domingo, 26 de mayo de 2013

Estás durísima




Lo llevaba su padre encima de los hombros, era un chavalín de cinco años, muy avispado, y nervioso, que silbaba a las mil maravillas, más bien era un “monito” de repetición, despierto como un virus nervioso y más activo que una carabina de competición. Solo intentaba agradar y ser amado  por sus padres, abuelos y tíos, dado el entorno tan precario que existía en aquella, su familia, tan falta de esmeros, de signos de armonía y de verdadera alianza. 

El padre tampoco se quedaba atrás, por: descarado, siete ciencias, engreído, y poco activo en el trabajo, creyendo a su vez que los demás le veían como todo lo contrario: audaz, simpático, resultón y enamoradizo. Con muy poca aptitud y menos disposición para conservar un empleo, detalle tan importante como para que un entorno familiar funcione como es necesario. 

Aquel día de recorrido, caminaba el padre aupando en sus espaldas a modo  de: “caballito” al hijo; hacia la iglesia parroquial de San Francisco Javier, para recibir las ayudas semanales, todo lo que el mosén Tarsicio y las señoras de la caridad, practicantes todas del Santo Rosario, les pusiesen en aquellas bolsitas de papel marrón tan frágiles, que contenían mínimamente el sustento primario: pan, azúcar y alguna lata de leche condensada, o en polvo cuando menos, que recibían los más necesitados y poco pudientes de la barriada. 

El mismo itinerario desde otro punto de la gran explanada sin asfaltar, donde finalizaba el perímetro de aquellas “Casas baratas”, lo caminaba Maruja, una moza ya entrada en años, soltera y madre, algo descarada de presencia y con un vestuario tan exiguo de ropa que mostraba partes de su anatomía sin el mínimo recato. El paño que llevaba a modo de falda, no servía para tapar los dos muslos que sobresalían por su espesor, acabando aquellas piernas prietas en unas alpargatas medio rotas, que enseñaban unos pies algo descuidados, la blusa roja, abrochada con tan solo un botón negro central, dejaba entrever dos pechos erguidos, por el diminuto sujetador, que pequeño de talla, aún le hacía que las mamas fuesen mas prietas. El resto del cuerpo, pasaba desapercibido para todos, puesto que las miradas ajenas se postraban o en las tetas o en las patas de la soltera, resultando inadvertida la belleza de su cara, que la naturaleza, creó guapa.

Llegados todos casualmente, a encontrarse en la esquina, el papá pronunció un sonido gutural perceptible y sonoro: ¡UTF!, no llegando más allá del oído de su hijo, gemido instintivo hecho más, por el peso del niño que transportaba en sus hombros, que por el perfil exótico que presentaba Maruja.

Instante en el que el mozalbete parió un silbido a modo de piropo, que sonó como un estruendo en toda su amplitud, haciendo girar la cara de Maruja, para ver, quien cortejaba su persona.

El hombre, con un gesto de hombros, quiso excusarse y hacer saber a Maruja_ que le reprochaba su conducta, mirándole indignada, con cara de pocos amigos_, que no había pretendido molestarla, y con el dedo índice de su mano izquierda marcaba el autor del equivalente cortejo, que sentado entre sus hombros, tras su propia cabeza se visionaba al mequetrefe atrevido.

_Eres un sinvergüenza Paco, me vas a hacer creer, que ha sido tu niño el que ha rechiflado, y el que me come con los ojos, ¿verdad?_, apuntó la mujer con descaro.

Cuando Paco, iba a dar explicaciones a Maruja, volvió a escucharse aquella pita cachonda, que provenía de boca del nene, y que tras el eco sublime comentó con destino a Maruja: ¡estas más buena que la pata un pollo!

 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

TIENES MUCHAS HISTORIAS QUE CONTAR, Y TODAS ELLAS SON MUY BUENAS. NIKITTA.BESOS.

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