Hubo una vez en la historia,
un hombre que revelaba.
Decálogos regalaba,
a las gentes de aquel sitio.
Los llevó al monte de los olivos
y allí una parábola dijo.
Tanto caso descubrieron,
que misterio dejó fijo.
Coged una piedra y seguidme.
Les dijo a los discípulos.
Ellos; la más grande tomaron
y con ella le alcanzaron.
Caminaron por los valles,
con el granito ahí ¡fijo!
Destrozándose la espalda,
sin un rumor, sin un ruido.
¡Señor! Tenemos gazuza,
hemos andado muy mucho.
Arreando en el camino,
como dignos peregrinos.
¡Que vuestra piedra!
Se convierta en pan.
Dijo con seguridad,
Aquella Divinidad.
Comieron, saciaron
y creyeron al Divo.
Supieron que era,
del cielo un envío.
Otro día señaló.
¡Coged otra piedra y venid!
Todos tomaron pequeño
el bulto para subir.
Judas como siempre, ¡engañó!
y la china que tomó,
fue la más grande y pesada
creyendo seria cambiada.
Llegados a la montaña,
discípulos dijeron ¡Ya!
Dejemos de caminar,
que ya tenemos gana
San Pedro se dirigió
con voz floja comentó.
Unas palabras de alago,
al Señor de los milagros.
¡Háblanos de tu Padre!
De las adivinaciones.
Del cielo y paraíso
y; porqué estoy indeciso.
El Divo, les encantó,
hablando de la tierra prometida,
de los jardines y valles,
y de la merced habida.
Judas ante el retraso,
en ver que no llegaba la cita.
Y la piedra que traía,
no se transforma en comida.
Habló con el de Arimatea,
para saber con certeza
a que hora junto al fuego,
cambiaba la roca en puchero.
Al punto le contestó
el que mascaba membrillo.
¡Ahora te jodes judas!
Que trajimos bocadillo.
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