martes, 15 de octubre de 2024

Oscuro héroe, tras del tapiz

 









 




En el confesionario estaba el presbítero esperando a los arrepentidos. Había comenzado su turno en la tarde, justo después de las seis y leía el misal, sin prisa, para recibir al primer suplicante que tuviera a bien descargarse de los pecados. Al pronto se escuchó el rechinar del peso de una persona, cuando crujieron las tablas del poyete del reclinatorio.

—Ave María, buenas tardes. Se escuchó la voz dulce y femenina de una feligresa. El clérigo contestó, con una voz tenue y ensayada.

— Bienvenida hermana, que Dios te bendiga.

Franchesca le conoció sin dudarlo, para sus adentros y supo que a pesar de estar las cortinas del confesionario echadas, era el vicario Rafael Mangáis el que había conocido en Guinea, hacia tres años y con el que tuvo muy buena relación pastoral y personal.

—¿En que puedo ayudarte hermana? Siguió aportando aquel tono delicado de voz que noqueaba la reflexión.

—Rafael. Es que no me conoces por la voz.

—No puedo hacerlo ni sé quién es usted. Ni de quien se trata. Es imposible verle la cara y así ha de ser. Por lo que si usted me conoce, dígame de quien se trata.

— Que raro que no recuerdes mi voz. Igual si tocas mi piel te resuena más. ¡Me quedo de piedra contigo! Soy la señora Chalamang, la esposa del embajador de Guinea en Malabo. Te he refrescado la memoria, o he de seguir dando pistas. ¿No me recuerdas; o no quieres recordar?

No tardó en hablar, aquel cura después de aquella indirecta tan al centro de la inteligencia

—No me digas que eres Doña Francisca Sepúlveda, la esposa de Chalamang. Que tal estás y como tú por aquí, que de tiempo sin saber de ustedes. Como os va la vida.

Inventó un receso para ordenar sus ideas y preparar una estrategia, que sin duda necesitaba y anidó queriendo hacer una especie de gracia.

 — Contéstame a todo eso, y después ya tendrás tiempo para redimirte de los pecados que sin duda tienes. No paraba de hablar el vicario. Estaba fuera de sí, queriendo que lo tragara la tierra. La sorpresa fue de órdago.

Se precipitaba con las palabras inconexas como si fuera un novato, y de buenas a primeras se hubiese puesto nervioso. Haciendo una pausa forzada, para respirar y continuó.

—Sabrás que me destinaron a otra diócesis fuera de Guinea —dijo seguro —, y tuve que salir sin poder despedirme de nadie. El señor obispo, hizo los preparativos, sin que yo lo supiera. Estaba fuera del émbolo, no sabia que aducir. Inventó una salida, improvisando el perdonador de pecados, un nuevo jeribeque facial, con un titubeo obligado. Dando las culpas al pontífice, de su alejamiento.

—Que alegría me das. No sabes lo feliz que me haces. Y dime como te va.

Aquella dama, sin contemplaciones y sin alharacas fue muy dura en su respuesta, y no contestó a la media docena de dudas que proponía el párroco.

—Eso digo yo. Señor cura. Expresó con mucho retintín Paca y prosiguió ante la mudez del capellán Mangáis.

—Aún estoy esperando una llamada, una carta, una nota, o un recado. Sobre tu desaparición y ausencia en los últimos tres años. Ni tampoco sabía que estabas en Guadalajara. Eso lo he tenido que averiguar yo, gracias a un contacto que tengo en la embajada. El que me ha puesto al corriente de casi todo lo referente a tu comportamiento y figura. Sin llegar a entender la prisa y el engaño del obispo. Al que pregunté, en cuanto desapareciste y me informó ampliamente, diciéndome lo contrario a lo que tu aduces. Que habías sido tú, el que pediste con mucha urgencia, traslado a Roma, y en vista de tu impaciencia, te dieron otro de menor relevancia.

Igual se enteró de lo nuestro y de lo que también llevabas con Leidy Romina, la esposa del agregado de Nicaragua, y tuvo que precipitar tu marcha. Dado según me dijo la propia esposa del agregado, que la dejaste muy preñada.

Aunque supongo que bien lo sabes, y fue esa valentía que has demostrado la urgencia en poner tierra de por medio. Se detuvo para tragar saliva y dejar que el presbítero como mínimo se precaviera. No teniendo respuesta por parte del religioso siguió.

—Pero si tú dices que fue por designio de la curia romana, tendré que creerte.

De nuevo opinando que alegaría excusa, hizo una breve pausa y sin tener respuestas le lanzó el peor dardo que recibía en los últimos años y sin que pudiera replicar, ahondó.

— Te has olvidado de tu promesa, aquella que creí. Que llegado el momento, vendrías a por mí, y nos iríamos juntos a la capital de Paraguay, donde me decías, que tienes apoyos que nos podrían acoger y los dos iniciaríamos una vida nueva. Jurándome que aquello no era pecar, que era parte de la vida humana. Según me decías cuando me confesabas y perdonabas los pecados, en aquellas confidencias personales, que me ofrecías en Malabo. Cuando me lavabas los pechos con champán, a escondidas de mi esposo, saboreando el zumo que regabinaba por mis senos.

—Paquita no seas descocada, que estás en la casa del señor, y has venido supongo a tener una contrición y que te perdone los pecados.

—Pues mira, pecados tengo, pero no vengo a eso. He venido a descararme contigo, sin querer saber más nada de tus promesas, ni tampoco necesito explicación. Sobre todo lo que quiero, y estoy dispuesta a recuperarlo. Es que me retornes los cinco mil euros, capital que te entregué ahora hace tres años, para preparar viajes, desplazamientos y buscar lo que sería nuestro nido de amor, en La Asunción, capital del Paraguay en la América del sur. Ya no lo recuerdas, ¿verdad?... tus obligaciones con tus feligresas guapas te deben secar la memoria y la vergüenza.

Los cinco segundos de silencio profundo, se hicieron eternos, en La Concatedral de Santa María de la Fuente, principal enclave eclesiástico de la ciudad de Guadalajara.

Dando paso a la respuesta del cura, que le dijo con mucha preocupación.

— Este no es el lugar apropiado para que pueda darte mis excusas, y además pedirte el perdón que estoy, seguro me concederás. Ven mañana a la sacristía a partir de las cuatro de la tarde, que podré atenderte como mereces en el despacho de la rectoría.

Reapareció el mutismo. Ahora el de Franchesca, que rumiaba el desconsuelo que le tenía preparado. Retornando Rafael a dar más conjeturas creíbles a la confesante, que de rodillas y reclinada hacía antesala.

— Estoy dispuesto a responder a tus preguntas y verás como lo comprendes. Estoy pasando un tiempo muy malo y debes de saberlo la primera puesto que eres la única persona que tengo confianza.

— No, perdona. No te confundas. — le espetó muy acalorada. De confianzas contigo pocas. Ya no quiero de ti nada. Tan solo necesito que me devuelvas los cinco mil del “ala“ que no son tuyos y de no hacerlo, sé muy bien donde tengo que personarme.

No has sido capaz de descorrer las cortinas mientras hablamos y mostrar la jeta tan dura que posees, pero yo; como te conozco pajarito...

Me he permitido el caprichin de grabar toda la conversación, con mi nuevo teléfono Smartphone. Mas que nada, por si te desdices o niegas todos aquellos arrumacos que me dabas y los besitos robados que decías bajaban del cielo.

— Paca. No me puedes hacer esto. Con todo lo que yo te he dado. — Atestiguó el padre Mangáis. Volvió a tomar de nuevo la palabra Francisca de Chalamang para darle otra alegría, que tampoco esperaba.

— Ha venido conmigo, por supuesto. Claro que, no ha podido sentarse en este reservado de madera, junto a mí, para debatir contigo, porque de momento las confesiones dicen que se hacen a dúo. Pecador y sanador. Así que te dejo con Romina, que nos conocimos buscándote por todo Malabo, y coincidimos en contarnos lo que nos había sucedido. Incidió en su tesitura, la buena de Paca.

— Te la paso. Tan solo te pido que recuperes mi dinero y me des la penitencia de todos mis deslices. Rafael de Mangáis, no le administró ningún purgatorio a la esposa del embajador. Le dijo con crudeza.

— Reza un poco y piensa lo que vas a provocarme. Después la bendijo en el nombre del Padre, y escuchó en la distancia que le decía. — Hasta mañana Rafa, trae el dinero.

Por el perfume ardiente y acusado que Leydi Romina, la Nicaragüense dimanaba, notó que ya estaba arrodillada, detrás de aquel negro tapiz, y con una reverencia coloquial le saludaba.

—Padre Mangáis, o prefieres que te llame Raffaele, como cuando me situabas en la postura del misionero.

—Baja la voz, mujer, que esto es un lugar de culto. Le dijo el párroco

—No me vas a recibir ¿con el boato y una bendición?, Ni me regalas aquel párrafo ¿precioso de la Virgen? Quizás no estás de humor para darme confesión a mis pecados.

— Claro que si hija mía—, dijo el cura sin perder los papeles.

— ¡Como no! Ave María Purísima. Tu me dirás hermana. Se santiguó y esperó a escuchar a Romina.

Tomó la palabra la morena y esbelta señora de Valcárcel, esposa del ex agregado de Nicaragua y comenzó a declarar.

 

— Padre, me confieso por haber sido una mujer ingrata con mi esposo. Al haberlo engañado con otro hombre. —Gimió para darle artífice y sin detenerse prosiguió con su perorata.

— Otro hombre muy poco valeroso, por cierto. El que me prometió amor completo, llevarme en volandas a vivir una mejor vida, que la que poseía. Residir en un país precioso como era el suyo. Al oeste, cerca de Extremadura, donde allí viviríamos amándonos para siempre, y yo le creí. Hizo un gesto y dejó de dialogar, secándose las cuencas de los ojos, y prosiguió muy entera.

— Fueron varias las veces que coincidimos, chocando nuestro deseo por completo, hasta que se dio definitivamente el adulterio, y manifiesto y deploro por haber quedado sin ropa frente a él. Desnuda, queriéndolo seducir de inmediato. Sin embargo mi amante, fingía, simulando que le costaba ponerme la mano encima. Aunque a mí me apetecía.

Aquel hombre actuaba, porque tenía otro propósito conmigo. Burlarme para obtener un dinero. Que consiguió.

Siempre me dijo que era pecado mortal, el cohabitar de un cura con la esposa del prójimo.

Al final, rompió sus votos y se portó como un titán. Las diez o doce veces que nos amancebamos. Haciéndome ver el cielo en la tierra, sin oraciones ni rezos.

Una vez me tuvo seducida, manteniendo sexo frecuente, y deseado, accedí a darle el capital que usaría para establecer los medios y gastos de nuestro idilio. Desapareció del mapa, y se llevó cinco mil euros que tenía ahorrados.

Tal fue el capricho del seductor, que me dejó en estado y a los nueve meses parí un hermoso niño, que le puse el mismo nombre del sinvergüenza, que me fecundó. Con los apellidos de mi esposo, por salvar mi situación degradante. Para que cada vez que nombre a mi niño, recuerde mi pecado.

Le pusimos Rafael. Ahora tiene casi tres años y está seguro que su papá es mi cónyuge. Ambos vivirán engañados de por vida, como lo haré yo misma maldiciéndote.

Crees que podrás reponer y perdonarme el grueso pecado que tuve contigo. Revirtiendo tan pronto como puedas los cinco mil euros, que son míos y que no usaste, para el destino que fijamos.  

 

 


 
 Autor: Emilio Moreno
Octubre 15 de 2024.

domingo, 13 de octubre de 2024

No quiso evitar la desgracia.

 




 

Andaba jugando con ella, o quizás la que jugaba era Babel, porque había tejido su plan y quería enredarlo en su madeja, hasta que fuera el momento oportuno. Dejándose acariciar y llevándolo al desconcierto crepuscular. Callaba y otorgaba cada vez que le arrimaba sus labios a su boca, sin desdeñar ni representar desprecio.

Sabía cómo sacarlo de sus quicios, y volverlo frenético por efusión. Ya había esperado mucho y era el momento de presionar el interruptor del futuro, del que Fidel, no pudiera colocar la marcha atrás, de arrimar el miembro y comprometerse.

Aquella morena lo tenía analizado y todo se desarrollaba con milimétrica precisión...  Babel renunciaba a poner freno a los ardores de Fidel y le daba carta blanca. Era la última oportunidad que tenía de seducirlo, porque se le escapaba. Lo perdía definitivamente.

Sabía a ciencia cierta, que era un perfecto sinvergüenza, y a menudo se desdecía de las promesas que en su día le regaló, para que ella, creyera en sus palabras y se dejara menear encima del colchón. Sin embargo lo cazó.

 

La primera vez que notó Babel el retraso en su periodo, Fidel se llevó un sobre salto y le asomaron sus propósitos de no querer compromisos ni responsabilidades.

 

— Creo Fidel, que estoy en estado. Le dijo casi convencida. No tengo la regla hace días y es muy raro... Soy como un reloj de precisión. Veremos, como va el asunto en los próximos días.

 

— Estás segura, mira que ahora no es buen momento. Has de llevar mucho más cuidado, si no queremos tener problemas. Ya sabes que tengo planes y eso precisamente no entra en ellos. Reprochó Fidel a la joven, que se daba cuenta de cuando un hombre, quiere evadirse de lo real y tan solo vivir de los placeres de la carne.

Ella no se asustó para nada. Se lamentó no haber acertado. No tuvo miedo, y fracasó por las prisas. Se estremeció tan solo por la falta de acierto, y la rabia en tener que alargar el brete intentándolo de nuevo. Al haber fallado en el ataque que le tenía urdido. Pensando que no podía errar más. Fidel se le escapaba.

Analizó las causas del porqué no estar fecundada y llegó a la conclusión que fue un yerro en el nexo del método Ogino. No siendo una fórmula fiable, que no produjo el embarazo deseado por parte de ella.

Volvió a seducirlo por enésima vez, y no tuvo acierto en preparar el guion. Ideando aquel plan, para que no pudiera retroceder más.

Plan, que con el tiempo se arrepintió y de qué manera. Provocándole la desdicha y la infelicidad vital.

Dejó pasar tres semanas más, aquella preciosa mujer siguiendo con sus agasajos y siendo especialmente sexi y cariñosa. Al que consiguió hacerle olvidar del riesgo de ser papá sin desearlo.

Dándole una paz en el momento de satisfacer sus apetencias sexuales, de las que participaba Babel, de forma subrepticia y sutil.

Provocando siempre el instante propicio. El siguiente arrumaco sólido y consistente, para que la desnudara y montara apasionado.

No faltaban por parte de Babel, la mucha conjunción, efusión y erotismo. Dándole a menudo aquel elixir corporal, del <tócame así que verás.>, que guardaba para sus escenas sexuales. Seduciéndole constantemente con los meneos gatunos de la bella morena, que le bailaba el agua desnuda con su jugo abundante, para conservarlo indefinido, caliente y cachondo mientras ella daba rienda suelta y se dejaba penetrar.

El plan de Babel dio resultado y aún y sabiendo la consecuencia. Esperó a decírselo hasta estar del todo segura. Tras haber pasado las pruebas farmacéuticas, resultaba estar en cinta y ahora con seguridad. Preñada.

Fidel se llevó de nuevo otro susto. Creyendo que volvería a ser un desliz infundado, y sin llegar a quedar satisfecho, por el cariz que iba tomando aquella relación, y los pocos medios que disponían, para evitar aquellos miedos, le dijo a Babel.

 

— ¿No estarás jugando con fuego? Anunció más preocupado de lo normal.

 

— No tengas tanto recelo, que no pasa nada. Se que ahora no es el momento—dijo Babel cariñosa—, pero tú tampoco pones de tu parte, con lo que nos tendremos que ajustar a las consecuencias, llegado el caso.

Babel, quería llevarlo al altar, como mandaban las Sagradas Escrituras de aquel tiempo roñoso y gris. Sin importarle el peaje, los modos, las formas y las consecuencias que no tardarían en llegarle y las tendría que sufrir durante toda su vida.

Se sucedieron dos meses sin que hubiera freno sensual, ni lujuria. Fidel solícito dejó de pensar en compromisos, y haciéndolo venir con maestría, la seductora Babel después de un orgasmo brutal y de una relación apasionada, confesó muy artística sabiendo de antemano, lo que iba a suceder.

 

— Fidel, estoy preñada y esta vez es cierto. Completamente cierto. Vamos a ser padres.

 

— Oye Babel por Dios, no me hagas pensar, ahora precisamente que acabamos de pasar este momentazo feliz. Será otro de tus retrasos. No te preocupes y sigamos disfrutando.

Babel, sin cortapisas lo invitó a que la acompañara, para certificarlo. Tomando de su bolso resolutiva que posaba muy cerca de ellos, junto al cabezal de la cama. Un predictor de garantías para hacerse allí mismo la prueba. Frente al autor de la paternidad, que se aproximaba.

Los dos procedieron a seguir las indicaciones del prospecto y en pocos minutos, lució el color de positivo.

Ella aunque lo sabía, representó la buena nueva con una gran alegría, que disimuló muy artística, pensando que había conseguido lo que necesitaba. Demostrarle a Fidel, que era hora de tomar decisiones.

Él tuvo un bajonazo en la sangre de sus arterias, que provocó un degradado fulminante en el tamaño de su pene. Perdiendo toda motricidad en su capacidad amatoria.

Contrito, y nada decidido Fidel, presentó a sus padres a la guapa Babel, que entendieron el porqué de aquella boda inminente. Augurando en silencio que les venía encima la preocupación añadida de un nieto.

Todo fue manga por hombro.

Babel se equivocó de hombre y de compañero de vida. A lo largo de los años que estuvieron juntos, tuvieron cuatro hijos.

Después de cada adulterio por parte de Fidel, perdonado en último instante por la esposa, se quedaba en cinta. Provocado por ella misma, aumentando si cabe más la angustia de aquel chulito de barrio. Que aún y con esas, seguía engañándola cuánto quería.

Detalle que no le venía mal a Babel, para representar la pena entre la familia, y de esa forma vivir de ellos. Educando a las criaturas de forma penosa.

Vivieron unos años de infelicidad manifiesta. La indecisión de no poner fin a la desgracia,  trajo en el futuro desavenencia en el seno de la familia. 

No fueron felices en ningún tiempo.












autor: Emilio Moreno
12 de Octubre 2024
Festividad del Pilar


viernes, 11 de octubre de 2024

Turbio descenso del río.

 


Pablo Bronce, después de transcurrir veinte años, sacó un billete del bus en la compañía ALSA, para viajar a Gijón y desde allí a Arriondas, población que le vio nacer y volver a disfrutar del descenso de aquel año 2010, el que ya hacía dos decenas, no disfrutaba. Además de abrazar a sus hermanos y a la familia. La que no veía desde que migró sin apenas despedirse de ellos.

Tenía ganas de volver a husmear temporalmente su tierra, tomarse unos tragos de sidra, pasear por la plaza de la Llera, y rememorar. Sobre todo recordar, sin rencor lo sucedido. Sus padres ya faltaban, hacía un tiempo y quizás era buen momento, para aclarar si podía algunos aspectos y secretos, que con seguridad, no habían visto la luz.
No tenia noticias de ninguno de ellos, con lo cual, se enfrentaba a lo desconocido. A no ser debidamente atendido, por la forma en que se marchó y por la falta de interés en los que dejaba atrás. Aquel hombre recordaba la de sin sabores que había tenido que sufrir en su infancia y principio de su juventud, y sin dudarlo le daba miedo, volver a los orígenes, por si se volvían a reproducir aquellas vivencias irresolubles.
Recordaba muy bien a la que en principio querían hacer pasar por hermana suya, cuando en realidad era sobrina. La hija de Amadora su hermana mayor. Con la que únicamente tenía trato.
Después de encontrarse con ella, habiendo migrado ambos, en tiempos diferentes. Por esas casualidades que parece que el destino pone en el camino, coincidieron sin esperarlo. Al tropezar en un bazar de Hospitalet, el que regentaba desde hacia muchos años. Habiendo rehecho su vida y reencontrándose con casi la dicha, y la felicidad, que halló, al huir de su zona de confort, con su hija Deseada. Muy parecido a lo que Pablo experimentó. En cuanto salieron del influjo de aquella familia.
 
Pablo, saciado de aquella vida desapareció. Empachado de aguantar en aquella estirpe los celos que existían inculcados por sus padres. Al no infundir la confianza, y el amor entre ninguno de sus hijos. De hecho migró del pueblo, cuando todos sus hermanos estaban en una edad de apañarse con garantías. No quiso dejarlos a la aventura, ni solos, ni tan siquiera al amparo de los viejos. Desde siempre notó rarezas en sus padres, que con el tiempo se transformaron en desconfianzas.
Cuando todos sus hermanos eran mayorcitos, y asegurándose, que a partir de ahí, pocas cosas les podían faltar. Desapareció el día de los Reyes Magos de 1970, para iniciar su camino y ahora si la Providencia lo permitía los volvería a ver, en el descenso del Sella de 1990.
No tardó en reiniciar sus pensamientos al inicio del viaje en el bus de ALSA. El que lo iba acercando a su pueblo y volvió a entrar en los recuerdos y en aquellos sucesos que ocurrieron. Se alejó sin remordimientos, de Leonor y Pío, personas que los engendraron a todos ellos, sin el menor cuidado, con poco amor y menos rigor a la hora de alimentarlos.
Lo iba pensando en voz alta, mientras llevaba más de dos horas en el bus camino de Asturias.
 —Vengan hijos como mercancía, que como padres con poco esfuerzo, encontraremos el beneficio al cabo de la inversión, y en cuanto podamos sacarles provecho, habremos concluido el sacrificio. Palabras que un día le escuchó decir a Pío, su padre.
Tras esa premonición en voz alta, volvía a la realidad. Dudando a veces de aquellas palabras, por ser duras y muy hirientes, pero en su caso, había sufrido desilusiones enormes, que no podía olvidar.


Siempre con aquella máxima, que el respeto a los padres no hay que perderlo. Volviéndose a precipitar en su intelecto, dolorosos recuerdos que le desconcertaban y frases que había escuchado de jovencito.
 — Así que a cumplir y a callar, porque estáis aquí gracias a nosotros. Recuerdos escuchados, bajo el tono de la amenaza, que ejercieron sus educadores con profundo convencimiento.
Cumplida aquella meta, Pablo, anduvo buscando trabajo que no tuviera nada que ver con esfuerzos en yacimientos de carbón, ni con vacas, queso, ni con el pastoreo. Labores de su zona a las que había dedicado la mayor parte de su tiempo laboral
Buscaba una vida diferente. Ser persona facultada. Con pretensiones dignas y equilibradas, escudriñando el fin que desde chiquitín ansiaba y no encontró.
Todo aquello, sabía que cerca de sus padres no lo conseguiría de buen grado, y aún menos estando junto a sus hermanos. Que tampoco ponían apenas de su parte.
La sensibilidad de Pablo, no tenía parangón con la de su gente. Necesitaba notarse vivo, que lo quisieran, y el poder granjear la inmensidad de su fortuna, que era la dedicación a los demás. Imaginando hallaría en algún momento, y en algún lugar.
Tanto los padres como lo fueron los abuelos, eran personas distantes, muy poco cariñosas y despegadas. Sin ambición por quererse ellos mismos. Los que jamás hicieron el intento de gastar esfuerzos ni ganas en dar preparación a sus hijos.
Semejantes a los ancestros, nuestros primates, criando estirpe después de fornicar por las noches ebrios y enloquecidos. Atendiéndoles en su crianza, al margen del cariño, del apego y de la complicidad.
Su transcendencia formativa, y la de sus hermanos, tan solo recibió la justa educación escolar al ser gratuita, sin que ellos generaran facilidades para que supieran defenderse.
 

Recordaba, que en aquel tiempo, antes de partir sin despedirse, le escribió una nota a cada uno de los allegados, comenzando por Ramón, Servando, Maruja, Silvana, y Amalita. Cinco de los seis hermanos. De Amadora, no pudo despedirse, porque un día, dentro de su razón y juicio desapareció sin dejar huellas.
La nota servía para el adiós, con todo su cariño. Explicando los motivos por los cuales dejaba Arriondas y se disponía a buscar fortuna. De momento a un lugar desconocido. Les deseaba lo mejor, y pensó sin expresarlo, que podría ser la última relación que tuviera con ellos. Después salió escopeteado con lo justo para el bus hasta Madrid.
Todas las cartas llevaban el mismo contenido excepto la nota de Amalia, que todos creían era la hermana pequeña, por designación paterna.
Aquella niña desinformada que en silencio, siempre había querido, y cuidado, por ser la menor de todos ellos y por el modo en que llegó a la familia.
Detalles que tan solo conocía él.  Y que cuando sucedió, nadie le dio explicaciones, como si fuera un animal que no fuera capaz de concebirlo. No supo entenderlo, por tener en aquella época tan solo diez años, pero que en el transcurso del tiempo fue atando cabos y llegó a dar con la autenticidad, de aquella verdad.
Cuando se interesaba por Amadora su hermana mayor, madre, le decía que no tenían noticias de ella, y que había dejado de ser de la familia.
 
El bus se detuvo para hacer un alto programado en el trayecto, y en la reanudación del viaje, volvió a tomar el hilo que llevaba antes de la pausa en el itinerario. Recordando ya sin acritud, lo amargo de lo acaecido, y volvió al pasado…
Hacía un año entonces, justo entonces, que Amadora, se vio obligada a abandonar Arriondas, por decisión paterna.
Mientras gestaba lo que llevaba en sus entrañas, hasta que pariera. Para volver de nuevo a casa y ya verían cual era la excusa que pondrían a vecinos y demás. Las dos estuvieron nueve meses viviendo en Cistierna. Una población leonesa, apartadas del ruido, sin hacer llegar noticias al pueblo, ni ponerse en contacto con los suyos. Todo estaba bajo un manto de secreto. Y cuando los hermanos preguntábamos por mamá, nos decían que estaba en un lugar donde el aire era confortable y así se curaría.
Cuando regresaron simularon que Leonor, nuestra madre había parido a otra niña. Que su papá era el de todos nosotros, y le pusieron por nombre Amalita, y por apellidos los nuestros. Dejando al margen a la verdadera madre. La joven Amadora, nuestra hermana, que la había preñado su novio Daniel. El mozalbete que iba con ella desde niños. Quedando oculto para el pueblo y gran parte de la propia familia.
Desdeñando aquellos padres a su hija mayor, y quitándole a la hija que acababa de dar a luz. Por el miedo de enfrentarse a la verdad, poner las cosas claras y dejar que la vida se desarrolle como les llegaba. Evitando así los comentarios maliciosos de la familia, y el qué dirán en el pueblo. Estrechando y confiscando la libertad de su hija mayor, para que no tuviera contacto con su novio, y saltara la noticia al mundo.
Se hicieron cargo de su primera nieta, como si fuera hija de ellos. Dejando a la madre verdadera al margen, pudriéndose en sus lágrimas y deseos.
Amadora dejó pasar los meses, engañando como lo sabía hacer, posiblemente lo habría aprendido en Cistierna, al ver los tanteos y manejos que hacía nuestra madre, para engañar a los bienaventurados.
 
La noche del viernes 3 de agosto de 1990, día antes del descenso del Sella, imperaba el buen tiempo en Asturias, y la apertura del asueto, con la llegada del calor. Se presentaban momentos dolientes para aquella gente. Imponderables que nadie esperaba, hasta que la bomba explotó.
Sobre la mesa de la gran cocina una mujer jovencísima y descarada, aparcó de mala manera, un capazo de esparto. Del cual salían los lloros de una desconocida infeliz que gemía. Víctima del hambre y de los sudores de la desesperación. Exigiendo con gestos de recién nacida, que la alimentaran y la cambiaran. Con sus escasos tres días de vida. Que parió Amadora sola, con la ayuda de su novio en el río Sella. Fruto del deseo y la práctica del sexo con su Daniel, liberándose de la esclavitud a la que la obligaban sus padres que la tenían retenida como si se tratase de una delincuente.
Señalando al cesto y retrayendo a sus padres con desprecio y vulgaridad. Clavándoles una puya para ofenderlos.
—Esta es mi segunda hija, se llamará Deseada, es mía y de Daniel, la que hemos engendrado con todo nuestro deseo. A espaldas vuestras, para que no podáis robármela, como hicisteis hace dos años con mi primera niña. Mi Amalita.
Pío y Leonor, quedaron presos del disgusto y de la rabia. Sacudiéndole un severo bofetón a Amadora, a la vez que le espetaban.
—Que has hecho insensata. ¡Desgraciada…! Nos vas a traer la condena a esta casa. Dijo con desprecio Leonor.
—Me prohibisteis salir, encontrarme con mis amigos, mi gente, mi novio. Creíais que vivimos en la edad media. Y yo me he encargado de hacer mi propia vida, acostándome con Daniel, todas las veces que me ha venido en gana. Y con él he mantenido sexo en mi propia cama, todas las noches sin que vosotros lo sepáis.
—Estás loca. Nos has traído la desgracia total. ¡Que vamos a decirle a la gente!, con lo joven que eres y nos traes una hija. Lloró Leonor enrabiada.
—No es verdad. — dijo Amadora. — Os he traído dos. Una me la habéis robado.
 
 


 
Volvió a la realidad, cuando el bus de ALSA entraba por la Avenida y se detenía frente a la cafetería de Campoamor.
El sábado 7 de agosto del año 2010, hacia un sol expectante, y desde la ladera del río Sella se daba la salida al descenso.
Tras la prueba y todo el festival de alegrías, de sidra y demás, se encontraron Amalita y Pablo, en el Rincón del Castañu, tomando unos pulpos y unos culines de sidra.
Amalia era ya una mujer casada con dos hijos adultos, y se presentó en el rincón con su esposo, para conocer al hermano del que tanto hablaba, cuando venía a cuento.
 
— Que ilusión verte hermano querido, después de más de veinte años. — dijo Amalita, apretando las manos de Pablo, el que se figuró que no sabía aún su verdadera historia.
Pablo le preguntó a Amalita, con mucho respeto después de escucharla y que le brotaran dos lágrimas en los ojos.
— No leíste la carta que te dejé a tu nombre, cuando me despedí de vosotros.
 
— No pude. Fue imposible. Papá me la quitó y la rompió con mucha rabia. Me dijo que eras un payaso, que te marchabas y nos dejabas a todos sin más. Después como no supe donde escribirte, fue pasando el tiempo y ya casi os tenemos olvidados a ti y a Amadora, que jamás dio señales de vida.



autor: Emilio Moreno
fecha: once del diez
 de dos mil veinticuatro

miércoles, 9 de octubre de 2024

Medio limón en la nevera.

 


 
 
Los Carranza, se habían mudado de piso. Dejaron el alquiler de la calle Marquina y se han instalado en una casa mejor.
—Le decía Dolorcitas a Matilde, mientras iban caminando calle abajo, a visitarles y conocer la nueva vivienda.
—Dice que se han comprado un super apartamento en esta zona. Anunció Matilde mirándose con cara de dudas a Dolorcitas, que sonreía con disimulo.
— Igual les ha tocado la primitiva y no lo sabíamos. Matizó la amiga.
 
Esta familia, eran una gente ejemplar. Según desde el punto que los analizaras. Como todos los humanos tenían sus cosas. Detalles que por mucho que quisieran corregírselos, les era imposible.
Primero, porque son desdichas adquiridas que no se dan cuenta que las ostentan, y después porque las gentes una vez ruedan los tiempos, acaparan rarezas, se interponen los intereses y las maleficencias. No es posible cambiar.
Se mostraban como gente poco comunicativa, con amigos y conocidos. Ellos querían entender y enterarse de las miserias de los demás. Sin embargo, abrir la boca para contar sus penalidades, ni en broma. De ahí que los amigos les comenzaran a tener en cuenta y analizar.
Contaban con un par o tres de aspectos que invalidaban lo que pretendían demostrar. Libraban una guerra, por exponerles a los amigos, que ellos estaban estupendos de la vida. Aunque todos conocían que si mirabas dentro de su nevera, tenían siempre medio limón y una botella de agua fresca del grifo.
Pretendiendo demostrar que ellos, ¡Sí! Sabían comprar. Amoldándose a cierta iliquidez y jamás tirar nada a la basura.
A obtener tan solo aquello que iban a consumir en el día, sin tener previsión de acopiar por si acaso venía una huelga, o una falta de suministro de viandas. ¡Dios proveería!
Sin embargo, reparaban esa escasez, de forma efectiva. En cuanto tenían oportunidad, como cualquier tragaldabas. Remediándolo en cuanto eran invitados a la casa de familia, de amigos o conocidos. Comer como si no hubiera un mañana, igual que los hambrientos de la guerra del arroz.
Cuando visitaban a los colegas o amigos del grupo. Al emprender cualquier excursión y almorzar todos juntos en restaurantes, o hacían un viaje con opción de bufete libre, verdaderamente se ponían las botas. Era algo exagerado verlos merendar, o cenar.
La de viajes que daban a los pasillos de los refectorios, llenándose las bandejas, sobre todo de aquello que ellos degustaban o saboreaban menos. Gambas, embutidos, carnes y pescados, y sin olvidar empanadas, hojaldres o pasteles de bollería fina.
 
Eran auténticos insaciables zampones. Desautorizando una frase que repetían a menudo, sin que nadie lo creyera, promulgando la máxima que coreaban hasta la saciedad.
 
—Nosotros apenas cenamos.
 
¡Carambas! No cenamos. ¡claro está! Aquello no era cenar. Era desbaratarse a dos carrillos el colesterol y ponerse la tensión arterial a cien metros sobre el nivel del mar. Era horroroso verlos nutrirse con el ansia por erradicar aquella hambruna desconcertada que padecían.
 
En cambio el gasto que ocasionaban para colocar novedades, o compras diversas y atrayentes en su casa. No tenía límite. Aunque lo tuvieran que pagar a plazos. O llegar a solicitar un préstamo para comprar sillas, nueva nevera, la lamparita de luz blanca para la cocina. Lo hacían muy a gusto. Y no digamos para hacerse con el último grito del reciente modelo de televisión. Menudo el aparato que adquirieron. La gran pantalla plana de LG, de cien pulgadas—. Sobre todo que destaque—dijo Esperanza, la mamá de la familia. Aunque en la pared quede espantoso por sus dimensiones.
 — ¡No importa. Que pondere, y que sea aún más grande que el de mi cuñado. Tal y como lo pensaba lo argüía, sin vergüenza ni menoscabo. Siempre pugnando con la energía de las envidias, y ser más y mejor que nadie.  
Cortinas, electrodomésticos enseres y demás novedades lucían en aquel domicilio. Tan solo para presumir, cuando lo mostraran a sus visitas, familias y conocidos. Incluyendo a sus mejores allegados, con los que querían mantener esas trazas de poder.
 
Las dos amigas, llevaban un buen rato viendo las magníficas instalaciones de los Carranza sin poder explicarse de dónde. La luz era extraordinaria en el salón, todo precioso, y como siempre al mostrar la nevera. Vacía.
Su medio limón y el botellín de agua sin gas del grifo.
¡Absolutamente nada más!
Fue Esperanza la mamá de todos ellos, finalizando casi el recorrido de todas las estancias, y al llegar al baño, pudieron observar, que seguían manteniendo las mismas costumbres de antaño. Sin intención de obsequiar a las amigas, con un café, o un refresco, adujo con toda su indelicadeza.
— No os invito, porque ya es muy tarde y no os quiero entretener. Llegando al final de la estancia y justo se detuvieron en los servicios, que sería el final de aquel paseo.
En el lavabo, amplio y lujoso, todo en su tono pastel, incluso muy bien colocadas las toallas, sobre todo una mullida de una fibra apasionante. Con el mejor bordado y calidad. —Mira que preciosa prenda. Comentó Dolorcitas al tocar la toalla. Sabiendo de buena tinta que ellos a la hora de secarse las manos. Las escurrían con trozos de viejas fundas o pañitos de algodón rancio y muy zurcidos.
— ¡Sí! …Bueno, pero las tengo puestas ahí. Solo para que luzcan. Dijo Esperanza y prosiguió.
— ¡Oye…!, no lo vamos a tener todo al retortero, y vengan extraños y se enjuguen las manos y nos dejen arrugadas y manchadas la toalla, con lo caras que me han costado.
 
Era la política de los Carranza, conservando y luciendo así, las hermosas telas para que las viera la gente al entrar en el retrete y pensaran. Estos tienen lujos hasta para cagar…
Siguió con su alegría aquella nueva propietaria, que se enorgullecía al poder mostrar a sus amigas su nueva casita.
La vista y los ojos críticos de aquellas mujeres, fueron a ponerse sobre la taza del wáter, y el amplio lavabo de manos, que lucían inertes. Aguantando sendos jarrones de alabastro, situados para recibir relieve de grandeza en el sitio. Donde normalmente los humanos, usan para hacer sus necesidades, sin precisar más. Tan solo para aliviarse el cuerpo.
 
— ¿Entonces cuando vais a evacuar o a lavaros las manos, retiráis el jarrón? Preguntó Dolorcitas.
— No… para nada. Procuramos entrar lo menos posible a este baño, si somos de casa. Suelo hacerles ir al patio y que se alivien allí. Les paso una toalla usada. Esta que ya está desdibujada y zurcida, para que puedan secarse, y así jamás estropeamos o ensuciamos las que penden del toallero. Respondió Esperanza.
Llegaron al punto final de la presentación y en aquel instante la dueña del palacio, recordó que faltaba por mostrar el garaje, en los sótanos de la vivienda. Donde esperaba un cochazo de último modelo aparcado.
 
— Que os parece el coche que me ha regalado mi hija. Y esperó la respuesta de las visitantes. Que lo normal, es que no se hiciera tardar.
 
— Precioso. Respondieron con educación al unísono y sin dejarte tiempo para pensar, Esperanza volvió a la presunción.
 
— Un regalo de mi hija…, que me decís.
— ¿Te lo ha regalado tu hija? Preguntó Matilde en un tono incrédulo a todas luces.
— Como lo oyes, tenía ilusión de hacerle un buen regalo a su papá y se animó.
Dolorcitas preguntó como si no lo supiera.
— Es la tercera nena, ¿verdad?; porque vosotros tenéis cinco niños ¿No es así? Insistió Dolorcitas.
— Así es, es nuestra hada madrina. Esperanza, orgullosa, asintió con la cabeza y afirmó.
— Nos lo ha regalado Clarita nuestra hija.
Se quedaron petrificadas, viendo el cochazo que estaba cobijado, en la bodega de la casa.
Aquellas amigas con dos besillos se despidieron deseándoles mucha felicidad y suerte para disfrutar de la nueva casa y del cochazo.
— Os deseamos mucha suerte Esperanza, reparte besos en la familia y ya nos veremos.
 
Las dos mujeres se despidieron con apego de la ilusa Esperanza, y salieron ambas a la rambla.
Cuando retorcieron la esquina, fue Matilde la que comentó a su compañera Dolorcitas.
 
—Pues la verdad, no sé de dónde sacan la pasta, porque Clarita, trabaja con mi Daniel, en el mismo super, y no llegan a mil euros al mes.
 


 



Autor: Emilio Moreno
Octubre, día nueve de 2024.

martes, 8 de octubre de 2024

Cúmulo de recuerdos.

 








De los amiguetes de la primaria que tuvo Jacobo en su infancia, solo veía y muy de vez en cuando, a Mariano Plans, con menos frecuencia a Joan Estrada, José María Salas, y Antonio Casado. Con los que normalmente compartían saludo, alguna frase compuesta y la ceremonia ineludible de sus cómplices miradas.
Otros que también pertenecían al grupo, pero ni tan siquiera se saludaban, existían. ¡Vaya usted a saber! Por quizás no reconocerse. Entre los cuales están, Jesús Escriche, José Saavedra, Jaume Mestres, que con ellos costaba coincidir y en el caso de hacerlo. Alguno se inhibía, imagino por desgana y vergüenza, o por falta de contacto.
No todos, pero alguno de estos  colegas, miraban hacia otro lugar. Haciéndose el despistado, o no queriendo reconocer al que fue su compañero, y que sabía de buena tinta, quien era, donde le conoció, cuando compartieron pizarra, y más cosas que no vienen al caso.
En eso no podemos mediar. Las personas somos cada una de su forma y el querer adivinar incomprendidos es bastante delicado. Por ello, el respetar a todo el mundo es un deber ineludible.
Ya en aquel tiempo nuestro profesor nos enseñó urbanidad y el modo de tolerar. El que unos lo lleven a raja tabla, no quita que para distintos, sean temas veniales y para ellos carezcan de contenido.
 
Otros ya faltaban por haberse marchado de este mundo como José Martínez, David Andreu, que este aunque no era del mismo colegio, pero si fue vecino y jugaron de chiquillos muchas veces.
La vida pasa de forma rápida, y sin darse cuenta Jacobo, un día se quedó pensando en lo viejo que se había hecho de buenas a primeras, y le vino a su mente el recuerdo de personas con las que tuvo tratos de amistad. Bastantes historias sociales, que las había compartido con todos ellos, y que sin duda le habían dejado brecha en el recuerdo.
Personas con las que ya no podrá departir, pero sí recordarlas con el afecto que Jacobo departe con sus allegados y que aunque no los tenía por costumbre presentes, por el devenir de su vida, ¡Sí!, Los recordaba en el esplendor de su infancia.
 
Alguno de ellos tuvo la vida mucho más corta y apretada, y se marcharon en su casi juventud, al denominado terreno de los callados. Dejando su vida, y a su familia, mucho antes de lo que es normal. Cómo se dio con el amigo Pepito. Un tipo dicharachero y juguetón que tenía un don de gentes impresionante, y que cuando hablaba te dejaba aparcado disfrutando de su voz y palabra. En el mejor momento de su existencia y cuando pudo disfrutar de su cotidianeidad, de su relación con sus amigos y de su gran empleo. Con sus hijas casi criadas, y su mujer dedicada a la sociedad, le sobrevino el gran sobresalto de su vida. Pepe Martínez, era un tipo cordial, que había acabado sus estudios de Auxiliar de clínica. Lo que antes se denominaba oficio de Practicante, que era el enfermero ambulante dedicado a curas rápidas, y a suministrar las inyecciones que los doctores recetaban por la Seguridad Social. Dedicándose a jornada completa a ver y pinchar culos, y poner lavativas, jeringazos y vacunas. Desplazándose a casa de los enfermos, por prescripción facultativa del médico de cabecera.
Consagración consumada que disfrutó antes de conseguir acceder a una respetada entidad financiera, como auxiliar. Al ganar las oposiciones y acceder al banco, fue dejando su tributo anterior y como urgencia y favor, tan solo pinchaba, de forma personal a su familia y amigos. Como era un profesional dedicado, fue escalando dentro de la firma, puestos hasta que llegó a ser responsable. Director de una delegación.
Una mañana de marzo, estando en la oficina asignada, la más cercana a su domicilio y defendiendo el cargo desde hacía ya tres años en el Banco de Urquijo, se produjo un despropósito. Sobre el medio día, y de sopetón entraron unos encapuchados con la idea de atracar, y a fe de Dios que lo consiguieron. A Pepe, por ser el director de aquella agencia, lo avasallaron y ultrajaron para que abriera la caja fuerte, y lo malograron.
El saqueo se llevó a cabo y a la postre tuvo problemas incluso en la entidad, para defender su actuación, ya que al haber puesto límites a los ladrones, la entidad, quiso entrever que desasistió a los clientes que esperaban ser atendidos. Perdió casi la cabeza, el buen tino, la alegría y el empleo. Afectándose de forma brutal con unas depresiones que le quitaron poco a poco su propia vida.
 
David Andreu, un tipo valiente, rubio y muy alto, serio y sincero, que en principio ayudaba en la hacienda familiar. Llevando la agricultura y el cultivo de la franja de las marinas. No tuvo bastante, tras su enlace matrimonial, y buscándose la vida, migró a la Cataluña rural, radicando su vivienda en las tierras del Ebro, y con el tiempo y por conseguir más prosperidad, se colocó como conductor de autobuses. Que en un principio viajaba de forma local a cortas distancias, y al ver sus directores, que era un tipo con responsabilidad, le asignaron con más sueldo nuevos recorridos. Determinando su cometido en la línea entre Barcelona, Tortosa y el este de Tarragona y Castellón.
Empleo que le seguía permitiendo atender sus campos de cultivo y campiñas repletas de olivos, almendros y nogales, y que en las horas libres que le dejaba el transporte de personas lo dedicaba a la atención y el esmero a la agricultura.
Aquella mañana libraba en los autobuses, y se dirigió a sus viñas, desaparcando el tractor y dirigiéndose a la campiña de una localidad colindante. Ya estaba rodeando los barrancos y acequias cosechando, donde en uno de los socavones de la calzada, volcó el remolcador con tan mala suerte, que lo pilló debajo de la estructura del vehículo, aplastándolo completamente y dejándole sin vida de inmediato.
Muriendo en aquella zanja. Donde fue hallado al cabo de cinco horas por casualidad, al cruzar un vehículo por aquella comarcal. Y encontrar el cuerpo sin vida del agricultor David.
 
El señor Salas y Jacobo, tuvieron un tiempo de contacto quincenal, ya que José María, era vendedor de productos industriales y frecuentaba la oficina donde Jacobo llevaba la contabilidad. Negocio boyante pero mal administrado, dónde aparecía José María para intentar cobrar las facturas atrasadas de los materiales servidos con anterioridad.
Materia prima entregada sobre pedido y que al jefe de aquella cristalería, le costaba abonar, retrasando el pago todo lo que podía, incluso hasta casi llegar al olvido.
Con lo que ellos, Jacobo y José María, si se veían, comentaban y reían al ver que el dueño de aquella marquetería de aluminio, olvidaba muy frecuente el pagar en el momento oportuno. Tenían un trato amable y frecuente, y al encontrarse recordaban instantes de sus cuitas en parvulario y en la enseñanza media, que tanto les hizo disfrutar.
Gustando un trato circunstancial y de lugar, tan solo en el encuentro y contacto comercial, sin entrar en tropiezos de amistad, ni coincidencias familiares compartidas.
José María es un gran aficionado a la pesca, y dedicaba su tiempo de asueto a pasear con su barquita. La que tenía fondeada en el puerto de pescadores, a la que dedicaba alguno de los fines de semana para ir a sorprender merluzas o bien a pasear con su gente por los límites de las playas. Salas es un tipo elegante, que no solía mezclarse con rarezas, siempre muy puesto y con la presunción de tipito guapo y de bandera.  Con el que Jacobo, tuvo mucho contacto, de muy jovencitos, en la enseñanza primaria, y compartieron muchas horas de recreo en el patio del colegio. Dejando simientes de amistad perpetua, y afectiva entre ellos, que supieron mantener esos puntos de contacto a lo largo de la infancia, la juventud y ahora casi la madurez avanzada.
 
Antonio Casado, hermano de Paquito. El que fue, primer compañero de Jacobo, en el pupitre asignado de la clase de gramática del profesor, señor García. Al iniciar las clases en aquel colegio, en los alrededores del año de mil novecientos sesenta y dos.
Manteniendo contacto Antonio y Jacobo de mayores. Habiendo pasado más de cuarenta años de la fecha anotada.
Un buen día Jacobo, se le acercó y le saludó preguntándole por Paquito. Su hermano, que hacía años no veía, y que si se tropezara con él, sería incapaz de reconocerlo.
La vecindad, hace que coincidan en el saludo y en la gratitud en verse. Sin ir más allá porque las vidas a pesar del origen, no son coincidentes.
 
Eugenio Martín y Jacobo trabajaron en un tiempo en la misma empresa. Cuando se relacionaron de nuevo. Después de haber convivido en la escuela de primaria y secundaria. Se conocían y se recordaban. Y la providencia hizo que se volvieran a cruzar al ser Eugenio también empleado de la misma fábrica. Algo más joven que Jacobo, pero muy pocos meses. Mantuvieron cierta relación, que llegó a hacerse muy cargante por tomarse el amigo Eugenio Martín, libertades que Jacobo no estaba dispuesto a permitir. Distanciándose a partir de entonces. Eugenio, se divorció de la mujer, y eso aceleró aún más la falta de relación, por hacerse las distancias más grandes.
Ahora vive con su segunda esposa en Sevilla, y no tiene contacto con nadie habiéndosele perdido la ubicación.
Para el amigo Jacobo, ha sido el recordar estos puntos un ejercicio de memoria.
Volviendo a vivir aquellas ilusiones como cuando las protagonizó en directo y ha saboreado aquellos días, como si se renovara una ilusión no perdida. Que de un modo u otro permanece, olvidada y enterrada en el alma de cada uno de nosotros.
Jacobo estoy seguro, se siente orgulloso haber podido expresar esta historia, porque igual, este Jacobo, ha vivido mi infancia, mis ilusiones y me acabo de dar cuenta.
 
 
 


 
 
 










autor: E.Moreno
Octubre, día 8 del año 2024.


lunes, 7 de octubre de 2024

Descollaste en tu balada.

 





Ocuparon sus lugares en el vagón del tren Ave. Que disfrutaron desde Tarragona a Madrid, aquella mañana de miércoles. Piedad Baladros, una aficionada cantante de música ligera, que aspiraba a ser una vocalista de la buena música del país, y que según sus conocidos bordaba las canciones. Concediéndole todos sus amigos y familia, madera de artista.
La acompañaba a la criba su prima Basilisa, que le serviría de apoyo en el cástin del concurso de nuevos talentos, haciendo de escudera.
Piedad, había enviado la solicitud diez semanas antes y recibió la invitación para participar en la primera elección presencial. Donde en minuto y medio, debía defender su pretensión y convencer a cuatro desencajados, que dispone el concurso como jurado. Aduciendo que son los entendidos y líderes del repertorio del cantar actual. Que más que ayudar a los aspirantes, se lucen groseros, con sus bravatas, risas y anarquías. Detalles que la emisora mantiene, porque le da un morbo rústico y según parece, al gran público le agrada.
 
Una vez acomodadas en sus asientos, las primas comentaban su estrategia, y en la forma que Piedad, exhibiría la actuación. Había decidido fuera una balada que tuviera marcha y cantada en español, cambiando un poco la norma. Ya que parece ser moderno, presentarse en estos eventos y cantar en inglés. Aunque no tengas ni idea del habla y la dicción sea burda, semejante a la usada en la mítica barriada de las “británicas golpeadas”.
Su coloquio versaba en el desconocido futuro, de los cientos de artistas noveles, que han participado, y algunos incluso, ganado el concurso. Que tras la propaganda que al inicio les ofrecen los mecenas del programa. Después y al poco tiempo, subsisten entre recuerdos y quedan en el olvido.
Jamás se vuelven a tener noticias de su paso por el escenario del espacio, ni consiguen contratos ni actuaciones. No se habla de ellos, ni participan tan siquiera en musicales de la propia cadena emisora de aquella competencia. Quedando en el ostracismo. En el absoluto silencio. Inexistentes en el candelero artístico. Todo lo más, ocupados en algún anuncio tosco, de los tantos que nos aburren, patrocinando jabones, perfumes o viajes.
Con lo que nunca, se les escucha cantar jamás, después de haber quedado en ganadores del espectáculo televisivo, y no digamos los más rezagados, que quedan desde la segunda plaza a la quinta.
Estos menesterosos artistas permanecen ocultos para siempre, en las grabaciones históricas de la cadena. Sin cantar, y sin futuro. Salvo algunos, que descubiertos en su tiempo y contados con los dedos de una mano, tuvieron aquella suerte especial, de ser escogidos por algún promotor extranjero que se encaprichara de su talento, su gracia innata, o su físico.
Fueron portada temporal en las listas de los grandes éxitos. Ahora famosillos, que bien sea por sus líos matrimoniales, o sus deudas personales, salen de tanto en vez a la palestra y conocemos que se dedican a empleos diferentes. Al haber sido abandonados, y por notarse huérfanos y muy descontentos.
El viaje en el AVE, fue visto y no visto. Muy rápido. En esta ocasión sin retrasos de salida y puntual al llegar a la estación de Atocha. Directamente con un taxi se presentaron en el hotel que les acogería durante los días de la prueba. En su momento accedieron a las instalaciones de la emisora televisiva.
 
Todo a punto para grabar la actuación. Los parabienes que la cadena dispone, se van sucediendo tan a prisa, que es una exhalación pasajera, poder disfrutar de los instantes de nerviosismo que presentan algunos de los concursantes. Por protocolo todo queda registrado, y se va grabando, para la emisión en el día e instante en que está previsto y corresponde salir en la parrilla de programación.
Situándolo al abasto del telespectador. Haciéndole partícipe del secreto e interés del espectáculo. Alharacas y luces, alegrías y memeces. Llevadas a cabo por una presentadora fogosa, con un escote profundo, que quiere brillar como una estrella. Presentando a la carrera, el paupérrimo curriculum del participante y a su vez quedar ella como una animadora espectacular y endiosada, desde el camarote donde esperan los acompañantes. Apretados por los arrumacos de la locutora, que intenta cumplir con su papel y que jamás convence, al carecer de argumento y fuste, pronunciando sus palabras baladís y sus propósitos.
 
El regidor avisa a Piedad. Que esté con las botas puestas. Dos minutos y a escena. En el alojamiento de espera, Basilisa cierra los puños, apretando la barriga para darle suerte a la buena de Piedad, que ya caminando en el pasillo muy nerviosa, pero a la vez confiada, resolverá su futuro con esos minutos de canto. Las pisadas se escuchan porque resuenan en el suelo, rompiendo el silencio hasta llegar al escenario. Todos a la expectativa, los Couches ponen cara de suspense y esperan.
La prima, piensa mientras reza. Pueden pasar varias cosas, que se giren todos, tan solo uno o no se gire ninguno de los Couches. En este caso, su gozo en su pozo, de vuelta a Tarragona y a seguir en la confitería la “Dulce Sensación”, vendiendo galletas marías y cola cao.
Si tan solo es uno el que se gira— siguió elucubrando.
— No tendrá problemas y se marchará a su equipo, sin necesidad de escoger. Que sería lo mejor dentro de lo que se reparte. Seguir padeciendo hasta la siguiente prueba de aceptación, y Basilisa, siguió apostando y comentándole a la locutora que le acompañaba y jaleaba.
—Ojalá se giren los cuatro.
La animadora mostrándose a la cámara, tan preciosa como se cree, sigue proponiendo su ayuda y poniendo más nerviosa a la prima. Haciendo el teatro de apretar y jalear esperando conocer quién y cuantos viran su sillón, y como Dios manda, a media actuación y tras la audición de Piedad, se giraron los cuatro.
Piedad ha cantado su canción, con esa garra y ese amor que le caracteriza, con ganas de agradar al mundo entero. Está contenta, feliz, dichosa, y encantada.
Se han girado todos los Couches y ella quiere mantener ese momento feliz, por mucho tiempo. En el aposento de la espera, Basilisa ha descansado y queda satisfecha con la recompensa obtenida por su prima, que ha superado el primer corte del concurso. Momento inolvidable que jamás olvidará y que disfrutará cada vez que lo recuerde.
Piedad Baladros, está en una nube. Escuchando dentro del lío, lo que le dicen, que sin entender nada por los nervios que la mantienen en pie, espera. Sonríe como si fuese una musa egipcia.
Comenzando la vergüenza de los cuatro entendidos, que les importa un pimiento, que vayan a su grupo o no lo hagan.
 
La cuestión es hacer ese teatro y poner en solfa esa poesía falsa que mantienen para encandilarse ellos mismos y que a su vez, les suba su popularidad en el ranking nacional.
 
—Cómo te llamas y de donde vienes. Le pregunta el de la izquierda, con una sonrisa de oreja a oreja, queriendo enamorarla.
 
—Me llamo Piedad, y vengo de Tarragona. Estoy muy nerviosa y temblando de placer.
 
—Si te vienes conmigo…—le repitió aquel interesado. — Te prometo que sacaremos de ti toda tu ilusión y conseguirás tus sueños.
Interrumpido por otro compañero, que aumentaba la promesa en más pedazo de cielo si cabe. Hizo un versículo ilusionante que ella, comenzó a creer.
Escogió equipo y tras mucho esforzarse, se quedó en los duelos, porque ese mismo Couches, la reemplazó por otra compañera, arrebatándole su ilusión, cuando cambió toda la versión que le prometió cuando la ligaba.
— Me quedo con Patricia, porque te supera en presencia y en escena, a parte de su tono que no lo tengo en mi grupo.
 
Piedad, sigue en la confitería la “Dulce Sensación”, vendiendo sus galletas y cacao. Soñando aún con otra oportunidad que le brinden.
 


autor: Emilio Moreno
octubre, seis de dos mil veinticuatro