lunes, 30 de septiembre de 2024
Sinceridad a destiempo.
sábado, 28 de septiembre de 2024
Música de trompeta.

Sería sin duda, y en el futuro. La suerte de muchos inocentes que estarían defendidos, por su concurso. Era pura premonición y así sucedería.
En el momento que algunos inocentes, estuvieran con el agua al cuello, sin defensión y sin amparo por nadie. Ni tan siquiera auxiliados, por los favores celestiales del que dicen está en los cielos junto al Padre. ¡Allí estaría!
Por eso dicen muchos eruditos y filósofos, que “La suerte no existe”. La has de incitar y a veces ni así; te contesta, ni tropieza con el que la busca. Sabemos que ahí pulula, pero sin más.
Soledad, quiso llegar a ser de verdad lo que fue. Estaba dotada para ello, y con trabajo, estudio, dedicación y apoyo de los suyos pudo conseguir aquello que muchas mujeres, han logrado con los mismos esfuerzos, con que puso aquella mocita.
Tuvo una infancia como todas las demás. Disfrutando de las alegrías que le llegaron por su destino, aunque siempre estuvo orientada en querer ser una mujer de provecho. De las que nadie les regala nada, ni tienen esa estrella que dicen brilla día y noche y tropieza por casualidad en su camino.
Los profesores de Sole, alertaron a sus padres, para que no dejaran evaporar la valía de su hija, y estos viendo, que no era solo ilusión lo que oían de labios de sus maestros. Se pusieron en la guía educativa de la niña. Fue un relámpago en los estudios y pronto ingresó en culturas superiores que le llevaron a estas consecuencias. Pasaron los años, y la premonición comenzaba.
El que con mesura iba confiando en manos de Soledad, temas de mucha trascendencia. Gracias a su ingenio y aptitud profesional. Dotes innatas en la materia y sin dudarlo en su intuición al mostrar su talento íntimo. Que los ostentaba y exhibía con descoco. Atributos suyos, inherentes que destacaban de sus compañeras, que a la vez, también estaban empleadas en la misma firma. Porque ella; quería que eso sucediera, y así lo disponía para que las miradas de clientes, empleados y jefes, la observaran con el rabillo del ojo en sus caminatas por los amplios corredores, pasillos, callejones y recovecos de aquellas dependencias administrativas. Intentando llamar la atención siempre.
Se inició aportando a las causas, practicidad y eficacia en el desempeño de la resolución efectiva. Colocando coherencia entre posibles diferencias que se daban entre los pica pleitos, agentes judiciales y procuradores. Dejando teorías obsoletas, para pasar directamente a soluciones inmediatas. Dando un dinamismo que parecía haberse extraviado en aquella correduría de licenciados, desde que el último decano del Congreso, había sido ascendido a ministro.
Pronto las envidias aparecieron en el seno de su entorno. Abogadas y licenciados, leguleyos que pertenecían a aquellas dependencias, comenzaron a ver y a no compartir en la forma que la abogada Trompeta, llevaba a cabo los plazos y decisiones que por supuesto, todas partían con el visto bueno de don Tarsicio. El que estaba encantado, con la forma de proceder de la última adquisición a la plantilla y que se había transformado en los pocos meses que laboraba con él, en su agenda, sus ojos y sus gustos.
Procurando celos aberrantes en otras compañeras que teniendo el mismo roce con el jefe, no compartían las mismas atenciones que le dispensaba a Clarín; que era el seudónimo que le habían otorgado, sus acólitos admiradores y compañeros. Confundiendo estos, lo que se ha de tratar como profesión y lo que se ha de separar, como vida privativa.
La abogada Trompeta, conocía que causaba aquella música, por haber tenido que soportar, sin partitura la misma canción. Cuando cursaba su último grado en la Complutense. A lo que imponía la ley de la relatividad. Dando importancia únicamente a su profesión y a la consecución de los éxitos que ella pretendía para escalar peldaños dentro del oficio de la Adjudicatura. Siendo aquel empleo dentro de la Asamblea del Ciudadano y con la ayuda de su jefe Tarsicio, lo que le permitirá situarse y cumplir uno de los deseos que ansiaba.
Chivatazos, vilipendios, bravuconadas y mentiras llegaban a diario dentro del buró del jefe de división, para dejar en mal lugar a la abogada. La que daba desde hacía un tiempo, impulso en aquel negocio tan delicado, como es el de la justicia y el orden. Soledad jamás se revelaba contra las incoherencias de los bravos y descastados compañeros. Aquellos que normalmente no cumplen con su labor específica y se dedican a la crítica del que vale, para ocultar su incompetencia.
Ella iba recolocando casos y soluciones dentro del negocio. Con la anuencia de don Tarsicio.
Pronto fue conocida en los juzgados, por sus intervenciones en defensa de acusados que ella defendía, con tal grado de éxito, que muchos fiscales varones no llegaban a comprender, como una licenciada tan guapa, inteligente y comprometida con la justicia, tenía tal grado de éxito y garantía en la defensa de sus clientes. Pudiendo ser más inteligente, efectiva y sagaz que muchos de aquellos, que disfrutaban de sus puestos, sus cargos, y sus reconocimientos gracias a enchufes, padrinos, y milagros.
viernes, 27 de septiembre de 2024
Innecesario ambientador
Presumía Ernesto con su nueva novia y con su pisito en el ensanche. Ocultando la bárbara cuantía de la hipoteca en que se había metido, y a la vez complicando a su gente, por aquello del aval. Sin conocer que el futuro que se avecinaba no le iba a ser fructífero, con lo que arruinó a sus padres y algún que otro hermano.
Vivian en una caseta de los peones camineros. Sin luz ni agua corriente, que para defecar debían salir al campo y tras unos matojos aliviarse. Lo de bañarse en condiciones, no se acostumbraba. Una vez por semana iban los más audaces, a la acequia y se mojaban con las aguas mansas, sin darse jabón ni mucho menos. Los barbudos a falta de medios, se dejaban el pelambre en la cara y cuando podían pasaban por casa del esquilador y se apañaban las quijadas.
Habitaban hacinados en un reducto de cuatro metros cuadrados. Abuelos, padres e hijos. Garita levantada con la buena voluntad y unas docenas de mahones terreros. Situada en una de las calzadas secundarias, que enlazaban las dos regiones más meridionales de la topografía nacional. Rozando sin más, el sur de la olvidada tierra.
En la fiebre del sobre existir, montaron un éxodo sin vuelta atrás. Decidiendo migrar y llegar a empadronarse en una de las más importantes ciudades del mundo. Recalando en la metrópoli, como el que se compra unos zapatos nuevos y los va pagando a mesura que va pudiendo. Con los miedos normales de los que dejan lo conocido, para entrar en un mundo raro al principio, e inexplorado. Eran una caterva los que llegaron a la urbe y todos se emplearon en lo que pudieron. Sumando y dejando a su vez, cada sueldo, cada jornada, cada ingreso, cada ahorro. En las faldas de la abuela que era la que controlaba el caudal monetario, para cuando fuere menester y poseyeran en la faltriquera un acopio de billetes. Mirar de conseguir alquilar, una vivienda digna y confortable, y dejar las dos habitaciones que les había prestado su tía Lola, para que pudieran comenzar a desquitarse del hambre.
Tras mucho batallar, trabajar con denuedo, rogar sin medida hasta el punto de rebajarse a lo indecible, Ernesto el primogénito de los Medina, pudo colocarse en una empresa de automoción, en la que fabricaban radiadores de camiones de medio tonelaje. Accediendo al empleo, gracias al enchufe y amparo de don Paco Buendía. El señorito que tenía contratada a su tía Lola, con unos horarios extensos y pocas fiestas, y que además, era un digno hijo de su madre, por el trato que le daba a la buena de Dolores. El poco sueldo que le pagaba tarde y mal, y ser el mandamás de los delegados, en la firma de los calefactores de vehículos.
Aquella familia, incluido el presumido de Ernesto pronto se adecuaron a la “Dolche Vita”, sin tan siquiera prever ningún tipo de futuro.
Cambió de forma de pensar y actuar. Olvidando aquellos sacrificios que pasaban en familia para comer. Cada cual se buscó la vida como pudo y fueron sacando el cuello hasta quedar aquellos padecimientos olvidados en el pasado.
Nadie se acordaba de su pueblo, nadie recordaba el hambre, ninguno echaba en menos aquella garita a los pies de la carretera y menos del excusado que tenían al aire libre, donde no hacía falta el ambientador.
Discutía Ernesto, con frecuencia por inconveniencias, con su novia de toda la vida. Familia la de Mari Cruz, que también habían recalado con otra media docena más de estirpes y vecinos en la ciudad. Venidos todos del mismo lugar y radicando a su vez, en la localidad norteña.
Aquellas gentes, se emparentaban en cuanto nacían sus hijas, haciendo pactos entre vecinos o amigos y esas alianzas, quedaban en pie hasta que los convenidos contraían matrimonio. Se gustasen o no se pudieran soportar. Con lo que la niña Mari Cruz y el sabelotodo de Ernesto, estaban desde la cuna destinados a entenderse.
Mari Cruz, se había colocado en una fabriquilla de zapatillas de salto de cama, y ahorraba para cuando ella y su futuro decidieran que se casaban. Aunque ella le veía al novio una especie de cambio muy brusco, que le preocupaba. El canje se lo notaba desde que trabajaba en los talleres metalúrgicos.
Ese tema los llevó a bastantes complicaciones y llegaron incluso a discutir amargamente sobre la vivienda y el modo en como debían asociarse.
Mari Cruz, después de la decepción que se llevó con el novio, por dilemas habidos incluyendo el anunciado desamor. Comenzó a repensarse si su pareja la quería o tenía otra chica donde refugiarse. Valorando la niñez y juventud pasada con su prometido y por esperarlo siempre.
Una tarde aquel Dandi, fue a buscar a su novia y le dejó caer, que ya no sentía por ella lo mismo de antes. Que había conocido a una muchacha en los talleres y estaban comenzando una historia de amor.
No tardó Mari Cruz en dejar la relación con aquel que le había hecho perder toda su adolescencia, esperándolo y pensando en él, para que ahora de buenas a primeras le saltara con semejante tesitura.
La engañada jovencita, comprendió que fue lo mejor que le podía pasar con semejante falsario, que la dejaba de la noche a la mañana, sin darle opción a luchar por su amor, el que creía sería para toda la vida. Pocas explicaciones y menos excusas. El “cojonazo” que se formó entre la familia fue de película de suspense. Sin embargo, el tiempo siguió su curso y todos creyeron que era lo mejor que les podía suceder, cuando el amor sucumbe.
Marí Cruz, se relacionó con Fernando Manrique, un compañero íntimo de Ernesto. Un muchacho que había bebido los vientos desde niños en secreto por ella, que no hizo nada por entorpecer su relación por ser la novia de una persona allegada a ellos.
Jamás se atrevió a decirle nada a Mari Cruz, pero ahora que notó que se distanciaron, el pretendiente enervado y al acecho, se acercó a la muchacha, y esta aceptó de buenas maneras el comenzar una historia y comprobar que les nacía aquella simiente que los llevara al matrimonio,
— Me abandonó con todo el ajuar preparado.
Decía la buena de Marí Cruz. Por un capricho suyo, el que me abrió los ojos y me hizo tropezar con Fernando.
A su vez y desde la bancarrota, el divorcio, las deudas y la enemistad con su familia. Ernesto, decía con ínfulas de rico.
—Cómo iba yo a vivir en un pisito de cuarenta y cinco metros cuadrados, en la barriada de la Prenda Bruna. Al bueno de Ernesto, la memoria le fallaba.
No recordaba cuando tenía que limpiar su trasero, con los cardos borriqueros del bosque.
lunes, 23 de septiembre de 2024
La soplona de los Mendoza.
domingo, 22 de septiembre de 2024
La ruta del "irás y no regresarás"
En un trayecto en aquel vagón de tren, fue cuando Manuela, pasó de
esta vida a la otra. Esa que así la llaman algunos que creen, en que no morimos.
Que tan solo pasamos a otro estado latente y que allí nos encontramos con todos
aquellos que perdimos. Resurgiendo de nuevo si cabe, las mismas historias. Benefactoras
o no tanto, pero las que mantuvimos con ellos. Sin poder restituir escenarios,
ni disputas. Ni tan siquiera modificar lo sucedido. Allegados a los que nos
quieren, y lejanos a los que escogen tenernos lejos.
Un espacio en ese “Limbo”, exento de falacias, enredos y
falsedades. Donde todo se sabe. Se descubre, y se averigua sin retrasos. Revelándose
todos los malos entendidos que nos hicieron, a veces perder la cordura y nos
llevaron a no estar donde debíamos. Momentos que sucedieron a nuestro alrededor
y no los entendimos como realmente se produjeron, ni tan siquiera nos
enteramos. Porque cualquiera, o algunos, los mantuvieron en secreto, por
conveniencias, intereses, o negocios clandestinos.
Sin salir a la luz, sin decir la verdad porque no interesa, y que ellos
los protagonistas de esos hechos escondidos, se llevaron al otro barrio. Y en
esa aureola, o lugar que algunos denominan “Paraíso”, llegamos a descubrir, lo
diáfano de las cosas. Aunque tarde, nace la verdad dejando la insensatez humana
en el poco valor que posee
Aquella experiencia de Manuela, fue tan rápida como la llegada del
convoy, de una estación la de partida, a la de destino. Fin de su trayecto.
No padeció, ni hizo padecer. Fue como la despedida de tantos que ni
siquiera conocemos.
Mas corto si cabe, que una de esas celebradas siestas que
frecuentamos, cuando nos quedamos traspuestos en la butaca. Con la diferencia
que al recuperar el ahora, volvemos a la vida.
Sentada en el tren, se notó rara. Se sintió desplazada de su
existencia. Percatando que algo había pasado. No tenía fuerza, no le pesaban
las piernas, no podía abrir los ojos y sin embargo lo veía todo, lo escuchaba
todo y como nunca le había sucedido, lo comprendía todo. Se veía a sí misma, desde
otro ángulo. Tanto es así, que murió en el viaje del “No volverás”.
Aquella mañana preparó su alejamiento para viajar en el AVLO, igual
que el AVE, pero algo más barato. Con dirección al paraíso que soñó conocer,
desde el inicio de su juventud.
Ya en el comienzo de la jornada, percibió alguna diferencia en la
conducta de sus reacciones habituales. El cavilar le llevaba a parajes poco
agradecidos, donde los vivió con zozobra, y notaba como si las articulaciones
de su cuerpo, no fueran tan exactas ni precisas como antes de acostarse la
noche anterior. Tropezaba con los marcos de las puertas, derramó un poco el
café al verterlo de la cafetera a la taza, las rebanadas de pan no quedaron tan
bien segadas como en otras ocasiones y necesitó engullir más agua de lo normal,
para tragar las pastillas de la tensión que tomaba en la hora del desayuno.
Ya estaba en la puerta esperando el taxi que le llevaría a la
estación a tomar aquel tren, cuando de pronto se detuvo frente a ella, el
transporte solicitado. Una dama, que se bajó de inmediato a recoger sus dos
maletas y depositarlas en el porta bultos. Era una mujer entre joven y madura.
Con cabellera cana, trenzada y de tez cobriza, alta y bien parecida. La que le
dio los buenos días con un acento no acostumbrado, como si resonase dentro de
una caja de sonido profundo, y una vez, descargó el bagaje en la cajuela
trasera, invitó a Manuela a acomodarse en el vehículo. Con una voz seductora
preguntó.
— ¿Estás bien Manuela?
Siguió informando sin detenerse. —Buenos días. Me llaman Ángela, y
estoy a su servicio. No te asustes. Ya no vale la pena. Usted me dirá dónde
quiere que la lleve.
Manuela indicó la dirección a la estación de Chamartín, que según
ella, debía tomar un tren en breve que la acercaría a las costas del
Mediterráneo. La conductora sin abrir la boca, se dirigió hacia la estación de
Atocha, intuyendo que el AVLO, partía desde las cercanías de la plaza del
Emperador Carlos V.… Siendo un error que cometía al dar la dirección, producto
del miedo. Ángela arrancó sin dar explicaciones y sin que la pasajera
advirtiera el sentido de la marcha. Iniciando ambas una conversación amigable
referente a la diferencia de pensamiento actual, con el de hacía unos años.
Manuela comentaba que ahora no es preciso pedir permiso como antes
para hacer según qué cosas, y Ángela con pena la miraba por el espejo
retrovisor y asentaba con la cabeza a lo que aducía la clienta.
Hasta que de pronto la taxista preguntó queriendo disimular y por
sacarle más conversación a la dama, y dejara de presentir su futuro inmediato.
—Y dígame. Hace el viaje por placer o por necesidad. La pasajera distraída
mirando el tráfico, como despidiéndose de los atascos de la capital, objetó muy
amable, con todo lujo de detalles.
— De momento voy a tomar un tren que me llevará a la playa, donde
pretendo disfrutar todo lo que pueda y darme los caprichos, que durante tanto
tiempo he evitado, por aquello del mal llamado “Día de mañana”.
Ángela comprensiva y muy atenta, sonreía mostrando una dentición artificial,
y muy cuidada, mirando al frente, y con sus manos aferradas al volante del super
Mercedes que conducía. Volviéndole a preguntar.
— Viaja sola, o la esperan en el apeadero amigos o familiares. La
respuesta tardó en llegar. Manuela, quedó pensativa y de pronto con un gesto de
ingratitud respondió.
— Viajo sola. Pero se, que en este trayecto me encontraré con una
presencia no deseada. Y posiblemente tú ya lo sepas. — continuó afirmando la
señora Manuela sin preámbulos.
— Voy a tutearte, y puedes
pensar lo que desees, pero es una premonición que tengo desde hace horas.
La conductora, aminoró la marcha, por el semáforo de la esquina y se
detuvo en la intersección de las calles. Aprovechando la espera, para decirle
con brevedad y sin menoscabos.
— Me has descubierto… ¿No es Verdad…? — Asintió Ángela, concisa y
descarada.
Manuela sin reproches y sin ningún tipo de ambigüedades le dijo
tras un suspiro.
— En cuanto te he visto, sabía quién eras. Esperaba te
manifestaras, porque sé que no sueles ser cobarde y te enfrentas a diario con
estos trances. —siguió apostillando la
viajera.
— Puedes aparecer disfrazada de mil atavíos, pero a fin de cuentas,
creo que todos te conocemos, y en ocasiones prevemos que nos visitarás. Volvió
a inspirar aire dejándose reclinar en el asiento, para proseguir.
— Cómo me ha ocurrido, desde que he despertado esta madrugada. En
mí no es normal, chocar con las puertas de mi casa, ni derramar el café de la
taza. Detuvo la charla nuevamente para preguntarle.
— Me quedo en el taxi, o vas a permitirme que acceda en el vagón
del AVLO, y morir adormilada en el asiento AV73B.
La chóferesa con mucha pausa respondió. — El ceremonial está
escrito, para qué voy a engañarle. Usted es intuitiva y lo sabe a ciencia
cierta. Según me ha confirmado usted misma al inicio de este viaje. Lo
presentía, y más tarde o temprano, esperaba la recepción del suceso. Afirmó Ángela,
ya con voz profunda de tragedia. Mirándola desde el reflejo del espejo
retrovisor y aparcando en el acceso a la estación de Atocha.
Manuela preguntó con sorna y no sin demostrar que todo lo que
sobreviniera, ya lo conocía. —¿Qué te debo querida Ángela? O es el trayecto de
gratis, yendo a cuenta del jefe del paraíso.
—Como dices bien, es de gratis tu último trayecto—. Siguió
indicándole muy simpática y amable.
— Sal del coche, y acércate a la ventanilla tres, que te espera Se
Fi. Es el mote de Serafina Finisterre, una asistente de la fundación, “Irás
pero no volverás”.
Antes de la reacción de la pasajera, Ángela desmontó del automóvil,
y le abrió el portón a Manuela, con mucha cautela, para despedirla. Dejando sus
bártulos a uno de los braceros de turno, que sería el que acomodara los bagajes,
en el vagón donde viajaría la señora.
En la escotilla oportuna, la atendió una lozanísima doncella
atusándose su cabello albo, que la saludó como si tuviera referencias suyas.
— Hola Manuela. Espero que estés serena, ya sabes, que a estas
alturas debe ser así. No queda más salida. No te preocupes. Esto no es tan
trágico como se ve desde el otro punto. El de los que aún están vivos. Es mucho
más sereno y sosegado. Ya no se padece, aunque verás que te quedas con toda la
película. Se frenó en sus comentarios y le preguntó a Manuela.
— Tienes alguna duda ¿Sobre el viaje? o quieres comentar algo.
Manuela con la cabeza hizo una contorsión gestual y pronunció.
— ¿Cómo les llegará la noticia a mis amigos?, ¿A mis conocidos,
incluso a la poca familia que me queda?
La amable Se Fi, le indicó sin expresión alguna.
— No te preocupes, que los interesados se acercarán, a recoger la
herencia, si es que tienes alguna propiedad. Sin embargo, no voy a decirte más,
porque tú misma lo estarás viendo.
Se despidió con una sonrisa tétrica y unos vocablos.
— Buen viaje Manuela. Nos veremos en la travesía.
La ayudante le indicó a uno de los “monosabios” que acompañara a
Manuela, y estuviera pendiente de ella, hasta que el tren partiera hacia la
playa.
Ingresó en la tercera línea del quinto vagón y se acomodó, en la
butaca AV73B, y poco a poco fue quedándose dormida.
Notaron los acomodadores del AVLO, que Manuela, estaba frita al
llegar a Valencia. El revisor del tren con mucha discreción dio el aviso a los
servicios funerarios y a las autoridades, sin que los pasajeros del viaje
apreciaran que se había dado un fallecimiento.
sábado, 14 de septiembre de 2024
Los hermanos de Kirk.
Confesaba
frente a su neurólogo Kirk, el último ingresado desde el Hospital de Saint Étienne,
en la ribera francesa. Tras una crisis de ansiedad que sufrió súbitamente
cuando presenciaba una disputa en el paseo de las Esencias de la ciudad. Recordándole
una vivencia infantil, que le marcó sin florecer durante el resto de sus días.
En una de
las preguntas que le hicieron, sobre las causas de su tribulación, respondió
fuera de sitio, de norma y de argumento.
Pues ahora que lo pienso hace más de seis años
que no veo a mi hermano. Qué digo seis…, y hasta siete... Hará en el otoño. —decía Kirk Moulan, a su
psicoanalista.
—No
creo que sea nada normal—Aseveraba sin pena ni contrición.
—
Aunque la verdad. Si he de serle sincero. Prefiero sea así. Jamás nos
entendimos, ni de niños, ni de jóvenes. Con eso no quiero decir, que yo
estuviera en la razón de todo, pero Clint tenía tendencias violentas, y si le
llevabas demasiado la contra. Se revelaba contra quien le plantara cara. Mi propia
madre que en gloria esté, ya lo decía cuando se sinceraba conmigo. <Tu hermano tiene tendencias
perversas y reacciones patibularias>.
Hizo un receso para beber agua de un vaso de
plástico color anaranjado, que tenía situado frente a él. Sin tardar en
reanudar el hilo de la conversación que había pospuesto durante unos segundos.
—Aun y conociendo sus dificultades, mis padres, siempre quisieron esconderlo. Mirar hacia otro lado. Llevarlo de tapadillo, y eso de ser visitado por un especialista.
Jamás se les pasó por la cabeza. Hacían todo lo contrario, lo ensalzaban con su hermosura, con su nervio, y con sus disparates. Dejando que la sicopatía le fuera ganando, hasta que llegó al punto que alcanzó. Lo dejaron a su buenaventura y creo que todavía anda por ahí dando bandazos y barbaridades. Lo que es cierto es que ahora, aún somos más incompatibles que entonces. El juntarse conmigo, es comenzar a presumir de detalles que a mí, ni me importan, ni me interesan. Sin embargo debe sentirse aliviado cuando exagera. No es capaz de calcular, que todos ponemos en duda lo que proclama.
Por mi parte, yo sabía y además me imaginaba;
que cuando mis padres murieran, el que dicen que es mi hermano, dejaría de
acercarse. De hecho—continuó—, la última vez que lo hizo fue para recoger la
parte de la herencia que le correspondía, cuando faltaron nuestros viejos. Ese
bocado no lo iba a dejar pasar. Lo esperaban con ganas. Entre mi pariente y su
actual mujer, deseaban ese desenlace cuanto antes. Ellos siempre han ido
pillados de liquidez, y está mal que lo diga, pero van más ásperos que la
mojama.
La pena fue que en el momento del óbito de mamá,
que fue la última allegada en dejarnos en este valle. El muy truhan, para celebrarlo,
pilló una borrachera, dando un espectáculo en la morgue, inenarrable.
Sé muy bien doctor—; explicaba con grandes
ademanes. — que usted puede pensar, que estoy medio loco.
Que me falta un hervor, y lo mismo es cierto. Por ir de un sitio a otro, de una
explicación a una quimera, y en ocasiones dejo la coherencia de lado. Pero hay
cosas que se palpan, y las sospechas por sucesos acaecidos con anterioridad tomarán
cuerpo.
Sin dudar, y a no tardar demasiado, nos
traerán otros rencores y lodos que aparecerán y al postre nos inundarán de
tristeza. Por supuesto será difícil que nos cojan desprevenidos, pero sin dudar
si ha de pasar. Pasará, claro que pasará. Y más cuando se trata de gente que
porta tu ADN y el mismo Rh en la sangre.
Hablaba Kirk, más para sus adentros, que para
el especialista que lo llevaba desde la celda 13 del manicomio del Hospital de Saint Étienne.
El amigo Kirk
jamás tuvo hermanos, ni padres que lo quisieran. Cuando tenía días de vida, lo
recogieron famélico, casi desnudo y llorando desde el pórtico de una casa de huéspedes.
Autor: Emilio Moreno
Septiembre, dia 14 de Septiembre 2024