Confesaba
frente a su neurólogo Kirk, el último ingresado desde el Hospital de Saint Étienne,
en la ribera francesa. Tras una crisis de ansiedad que sufrió súbitamente
cuando presenciaba una disputa en el paseo de las Esencias de la ciudad. Recordándole
una vivencia infantil, que le marcó sin florecer durante el resto de sus días.
En una de
las preguntas que le hicieron, sobre las causas de su tribulación, respondió
fuera de sitio, de norma y de argumento.
Pues ahora que lo pienso hace más de seis años
que no veo a mi hermano. Qué digo seis…, y hasta siete... Hará en el otoño. —decía Kirk Moulan, a su
psicoanalista.
—No
creo que sea nada normal—Aseveraba sin pena ni contrición.
—
Aunque la verdad. Si he de serle sincero. Prefiero sea así. Jamás nos
entendimos, ni de niños, ni de jóvenes. Con eso no quiero decir, que yo
estuviera en la razón de todo, pero Clint tenía tendencias violentas, y si le
llevabas demasiado la contra. Se revelaba contra quien le plantara cara. Mi propia
madre que en gloria esté, ya lo decía cuando se sinceraba conmigo. <Tu hermano tiene tendencias
perversas y reacciones patibularias>.
Hizo un receso para beber agua de un vaso de
plástico color anaranjado, que tenía situado frente a él. Sin tardar en
reanudar el hilo de la conversación que había pospuesto durante unos segundos.
—Aun y conociendo sus dificultades, mis padres, siempre quisieron esconderlo. Mirar hacia otro lado. Llevarlo de tapadillo, y eso de ser visitado por un especialista.
Jamás se les pasó por la cabeza. Hacían todo lo contrario, lo ensalzaban con su hermosura, con su nervio, y con sus disparates. Dejando que la sicopatía le fuera ganando, hasta que llegó al punto que alcanzó. Lo dejaron a su buenaventura y creo que todavía anda por ahí dando bandazos y barbaridades. Lo que es cierto es que ahora, aún somos más incompatibles que entonces. El juntarse conmigo, es comenzar a presumir de detalles que a mí, ni me importan, ni me interesan. Sin embargo debe sentirse aliviado cuando exagera. No es capaz de calcular, que todos ponemos en duda lo que proclama.
Por mi parte, yo sabía y además me imaginaba;
que cuando mis padres murieran, el que dicen que es mi hermano, dejaría de
acercarse. De hecho—continuó—, la última vez que lo hizo fue para recoger la
parte de la herencia que le correspondía, cuando faltaron nuestros viejos. Ese
bocado no lo iba a dejar pasar. Lo esperaban con ganas. Entre mi pariente y su
actual mujer, deseaban ese desenlace cuanto antes. Ellos siempre han ido
pillados de liquidez, y está mal que lo diga, pero van más ásperos que la
mojama.
La pena fue que en el momento del óbito de mamá,
que fue la última allegada en dejarnos en este valle. El muy truhan, para celebrarlo,
pilló una borrachera, dando un espectáculo en la morgue, inenarrable.
Sé muy bien doctor—; explicaba con grandes
ademanes. — que usted puede pensar, que estoy medio loco.
Que me falta un hervor, y lo mismo es cierto. Por ir de un sitio a otro, de una
explicación a una quimera, y en ocasiones dejo la coherencia de lado. Pero hay
cosas que se palpan, y las sospechas por sucesos acaecidos con anterioridad tomarán
cuerpo.
Sin dudar, y a no tardar demasiado, nos
traerán otros rencores y lodos que aparecerán y al postre nos inundarán de
tristeza. Por supuesto será difícil que nos cojan desprevenidos, pero sin dudar
si ha de pasar. Pasará, claro que pasará. Y más cuando se trata de gente que
porta tu ADN y el mismo Rh en la sangre.
Hablaba Kirk, más para sus adentros, que para
el especialista que lo llevaba desde la celda 13 del manicomio del Hospital de Saint Étienne.
El amigo Kirk
jamás tuvo hermanos, ni padres que lo quisieran. Cuando tenía días de vida, lo
recogieron famélico, casi desnudo y llorando desde el pórtico de una casa de huéspedes.
Autor: Emilio Moreno
Septiembre, dia 14 de Septiembre 2024
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