Sabía que de un momento a otro se iba a desencadenar
una tragedia venial.
Aquella gente, no respetaba a su prójimo y se permitía
el lujo de hacer comentarios poco edificantes de cualquiera de las personas
componentes del Círculo de Artesanos.
Como siempre, la envidia presidía aquella desventura,
y los afectados, los últimos en enterarse de las cuitas de los llamados amigos
y compañeros.
Había presentado su nueva novela al certamen de la
ciudad, y aquella tesis prometía. Ya que antes de tomar aquella decisión, había
pasado por las manos de alguno de los mejores editores de la zona. Los que
querían hacerse con los derechos del relato.
El autor, sin la diligencia que normalmente se tiene, al
publicar los resultados de cada uno de los ensayos. Prefirió esperar y no
precipitarse.
Mandar su manuscrito a ese concurso, que parecía ser
de los más abiertos y de los que llevan la blancura y limpieza por bandera.
Con la seguridad de competir en buena liza, y de
entender, que este tipo de competiciones, siempre alberga alguna redacción, que
supera lo que con tanto esfuerzo se presenta.
Sin calcular, porque no venía a cuento, que el jurado
de aquella convocatoria lo dispuso el delegado de aquel concurso.
Interlocutor atento y a simple vista, parecía ser un
tipo delicado y competente. Demostrando después, con su actuación y decisiones,
ser el prototipo carente de escrúpulos y decencia.
Cumplidos los plazos establecidos de presentación,
todo estaba en manos del Tribunal de Enjuiciamiento, de las crónicas que cada
autor presentaba.
Se concedieron los laureles y coronas. El que resultó
ser ganador y destacado del ensayo, fue elogiado.
Con el trascurrir del tiempo. Supimos los afectados y
concurrentes. Que el ganador fue el prosista que presentó la obra más laxa y la
menos orquestada.
Sin detalles retóricos, falta de coherencias y sin exponer
alegatos, ni tesis que se pudiera ratificar como obra ficción.
Aquella situación anómala que se dio en el palacete
permitió intuir el tongo.
Por los despropósitos que resultaron en la entrega de
galardones, y la poca sintonía de la autenticidad.
Dejando el teatro y al conjunto de espectadores que presenciaron
el desarrollo, desmarcados y sin entender nada.
Por la poca certidumbre habilitada, permitiendo una
vez más el atropello y la falacia.
No se celebró jamás, ninguna edición de aquel exceso desconsiderado,
favorecido por el Círculo de Artesanos.
Pasados los años, se descubrió que el ganador y el
comisario, eran conocidos y residentes en plaza. Auténticos amigos. ¡Dios
los bendiga!
La tragedia, si es que se le puede denominar así. Con
el tiempo se transformó en jocosa y alegre.
La opereta “Non troppo”. Fue la risa que se desató en
todos los ámbitos literarios, y de cuantos habían participado en aquella acción.
En favor de las letras, que resultó ser otra patraña de organizadores
maculados.
0 comentarios:
Publicar un comentario