Aquel hombre se quedó
solo de buenas a primeras, sin esperarlo. Una muerte súbita de su esposa lo
dejó libre. No imaginaba lo poco desdichado que se quedaría al faltar Rouse.
Ferrando se había dedicado toda la vida a la música, sin pensar en el futuro.
Así que de pronto, sin Rouse, comenzó a vivir momentos inesperados. Bastante
aceptables fuera de la supuesta pena que tendría y del lamento por su pérdida,
con lo que aceptaba su situación dentro de lo que se registra en la actualidad
como desgracia.
Ferrando Blake era un musico que se había quedado viudo hacía unos meses sin echar mucho de menos a su esposa. Se había pasado la vida viajando por esos mundos en las orquestas, componiendo canciones y bastante alejado de la familia. Era un tipo raro y extravagante. Por no quererse. Ni se quería él mismo. Buscaba rehacer sus días, encontrar nuevas aventuras, y se le ocurrió hacer un viaje para conocer gente nueva y darle alegría a su ego. Con mucha traza encontró la distracción que le merecía su mejor atención. Escogiendo un itinerario en un crucero. El MMC. El famoso viaje denominado Muchas Mujeres Cosmopolitas.
Embarcando sin más en
aquel fenomenal invento.
En el crucero encontró parte de lo que él creía le hacía falta. Entre el pasaje y la gente que le rodeaba, tropezó casualmente con una cantante árabe que tenía un cuerpo tan venenoso, como el de una serpiente. Fino y atractivo por sus escamas plásticas que en cuanto supo de las consecuencias que tenía aquel pasajero iluso, y del posible patrimonio que le había dejado su viuda, quiso acercársele con mayor esmero. Dado lo conocida y famosa que era Rouse, en el mundo de la moda y de la cultura.
Se puso manos a la obra,
y consiguió acosarlo con su escote y su culo.
Tratando de seducirlo, al
enterarse de buena tinta, que le habían quedado unos buenos dólares, una dote
con paga incluida. Además del patrimonio testamentario.
Se dejó llevar y disfrutó de todo lo que ella le ofrecía y ambos se pudieron lucrar según les venían las ganas y los deseos.
Por parte de Ferrando el
disfrute de un cuerpo celestial y ambiguo al que no podía sacar partido. Aunque
ella quería representar, frente a sus ojos, que quedaba satisfecha y
complacida, después de los ripios actos sexuales que mantenían. Dentro del posible
enredo que le estaba tejiendo para cazarlo como a un pajarillo, y dejar la
prostitución. Ocupación de meretricio a la que obligaban a llevar en los
diferentes cruceros a los que su chulo la empleaba, como dama de compañía y,
cantante de la orquesta del MMC, en alta mar…
Avelina era una trovadora de 20 años más joven que Ferrando, del que parecía se dejaba engañar. Aunque tan solo lo parecía.
En el magnífico crucero
atlántico con el nombre de “Muchas mujeres Cosmopolitas”, se encontró cada día más
a gusto, con las tantas diversiones habidas. Iba dirigido por vacaciones al
Caribe y en la isla del encanto tenía una de sus paradas. Venía con rumbo de
las Canarias y hacía la primera escala en la Isla de Cuba, donde tuvo sus más y
sus menos con esa música preciosa como el Son y el Guaguancó. Los menos eran
para la cantante que perseguía su beneficio. Que eran los sueños que llevaban
al cielo ayudado por las caricias de Avelina.
En una de esas noches semi románticas la joven Turca, se le acercó a Ferrando y quiso declararse en una conversación de las mas románticas, a la vez que le mostraba parte de sus pechos, para conseguir seducirlo completamente desde aquel momento. Pasaron unos días en la Habana y en Santurce de Puerto Rico, difíciles de olvidar, mientras a todo ese disfrute Ferrando iba haciéndose una idea de lo que haría con su vida al regreso en el puerto de origen de aquella travesía.
Cuando terminaron las
vacaciones en el famoso crucero de las famosas Mujeres Muchas Cosmopolitas.
Ella quiso desenredar el final de aquella historia sexual que habían tenido Ferrando
y Avelina en el barco, y de una forma torticera quiso atar su futuro en la
cubierta del buque, con el sonido de los dos violines que había predispuesto
ella, para mejorar el entorno. Cuando le preguntó de forma directa.
— Donde vamos a vivir
cuando lleguemos a puerto. Has madurado en quedarnos a vivir los dos en Puerto
Rico. Comunicó Avelina convencida a su compañero.
—No he podido pensar en nada,
puesto que lo que hemos tenido los dos en este viaje, creo ha sido una
aventura. Sin más. Por lo menos así me lo he imaginado.
—Eres un hijo de madre
mala y un sinvergüenza. Me sales con esas conclusiones, ahora, pedazo de cabrón,
después de embaucarme. Desde el principio y por mi parte dedicarte todas las
actuaciones hacia tu persona, ahora que me tienes enamorada, me quieres dar la
patada.
—Tú enamorada? Es que
sabes hacer esas cosas. No te has entrenado demasiado bien. No has llegado a
convencerme y sabes que pienso. Que eres una aventurera.
Ferrando había desarrollado su vida engañando a todo el mundo, tocando y cantando en orquestas de medio pelo, por los pueblos ibéricos, canciones de todos los artistas y vocalistas del momento. Por lo que no lo iban a encarrilar ahora, ya que se había quedado solo y con la dote que procedía del patrimonio de Rouse.
A Rouse, la que fue su
esposa la conoció en Marbella una noche de verano, cuando pertenecía a la
orquesta de Nueva Celeste. Era una joven muy guapa, distinguida y efervescente.
Se le acercó cuando cantaba una melodía de José Feliciano y se brindó a que la poseyera.
La llevara a los trasteros de los carromatos de la orquesta y allí le diera un
revolcón. Teniendo la primera sesión de lo que después sería el comienzo de su
relación. Una vida poco licenciosa y adecuada. No quisieron tener hijos.
No los quiso Ferrando. No aceptaba ese enfoque, y no lo hubiese admitido. Sabía de buen grado que no podía llevar a cabo todas las ingratitudes que le tenía preparadas sin saberlo ni él mismo a Rouse, con las muchas y guapas mujeres a las que conocía. Aguantando la relación con su cónyuge, hasta que ella se cansara.
La defunción por sorpresa
de Rouse, fue de una forma rara. Se habló de violencia machista, de abusos y de
malos tratos pero ella no dio motivos negativos sobre su marido, que tenía
faltas, pero ella lo amaba. Nunca lo denunció.
Por parte de la familia de Rouse, en ningún tiempo lo tuvieron en buena estima, catalogándolo con todos los defectos del peor de los truhanes, pero llevaban casados más de dos lustros. Se habían unido en matrimonio en su día como mandan los santos oficios. Al final no pudieron achacarle ninguna de las acusaciones que se vertían sobre Ferrando y heredó.
Cuando llegaron al puerto
de la ciudad condal…Despidió a la señorita Avelina y quedó el listo Ferrando
con sus cosillas.
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