Había acabado un Máster de venta directa, de esos que
enseñan a vender como sea y lo que sea. Usando si es preciso el ingenio de la
premura y de los regates, de las informaciones a medias, de las estupendas
ventajas ilusorias o; las clásicas técnicas
que llevan a la compra sin paliativos, con aquel ingenio que saben inducirle.
Estaba sentado en la recepción, esperando el comienzo de la
entrega de diplomas y reconocimientos a los participantes del finalizado preparatorio,
una de esas reuniones educativas y que magistrales conducía e impartía el
ponente, Fidel Campano, un directivo aventajado de la compañía, que también
había salido del criadero de la empresa y que con ese don que algunos poseen
para la venta, les hacen facturar en un plazo corto de tiempo, cantidad ingente
de producto y relucen como la misma estrella boreal, consiguiendo esa condición
de líder indiscutible y exponente para las nuevas generaciones.
Jenaro, pensaba que igual aquello no era para él, probar
nuevas experiencias para ganar algo más de dinero, haciendo más horas, teniendo
además de su ocupación de siempre, la habitual, otra que le proporcionara lo
que buscaba. Venido de otra vertiente de la industria y que debido al momento
presente, debía engancharse a lo que fuera con tal de llevar el pan fijo a su
casa. Su empresa, donde había trabajado desde que salió de escuela, estaba
sufriendo uno de esos expedientes los famosos “Eres”, que tanto surten por
desgracia en nuestro suelo.
Cuando la necesidad obliga todo es lícito dentro de unas
normas, sin embargo Jenaro, sabía que en el sofá de su casa o en el bar de la
esquina, poco se podía conseguir que paliara, aquella falta de liquidez de su
hogar.
En aquel instante entró un caballero al vestíbulo de
visitas, la clásica sala de espera sombría, donde poca ciencia se encierra por
ser esperas cortas y rápidas esperando ser atendido. Aquel hombre, muy elegante
y decidido, con una presencia de ganador innata y estampa de líder, bien pertrechado y abrigado
con una prenda de lana que le hacía algo más rechoncho, se aposentó mínimamente.
No parecía tener prisa y se sentó casi inspeccionando en una de las butacas de
la sala. Frente a Jenaro, éste le miro directamente a los ojos y sin pensarlo
dos veces se presentó al recién llegado.
_ Buenos días; me llamo Jenaro Gándara y pertenezco al
equipo comercial de esta casa, ¿igual usted ha venido para recabar alguna
información?, que igual yo podría facilitar de buen grado_. Mientras le hablaba
sin dejar de mirarle fijamente a los ojos, le había alargado el brazo para
estrechar su mano derecha, extremidad que una vez acoplada recibió un
sentimiento, con una presión que invitaba a por lo menos ser oído.
_ Mucho gusto y encantado_ dijo el caballero, mirando su
rostro sin sutileza_, y sonriendo
abiertamente como esperando que Jenaro, prosiguiese con aquella supuesta
información que le ofrecía de buen talante,
sin haberla solicitado_. No he venido por una cuestión exacta, pero ya
que usted es tan vehemente, sí que me interesaría conocer el producto que usted
representa. Soy Gaspar Manrique y ahora… todo oídos_. Le rogó continuara en la palabra
con innegable atención. Volviendo a insinuar mientras se despojaba de su abrigo, que no disponía
del tiempo necesario para ninguna decisión pero, que prosiguiera, por ser
sorpresiva e inusual.
Ambos se sentaron y Jenaro le hizo un despliegue conciso del
confort de disfrutar de una propiedad cerca de la playa y de la ciudad, de las
fincas y departamentos tan perfectamente equipados y en tan favorecida situación,
ubicado en el mejor lugar, alrededor de la estación de los ferrocarriles y del
estupendo clima. Incluso para residir como vivienda habitual. Gracia además,
por el tan corto espacio de tiempo, que se usa en llegar al centro de cualquier
urbe, mostrándole todas las garantías y formas de pago, cómodas y perfectamente
asequibles para el ciudadano medio.
Jenaro, se había soltado y mostraba tranquilidad y
decisión, imaginando para sí; las ganas y la preparación innata de su buen
hacer, de su necesidad de venderle y el convencimiento, de que ese contenido,
le iba a interesar a Gaspar_ Sería bueno Don Gaspar_, le recomendó Jenaro
vivamente_, me recibiera una tarde de estas, cuando mejor le venga, para
concretar de forma más directa y con unos precios ajustados a sus necesidades,
y porque no decirle, con alguna que otra sorpresa, con que puedo sorprenderle.
_ ¡Sí! No sería mala opción_, siguió hablando
precipitadamente Gaspar, levantándose del asiento_, podría venir a mi despacho
y hablaríamos con más tranquilidad, créame que lo que me ha ofertado, no deja
de interesarme y la forma como lo ha hecho. Solo le ha faltado cerrar negocio, me
alegro de haber tropezado con usted, ¿Jenaro, me dijo se llama?_, asintió con la cabeza el comerciante, viendo
como se ponía al galope el abrigo y sentenciaba_: acabaremos de matizar.
Gaspar Manrique, sacó de su cartera una tarjeta_, que
Jenaro, ni siquiera miró, guardándola en su bolsillo, y acto seguido aquel
individuo, le estrechó la mano y se despidió con mucha prisa, saliendo de la
sala, por donde había llegado.
Las puertas del aula se abrieron de par en par, y el
profesor, Fidel Campano, saludaba a los alumnos, al entrar uno a uno. Todos
ellos merecedores del diploma crediticio del buen aprovechamiento del máster, intensivo
de cinco días que habían disfrutado y que en aquel instante, recibirían sus credenciales.
Tarde aquella, de final de adiestramientos y comienzo de producción, derivada
de sus ventas.
Todos entraron y tomaron asiento en las localidades
habituales, esperando que Fidel, tomara el timón de la clase, y una vez
concluida y acreditados, aquellos discípulos tendrían las puertas y los
permisos de aquella empresa para buscar a sus clientes, afrontar sus negocios y
ganarse las cuantiosas comisiones , según las transacciones conseguidas.
_ ¡Señores! _. Dijo Fidel_, como primer orden del día, vamos
a recibir con un aplauso estruendoso, al Presidente de la “Empresa Gassman”, la firma que les da la posibilidad de hacerse
millonarios, según su esfuerzo y dedicación, la que a la vez les ha preparado
para ello, con este intensivo que hoy finiquita. Don Gaspar Manrique, que él en
persona, entregará los nombramientos a los merecedores de este seminario.
Entró a la amplia estancia, Gaspar Manrique, con una
sonrisa sobrenatural y dimensionada, parándose a saludar personalmente a Jenaro
Gándara, antes de subir al estrado_. Diciéndole casi en el oído a Jenaro_, le
espero la semana próxima. ¡Llámeme!
Venderemos humo.
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