Doña
Concha, no mejoraba de ninguna forma ni con ninguna de las infusiones
bebidas que le preparaba su esposo Don Saturio. Los presagios de la
población en cuanto al microbio maligno de fiebres daba un balance
muy poco alentador, en la zona norte parecía que la cepa de bacilos,
h1n1 hacia estragos especialmente en las mujeres que encontraba falta
de vitamina “B” y las descabalgaba con dolores en las cuencas de
los ojos, en el plexo solar y los vómitos hacían que fueran el
desenlace de las defunciones. Por la deshidratación tan grandiosa
como desbarataba los cuerpos. Fiebres altísimas de más de cuarenta
grados centígrados, sin posibilidad de descenso gradual, los dejaba
primero exhaustos para matarles, sin remisión.
Nadie
sabía entonces como se había propagado la pandemia, pero se creía
había llegado desde Francia, y que en España se sabía que era una
enfermedad devastadora, ya que al no haber entrado en la Primera
Guerra Mundial, esos datos de muerte a nivel nacional, no se
establecían como secreto militar y las informaciones de salubridad
españolas podían informar sin ese requisito que tenían los países
en contienda.
Así
que en bastantes de las regiones españolas, hizo estragos. Llegando
a matar en algunos sitios al treinta y cinco por ciento de los
lugareños.
La
gravedad en la salud de la esposa de Saturio, era de pronóstico, por
lo que todos andaban un poco nerviosos, por saber como iba a ser el
desenlace y cuando se daría lo que fatalmente se veía venir.
En
el despacho de Saturio el director del Balneario de Arnedillo,
estaban los restos mortales de Segismundo, que en una feroz
discrepancia, había recibido la muerte por mediación de un sable
militar que prendía colgado en una de las repisas del amigo Saturio
Ruwi
Xarme
no quería saber nada de los avatares de su padre, pero como hija
estaba comprometida a hacer todo aquello, que sus mayores le
obligaran y junto a sus hermanas, menores tuvieron que acceder a lo
que padre les requería. Por lo que las reunió a las tres y les hizo
aprenderse una serie de respuestas, por si llegara el caso que la
gendarmería llegaba a visitarles. Supieran lo que debían responder
sin titubear. Al ser las tres menores de edad, la justicia tampoco
les podía echar sobre ellas el castigo que había entonces por
perjurio.
Ya
estaban reunidas en la sala grande de la casa, y ninguna excepto
Xarme, sabía por el que las reunía padre. En ellas siempre había
una especie de respeto grandioso por su papá y les costaba trabajo
poder mirar a su progenitor a los ojos, por aquella distancia habida
en aquel tiempo entre hijos y padres.
En
un principio Xon, como Marina creyeron que padre las reunía para
hablarles de la enfermedad de la mamá, y en ello estaban cuando don
Saturio entró en la gran sala y mandó a los aposentos de Dona
Concha, a un par de asistentas del servicio doméstico, mientras
ellos quedaban reunidos y cerrados desde dentro.
__
Os he mandado llamar, porque quiero que sepáis que anoche en esta
casa pasó una desgracia, muy doliente para mi__ dijo Saturio
dirigiéndose a la muchachada y siguió argumentando.
__
Mi amigo Segismundo, murió en circunstancias extremas, al perder la
cabeza por estar fuera de normalidad, muy bebido y bajo los efluvios
de quien sabe que mezcolanza casera.
Tanta
fue la afrenta y con tanta acritud, que me faltó el respeto
gravemente después de perder en una partida de cartas toda su
hacienda, terrenos y fincas incluidos, ademas del servicio doméstico,
animales de corral, de transporte, vehículos y los empleados más
afines.
Así
como a su esposa, Doña Dolores Zurita que también se la jugaba en
esa partida. Quedándose completamente en la más pura ruina, ya que
todo iba implícito en el juego.
Como
fue el perdedor de la mano y al verse desprovisto y arruinado, sin
herencia ni familia, quiso vengarse contra el que le arrebató su
destino, intentando de buenas a primeras y sin conseguirlo dejarme
sin vida, con un mosquete que no supo usar.
Tuve
que hacer uso de la fuerza, y ser yo quien le diera las de Villa
Diego y mandarlo, al hospital con heridas, sin pretender que se me
fuera la mano.
No
pudo ser, lo maté de una estocada al abalanzarse sobre mi, que con
un puntazo en el corazón y no pudiendo salvarle, ha fallecido en la
alfombra de mi despacho.
Las
muchachas no abrieron boca, sabiendo como era Don Saturio, y lo que
les podía costar una opinión desajustada y realizada en la forma no
correcta, ni siquiera Xarme, habló aunque ella comprendió que su
padre no había dicho toda la verdad.
Sabéis
todas, que matar es un pecado muy grave, del cual no se sale si no es
en defensa propia, con lo que si hubiere el caso de que la
gendarmería llegara a preguntaros, deberéis decir que vosotras
escuchasteis como Don Segismundo me faltaba al honor y era el que
empuñó de inicio las armas, para darme muerte súbita. Vuestra
hermana Xarme, os dará cumplida información de lo que tenéis que
hacer y decir y espero de vosotras cumpláis con la verdad y con la
decencia que os hemos enseñado en el seno de esta familia.
Además
de esta información quiero que sepáis que madre, está muy grave y
no se si podré salvarle la vida. Las medicinas que disponemos, no
alcanzan a erradicar todo el daño que tiene mamá por dentro, con lo
cual es posible en breve tengamos que llorar su falta.
Me
gustaría que no os lo descubriera, que no tuviera esta información
y cuando le llegue el momento que Dios disponga, con felicidad y con
las bendiciones del señor cura pudiera descansar desde los cielos, y
que en los cuidados que le estáis dando, vea en vosotras todo el
cariño, el amor que le profesáis y que todas estáis muy contentas
con su lenta pero segura curación.
En
cuanto al desalojo del cadáver de Segismundo de mi despacho, vendrán
unos hombres y harán todo el trabajo rudo, que se precisa. Vosotras,
en ayuda del servicio doméstico, quiero que repaséis todos los
rincones para que no quede ni una brizna, ni una huella de sangre, ni
un pelo del plumón que llevaba, y que las almohadas de los sofás,
se les pase el cepillo durante las horas que sean necesarias para
erradicar cualquier vestigio de mi querido amigo Segismundo Lacalle
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