Se
trataba de un viernes de puesta de largo de un par de poemarios de
mis compañeros Anabel Pérez Pizarro, Jesús Pico Rebollo y mi
novela, la última recién horneada y puesta en los escaparates, como
se suele decir.
La
previsión inicial era usar uno de esos fines de semana que en su trecho final, se
añade un festivo más y llevan implícito un “puente”
larguísimo, por lo que eso de atreverse a montar un sarao para que
el respetable acuda es como aquello de...”pedirle
peras al olmo”.
Sin
embargo, como prescribe el método: hay para todos los gustos.
En
realidad no todas las personas tenemos los mismos deseos, los mismos
impulsos ni, las mismas necesidades, por lo que en Cornellá, nos
vinieron a acompañar algunas personas a las que les estamos muy
agradecidos, por tantas cosas que enumerarlas ahora sería como
fingir la autenticidad de su presencia. Otras, como es normal y
comprensible no vinieron por estar ausentes por motivos varios, con
lo que contamos, siempre antes de perfilar un derroche semejante.
Evitamos
con mucho esmero los ponentes, que la presentación fuera
transcendental. Nada de exageraciones ni boatos. ¡Normal! Tanto fue
así que dejamos que los conceptos se desarrollaran tal y como debían
ser, auténticos y merecidos.
Somos
escritores del pueblo y para él, buscamos primero la calidad,
seguida por el gusto y pertrechada por el realismo. Así que
decidimos que en la mesa, estaríamos nosotros, los autores y punto.
Cada
cual se haría la parte que le correspondería de su propia
presentación y después, dejaríamos que el respetable hablara y
preguntara.
Total
que la normalidad sosegada, se planteó desde el momento que llegamos
al escenario de la propia puesta a punto. Ayudando en lo que pudimos
a los empleados de la gran sala, la gran librería famosa en toda
Cataluña, por su rigidez y su especial atención a los amantes de la
lectura.
Primero,
por nosotros mismos decidimos solventar el encuentro dignamente, como Dios manda y después por
aquellos amigos que se tomaron la molestia de presentarse en Abacus.
Precioso y entrañable lugar del lector, sito en la plaça de Sant Ildelfons en Cornellá y que ante todo, y sobre todo... se encontraron a gusto, sin presión de compra y disfrutando de lo que nosotros debíamos regalarle.
Precioso y entrañable lugar del lector, sito en la plaça de Sant Ildelfons en Cornellá y que ante todo, y sobre todo... se encontraron a gusto, sin presión de compra y disfrutando de lo que nosotros debíamos regalarle.
Nuestro
agrado, nuestra sonrisa y esa explicación que siempre hacemos de
nuestra brega, que no es otra que desnudarnos frente a ellos. Máxima
por cierto de todos los componentes de la Asociación de Poetas
de Cornellá.
Esos
cinco centavos de explicación que incubamos para que sea todo
extremadamente verídico y que el público asistente se halle tan a
gusto en ese lugar y en ese instante, que el tiempo se le escape como
cuando está dormido profundamente en uno de esos sueños
gratificantes.
Mis
dos colegas, en sus criterios sabrán lo que deben poner para
expresar su contento y así lo harán en sus respectivas crónicas,
en sus apartados, en su web, en sus charlas y demás postulados. Son
además de buena gente, grandes impresionistas de la palabra y
lo suficientemente capaces de regir en sus percepciones personales.
Es un lujo por cierto trabajar con ellos, con sus primicias y en sus
planteamientos.
Aquí
y ahora, como es normal, mostraré mi impresión natural y agradeceré
a cuantos quisieron esperarse a las manifestaciones de todos
nosotros, que se sumaron al carro de preguntas que contestamos y que
se interesaron por aquello de lo que se estaba fraguando en el
instante.
Sin
embargo, entre el respetable público había algo que no supe entender a primera vista, ni reconocer, a pesar de hacer mis esfuerzos por descubrir de quien se trataba y no pude lograrlo hasta que llegó el instante mágico.
En
las filas del extremo terminal de aquella sala, estaba acomodada como
si fuera de otra guerra, una persona que con su forma de expresión
no verbal, permanecía atenta sin desvelar su legalidad. Sofisticado
y erudito, con su intriga agradecida.
Reflejándonos
de forma poco común su vivencia en la novela: de el váter cósmico
y trataba de contarnos, una reflexión muy suya. Una historia
verdadera y muy entrañable, la cual estoy seguro la recogíamos
desde el estrado principal, mis dos amigos, queridos poetas y yo
mismo, sin dar fe a lo que nuestros ojos y entendimiento observaban.
Al poco pude entender, que tanto a Anabel, como a Jesús, aquella presencia no les decía nada absolutamente.
Al poco pude entender, que tanto a Anabel, como a Jesús, aquella presencia no les decía nada absolutamente.
Fue
un sueño emocionante, un devenir de mis días pasados, una
añoranza tangible, una emoción inédita, que el resto de
asistentes, no podía compartir, ya que se encontraban de espaldas a
él.
En
mi caso, reconocí a uno de los personajes imaginarios de mi novela
que, yacía sentado y sonriente, esperando disfrutar de su cometido
en mi narración que no dejaba de ser la suya.
Vestido
con ropa de sport y sin llamar la atención de nadie. ¡Eso sí!,
distinguido y capaz de inspirar y convencer al más pintado de los
allí presentes, sin influir en ni disimular caso de connotación
singular.
Unos
zapatos de charol negros lustradísimos y una americana corte
italiano, abrigaba su contesto exterior. Su camisa de popelin de
algodón prendada con una corbata rosácea de seda preciosa, con un
nudo doble irlandés, acotada a su cuello, para regalarle aquella
postura que bien se había ganado en mi historia.
Contándome
subliminal, que desde que volvió con Camila, aquella farmacéutica
de Costa Rica, su vida se había valorado, en calidad de emociones y
de agasajos y que gracias al autor que le había dado vida en aquel
peregrinar por las hijas de la novela y lleno de posibilidades,
encontró que su hija fisiológica como sus hijas adoptadas, le
hacían ser un tipo feliz y agradecido.
Su
vida había ganado enteros y vino a sentarse junto a los que
estuvieron presentes, para agradecérmelo sin cortapisas.
Al
finalizar el acto, me explicó por un mensaje que me entregaron en el
pasillo, que sus padres, seguían en Zaragoza, y que a su ex esposa,
aquella mejicana; Jimena, las cosas le iban como siempre.
Había
vuelto a las andadas con tipejos desorientados, alcohólicos y poco
trabajadores y mal vivía en un departamento de la Puebla de Híjar,
con su nueva pareja emocional y un niño que les había nacido de esa
unión, que malcrían y desenfocan para lo que la vida les va a
exigir en un futuro no lejano.
En
las primeras filas, nuestro Presidente Alejandro Sánchez. Ahumada,
al que agradecemos su interés por nuestro devenir y por el amparo
que nos muestra día a día, sin nada a cambio y todo en pro de
la Asociación.
Él
una persona que todos apreciamos por su valía y por sus apoyos en
los momentos que nosotros, los escribidores de cuentos o poemas,
necesitamos en muchos de los instantes de apuros planteados y en otras
que sin trueque nos ofrece por amistad.
Dejo
unas fotos del acto realizadas todas por Alejandro,
para que veáis el alcance de lo manifestado, y no dejéis de leer
las crónicas de mis adláteres en la mesa, que sin duda, serán de
lo más excitantes y entrañables.
También
agradecer a los que se pasaron a acompañarnos que venían desde tan
super lejos, y a aquellos, que cuando llegaron se había terminado el
acto.
Precioso de un viernes final de abril, de nuestra vida.
Precioso de un viernes final de abril, de nuestra vida.
De
verdad, muchas gracias.
Fotos de Alejandro Ahumada
Textos de: Emilio Moreno
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