martes, 30 de julio de 2024

Podemos confiar en el jefe.

 











Era media mañana y sin retrasos —pensaba Manuel— en aclarar su plan de actividades y dejar claras sus fechas de permisos y festivos pendientes.

Manuel Delgado está empleado en la empresa puntera, de motores de competición para autos de carreras. Torneos mundiales de la Fórmula Uno.

Lo primero que quiero tener en mis manos cavilaba para sus adentros Manuel.

Es el permiso de la festividad de octubre. Rubricado y firmado por Robert de Fernán, mi actual jefe. No quiero que después tengamos overbooking entre compañeros.

Esta autorización del puente del Pilar, la espero desde hace un año.

El resto de fechas de vacaciones, me da igual disfrutarlas antes o después, pero esta celebración quiero disfrutarla con mi gente.

 

Tenemos tal galimatías en el departamento, que nunca se sabe si llegaremos a fin de mes en plantilla. y seguía elucubrando a la vez que reactivaba el servidor del correo, que se había vuelto de nuevo a quedar frito.

Como vengo refiriendo constantemente, el trabajo me resbala cada día más.

Es una pena, pero no puedo hacer nada, porque no está en mi mano.

Todo lo que propongo, o no les gusta, o se quedan con la idea, para presentarla como proyecto suyo.

Presumiendo con los intendentes, y sacar a relucir un valor que no tienen.

Hay demasiados jefecillos ineptos, colocados por otros que aún son más incapaces, y llevan todo lo mal que pueden la marcha del oficio. Se detuvo en su fantasía, por atender una llamada de teléfonoy después sin más, siguió pensando en el tema que le ocupaba.

 

No debería ponerme nervioso ni preocuparme por nada. —Se meció su calvicie, y prosiguió con su matraca de especulaciones.

Mira que me esfuerzo y a fe de creer en mi trabajo de tantos años, no lo consigo. Aunque he de reconocer que cuesta mucho estar conforme con lo que hacemos. Me lo han puesto difícil y lo han hecho adrede. Están esperando el mínimo error, para ponerme de patitas en la calle.

Acostumbrado a una norma tan rígida y tan sin vibraciones, noto extrañeza.

Logrando la cifra de resultados que me imponen en cada ejercicio y consiguiendo los objetivos marcados.

De buenas a primeras todo cambia. Por supuesto llego a entenderlo, sin embargo, ahora con estos “mandamases” tan desmañados, novatos de poca usanza, quieran sacar adelante aquellos beneficios que se conseguían.

Nadie se rasga las vestiduras y así, de estas guisas es meramente imposible.

 

Todos hemos sido jóvenes y presumidos, cuando empezamos y sobre todo los que han ocupado mando. Pretendiendo demostrar las habilidades que llevan intrínsecas dentro de su sentido común. De todos modos, tropiezas con algunos que desestiman el compromiso personal de cada cual, como esfuerzo obsoleto o quizás no válido.

Consiguiendo su efluvio vanidoso, pretendiendo demostrar que son catedráticos, sin llegar a ser conscientes de las repercusiones que se juegan en los negocios.

De poco les sirve, ya que cuando han de defender su tesis, y enfrentarse a su director, sus piernas se vuelven ñoñas. Pifiándola por sus dudas, sus miedos y sus calamidades.

Es el tiempo de resultados, de beneficios y de atropellos.

Creen que manifestando una idea impensada solucionan el atasco y antes de analizarla, a los treinta segundos, ya la han cambiado.

 

Volvió a su realidad y se dijo para sí.

— ¡Bueno…bien! ¡Vale...!, a lo que íbamos.

Marcó el teléfono. El número de su responsable, y lo llamó, con la excusa de si sabía la noticia del cese de Vicente Cuadrado, un camarada suyo y un colega de todos.

Un jefazo de los buenos. De los que saben mandar y sobresalen por sus cualidades y por sus dotes personales. Un auténtico leader.

—Sabes algo del cese de Vicente— preguntó Manuel Delgado, esperando recibir una respuesta coherente, por parte de alguien que en su día había sido protegido por el ahora despedido. El mismo que lo propuso para el cargo que ahora ostentaba.

Le costó comenzar a hablar. Aunque conociéndole, después se acelera y saca el hígado por la boca, con improcedencias, no propias de una persona justa y de un jefe de su altura.

Su contestación fue inoportuna, temerosa y muy a la fuerza,

— No lo comentes demasiado. — respondió el jefe Robert de Fernand. — Creo que ha pedido la cuenta. Hace dos o tres días sin dar demasiadas explicaciones.

Anda y ves a contarle ese cuento a otro. Además, por qué no quieres que se comente. ¿Es posible que no sea el último? Te pregunto para que respondas. Insistió Manuel.

—No hombre. No es eso. Lo digo…— titubeante Robert. — Se calló sin decir ni media palabra. Aunque se le escuchaba su respiración al otro lado del auricular.

Al cabo de una pausa demasiado prolongada alcanzó. Prosiguiendo su alocución con esa voz de traicionero. Ese timbre vago de hipócrita, que no brota de la garganta con nitidez.

Ese tono característico de “Judas barato e insensible”, sin aclarar nada de lo sucedido, porque no es prudente o no sabe.

Hasta que al poco se envalentonó y de nuevo emitió vocablos sin sentido, queriendo llevar la conversación donde a él le interesaba. Evitando seguir por esa senda, y no ser golpeado con una nueva pregunta inadecuada.

Viendo que no respondía Robert, al suceso ocurrido con el despido de su protector Vicente Cuadrado, derivó su padecer en relación con la conformidad de su trabajo diario y la poca seriedad de los jefes de la nueva hornada, y esperó el punto de vista del jefe.

Es muy difícil, con tanta distancia, tener todo el negocio y a todos los currantes controlados.

— Estoy muy de acuerdo. — respondió el empleado Manuel—. Lo que no se puede tolerar, es a estas alturas de la profesión, “quieran comulgarte con ruedas de molino”. Abandonando lo que realmente es de importancia y quitándole mérito a lo que toda la vida ha sido negocio real. Para convencerte con esas aplicaciones que no digo sean pertinentes, pero sí; quitan el pan a bastantes empleados de esta oficina.

—Te veo como si quisieras salvar el mundo, y a lo peor.… Calló su comentario Robert y de repente quiso volver por otros derroteros.

— Quizás te refieras — interrumpió Manuel Delgado. — A que me están preparando el homenaje de excedente ejemplar, y me ponen de patitas en la calle. ¡Sin más!

No respondió Robert de Fernand. Todo aquel silencio era la respuesta a la vacilación.

 

Aprovechó para presentarle el documento para festivos, vía correo electrónico, que los concedió sin más dilación ni desacuerdo. Sabiendo que el puesto de trabajo, no queda desasistido.

Alguno de los tantos especialistas que nos rodean, hará las funciones superando con creces las mías, y con menos sueldo. — acabó pensando el solicitante,

—No te apures Manolo. Habló con una falsa amistad Don Robert de Fernand, y le digo a Conchita la secretaria, te mande firmados los permisos para ese puente del Pilar.

 

Toda aquella conversación despejó las ecuaciones. Las más sencillas y le dejó un pasillo bastante oscuro y largo hasta la hora de su jubilación.

La única perplejidad radica, en cómo estos “peces espada”. Estos llamados ejecutivos, subsisten tan poco tiempo en su puesto de trabajo, que no sabes nunca, si estarán presentes para verlo.

Lo mismo los largan a la calle, antes que empleados como Manuel, Pepe, o Miguel lleguen a la jubilación.

Confirmando dos cosas, referentes a su jefe, que jamás había valorado.

Durante todos los años que trabajó bajo sus órdenes, nunca le dio la espalda, sin fiarse jamás de él, ni de sus promesas. Falsas como el mismo Iscariote.

 

Aquel fin de semana de octubre, el de la celebración de la “Pilarica”, pudo disfrutarla con su familia, sin imaginar a la vuelta, le esperara una grata sorpresa.

Su jefe le había invitado a café para agradecerle todo el esfuerzo realizado durante tantos años y ofrecerle una salida digna de la empresa.




julio de 2024, dia 30
autor Emilio Moreno

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