viernes, 13 de septiembre de 2024

Ojos que no ven...¡Chorizo que te tragas!

 












 



El teléfono de Mónica sonaba aquella tarde de viernes, enfurecido por la rara sensación que había protagonizado en el hotel Amazonas de la ciudad de Puerto Rico, donde ella presentaba su plato estrella. Mónica no levantaba el teléfono. Sabía que la estaba llamando su amiga y socia Matilde que no se cortaba ni una pizca cuando le tenía que poner las “peras a cuartos”. Al expresarle que se había pasado por su engreído carácter. El que le iba a llevar donde nadie esperaba.


Al llegar a los cinco tonos, Mónica, presionó la tecla de escucha, y sin preguntar dijo—. Se que eres Matilde y que me vas a repasar con tanta insistencia como siempre, pero no me arrepiento de lo que ha ocurrido.

Matilde le contestó sin nervios pero concisa.

 —Por mucho que disimules tienes la culpa de todo. Le aseguraba Matilde a la que creía era su mejor amiga, y la más fiel. Siguió recriminando a Mónica, con gesto de enfado, como queriendo cobrarse alguna trastada o enredo reciente.

 —Eres tan culpable, como instigadora. —siguió argumentando Matilde—. Aunque lo niegues y te cueste reconocerlo. Has de saber bien con lo que te enfrentas, porque puedes encontrar muchos problemas si ofendes a la gente, sin conocimiento de causa. Piensa que además, a las personas como tú. Encima les cuesta asumir la responsabilidad que llevan.

 

—No digas tonterías. No sabes de lo que hablas. — le reprochó Mónica, muy gastada—. Fue ella la que inició la batalla y a mí, no me gana nadie y menos esa, que se cree una princesa. — matizó la ofendida Mónica, sin creerse lo que decía.

 —No te pasas un poco, describiéndola con ese tono y ese demostrativo en forma de desprecio. “Esa”. Cuando no hace nada; compartías con ella los vestidos que lucisteis las dos en la primera comunión de vuestras hijas. Aquellos abrazos tan despampanantes, que nadie se creía y los publicitabais al mundo, para que vieran de la forma que os amabais. Habéis sido durante muchos años. Desde que cruzasteis la frontera del país y os empadronasteis en la ciudad, <Uña y Carne>. Por eso, llamarla así, no lo entiendo. Esa, como tú dices, tiene un nombre, y creo que las cosas se reparan con sinceridad. Hablando cara a cara y diciéndose lo que se piensa, pero nunca hacerlo a hurtadillas y por la espalda. Así se inician las guerras. — Culpó Matilde y siguió con su punto de vista.

 

—La mierda que habéis montado, aún se hará más lodo por las mentiras tan increíbles y poco palpables que le añades. ¿Es que te creías te ibas a quedar sin gente en tu nuevo restaurante? O es que veías peligrar tu liderazgo en la Cooperativa de Cocineros.

 

Lleva cuidado, que la gente no es tonta y se da cuenta de los movimientos raros que hacemos todos. De los generosos y de los impopulares. Acosó Matilde, ajustando la postura a Mónica.

 

—A estas alturas nos conocemos bien, y poco se puede disimular, entre la gente que sabe de buena tinta como pensamos. Te conocen y con eso te lo digo claro.

 

—Que quieres decir, con “Te lo digo todo”. —preguntó Mónica muy ofendida.

Queriendo que se lo aclarara, sin dejar pasar minuto a su amiga. Voceando desde el auricular del teléfono, al expresar sin esperarlo su interlocutora. Por la tangente, y con pocos modos. Y aún añadió un par de quejas que refrendó.

 

 —Es que tienes alguna cosa que decirme. ¡Ándele doña Matilde, sea valiente! Es que no sabes cómo hacerlo, o quieres sacarme de quicio para que te envíe donde pican los pollos. Y después tenerte que pedir perdón, como una arrepentida.

 

Matilde quiso desacelerar el canto de sirena de la afectada Mónica, que a pesar de su genio. Sabía que había fallado en su proceder. No lo había hecho con elegancia, y aquellos flecos trajeron sendas repercusiones, que enturbiaron al grupo de las mujeres dentro de la última sesión de cocineros. Asestándole un recadito, que tuvo que soportar la enfadada Mónica.

 

—Siempre me has dicho, que soy tu amiga, y que lo que deba decirte lo haga. Sin miramientos, y con más confianza si cabe, que a tu propia madre. Si con todo perjudica a tu persona…, pues mira que chasco.

Ahora que me decido y quiero alertarte de lo mal que quedaste frente al Máster de los cocineros el profesor Coreano Lyei Changaseis. Te ofendes como una colegiala, y encima crees que estás en posesión de toda la razón.

 

—Mujer no te salgas de madre y perdona—añadió Mónica—, que los abrazos y alaridos

 AyyyyyyyyyyCariño.  Que daba a diestro y siniestro. No eran sinceros, ni mucho menos.

Lo hacía de forma exagerada, para repetir la imagen que da la Madám para convencer a todos los amigos falsos que la rodean.

Dios nos libre caer en sus redes, porque saldremos indefectiblemente con los sobacos afeitados, y los pies en polvorosa. Y después, tendrá los santos gladiolos, en decir que ella, no ha sido la responsable. Echándole como siempre, las culpas a los demás.



Situación irreal, cuento 
para incrédulos.
Autor: Emilio Moreno
13 de septiembre 2024


 



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