Lo llevaba su padre encima de los
hombros, era un chavalín de cinco años, muy avispado, y nervioso, que silbaba a
las mil maravillas, más bien era un “monito” de repetición, despierto como un
virus nervioso y más activo que una carabina de competición. Solo intentaba
agradar y ser amado por sus padres,
abuelos y tíos, dado el entorno tan precario que existía en aquella, su
familia, tan falta de esmeros, de signos de armonía y de verdadera alianza.
El padre tampoco se quedaba
atrás, por: descarado, siete ciencias, engreído, y poco activo en el trabajo,
creyendo a su vez que los demás le veían como todo lo contrario: audaz,
simpático, resultón y enamoradizo. Con muy poca aptitud y menos disposición
para conservar un empleo, detalle tan importante como para que un entorno
familiar funcione como es necesario.
Aquel día de recorrido, caminaba
el padre aupando en sus espaldas a modo
de: “caballito” al hijo; hacia la iglesia parroquial de San Francisco
Javier, para recibir las ayudas semanales, todo lo que el mosén Tarsicio y las
señoras de la caridad, practicantes todas del Santo Rosario, les pusiesen en
aquellas bolsitas de papel marrón tan frágiles, que contenían mínimamente el
sustento primario: pan, azúcar y alguna lata de leche condensada, o en polvo
cuando menos, que recibían los más necesitados y poco pudientes de la barriada.
El mismo itinerario desde otro
punto de la gran explanada sin asfaltar, donde finalizaba el perímetro de
aquellas “Casas baratas”, lo caminaba Maruja, una moza ya entrada en años,
soltera y madre, algo descarada de presencia y con un vestuario tan exiguo de
ropa que mostraba partes de su anatomía sin el mínimo recato. El paño que
llevaba a modo de falda, no servía para tapar los dos muslos que sobresalían
por su espesor, acabando aquellas piernas prietas en unas alpargatas medio
rotas, que enseñaban unos pies algo descuidados, la blusa roja, abrochada con
tan solo un botón negro central, dejaba entrever dos pechos erguidos, por el diminuto
sujetador, que pequeño de talla, aún le hacía que las mamas fuesen mas prietas.
El resto del cuerpo, pasaba desapercibido para todos, puesto que las miradas
ajenas se postraban o en las tetas o en las patas de la soltera, resultando inadvertida
la belleza de su cara, que la naturaleza, creó guapa.
Llegados todos casualmente, a encontrarse
en la esquina, el papá pronunció un sonido gutural perceptible y sonoro: ¡UTF!,
no llegando más allá del oído de su hijo, gemido instintivo hecho más, por el
peso del niño que transportaba en sus hombros, que por el perfil exótico que
presentaba Maruja.
Instante en el que el mozalbete
parió un silbido a modo de piropo, que sonó como un estruendo en toda su
amplitud, haciendo girar la cara de Maruja, para ver, quien cortejaba su
persona.
El hombre, con un gesto de
hombros, quiso excusarse y hacer saber a Maruja_ que le reprochaba su conducta,
mirándole indignada, con cara de pocos amigos_, que no había pretendido
molestarla, y con el dedo índice de su mano izquierda marcaba el autor del
equivalente cortejo, que sentado entre sus hombros, tras su propia cabeza se
visionaba al mequetrefe atrevido.
_Eres un sinvergüenza Paco, me
vas a hacer creer, que ha sido tu niño el que ha rechiflado, y el que me come
con los ojos, ¿verdad?_, apuntó la mujer con descaro.
Cuando Paco, iba a dar
explicaciones a Maruja, volvió a escucharse aquella pita cachonda, que provenía
de boca del nene, y que tras el eco sublime comentó con destino a Maruja:
¡estas más buena que la pata un pollo!
1 comentarios:
TIENES MUCHAS HISTORIAS QUE CONTAR, Y TODAS ELLAS SON MUY BUENAS. NIKITTA.BESOS.
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