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Si señora, pero está usted segura de ello, porque el lugar no está
cercano y no es plan que me hagan volver de nuevo hacia aquí,
perdiendo el tiempo y habiéndome dicho y asegurado la policía de la
comunidad, que el cadáver se encuentra depositado en la nevera de
demora de Sancho de Ávila, por no haberle realizado el forense la
autopsia de momento. Al dar en principio la causa como muerte
natural
__ Como le digo valdría la pena que se asegurara y todos
quedamos satisfechos__ acabó Edwin su petición sin que le
escuchara, a la vez que la señora que daba las explicaciones le
entregaba un documento de seguimiento, escrito posiblemente por los
forenses donde relataba un algo de lo que ocurre con las
identificaciones y los acuses que puede producir el hecho.
__
No ¡mire usted!, le han informado mal, ha de hacer lo que yo le
digo, vaya a la Ciudad de la Justicia y pregunte allí, en recepción
explicando su caso. Le atenderán y le pasaran a la morgue que es
donde tienen los refrigeradores mortuorios y la neveras de prórroga.
¡Con seguridad, su familiar está allí!
Son
bastante directos y no hay demasiadas esperas, ya que tampoco es
ejercicio agradable ese repaso. No le puedo decir nada más a usted,
como ha visto he ido a recabar información a mi superior y me ha
ordenado le dijera lo que le expongo.
__
Bien pues si no me queda otra, allí voy a finalizar el trámite.
Tomó
el dossier de papeles que le había entregado la informadora de
atención al público y con las mismas salió a la calle, para
dirigirse al metro que le aproximaría donde debía personarse. La
Ciudad de la Justicia.
Llovía
a cántaros, los zapatos de Edwin ya estaban mojados y resbalosos, al
ser la suela de cuero, con lo que llevaba sumo cuidado en no resbalar
por aquella acera de la calle de Marina, tan pringosa y grasienta
para evitar un resbalón que diera con él en el piso.
Pronto
llegó a la boca del metro y tomó la linea uno en dirección al sur.
Los vagones a esas horas iban anchurosos incluso pudo sentarse justo
al lado de la puerta del convoy, para releer aquella publicidad que
le había obsequiado la persona que lo atendió en las dependencias
de Sancho de Ávila.
Tomó
el prospecto por el encabezamiento y comenzó a leer:
__<<
Las señas para la Necro identificación, de personas fallecidas; por
terceros y testigos, son la razón satisfactoria que existe o debería
existir para la constatación y reconocimiento una vez están
muertos.
Es
la certificación más real y aproximada, hecha por un conocido,
allegado o familiar del cadáver.
El
escaso valor de una identificación visual deriva que en ocasiones
los fallecidos se encuentran tan desfigurados por el propio mecanismo
de la muerte o, por los fenómenos putrefactivos que, resulta
imposible su reconocimiento, incluso por seres de la propia familia.
Además
del estado psicológico en que puede encontrarse una persona, que va
a tratar de identificar a un ser allegado, unido a posibles
deformaciones del rostro en los muertos, por deterioro, bultos,
variación de coloración, rigor de laxitud.
Hace
que no sea rara la comisión de errores>> No decía más
aquella información de usuario, aquella guía explicativa, que
instruye a los no habituados.
No
era demasiado enjundioso el texto de lo explicado, sin embargo, quedó
pensativo en alguno de los puntos, de los mismos que se iba a
encontrar en breve al llegar al Instituto, para poder reconocer a
Irene.
Tampoco
la distancia era de horas de trayecto, hizo en plaza España el
transbordo a la línea F8, la que corresponde a los ferrocarriles de
la “Generalitat Catalana” el famoso carrilet del baix y en nada
llegó al Instituto Anatómico Forense, entrando por una de las
puertas principales, donde tuvo que depositar todo lo que llevaba en
los bolsillos, para que fuera escudriñado por el escáner
correspondiente. Las personas tenían otro fielato, el que traspasó
ayudado por los agentes de vigilancia, no sin mirarlo de arriba abajo
y sin contemplaciones.
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