Magda estaba
a punto de salir de su casa hacia el altar, del brazo de su padre, que
emocionado le preguntó con aquella confianza tan hermosa que existe entre
algunos padres e hijos_ Magda, cariño tan solo: un pensamiento ¿estás
completamente segura del paso que estás dando?_, ella se apartó el velo blanco
impoluto de su cara y abrazó a su padre con una ternura inigualable_ Le he
querido siempre papá, pero no he sabido jamás hacérselo saber, llegarle con el
lenguaje corporal, demostrarle mi cariño verdadero, siempre se me ha escapado
de las manos esta persona deseada, siempre ha sido el amor de mi vida_. Tomaron
asiento en el borde de la cama, mientras ella trataba de explicar todo aquello
que guardaba en el interior de su pecho y que le apetecía tantísimo transmitir.
Conocí a Rubén
en la Asociación del Club Obrero de Juventud_ siguió relatando, mientras le
tomaba de las manos a su anciano padre, que la escuchaba atentamente_, hace
muchos años, cuando éramos mocitos, entonces todo lo veíamos tan claro, que no teníamos
necesidad que nadie nos diera lecciones de vida, cuando parecía que todo lo podíamos
tomar en el instante que quisiésemos, porque amplio estaba al alcance de
nuestros deseos. Él, Rubén ya trabajaba, a pesar de no haber finalizado sus
estudios. Irradiaba seguridad y además era un indiscreto que sabía camelar a
todos cuantos le rodeaban. Tan arregladito siempre, tan orgulloso, tan
presumido; no era guapo, pero tenía algo que a mí me cautivó en cuanto le pude
tratar.
Aquellas
dotes organizativas que poseía de manera innata, obligaba a seguirle allá donde
apuntaran sus miras. Enseguida noté que me encontraba bien con él y pretendía
que cayese frente a mí del todo enamorado. Sin ver que, no era yo sola, la que
estaba prendada. Bailábamos juntos, salíamos en grupo y procuraba coparle todas
las salidas para que no viera más que a Magda.
Aunque jamás
le dije nada, esperando que fuese el mismo deseo quien tomara la iniciativa,
detalles que las mujeres siempre esperamos, ser halagadas por nuestro galán,
que nos hace las veces de declararse.
En aquella
salida famosa que hicimos los amigos, a los Montes Universales_ que a ti tanto
te costó darme el permiso, por no ser mayor de edad, ¿recuerdas?, incitó a la
memoria de su padre_. Donde tuve aquel accidente, sin consecuencias pero, que
podía haber sido fatal. Al perder el conocimiento y caer al río, no fue otro que Rubén el que se lanzó a
socorrerme, quitándose tan solo los zapatos y nadar denodado hasta rescatarme
de la muerte segura. Recuerdo, que recobré el conocimiento una vez en el agua_
lo reconozco ahora; dijo Magda_, viendo que era él quien nadaba para salvarme,
me dejé querer. Aún retengo el contacto de sus manos en mi pleno, en su afán de
salvamento, me reconoció el cuerpo sin miramientos y yo además de mojada por el
baño, me sentí en el cielo, sigo viviendo el instante soñado, cuando me abrió
la boca aún dentro del rio y creyendo que estaba desmayada me besó
apasionadamente, en lugar de hacer el consagrado boca a boca de salvación. Estrujándome
hacia su plexo solar mojado y severo. Mantuve mis ojos entornados mientras me
hablaba y me exigía que respirara, volviendo a besarme de nuevo para que
reaccionara.
Nunca me dijo
absolutamente nada tras aquel incidente, quitándole importancia en su
comportamiento de valentía, y olvidando todo lo que dentro del río él y yo sabíamos
que había ocurrido.
De ningún
modo ofreció señales de que me estuviera pretendiendo, a tenor que por mi parte
eran constantes los detalles que tenía para con Rubén. Igual creyó que era
imposible relacionarse conmigo por la diferencia social, por nuestra posición
comparada con la suya, que proviene de una familia tan humilde y trasformada.
Esperaba
intranquila me dijese algo referente a la atracción que yo le mostraba
descaradamente, recibiendo a cambio una reacción educada pero nada transparente
por su parte. Mantuvimos una amistad bonita y cada vez que podía le provocaba
la excitación necesaria, para que se desquiciase conmigo, sin encontrar
respuesta a pesar de ver que en su semblante el padecimiento que soportaba por
aguantar tanto el tipo y las formas llegaba a ser de sacrificio.
De buenas a
primeras mi amiga Marita, nos dice que se entiende con Rubén, quedando en aquel
instante tan desconcertada como olvidada. Marita es un cuerpo. Preciosa y sin
entrañas, eso lo hemos descubierto ahora. Entonces se mostraba como una joven
decidida, buena amiga y adelantada a su tiempo, sin miedo de experimentar
ciertas aventuras peligrosas. Segura de sí misma, y de lo que esperaba del
futuro. Nos aturdió a todas las componentes del grupo de amigos y a mí
especialmente, dado que ella y todas conocían los sentimientos de fuerte
atracción que ostentaba por Rubén.
El propio
recuerdo los sumió a ambos en un pensamiento dispar, quedando Magda, con sus
elucubraciones sola e intransferible a título personal y ya sin explicarle a su
padre, todas aquellas manifestaciones que vivió de nuevo ella sola desde su
pensamiento. Comprendiendo a su vez el padre, que debía dejar que aquellos instantes pasaran al lado de su hermosa y quedida Magdalena.
Tuvieron una relación
muy corta, como si Marita tuviera prisa por quitarle la libertad a Rubén. Dándole
de buenas a primeras todo lo que a Rubén le viniera o no, en ganas. Regalando todas
las posibilidades sexuales habidas y por haber, llevándole a un mundo delicioso
que en aquella época solo lo tenían permitido unos pocos privilegiados.
Su relación
fue intensa y corta y se unieron en contra de todos los pronósticos. Marita,
una mujer caprichosa, graciosa, estupenda y simpática, anunció a los amigos que
se casaban pronto y así lo hicieron, tras mes y medio de incesante sexo a todas
horas, de orgías inexplicables, de celebraciones indecentes, contrajeron
matrimonio.
Rubén seguía sin
dar sus verdaderas señales de hacer lo que deseaba, sin embargo como pudo
continuó con su trabajo y sus estudios, hasta que pudo licenciarse no sin
esfuerzos y sacrificios. Jamás abandonó aquello, que sabía era su futuro, y a
pesar de tener que aguantar tanta fiesta y desvarío por parte de las relaciones
con Marita y seguir asistiendo al mismo entorno de amigos, él consecuente cumplía
a pesar del esfuerzo que le significaba no dejar que las aguas del vicio y del
entorno le arrastraran.
Dos años
estuvo Magda suspirando y viendo desde lejos la poca afinidad y el poco trato
cariñoso de la pareja. Habían pasado del estar desnudos y desquiciados una
encima del otro, fornicando a todas horas en su corto festejar, a ni mirarse en
la hora del desayuno. Nunca tuvieron discusión alguna frente a los amigos, ni
tampoco señales de romanticismo, si podían evitarse lo hacían pero reservando
esa educación y salvando malos modos.
Marita con su
cuerpo extraordinario llamaba la atención por donde fuera. Ella dominaba la situación,
aprovechando esa ventaja frente a las demás amigas que la miraban con cierto
desconcierto, que con su porte descarado propiciaba nuevas aventuras con
cualquiera, estando presente su propio Rubén.
Rubén más
bien con el carácter acomplejado que había adoptado desde el comienzo con la
relación de su esposa Marita, disimulaba y procuraba no coincidir en demasiadas
reuniones con sus amigos de toda la vida. Así evitaba el tener que explicar las
relaciones tensas que mantenía con la guapa y estupenda de su compañera.
El divorcio
convenido llegó como llegan las consecuencias de lo esperado, evidentes razones
lo contemplaban sin ruidos ni demostraciones de pesar, sin falsas prebendas ni
corazones destrozados por la no tragedia, que se anunciaba cada vez más
imperativa. Un buen día Marita se marchó de su casa con un directivo de
Carrefour y Rubén se quedó solo, en la gloria, sin tener que dar explicaciones
a nadie y convencido que todo había sido un sueño pasajero con menos porvenir
que un traficante sordo.
Los motivos
que llevaron a la ruptura de Marita, no fueron por estar desierta de amor por
parte de Rubén, ni por estar melancólica en la cama, ni mucho menos mal follada.
Le encantaba cambiar de macho, más que de compresas higiénicas y eso de tener
una relación intima por más de un año, era perder el culo detrás de un solo
hombre, con la cantidad de tontos y engreídos que militan desocupados.
El
despreocupado Rubén, quedó libre, agradecido y normalizado tras el abandono de
la guapa y ninfómana de su esposa, volviendo a frecuentar sus costumbres,
aparecer poco a poco con los amigos y reencontrando su lugar a medida que el
tiempo iba borrando su relación, sus deudas y sus disparates.
Ya comenzaba
a resurgir aquel faisán de sus cenizas, volviendo a ser parte de lo que fue en
su día, opinando de cualquier tema y riéndose de sus propios fracasos, cuando por
supuesto Magda, esperando paciente su turno, se daba cuenta de todo sin dejar
aquel propósito en manos del destino. Ni siquiera en el ámbito de las
decisiones de Rubén. Entrando a participar de un modo directo en sus sinsabores.
Una noche
cenaron los amigos, los pocos que quedaban, separados, divorciados, algún que
otro soltero en Can Tiberio, un restaurante que con sus platos hacia olvidar las
penas más cercanas. Ya finalizada la tertulia nocturna y antes de despedirse
hasta el próximo encuentro, Magda le propuso a Rubén que la acompañara hasta su
casa, que tenía que contarle un asunto importante, que hacía años le rondaba
por su cabeza.
Al salir de
Can Tiberio, paseando decidieron tomar la última copa en el bar de los chinos,
que hace esquina con la casa de Magda, para que Rubén pudiese escuchar del
asunto tan importante que su amiga quería exponerle sin dilación. Cuando la que
en su tiempo, fue salvada de aquel río, tomó la palabra y directamente abordó al salvador_: qué esperas a mirarme a los ojos y decirme lo que sientes por mí_. Rubén
Balbuceante y sin esperarlo iba a excusarse, cuando volvió de forma enérgica a
ser interrumpido por Magda_. Sabes que me gustas y no es de ahora, pretendes
esconder otra vez el bulto y escaparte como un cobarde, ¿cómo hiciste hace años?_
No es eso, contestó Rubén avergonzado. Cortándolo antes de que siguiera pronunciando
palabra, aquella mujer que estaba dispuesta a todo por recuperar lo que deseaba,
haciéndole mil preguntas una tras otra, se disparó enloquecida esperando
respuesta_: ¿no te gusto? ¿No me quieres? ¿No soy tu tipo? ¿No quieres saber
nada de mí? ¿He de olvidarte para siempre? ¿Pretendes que vuelva a dejarte
escapar de nuevo?
Antes de
volver a la realidad padre e hija, dejaron sus propias cábalas y escucharon una
melodía de Camilo VI, sonaba en el pasillo: “El amor de mi vida, has sido tú” y
de pronto se abrió una puerta, aflorando una dama emperifollada y soltó casi
gritando: ¡Por favor! Todo el mundo
buscando a la novia y al padre y vosotros escondidos como bandidos. Todo el
mundo espera y vosotros tan tranquilos_ dijo la madre de Magda, Doña Purificación
Manrique.
Salieron hija
y padre a la realidad, del brazo agarraditos hacia el restaurante del Hotel El
Castillo, donde en los jardines de verano un juez de paz, les uniría para
siempre.
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