle
del Sol.
Silverio,
el taxista era el padre de una amiga del trabajo de Pilarin y que
conoció en una de las muchas salidas que por entonces hacían hacia
Mallorca o Benidorm, al ir a recogerlas y llevarlas, cuando la fiebre
del turismo comenzaba en España a principios de los años sesenta.
Habían
tomado mucha confianza, sobre
todo Xita y Silverio, muchas
risitas sensibles, tantos viajes, y mucho en entrar y salir de aquí
para allá, con favores y calores, miradas furtivas, demasiados
chistes eróticos.
Una
tarde de viernes de
aquel ardiente verano,
Silverio transportó a la mamá Xarme y a Xita a la urbanización,
desde
Horta al pueblito, cuando
finalizó su turno habitual.
Nadie
lo
esperaba
cuando
saltó
el deseo y se
encontraron
las pasiones carnales súbitamente.
Habían
hecho
el viaje normal, entre ellos se habían rozado las manos, sin querer,
viajaban uno al lado del otro, Xarme en los asientos de atrás
viéndolo todo, sin perder el hilo de ninguna canción, notando la
influencia del olor que despiden los cuerpos cuando buscan la gresca,
derivada del sexo.
La
llevaron dentro de la casa, la acomodaron y, dejaron descansar
a la anciana en el salón distraída, con su televisión, concentrada
con sus novelas, creyendo que la abuela
no olía a sexo entre ellos y no imaginaba que
su hija se lo iba a fornicar aquella tarde sin más miramiento.
Los
tocamientos fueron
brutales entre
aquella mujer madura, tan
ardiente
y el casado corrido,
con ganas de tirarse aquella reliquia, para
iniciar una constante.
Xita,
sabiendo que en aquel santiamén,
estarían solos, sin pérdida de tiempo, sin la sombra de su hermana
y,
con la
excusa
de enseñarle unos cuadros en el garaje, lo llevó al
aparcamiento,
intentando seducirlo, en un subidón de libido salvaje incontenible
que tuvo y, en una acción de valentía ella misma se abrió la
blusa, saltándole del sujetador dos tetas vivas, en la cara de
Silverio.
__
Estaba
vergonzosa, pero he notado tu deseo, una
mirada a la canal de mis tetas me ha puesto en guardia
y, no quiero dejarlo pasar, quiero
ese polvo ¡es mio!__
le dijo Xita a Silverio__ ¿Tienes ganas de retozar
un
rato verdad?
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