sábado, 14 de septiembre de 2024

Los hermanos de Kirk.

 




 

 

Confesaba frente a su neurólogo Kirk, el último ingresado desde el Hospital de Saint Étienne, en la ribera francesa. Tras una crisis de ansiedad que sufrió súbitamente cuando presenciaba una disputa en el paseo de las Esencias de la ciudad. Recordándole una vivencia infantil, que le marcó sin florecer durante el resto de sus días.

En una de las preguntas que le hicieron, sobre las causas de su tribulación, respondió fuera de sitio, de norma y de argumento.

 

Pues ahora que lo pienso hace más de seis años que no veo a mi hermano. Qué digo seis…, y hasta siete... Hará en el otoño. —decía Kirk Moulan, a su psicoanalista.

 —No creo que sea nada normal—Aseveraba sin pena ni contrición.

 — Aunque la verdad. Si he de serle sincero. Prefiero sea así. Jamás nos entendimos, ni de niños, ni de jóvenes. Con eso no quiero decir, que yo estuviera en la razón de todo, pero Clint tenía tendencias violentas, y si le llevabas demasiado la contra. Se revelaba contra quien le plantara cara. Mi propia madre que en gloria esté, ya lo decía cuando se sinceraba conmigo. <Tu hermano tiene tendencias perversas y reacciones patibularias>.

 

Hizo un receso para beber agua de un vaso de plástico color anaranjado, que tenía situado frente a él. Sin tardar en reanudar el hilo de la conversación que había pospuesto durante unos segundos.

 

—Aun y conociendo sus dificultades, mis padres, siempre quisieron esconderlo. Mirar hacia otro lado. Llevarlo de tapadillo, y eso de ser visitado por un especialista. 

Jamás se les pasó por la cabeza.  Hacían todo lo contrario, lo ensalzaban con su hermosura, con su nervio, y con sus disparates. Dejando que la sicopatía le fuera ganando, hasta que llegó al punto que alcanzó. Lo dejaron a su buenaventura y creo que todavía anda por ahí dando bandazos y barbaridades. Lo que es cierto es que ahora, aún somos más incompatibles que entonces. El juntarse conmigo, es comenzar a presumir de detalles que a mí, ni me importan, ni me interesan. Sin embargo debe sentirse aliviado cuando exagera. No es capaz de calcular, que todos ponemos en duda lo que proclama.

Por mi parte, yo sabía y además me imaginaba; que cuando mis padres murieran, el que dicen que es mi hermano, dejaría de acercarse. De hecho—continuó—, la última vez que lo hizo fue para recoger la parte de la herencia que le correspondía, cuando faltaron nuestros viejos. Ese bocado no lo iba a dejar pasar. Lo esperaban con ganas. Entre mi pariente y su actual mujer, deseaban ese desenlace cuanto antes. Ellos siempre han ido pillados de liquidez, y está mal que lo diga, pero van más ásperos que la mojama.

La pena fue que en el momento del óbito de mamá, que fue la última allegada en dejarnos en este valle. El muy truhan, para celebrarlo, pilló una borrachera, dando un espectáculo en la morgue, inenarrable.

Sé muy bien doctor; explicaba con grandes ademanes. que usted puede pensar, que estoy medio loco. Que me falta un hervor, y lo mismo es cierto. Por ir de un sitio a otro, de una explicación a una quimera, y en ocasiones dejo la coherencia de lado. Pero hay cosas que se palpan, y las sospechas por sucesos acaecidos con anterioridad tomarán cuerpo.

Sin dudar, y a no tardar demasiado, nos traerán otros rencores y lodos que aparecerán y al postre nos inundarán de tristeza. Por supuesto será difícil que nos cojan desprevenidos, pero sin dudar si ha de pasar. Pasará, claro que pasará. Y más cuando se trata de gente que porta tu ADN y el mismo Rh en la sangre.

 

Hablaba Kirk, más para sus adentros, que para el especialista que lo llevaba desde la celda 13 del manicomio del Hospital de Saint Étienne.

El amigo Kirk jamás tuvo hermanos, ni padres que lo quisieran. Cuando tenía días de vida, lo recogieron famélico, casi desnudo y llorando desde el pórtico de una casa de huéspedes.  








Autor: Emilio Moreno
Septiembre, dia 14 de Septiembre 2024




 

 


viernes, 13 de septiembre de 2024

Ojos que no ven...¡Chorizo que te tragas!

 












 



El teléfono de Mónica sonaba aquella tarde de viernes, enfurecido por la rara sensación que había protagonizado en el hotel Amazonas de la ciudad de Puerto Rico, donde ella presentaba su plato estrella. Mónica no levantaba el teléfono. Sabía que la estaba llamando su amiga y socia Matilde que no se cortaba ni una pizca cuando le tenía que poner las “peras a cuartos”. Al expresarle que se había pasado por su engreído carácter. El que le iba a llevar donde nadie esperaba.


Al llegar a los cinco tonos, Mónica, presionó la tecla de escucha, y sin preguntar dijo—. Se que eres Matilde y que me vas a repasar con tanta insistencia como siempre, pero no me arrepiento de lo que ha ocurrido.

Matilde le contestó sin nervios pero concisa.

 —Por mucho que disimules tienes la culpa de todo. Le aseguraba Matilde a la que creía era su mejor amiga, y la más fiel. Siguió recriminando a Mónica, con gesto de enfado, como queriendo cobrarse alguna trastada o enredo reciente.

 —Eres tan culpable, como instigadora. —siguió argumentando Matilde—. Aunque lo niegues y te cueste reconocerlo. Has de saber bien con lo que te enfrentas, porque puedes encontrar muchos problemas si ofendes a la gente, sin conocimiento de causa. Piensa que además, a las personas como tú. Encima les cuesta asumir la responsabilidad que llevan.

 

—No digas tonterías. No sabes de lo que hablas. — le reprochó Mónica, muy gastada—. Fue ella la que inició la batalla y a mí, no me gana nadie y menos esa, que se cree una princesa. — matizó la ofendida Mónica, sin creerse lo que decía.

 —No te pasas un poco, describiéndola con ese tono y ese demostrativo en forma de desprecio. “Esa”. Cuando no hace nada; compartías con ella los vestidos que lucisteis las dos en la primera comunión de vuestras hijas. Aquellos abrazos tan despampanantes, que nadie se creía y los publicitabais al mundo, para que vieran de la forma que os amabais. Habéis sido durante muchos años. Desde que cruzasteis la frontera del país y os empadronasteis en la ciudad, <Uña y Carne>. Por eso, llamarla así, no lo entiendo. Esa, como tú dices, tiene un nombre, y creo que las cosas se reparan con sinceridad. Hablando cara a cara y diciéndose lo que se piensa, pero nunca hacerlo a hurtadillas y por la espalda. Así se inician las guerras. — Culpó Matilde y siguió con su punto de vista.

 

—La mierda que habéis montado, aún se hará más lodo por las mentiras tan increíbles y poco palpables que le añades. ¿Es que te creías te ibas a quedar sin gente en tu nuevo restaurante? O es que veías peligrar tu liderazgo en la Cooperativa de Cocineros.

 

Lleva cuidado, que la gente no es tonta y se da cuenta de los movimientos raros que hacemos todos. De los generosos y de los impopulares. Acosó Matilde, ajustando la postura a Mónica.

 

—A estas alturas nos conocemos bien, y poco se puede disimular, entre la gente que sabe de buena tinta como pensamos. Te conocen y con eso te lo digo claro.

 

—Que quieres decir, con “Te lo digo todo”. —preguntó Mónica muy ofendida.

Queriendo que se lo aclarara, sin dejar pasar minuto a su amiga. Voceando desde el auricular del teléfono, al expresar sin esperarlo su interlocutora. Por la tangente, y con pocos modos. Y aún añadió un par de quejas que refrendó.

 

 —Es que tienes alguna cosa que decirme. ¡Ándele doña Matilde, sea valiente! Es que no sabes cómo hacerlo, o quieres sacarme de quicio para que te envíe donde pican los pollos. Y después tenerte que pedir perdón, como una arrepentida.

 

Matilde quiso desacelerar el canto de sirena de la afectada Mónica, que a pesar de su genio. Sabía que había fallado en su proceder. No lo había hecho con elegancia, y aquellos flecos trajeron sendas repercusiones, que enturbiaron al grupo de las mujeres dentro de la última sesión de cocineros. Asestándole un recadito, que tuvo que soportar la enfadada Mónica.

 

—Siempre me has dicho, que soy tu amiga, y que lo que deba decirte lo haga. Sin miramientos, y con más confianza si cabe, que a tu propia madre. Si con todo perjudica a tu persona…, pues mira que chasco.

Ahora que me decido y quiero alertarte de lo mal que quedaste frente al Máster de los cocineros el profesor Coreano Lyei Changaseis. Te ofendes como una colegiala, y encima crees que estás en posesión de toda la razón.

 

—Mujer no te salgas de madre y perdona—añadió Mónica—, que los abrazos y alaridos

 AyyyyyyyyyyCariño.  Que daba a diestro y siniestro. No eran sinceros, ni mucho menos.

Lo hacía de forma exagerada, para repetir la imagen que da la Madám para convencer a todos los amigos falsos que la rodean.

Dios nos libre caer en sus redes, porque saldremos indefectiblemente con los sobacos afeitados, y los pies en polvorosa. Y después, tendrá los santos gladiolos, en decir que ella, no ha sido la responsable. Echándole como siempre, las culpas a los demás.



Situación irreal, cuento 
para incrédulos.
Autor: Emilio Moreno
13 de septiembre 2024


 



jueves, 12 de septiembre de 2024

Gaznate de cuervo.

 

















Por mucho que disimules
tienes la culpa de todo.
Por tanto, tú eres culpable
aunque no dobles el codo.
 
La inmundicia se hará lodo,
por tus mentiras palpables
y buscando tu recodo.
Tomas color deleznable.
 
Cuando insultas, siempre observo,
el grosor de tu garganta.
Ese gaznate de cuervo,
que tantas veces me espanta.
 
Cuando mientes de esa forma
tu vena del cuello agranda,
crece en volumen. Se torna,
gruesa como una baranda.
 
En cuanto tenga testigos,
que quieran hacer justicia.
Recibirás los castigos
y nadie te hará caricia.
 
Si el falso, y fulero. Falta,
a su memoria y recuerdo.
El liante, siempre exalta,
y así parecer un cerdo.
 
Con ese virus sereno,
que ponzoña tu persona.
Confundes en el terreno
hasta que embriagas la zona.
 
Aunque tú te congratules
de tus acciones palmarias.
Nadie te cree, aunque bascules
Por felonías falsarias.












Autor Emilio Moreno

Septiembre de 2024.


domingo, 8 de septiembre de 2024

Entre Orihuela y Borneo.

 











No se arrugó demasiado, Elías atreviéndose a surcar los mares, evitando ser capturado por la justicia. Buscaba el asentamiento más alejado posible. Instalarse en el lugar más seguro y apartado, para rehacer una nueva vida.

La forma más sencilla en fugarse de Cádiz, era por vía marítima. Tampoco tenía opciones de poder escoger entre preferencias. Así lo dispuso y quedó presto para alcanzar el primer vapor procedente de Southampton, en el Reino Unido.

El primer navío que se puso a tiro, ya que recalaba en la ciudad, para carga de mercaderías y desembarco de pasaje. Fondeando en pocas fechas, sin dilatar el izado de sus anclas, para continuar de nuevo el rumbo hacia las islas del sol naciente.

 

Embarcaría, desde Cádiz hacia Las Borneo. Un original enclave, repoblado por una gran masa de colonos de todos lados. Donde difícilmente no pudiera hacerse entender.

Empleándose a bordo. Esperando no ser descubierto por algunos de los gañanes, que hacían lo mismo que él. Desertando de los tiempos pasados, y olvidando a poder ser, fechorías cometidas sin peaje. Buscando otra savia y queriendo encontrar un camino que le eximiera de temporadas pretéritas. Dejando atrás las trastadas acumuladas en su lugar de procedencia.

Los armadores y responsables de la contratación, solo miraban que no fueran tullidos, incompetentes y enfermos, para poder ser jornaleros en la travesía.

El resto no importaba. Ni la moral, ni el credo, ni siquiera las tendencias sexuales de los fletados. La naviera, solo quería zarpar con la carga hacia los puertos de destino y cumplir con lo estipulado, sin atender ni compadecerse de nadie.

Elías Morelo Rebollo, era hijo de José Francisco Morelo y de Doña Salvadora Rebollo. Un topógrafo dependiente de las dársenas de Cádiz, y una bibliotecaria en excedencia de la capital de la provincia.

Aquel matrimonio, dio a luz a un único hijo, nacido en el otoño del año 1859, que ahora huía poniendo los pies en polvorosa. Donde todos los indicios le apuntaban a él; como autor de los hechos.

Huido en el bajel procedente de Southampton, que partió hacia el continente asiático, una vez acabada la escala en el puerto Gaditano.

Elías entonces contaba con veintinueve años de edad, unas alforjas vacías y una salud de hierro. Se enroló en la travesía, como vulgar bastidor. Estibando fardos y mercancías para poder pagarse el viaje hacia Borneo. Camuflándose otra vez de la justicia que le perseguía de cerca y pasar desapercibido momentáneamente.

Morelos era un hombre no demasiado fornido, pero si muy inteligente y audaz, debido a la preparación que tuvo de joven, gracias a la posición de sus padres que le permitieron cursar estudios superiores, aunque jamás llegó a concluirlos.

En Palangka, se buscó la vida, como armador de una flotilla de falúas de pesca de mediano y gran calado, que hacía funcionar gracias a los indígenas de la isla. Pagándoles tarde, mal e insuficiente. Hasta que conoció a Don Mauricio de Baloto y Estepona. Un afincado diplomático allegado al plenipotenciario español en Tailandia. El cual desarrollaba negocios nada honrados, pero muy rentables para el propio embajador, y para sus devengos. Que a la postre dio empleo a Elías. Con poderes de ejecución, hasta que este: pudo descapitalizar el negocio a base de timos y fraudes. Arruinar a Don Macario, desbastar la carrera del político y hacerse dueño y señor de toda la trama del contrabando y del trato de blancas, entre Borneo y España.

Elías Morelo Rebollo, con sus gracias, su impronta, su físico y el tiempo, primero sedujo y luego contrajo matrimonio con la señorita Matilde Mojica Lledó.

Hija de Mariano Mojica y Trinidad Lledó, naturales ambos de Orihuela en España. Que llevaban unas décadas afincados en la lejana zona filipina de Cavite.

Propietarios de plantaciones de caña de azúcar, cocoteros y de inmensos arrozales. Gente venida a más, gracias a negocios difíciles de catalogar.

El matrimonio entre Elías y Ana Matilde, se estableció en Borneo, y además de generar expectativas, en aquella sociedad tan limitada, engendró a siete hijos.

Elías, Aurelio, Luciana, Buenaventura, Francisco, Carmen y Matilde.

 

Siendo Elías Morelo Mojica, el primogénito y un dechado de cultura que no se distinguía más que por su silencio sepulcral, su sagacidad y arrogancia.

Escondiendo desde mucho tiempo atrás, detalles heredados de su padre, y de su urdimbre genética. A finales de aquella época sus dotes lo dejaban a la altura de un humano extraordinario, siendo impensable admitirlo, sabiendo de la saga de la que provenía

Ana Matilde y su esposo, en su momento hicieron volver a la mayoría de sus hijos hacia el origen, a cursar estudios. Con el fin de darles además de modales, esa experiencia y tranquilidad que se nota cuando eres un ser experimentado. Aunque, la no presencia de sus criaturas, y su propio egocentrismo por la presunción, hizo regresar al matrimonio, con la tranquilidad de tener el futuro enmendado.

 

Al regreso de las Borneo, todos los hijos reciben instrucción y tan solo algunos, siguen adelante con las culturas. El mayor, el super dotado Elías, que cursa estudios de geógrafo y se licencia en filosofía y humanidades. Carrera que antaño hacía las veces del actual periodismo, se coloca con el tiempo de corresponsal de guerra en la Comandancia de Marina, y enviado a la ciudad portuaria de Cartagena.

Buenaventura, la dichosa y amorosa sagita de la casa. Es la que une y ejerce de consejera de aquellos hermanos y el estandarte de la cordura entre ellos, que cursa magisterio.

Francisco, el más vital y engreído, se matricula en la escuela Naval Militar y consigue ser jalonado y laureado con el tiempo. Llegando a mostrar galones de capitán de fragata de la Armada Española.

El resto de los hermanos no acaban de adaptarse a la España de principios del siglo XX y regresan a Borneo, procurando hallar el momento adecuado, y la coyuntura, para retornar al continente amarillo. Donde seguirán cooperando en las actividades comerciales junto a los responsables que dejaron sus padres, para conservación de los negocios.

Reactivando si cabe, en la capital de Borneo, la entonces ciudad de Palangka, los mercados que mantenían,

Motivos convulsos políticos habían conseguido deflactar el mercado, con desórdenes en todas las posesiones españolas, que por cercanía tropezaban con Borneo. Perdiendo un tanto el control y el poder del espíritu empresarial.

En aquellos años de incertidumbre tan temblorosos que se sucedieron, por cobardías y maniobras erróneas del propio Gobierno de la Nación, les llevaron a la familia a tomar decisiones erróneas que acabaron con su bienestar.

Mientras España iba perdiendo parte de las tierras, regiones, colonias, pueblos y negocios, tanto en la américa hispana como en la franja oriental asiática. Lo desperdiciaron todo, por las revueltas de los indígenas, la corrupción política que existía y de los piratas ingleses que tuvieron mucho que ver.

El primogénito de la saga, una vez bien establecido, se instaló entre Murcia y Alicante, recalando en Orihuela, que era la tierra de procedencia de sus abuelos maternos.

Averiguando detalles históricos familiares y empresariales. Estando muy interesado por la historia que le precedió.

Descubriendo el motivo del porqué su padre Elías Morelo Rebollo, salió huyendo de Cádiz, perseguido por la ley, siendo un relumbrante marino de vocación y aclarar sin conseguirlo, aquella decisión que le llevó a delinquir al dedicarse a la trata de blancas, al estraperlo y a la piratería.

 



 

 









Autor Emilio Moreno
fecha: 08 de Septiembre 2024

 

 


viernes, 6 de septiembre de 2024

Todo tiene final, nada perdura.

 



Se encontraron en el tanatorio de la villa. Había muerto una prima muy allegada de Marilia y como no podía ser de otra forma, se reunieron alrededor de la finada, casi todos los familiares y amigos.
Los hijos de Catalyn presentes. No parecía estuviesen demasiado afligidos. Igual hacía demasiado tiempo que vivían distanciados y entre ellos había dejado de existir aquel amparo de proximidad.
Catalyn, no era una mujer presumida, ni demasiado cariñosa. Con ademanes grotescos masculinizados que bordeaban el desaire. Tampoco dedicaba demasiado tiempo a su persona, ni a su puesta a punto. Se había abandonado bastante desde su divorcio y el diagnóstico de una enfermedad ósea que no le permitía moverse con facilidad.
Una mujer extraña y sin pretensiones que iba a la suya, sin preocupaciones de amigos, ni futuro. Que solía entretenerse con la lectura y el visionado de las series de televisión que programaban las cadenas nacionales.
Vivía sola en una gran casa del centro de una villa semi olvidada. Sin que nadie supiera los motivos por los que había decidido apartarse del mucho trajín que tenía en sus años mozos. Bastante antes de que nacieran sus tres hijos. Dejando una vida ajetreada y diversa, con una ocupación profesional, bastante apetecible.
De la noche a la mañana, a todos sorprendió con su divorcio, y dejando la ciudad, se alejó de lo que para ella era primordial y arrastrando a todos sus hijos a una zona desprovista de comodidades.
A tenor de lo observado, llevaba una vida ordenada y selecta, sin demasiados atavíos, con un control de su gasto exacto. Facilidad que le ofrecía ese modo vivendi, ya que no se le conocían empleos desde que traspasó la boutique que abrió para intentar acomodarse algo mejor de lo que le permitía la pensión que le pasaba su exmarido, por el gasto y manutención de los tres hijos habidos en su matrimonio y que todavía eran menores de edad.
Ahora vivía a caballo entre la paciente ruralidad y el desenfreno del gentío en la gran urbe.
Perkins se había enterado de la muerte de Catalyn, por medio de un conocido común, que a la vez era el director del centro de recuperación y masaje al que asistía en su ciudad de origen, y este por mediación de una empleada del dispensario, que a la vez era amiga de la finada, supo de la inesperada noticia.
Un suceso imprevisible, una pérdida vital, bastante acelerada y de sopetón.
Ya que ambas la noche anterior habían cenado en el restaurante de Paco Bestias y una vez comenzó la digestión, Catalyn comenzó a tener molestias, por lo que su amiga la llevó a urgencias y de ahí jamás salió caminando.
La difusión del suceso, recorrió vía teléfono a su familia y allegados. Dejando una profunda decepción por la pérdida de una persona que como aquel que dice, comenzaba a disfrutar de sus nietos y de su vejez, rodeada de conocidos y allegados.
Los que dispusieron darle la despedida en aquella mañana de domingo destemplado y falto de luz, debido a la Dana que se aproximaba desde el Atlántico, se reunieron con dolor alrededor del pasillo donde están ubicadas las celdas de espera de los difuntos.
Perkins se encargó como lo manda la coherencia y la amistad, en dar la noticia a todos los amigos que tenían en común.
Recordando aquel viaje que hicieron hacía ya mas de cincuenta años, en una furgoneta Ford-Ebro del año sesenta. Al pueblo donde precisamente Catalyn residía, sin empadronarse, por aquello de la desconfianza en las instituciones. Las visitas médicas y el hospital, carentes en el pueblo de residencia. Distancias exageradas con la modernidad, y sobre todo la falta de cordialidad en gentes desconfiadas que la rodeaban. Detalles importantes que no son desapercibidos por el recién llegado, y que sufren algunos de los que se afincan en la zona procedentes de otros lares.
Pormenores que no dejan de ser “pormayores”. Plenos de importancia para los ofendidos.
Circunstancias éstas, como otras que no estaban solucionados por estar dentro de lo que se llama la España vaciada.
 
Aquel recordado viaje de su juventud, le sobrevino fulminante, porque casi el cincuenta por ciento de los acompañantes ya no estaban en este mundo.
Fue donde conoció a Catalyn, entonces una niña. Viajaban nueve personas de las cuales contando una a una. Tan solo quedaban con vida cinco de ellas.
El matrimonio de Josef y Mara Clair con el tercero de sus hijos Stephan, ya eran difuntos, y ahora se sumaba la desorientada Catalyn.
Por tanto, mantenían la apariencia y el jadeo, Louis Silveti, el conductor de aquella aventura y allegado de aquella saga. Marco, Marilia y Elia, hermanos y también hijos del matrimonio anunciado.
Las dos personas ajenas a la familia eran Perkins y Louis, los que cerraban aquella travesía y daba pie a evocar aquel recuerdo. 
Louis, bebía los aires por Marilia, y estaba en el compás del tonteo feliz. Ese que los seducidos usan para evidenciar que sueñas y deseas. Ese meneo dudoso e impropio de te lo digo, o me lo callo, “pero me gustas”.
Aunque Marilia, no podía darle lo que pretendía ni a lo que aspiraba. La espigada joven Cartwright, saboreaba las brisas de Helena, persona con la que compartía deseos, gustos, risas y sexo y que a su vez el ingenuo de Louis desconocía.
De los cinco supervivientes, tres eran hermanos y solían verse con frecuencia, por tener una relación cercana, pero tanto Louis como Perkins, habían montado sus vidas muy lejos de donde ellos residían, por lo cual, tan solo se veían en sepelios y a veces ni eso.
Había pasado demasiado tiempo, para que la relación distanciada mantuviera aquel cariño que en un día se profesaron.
Aquella mañana de sepelio en domingo cuando Louis y Perkins, se encontraron con los hermanos Cartwright, quedaron perplejos por como devana el tiempo a las personas.
Ya no eran los mismos de hacía sesenta años. No se conocían. Aunque es cierto, que duraba aquel calor, aquel recuerdo de la infancia, de los buenos ratos pasados por cierto inolvidables que perduraran hasta el final de sus vidas.
Se saludaban por el calor que tuvieron en otro tiempo, pero ya nada les era común.
Ni tan siquiera lo que en su día compartieron.