jueves, 8 de octubre de 2015

Palpa de cintura para abajo


Viene del capítulo anterior: Café con dos leches



_ Oye tío, como te llegan las noticias, eres como mi vecina de celda la reverenda Chencha, que se entera primero de los chismes y lascivias de la congregación, que los propios pecadores y a veces mucho antes de que sucedan y ocurran.

_ ¡No! ¡...verás!_ corrigió Ariel_ Hablé con Javier la otra noche y me contó algo de ese pensamiento tuyo, y no quiero que te molestes pero, para nosotros sería muy bueno_ se detuvo un instante y matizó_ sería bueno para mí, que pudieras estar en esta ciudad, porque yo como sabes os necesito y en especial a ti, que tantas cosas tienes para enseñarme y para nutrirme.

_ ¿Enseñarte a ti? _ sondeó la monja_ Me lo dices de ¿verdad? Estarías dispuesto a dejarte enseñar y a disfrutar de la vida sin más, por una ¿religiosa?

_ ¡Claro que estoy dispuesto!  Tu consejo, tus orientaciones, tus detalles son para disfrutarlos y tus desvelos pudieran ser para mi, aquello que jamás tuve y que necesito.

_ Bueno ya hablaremos, pero ahora no te pongas transcendente y dime_ apeló con urgencia Marianela.

_ ¡No dime tú!_ aclamó Ariel, que para ello te he llamado para saber si tu partida es inminente o quizás, nos dé tiempo para vernos en breve.

_ Si hombre, nos da tiempo para todo, para vernos para reírnos, para compartir y para seguir tratándonos_ recalcó Marianela, con una media sonrisa picaresca en sus ojos, que Ariel no pudo imaginar desde su posición al teléfono; añadiendo_ Afílate las uñas y prepara tus instantes para reducir a Elvira, que viene con ganas de mucho y puede ser que tu aun no sepas dejarla harta de lo que intenta_. Marianela continuó refutando, ahora refiriéndose a su posible despedida_ Mi idea de marcha es necesaria, tras lo que vine a hacer aquí, y cuando agote mi cooperación apostólica bien realizada, debo retirarme a buscar nuevas zonas para predicar.

No puedo estar en el convento desolada rezando y dimitiendo de lo transcendente, pasar los días quejándome o, haciéndome vieja.
Yo no soy una clérigo de las habituales, soy una monja y madre reverenda de ahora, moderna y activa, que vive como la gente de hoy y que no admite las incoherencias de nadie_ matizó e hizo una pausa para demostrarle que si ha de arremangarse; lo hace sin reservas. Se cambió el auricular del teléfono de mano y de oreja, para estar más cómoda y continuó con su alegre jerga.

_ Ni injerencias de ninguna clase, acudan del sitio que vengan. Ya sabes de donde provengo del mundo del espectáculo y la farándula_ volvió a detener su parla y suspiró como una vedette de cabaret, alto y clara para que llegara a oídos del comunicante. Aclarando sin pelos en la lengua, y retomando de nuevo el tema con su voz grave y a su vez contrastando.

_ A Javier le comenté muchas cosas, de las cuales él te contará como ya sabes, las que le vengan en gana y en la forma que decida, siempre para sacar partido de donde pueda. Es vendedor y merca con todo lo que huele a dinero.
Tu eres diferente, no mucho más imperfecto que él, porque también buscas lo que precisas, pero a ti quiero darte un poco más de lo que te falta y a buen seguro que podré hacerlo antes de que incluso tu lo imagines.

_ A que te refieres Maruja, con "lo que necesites"_ preguntó cortado Ariel, "pensando en el cuerpo de la religiosa"_ No seas simplón, que ya me conoces. Me refiero a sexo, a darte un baño de amor exprés. Eso que tanto me has pedido con tu lenguaje corporal y tus ojos. Esa necesidad o capricho que no has sido capaz de exigirlo con tus palabras. ¡Crees que me chupo el dedo Ariel!.
Así dejarás de soñar conmigo para pasar a tenerme en tus brazos. ¡Se que lo deseas! No te dé vergüenza, si es así ¡admítelo!
Silenció su habla Ariel, dando origen a que fueran aquellas palabras, una realidad imperativa en aquel hombre, que sus propios ojos habían delatado junto con sus movimientos corporales y que la madre superiora, en su afán de acristianar había acopiado para aprovecharlos cuando a ella le interesara.

El joven quiso balbucear y lo consiguió, sin que a Marianela Pinote, le viniera como ofensa, al final masticó con prudencia _ Maruja, yo no voy a agregar ni decir nada, puesto que no hay nada que deba excusar, me gusta lo que me acabas de comentar y además es verdad lo que has declarado. Has de comprenderme, que yo_ le cortó repentinamente Marianela_. Deja estar las excusas, ¡no me valen! Sé que te pone la monja pelirroja y además te calienta mucho. Es para ti un sueño imposible, ¿Verdad? Ya tienes abonado el terreno_ continuó sin remilgos diciendo la superiora_ Ahora, perfila tu actitud con Elvira, que esta viene a darte leña, para sacarte lo que pueda. Ahí si debes estar al quite y follarla como ella quiere, y más si se coloca en tu apartamento.

_ ¿Crees que viene solo para eso? _ soltó el ingenuo_ La pobre retorna y está hecha un lio con su novio Robert, que creo están pasando por malos momentos. En su relación, con su apoderado Francisco Xilema, que le lleva los contratos, que tienen mucho feeling;  tampoco les va de maravilla. No digamos con Javier de la Rosa, con todos ellos ha tenido algún lio en la cama y en el trato.

_ Viene a seguir viviendo de todos_ apostó Marianela_, sin dejar a nadie. Es modelo, muy guapa, muy puesta, muy lista. Os quiere a todos, os calienta sin más os usa y después cuando obtiene provecho espera ver con quien se queda. Intereses le atan. En fin por eso te digo que seas más listo y que si te usa, que hagas lo propio. No es nada extraordinario, que te acuestes con ella y que la disfrutes. ¡Hazme caso!

_ ¿Me llamarás Maruja?_ apuntó sin nervio Ariel_. ¡No! Llámame tú, para quedar y vernos, me encantará a mi también disfrutar de tus escaseces eróticas de falta de costumbre y de tus sobras materiales y potentes en la cama. Ya sabes lo que te digo al respecto de Elvira __"apriétala que es sorda"__ "pensó  para sus adentros la monja" sin descubrirle sus reflexiones al inexperto Ariel

La comunicación quedo interrumpida, y Ariel, ya leía el periódico "La Nación de Costa Rica", con una noticia que reflejaba la magnitud del futbolista Costarricense Keylor Navas, fichado por el Real Madrid y el aumento en el país de la "Pura Vida" del acoso sexual callejero, mientras que iba degustando las quemadas y su café con dos leches y una canción desde el compact disk de la taberna.
Al pronto aquel recinto se quedó mudo, hasta la mismísima maquina reproductora de compactos musicales enlatados, se paró por fin de la balada solicitada por Ariel: interpretada por el grupo Manguaré; la famosa trova: En casa del licenciado.

Los allí presentes tornaron sus cuellos forzándolos desde sus hombros para ver entrar y pasear por el amplio pasillo a Elvira, camino de la mesa de Ariel, como si fuera una primera dama de un exótico país africano.
Su sonrisa amplia y luminiscente resplandecía como un espacio ajardinado repleto de candelas, y su porte elegante derrochaba la clase y la calidad de las prendas que portaba, que además de justas al cuerpo también transparentes, dejaban adivinar aquellas redondeces milimétricas de Elvira Martínez Rastrojo, la muchacha de Badalona, que hacía las delicias de cuantos la trataban.
Murmullo silente en la barra del Pani, la tortillería de la calle veintiuno, que recibía a aquella preciosidad, dibujada en la figura de la deseada.
Ariel se levantó para darle el saludo y se acercó a ella encantado, Elvira, sabía lo que buscaba y además conocía muy bien el paño para camelar a su amigo y dejarle satisfecho.

Con mucha educación y gusto Ariel quiso saludar a la recién llegada de forma distinguida, dando énfasis al encanto que él sentía por ella, que se dibujaba en su rictus y en su agitación. Sin pronunciar palabra le abrazó con ternura, diciéndole al oído_ como te he echado de menos guapísima_ y la estrechó con fuerza notando la dureza de dos tetas inhiestas que se clavaron con firmeza en su plexo solar, que reforzadas por unos sujetadores sensuales aun se las hacían más increíbles.

_ Qué guapa estás Elvira, creo que más que nunca_ dijo Ariel risueño mientras la constreñía entre sus brazos que sin prisa demoraban el agasajo.

El aroma afrodisiaco e incitante que ventilaba Elvira, llegó a las pituitarias de Ariel, dejándolo narcotizado y poco activo, haciendo del saludo una prórroga de una alucinación placentera. Elvira, le pasó las manos de arriba hacia abajo palpando todo aquello que pudiera ser protuberante y quedara sobresaliente de un raso discreto, deteniéndose sus dedos afilados en todos los pliegues que encontró cintura para abajo. Subiendo en acto imperativo su mano derecha para sujetar su cogote y evitar el movimiento hacia atrás, mientras le besaba la boca de forma desaforada, en un acto de arrojo y locura, y su mano izquierda quedada abajo buscando entre el arco de sus piernas, como si quisiera descubrir el tamaño o la fortaleza de su órgano eréctil reglado.

Durante un buen trecho le baboseó, palpó, relamió, acarició y tentó profundamente para dejarle de entrada su sabor en la garganta, y sus influjos donde sabía tenía que presionar, para dejar al joven, chiflado como la breva más madura de la vega. Los allí presentes clientes de la tortillería, dedujeron que eran una pareja de novios que habían estado durante un largo periodo separados y volvían a reencontrarse, dándose inmenso clamoreo







Conhtinuará
to be continued...



0 comentarios:

Publicar un comentario