sábado, 28 de septiembre de 2024

Música de trompeta.

 





La valía de aquella niña, que en la escuela arrancaba una risa bondadosa por el apellido que le tocó y acarició, tan armonioso y musical siempre la persiguió. Concedido, en su partida de nacimiento, por herencia paternal.
Sería sin duda, y en el futuro. La suerte de muchos inocentes que estarían defendidos, por su concurso. Era pura premonición y así sucedería.
En el momento que algunos inocentes, estuvieran con el agua al cuello, sin defensión y sin amparo por nadie. Ni tan siquiera auxiliados, por los favores celestiales del que dicen está en los cielos junto al Padre. ¡Allí estaría!
Por eso dicen muchos eruditos y filósofos, que “La suerte no existe”. La has de incitar y a veces ni así; te contesta, ni tropieza con el que la busca. Sabemos que ahí pulula, pero sin más.
Soledad, quiso llegar a ser de verdad lo que fue. Estaba dotada para ello, y con trabajo, estudio, dedicación y apoyo de los suyos pudo conseguir aquello que muchas mujeres, han logrado con los mismos esfuerzos, con que puso aquella mocita.
Tuvo una infancia como todas las demás. Disfrutando de las alegrías que le llegaron por su destino, aunque siempre estuvo orientada en querer ser una mujer de provecho. De las que nadie les regala nada, ni tienen esa estrella que dicen brilla día y noche y tropieza por casualidad en su camino.
Los profesores de Sole, alertaron a sus padres, para que no dejaran evaporar la valía de su hija, y estos viendo, que no era solo ilusión lo que oían de labios de sus maestros. Se pusieron en la guía educativa de la niña. Fue un relámpago en los estudios y pronto ingresó en culturas superiores que le llevaron a estas consecuencias. Pasaron los años, y la premonición comenzaba.
 
Así comenzó, con desenvoltura, Sole. A lucirse al poco tiempo de ingresar en el despacho de la Asamblea Comarcal del Ciudadano. María Soledad Trompeta Verdugo, segunda oficiala del negociado y nueva letrada suplente, en los conflictos pendientes de causas penales. Asistente de don Tarsicio Luján, en litigios, pleitos y apelaciones civiles. Derivados por condenas especiales, que todavía se consideraban trance. A la espera de resolución. Sin poder ir a los tribunales porque no se podían resolver sin la ayuda de un tercero neutral. Sole se ganó el aprecio del señor Luján, que era el principal abogado, notario y administrador del bufete.
El que con mesura iba confiando en manos de Soledad, temas de mucha trascendencia. Gracias a su ingenio y aptitud profesional. Dotes innatas en la materia y sin dudarlo en su intuición al mostrar su talento íntimo. Que los ostentaba y exhibía con descoco. Atributos suyos, inherentes que destacaban de sus compañeras, que a la vez, también estaban empleadas en la misma firma. Porque ella; quería que eso sucediera, y así lo disponía para que las miradas de clientes, empleados y jefes, la observaran con el rabillo del ojo en sus caminatas por los amplios corredores, pasillos, callejones y recovecos de aquellas dependencias administrativas. Intentando llamar la atención siempre.
Se inició aportando a las causas, practicidad y eficacia en el desempeño de la resolución efectiva. Colocando coherencia entre posibles diferencias que se daban entre los pica pleitos, agentes judiciales y procuradores. Dejando teorías obsoletas, para pasar directamente a soluciones inmediatas. Dando un dinamismo que parecía haberse extraviado en aquella correduría de licenciados, desde que el último decano del Congreso, había sido ascendido a ministro.
Pronto las envidias aparecieron en el seno de su entorno. Abogadas y licenciados, leguleyos que pertenecían a aquellas dependencias, comenzaron a ver y a no compartir en la forma que la abogada Trompeta, llevaba a cabo los plazos y decisiones que por supuesto, todas partían con el visto bueno de don Tarsicio. El que estaba encantado, con la forma de proceder de la última adquisición a la plantilla y que se había transformado en los pocos meses que laboraba con él, en su agenda, sus ojos y sus gustos.
Procurando celos aberrantes en otras compañeras que teniendo el mismo roce con el jefe, no compartían las mismas atenciones que le dispensaba a Clarín; que era el seudónimo que le habían otorgado, sus acólitos admiradores y compañeros. Confundiendo estos, lo que se ha de tratar como profesión y lo que se ha de separar, como vida privativa.
La abogada Trompeta, conocía que causaba aquella música, por haber tenido que soportar, sin partitura la misma canción. Cuando cursaba su último grado en la Complutense. A lo que imponía la ley de la relatividad. Dando importancia únicamente a su profesión y a la consecución de los éxitos que ella pretendía para escalar peldaños dentro del oficio de la Adjudicatura. Siendo aquel empleo dentro de la Asamblea del Ciudadano y con la ayuda de su jefe Tarsicio, lo que le permitirá situarse y cumplir uno de los deseos que ansiaba.
Chivatazos, vilipendios, bravuconadas y mentiras llegaban a diario dentro del buró del jefe de división, para dejar en mal lugar a la abogada. La que daba desde hacía un tiempo, impulso en aquel negocio tan delicado, como es el de la justicia y el orden. Soledad jamás se revelaba contra las incoherencias de los bravos y descastados compañeros. Aquellos que normalmente no cumplen con su labor específica y se dedican a la crítica del que vale, para ocultar su incompetencia.
Ella iba recolocando casos y soluciones dentro del negocio. Con la anuencia de don Tarsicio.
Pronto fue conocida en los juzgados, por sus intervenciones en defensa de acusados que ella defendía, con tal grado de éxito, que muchos fiscales varones no llegaban a comprender, como una licenciada tan guapa, inteligente y comprometida con la justicia, tenía tal grado de éxito y garantía en la defensa de sus clientes. Pudiendo ser más inteligente, efectiva y sagaz que muchos de aquellos, que disfrutaban de sus puestos, sus cargos, y sus reconocimientos gracias a enchufes, padrinos, y milagros.


autor: Emilio Moreno
Septiembre 2024, día 28

 




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