martes, 30 de abril de 2013

Bocanada de humo




Había acabado un Máster de venta directa, de esos que enseñan a vender como sea y lo que sea. Usando si es preciso el ingenio de la premura y de los regates, de las informaciones a medias, de las estupendas ventajas ilusorias o;  las clásicas técnicas que llevan a la compra sin paliativos, con aquel ingenio que saben inducirle. 

Estaba sentado en la recepción, esperando el comienzo de la entrega de diplomas y reconocimientos a los participantes del finalizado preparatorio, una de esas reuniones educativas y que magistrales conducía e impartía el ponente, Fidel Campano, un directivo aventajado de la compañía, que también había salido del criadero de la empresa y que con ese don que algunos poseen para la venta, les hacen facturar en un plazo corto de tiempo, cantidad ingente de producto y relucen como la misma estrella boreal, consiguiendo esa condición de líder indiscutible y exponente para las nuevas generaciones. 

Jenaro, pensaba que igual aquello no era para él, probar nuevas experiencias para ganar algo más de dinero, haciendo más horas, teniendo además de su ocupación de siempre, la habitual, otra que le proporcionara lo que buscaba. Venido de otra vertiente de la industria y que debido al momento presente, debía engancharse a lo que fuera con tal de llevar el pan fijo a su casa. Su empresa, donde había trabajado desde que salió de escuela, estaba sufriendo uno de esos expedientes los famosos “Eres”, que tanto surten por desgracia en nuestro suelo.

Cuando la necesidad obliga todo es lícito dentro de unas normas, sin embargo Jenaro, sabía que en el sofá de su casa o en el bar de la esquina, poco se podía conseguir que paliara, aquella falta de liquidez de su hogar. 

 

En aquel instante entró un caballero al vestíbulo de visitas, la clásica sala de espera sombría, donde poca ciencia se encierra por ser esperas cortas y rápidas esperando ser atendido. Aquel hombre, muy elegante y decidido, con una presencia de ganador innata y  estampa de líder, bien pertrechado y abrigado con una prenda de lana que le hacía algo más rechoncho, se aposentó mínimamente. No parecía tener prisa y se sentó casi inspeccionando en una de las butacas de la sala. Frente a Jenaro, éste le miro directamente a los ojos y sin pensarlo dos veces se presentó al recién llegado. 

_ Buenos días; me llamo Jenaro Gándara y pertenezco al equipo comercial de esta casa, ¿igual usted ha venido para recabar alguna información?, que igual yo podría facilitar de buen grado_. Mientras le hablaba sin dejar de mirarle fijamente a los ojos, le había alargado el brazo para estrechar su mano derecha, extremidad que una vez acoplada recibió un sentimiento, con una presión que invitaba a por lo menos ser oído. 

_ Mucho gusto y encantado_ dijo el caballero, mirando su rostro sin sutileza_,  y sonriendo abiertamente como esperando que Jenaro, prosiguiese con aquella supuesta información que le ofrecía de buen talante,  sin haberla solicitado_. No he venido por una cuestión exacta, pero ya que usted es tan vehemente, sí que me interesaría conocer el producto que usted representa. Soy Gaspar Manrique y ahora…  todo oídos_. Le rogó continuara en la palabra con innegable atención. Volviendo a insinuar  mientras se despojaba de su abrigo, que no disponía del tiempo necesario para ninguna decisión pero, que prosiguiera, por ser sorpresiva e inusual. 

Ambos se sentaron y Jenaro le hizo un despliegue conciso del confort de disfrutar de una propiedad cerca de la playa y de la ciudad, de las fincas y departamentos tan perfectamente equipados y en tan favorecida situación, ubicado en el mejor lugar, alrededor de la estación de los ferrocarriles y del estupendo clima. Incluso para residir como vivienda habitual. Gracia además, por el tan corto espacio de tiempo, que se usa en llegar al centro de cualquier urbe, mostrándole todas las garantías y formas de pago, cómodas y perfectamente asequibles para el ciudadano medio.  

Jenaro, se había soltado y mostraba tranquilidad y decisión, imaginando para sí; las ganas y la preparación innata de su buen hacer, de su necesidad de venderle y el convencimiento, de que ese contenido, le iba a interesar a Gaspar_ Sería bueno Don Gaspar_, le recomendó Jenaro vivamente_, me recibiera una tarde de estas, cuando mejor le venga, para concretar de forma más directa y con unos precios ajustados a sus necesidades, y porque no decirle, con alguna que otra sorpresa, con que puedo sorprenderle.
 

_ ¡Sí! No sería mala opción_, siguió hablando precipitadamente Gaspar, levantándose del asiento_, podría venir a mi despacho y hablaríamos con más tranquilidad, créame que lo que me ha ofertado, no deja de interesarme y la forma como lo ha hecho. Solo le ha faltado cerrar negocio, me alegro de haber tropezado con usted, ¿Jenaro, me dijo se llama?_,  asintió con la cabeza el comerciante, viendo como se ponía al galope el abrigo y sentenciaba_: acabaremos de matizar.

Gaspar Manrique, sacó de su cartera una tarjeta_, que Jenaro, ni siquiera miró, guardándola en su bolsillo, y acto seguido aquel individuo, le estrechó la mano y se despidió con mucha prisa, saliendo de la sala, por donde había llegado. 

 

 

Las puertas del aula se abrieron de par en par, y el profesor, Fidel Campano, saludaba a los alumnos, al entrar uno a uno. Todos ellos merecedores del diploma crediticio del buen aprovechamiento del máster, intensivo de cinco días que habían disfrutado y que en aquel instante, recibirían sus credenciales. Tarde aquella, de final de adiestramientos y comienzo de producción, derivada de sus ventas.  

Todos entraron y tomaron asiento en las localidades habituales, esperando que Fidel, tomara el timón de la clase, y una vez concluida y acreditados, aquellos discípulos tendrían las puertas y los permisos de aquella empresa para buscar a sus clientes, afrontar sus negocios y ganarse las cuantiosas comisiones , según las transacciones conseguidas.
 

_ ¡Señores! _. Dijo Fidel_, como primer orden del día, vamos a recibir con un aplauso estruendoso, al Presidente de la “Empresa Gassman”,  la firma que les da la posibilidad de hacerse millonarios, según su esfuerzo y dedicación, la que a la vez les ha preparado para ello, con este intensivo que hoy finiquita. Don Gaspar Manrique, que él en persona, entregará los nombramientos a los merecedores de este seminario.
 

Entró a la amplia estancia, Gaspar Manrique, con una sonrisa sobrenatural y dimensionada, parándose a saludar personalmente a Jenaro Gándara, antes de subir al estrado_. Diciéndole casi en el oído a Jenaro_, le espero la semana próxima. ¡Llámeme!  Venderemos humo.

 

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