lunes, 1 de mayo de 2017

Abacus, nueva presentación






Se trataba de un viernes de puesta de largo de un par de poemarios de mis compañeros Anabel Pérez Pizarro, Jesús Pico Rebollo y mi novela, la última recién horneada y puesta en los escaparates, como se suele decir.

La previsión inicial era usar uno de esos fines de semana que en su trecho final, se añade un festivo más y llevan implícito un “puente” larguísimo, por lo que eso de atreverse a montar un sarao para que el respetable acuda es como aquello de...”pedirle peras al olmo”.

Sin embargo, como prescribe el método: hay para todos los gustos.
En realidad no todas las personas tenemos los mismos deseos, los mismos impulsos ni, las mismas necesidades, por lo que en Cornellá, nos vinieron a acompañar algunas personas a las que les estamos muy agradecidos, por tantas cosas que enumerarlas ahora sería como fingir la autenticidad de su presencia. Otras, como es normal y comprensible no vinieron por estar ausentes por motivos varios, con lo que contamos, siempre antes de perfilar un derroche semejante.

Evitamos con mucho esmero los ponentes, que la presentación fuera transcendental. Nada de exageraciones ni boatos. ¡Normal! Tanto fue así que dejamos que los conceptos se desarrollaran tal y como debían ser, auténticos y merecidos.
Somos escritores del pueblo y para él, buscamos primero la calidad, seguida por el gusto y pertrechada por el realismo. Así que decidimos que en la mesa, estaríamos nosotros, los autores y punto. 
Cada cual se haría la parte que le correspondería de su propia presentación y después, dejaríamos que el respetable hablara y preguntara.
Total que la normalidad sosegada, se planteó desde el momento que llegamos al escenario de la propia puesta a punto. Ayudando en lo que pudimos a los empleados de la gran sala, la gran librería famosa en toda Cataluña, por su rigidez y su especial atención a los amantes de la lectura.

Primero, por nosotros mismos decidimos solventar el encuentro dignamente, como Dios manda y después por aquellos amigos que se tomaron la molestia de presentarse en Abacus. 
Precioso y entrañable lugar del lector, sito en la plaça de Sant Ildelfons en Cornellá y que ante todo, y sobre todo... se encontraron a gusto, sin presión de compra y disfrutando de lo que nosotros debíamos regalarle. 
Nuestro agrado, nuestra sonrisa y esa explicación que siempre hacemos de nuestra brega, que no es otra que desnudarnos frente a ellos. Máxima por cierto de todos los componentes de la Asociación de Poetas de Cornellá.

Esos cinco centavos de explicación que incubamos para que sea todo extremadamente verídico y que el público asistente se halle tan a gusto en ese lugar y en ese instante, que el tiempo se le escape como cuando está dormido profundamente en uno de esos sueños gratificantes.

Mis dos colegas, en sus criterios sabrán lo que deben poner para expresar su contento y así lo harán en sus respectivas crónicas, en sus apartados, en su web, en sus charlas y demás postulados. Son además de buena gente, grandes impresionistas de la palabra y lo suficientemente capaces de regir en sus percepciones personales. Es un lujo por cierto trabajar con ellos, con sus primicias y en sus planteamientos.

Aquí y ahora, como es normal, mostraré mi impresión natural y agradeceré a cuantos quisieron esperarse a las manifestaciones de todos nosotros, que se sumaron al carro de preguntas que contestamos y que se interesaron por aquello de lo que se estaba fraguando en el instante.

Sin embargo, entre el respetable público había algo que no supe entender a primera vista, ni reconocer, a pesar de hacer mis esfuerzos por descubrir de quien se trataba y no pude lograrlo hasta que llegó el instante mágico.
En las filas del extremo terminal de aquella sala, estaba acomodada como si fuera de otra guerra, una persona que con su forma de expresión no verbal, permanecía atenta sin desvelar su legalidad. Sofisticado y erudito, con su intriga agradecida.

Reflejándonos de forma poco común su vivencia en la novela: de el váter cósmico y trataba de contarnos, una reflexión muy suya. Una historia verdadera y muy entrañable, la cual estoy seguro la recogíamos desde el estrado principal, mis dos amigos, queridos poetas y yo mismo, sin dar fe a lo que nuestros ojos y entendimiento observaban.
Al poco pude entender, que tanto a Anabel, como a Jesús, aquella presencia no les decía nada absolutamente.
Fue un sueño emocionante, un devenir de mis días pasados, una añoranza tangible, una emoción inédita, que el resto de asistentes, no podía compartir, ya que se encontraban de espaldas a él.

En mi caso, reconocí a uno de los personajes imaginarios de mi novela que, yacía sentado y sonriente, esperando disfrutar de su cometido en mi narración que no dejaba de ser la suya.
Vestido con ropa de sport y sin llamar la atención de nadie. ¡Eso sí!, distinguido y capaz de inspirar y convencer al más pintado de los allí presentes, sin influir en ni disimular caso de connotación singular. 

Unos zapatos de charol negros lustradísimos y una americana corte italiano, abrigaba su contesto exterior. Su camisa de popelin de algodón prendada con una corbata rosácea de seda preciosa, con un nudo doble irlandés, acotada a su cuello, para regalarle aquella postura que bien se había ganado en mi historia. 

Contándome subliminal, que desde que volvió con Camila, aquella farmacéutica de Costa Rica, su vida se había valorado, en calidad de emociones y de agasajos y que gracias al autor que le había dado vida en aquel peregrinar por las hijas de la novela y lleno de posibilidades, encontró que su hija fisiológica como sus hijas adoptadas, le hacían ser un tipo feliz y agradecido. 


Su vida había ganado enteros y vino a sentarse junto a los que estuvieron presentes, para agradecérmelo sin cortapisas.


Al finalizar el acto, me explicó por un mensaje que me entregaron en el pasillo, que sus padres, seguían en Zaragoza, y que a su ex esposa, aquella mejicana; Jimena, las cosas le iban como siempre. 

Había vuelto a las andadas con tipejos desorientados, alcohólicos y poco trabajadores y mal vivía en un departamento de la Puebla de Híjar, con su nueva pareja emocional y un niño que les había nacido de esa unión, que malcrían y desenfocan para lo que la vida les va a exigir en un futuro no lejano.


En las primeras filas, nuestro Presidente Alejandro Sánchez. Ahumada, al que agradecemos su interés por nuestro devenir y por el amparo que nos muestra día a día, sin nada a cambio y todo en pro de la Asociación.
Él una persona que todos apreciamos por su valía y por sus apoyos en los momentos que nosotros, los escribidores de cuentos o poemas, necesitamos en muchos de los instantes de apuros planteados y en otras que sin trueque nos ofrece por amistad.

Dejo unas fotos del acto realizadas todas por Alejandro, para que veáis el alcance de lo manifestado, y no dejéis de leer las crónicas de mis adláteres en la mesa, que sin duda, serán de lo más excitantes y entrañables.
También agradecer a los que se pasaron a acompañarnos que venían desde tan super lejos, y a aquellos, que cuando llegaron se había terminado el acto. 
Precioso de un viernes final de abril, de nuestra vida. 


De verdad, muchas gracias.


Fotos de Alejandro Ahumada
Textos de: Emilio Moreno






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