viernes, 26 de mayo de 2017

El permiso de joder



Los agentes de la brigada, estaban tirando de una prueba, que de momento no les llevaba a ninguna parte, poniéndole una especie de cariño y atención inusual a la persona de Narciso, sin que este se pudiera percatar, que lo estaban vigilando desde una distancia prudencial.

Por su parte Nayim acojonado por la calma y por como se desarrollaban los acontecimientos, no dejaba el perímetro para observar si después de su denuncia, alguien tomaba interés y comenzaban a venir al domicilio de Ferrer de Blanes, autoridades para subsanar y rescatar ese cadáver que cada día que pasaba, más le dolía. Familiares de la finada, una vez enterados de la muerte y de todo el asunto pudieran haberse compadecido de ella. Amigos, colegas de sus viajes, gentes apegadas del gimnasio, y vecindad. Nadie, según criterio de Nayim, parecía estar dispuesto a actuar.

Detalle que a los policías no se les había pasado por alto, sumado a unas cuantas incongruencias habladas o dichas en el momento de la denuncia, que la propia comandante de puesto, creyó oportuno averiguarlas, o por lo menos investigarlas con un poquito más de atención.

Unas fotos impresionantes se habían hallado tras un cuadro del comedor, que tenían unos datos, que la propia policía de Barcelona, los investigaba desde un tiempo, no lejano pero si, relativo a unos movimientos criminales, de rutas fantásticas de personas desaparecidas, drogas de diseño, cultivo en los aledaños de la ciudad y sendas denuncias y relaciones con dos capos ingresados en la cárcel modelo de Barcelona.

Datos que relacionaban unas cuentas opacas en la Banca de Marsella, a nombre del matrimonio de Narciso y Palmira su mujer, fuera de la frontera, que contemplaban unos capitales descomunales con unos movimientos sospechosos, no acordes ni con la propia facturación que él generaba con su negocio, ni siquiera añadiendo los sumandos de Palmira, su mujer, la cual tampoco estaba descalza de posesiones, misterios trampas y dinero.

Nayim conoció a Irene, en el año 1978, en la Majórica Factory Shop del Municipio de Manacor, Mallorca. En unas vacaciones, más que de recreo, en unos momentos de esconder capital como fuera, casi huyendo de la justicia, por la acusación de fraude en una de las firmas de su cooperativa de viviendas, la cual había quebrado dejando a más de doscientos cooperativistas, sin dinero y sin piso. La culpa del amaño recayó en el entonces socio de Narciso, que es el que encarcelaron y se comió todo el marrón, mientras él paseaba por Mallorca, presumiendo de tipo, de posibles y de resultón, con su BMW coupé descapotable.

Él ya casado con Palmira, que aparentaba ser muy piadosa y frígida, voluntaria a todas las causas perdidas que hubiere en la ciudad. Aunque casi todos los meneos que se daba, los usaba para generar negocio, aparentando ser una persona mística.

Muy parecida a los flirteos de su postizo y amado esposo, joven, dispuesto con una carrera estupenda, guaperas y con un talento exquisito para las tías perdonavidas, con ganas de mucha juerga y de dar rienda suelta a su imaginación erótica.
Comenzó a cortejar a Irene, solo por diversión y aquel sustrato acabó en un amancebamiento de nueva usanza. En aquel tiempo, en la España libertada por la reciente democracia.

La gente comenzaba a abrirse en sus meneos sensuales e iniciaba una tímida querencia y anhelo, de expresar aquello que estaba dentro de sus preferencias sexuales.

El destape, el divorcio, el engaño consentido, el desnudo en las playas, la liberación de la mujer, el permiso de joder allá donde fuera, los estupefacientes, el diseño de las anfetaminas.
Irene, pasaba unas vacaciones con sus hermanas, cuando el buen ambiente reinaba entre ellas puesto que la joven Irene, pasaba por donde le indicaban sus queridas “tatas” sin rechistar.


Hasta que una noche de calentura, y de fogosidad, aprovechando que sus dos hermanas mayores bailaban con dos torneros de Cuenca, que habían conocido y que pretendían llevar a sus camas. Se fue a la playa sola y allí comenzaron los movimientos eróticos de Irene, abriéndose poco la blusa y enseñando tan solo aquella carnosidad, sin llegar a extender la teta entera, y aquel descenso de faldas, dejando la braga medio al aire, enseñando la zona, donde se recala para verter las ultimas fuerzas machistas. 








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