Proviene del capítulo anterior: Estás desnuda ¿Verdad?
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¿Dónde estás Cándido, estoy muy despierta y con la excitación que me has regalado
no podré dormir?
_
Estoy en el portal de tu casa_ argumentó Cándido_, por si decides abrir la
puerta y dejar que te acaricie. Aunque habrás de saber que las cosas no nos
serán nada fáciles ni ahora ni después. Por lo que si has de dejarme pasar
quiero que lo pienses y lo medites, que luego no valdrán los arrepentimientos.
Se
hizo el silencio, pasaron tres largos segundos, parecía que pesaban como una losa mortuoria de
panteón. Fue una espera interminable, pero Carla, contestó sin dudas.
_ Cándido,
te abro el portal de la residencia desde el control remoto y sube, que te
espero en el umbral de mi casa, con la puerta entornada.
_ ¿Así
lo deseas Carla? _ preguntó inseguro Cándido, dudando de la decisión tan seria
a la que se enfrentaba. No fingía ni era chirigota, ni contaba uno de sus
chistes.
_
¡Sube por Dios! Te necesito y además te deseo. No tardes, no perdamos más
tiempo.
Se
precipitó de la cama, nerviosa y desnuda, descalza y sin peinarse, tal y como yacía
tan solo hacía minutos cuando dormía plácidamente a mandíbula batiente. Con la
cara legañosa y desmaquillada, sin rulos pero con una coletilla ridícula
anudada con una goma elástica de esas que sirven para aguantar los muslos de
los gallos en la pollería antes de su venta. Le sostenía el moño más o menos
torcido y corrió al recibidor de la vivienda, donde estaba el abridor
automático, pulsando la presilla y escuchando el risueño sonido característico,
que abría la puerta del hall de los apartamentos.
Sin
más cuidado de no abrir la puerta hasta que no le viera llegar por el ojo del
visor del portón de su vivienda. El sonido del ascensor violó el silencio de la
madrugada y la tranquera del montacargas arrojó al pasillo iluminado al hombre
que llegaba con parsimonia.
Al
llegar frente a la entrada, no tuvo necesidad de pulsar el timbre, ya que desde
dentro Carla, le ofreció franco el ingreso, protegiéndose ella misma tras el portón,
sin abrirla de par en par, por estar totalmente en cueros, y que nadie desde el
exterior pudiera verla sin ropa, en “colitates” para recibirlo con toda la
confianza y el descontrol que una mujer ardiente puede usar.
Se
abrazaron sin rubor; con prisas, como si se fueran a disipar las ganas de copular.
Cándido no tuvo más que bajar las manos por la espalda para tropezar con sus dos
nalgas que en su canal tan carnosas y prietas se ofrecían.
El
aliento de Carla era de una recién despertada, dulce y a la vez aromático
bienoliente, que contrastado con el de Cándido, cargado del odorífero que dan
las copas de la tequila ingerida, se ensamblaban en el quicio de los labios
mientras se mordían con exageración.
La llevó
en volandas tras el pasillo, una vez acerrojaron la entrada a cal y canto,
evitando que ella descalza sintiera el fresco del terrazo.
Cándido
jamás había estado en aquel apartamento, pero el sentido común y el indicio de
la luz de la lamparilla de la mesilla de noche, que lucía opacamente; marcó el
itinerario y supo donde depositar aquel peso del cuerpo precioso de la Carla
desnuda, la mujer preciosa que le brindaba acogida y amparo en una noche
terrible de sinrazón y desaliento.
Ubicada
de sopetón sobre la cama matrimonial, amortiguada por el mullido colchón viscoelástico.
Fue recibida boca arriba en el trance de extenderla y dejarla acomodada
esperando a su macho. Decúbito supino, despatarrada, piernas abiertas, pechos desabrochados,
brazos inermes, cuello laxo y prendada, esperando el pene de Cándido, que se desvestía
a chorros con esa prisa terminante sin acertar encima de ella. Acompasando, penetrando
sus lenguas en sus bocas, magreándose y corrigiendo las poses erróneas y
apresuradas para montarla en un santiamén. Mientras ella, al sentir el peso sobre
su cuerpo, volviera a tener ímpetu para arrancarle la ropa a jirones, y no perder tiempo en quedar penetrados como
llave en cerrojo mohoso.
Fornicaron
hasta agotar las fuerzas. El deseo, la inmediatez y la precocidad no ayudaron a
que el acto fuera prolongado, quedando ambos eyaculados sobre el colchón. Enculados,
atados y anudados piel con piel, exudando y empapados, por los olores y derrames
coitales.
La placidez
esparcida por aquel dormitorio, dio alas a sus pensamientos y en segundos
ambos, tanteaban lo que acababa de suceder y adonde irían a partir de ese
instante con sus pesares, sus enredos, sus líos parentales y sus hijos.
Fue él,
Cándido; quien primero desató su pico queriendo mantener avisada a Carla de lo último
que le había pasado y el porqué; de seducirla, buscarla para amarla, y de
intentar quedarse a su lado, con ella para siempre.
_ ¿Sabes
que tengo una hija en España?
_ ¡Sí!
Lo sabía. Yo también tengo un hijo de trece añitos, Trevor_ le confirmó Carla, con
un afecto especial al pensar en el chico; esperando que siguiera hablando de
sus cosas.
_ Olga
María de las Claridades_ la llamamos Olga, para abreviar_. Es una niña
estupenda, cariñosa y muy inteligente que ahora ha de estar con los abuelos en
Sabadell, una ciudad de la provincia de Barcelona_. Cándido, se incorporó para
besar en los labios a Carla y recostado seguir explicando _: A mi hija la tenemos
nosotros; la familia paterna; tíos, hermanos, primos, y mis padres por obligación
perentoria.
No
tengo con quien dejarla y no me la puedo llevar en mis actuaciones_ quiso
aclarar Cándido a la preciosa Carla, que desnuda, le hacía carantoñas en la barbilla
mientras escuchaba el relato_. A parte del cariño que le tienen, la están criando.
Detalle que les agradezco, y que así lo decidimos para que yo pudiera trabajar
y mantenerlos.
Están educándola
y criándola desde el divorcio_ hizo una pausa y continuó_ La jueza, ante las
pruebas de adulterio y de depravación continuada, malos rollos y alcoholismo
entre otras cosas; además de la cárcel y de la condena que le cayó a su madre; no
tuvo dudas en otorgarnos el amparo sin paliativos_ Lo que llaman en la
jurisprudencia española: Guardia y custodia.
Mi ex
mujer; Natacha, está en presidio por tráfico de estupefacientes.
Una historia
muy larga que te contaré completa, si es que te interesa y por si fuera poco,
ahora acaba la condena y nos quiere hacer chantaje, cosa que tenemos en manos
de los abogados, porque esta mala pécora, a mí personalmente me ha traído la
desgracia.
Es
bien verdad, que la culpa ha sido nada más que mía, por no atender los consejos
que desoí por parte de los que me quieren. Me sedujo en sus caprichos. Me enchoché
de tal manera que no veía más allá de su vagina y aquí me tienes hecho un
desgraciado desde entonces.
Por
eso te digo_ acabó diciendo un tanto amargado y esperando una especie de
consolación por parte de Carla_, que no soy un regalito. Tengo mis defectillos
y mis miserias que debo arrastrar.
Es un
legado que cada uno se elabora en con el paso de los años y el cúmulo de los
errores.
Volvieron
de nuevo a la yunta genital, recularon con placer a follar de nuevo, echaron un
polvo crepuscular tardío, sin prisas y sin abastos, dejándose llevar por el vaivén
del entra y sale anatómico, por la fricción de sus miembros sexuales.
La
alborada ya despuntaba dejándose ver el clásico color cobrizo oropel por las
rendijas de la ventana del hogar de Carla. Estaban exhaustos, tras su larga y
azarosa fricción de pieles y tiznados con sus viscosos líquidos.
Uno
tras otro pasaron por la ducha, y se quedaron a gusto para poder relamer un
frugal desayuno, que les llevó de nuevo a las emergentes confidencias entre
ellos.
Después
de un beso de amor, que recibió Cándido al saborear el último sorbo de su café con
leche condensada, Carla le pronosticó tomándole de una mano y sujetándosela firmemente.
_ No
creas que eres tú solo el que tienes quistes familiares, a mí también las cosas
me podían haber ido mucho mejor.
He
tenido que solventármelas sola, pero el peaje al que he estado obligada marca mucho.
Como te dije nací en San Rafael del Norte, que es zona preciosa y queda muy alejada
de todo cuanto se cuece.
Es la ciudad
cabecera del municipio del estado de Jinotega. La distancia entre San Rafael y
Managua es de 185 km, por carreteras no demasiado cómodas y eso hace que la
gente, por cierto estupenda quiera salir de ahí.
Sobre
todo la juventud, para abrirse camino en la ciudad o emigrar a otros países,
preferentemente europeos. Provengo de una familia de campesinos muy devotos del
padre Odorico, a los que las modernidades pues no son habituales_ Tomó aire y
prosiguió.
continuará
to be continued...
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