Se sentó en la butaca aquella tarde,
cansada de su labor. Ana quedó aturdida, perdiendo el compás del tiempo. En un
profundo sueño, que la llevó a otro lapso. A su infancia. A la estación en que
su abuela, le contaba historias. Unas de amor y otras de desencanto, pero todas
tenían aquella verdad íntima que le hacía vibrar su alma.
Recordando, en la fantasía del embrujo de
aquella tarde al quedar traspuesta, algo que vaticinó su nana. Poco antes de
partir en ese viaje que todos tenemos previsto, sin billete de retorno ni sabemos
el exacto momento en que nos llegará.
Era el día de Santa Ana y de San Joaquin,
y celebrando su festejo le adelantó a su nieta. Participándole que en un día preciso
como el de hoy.
Día de su onomástica, mirara al cielo y
pidiera tres imposibles.
Aquello que ella supiera a ciencia cierta,
fuera meramente inverosímil se cumpliera, y que cada año en esa fecha, lo
repitiera, una vez tras otra, como si fuese la primera vez.
La nieta, jamás cumplió el vaticinio dado
por su abuela, y en aquel trasvase sensorial.
Se le apareció aquella señora con el mismo
semblante como ella la recordaba. El porte que le perpetuaba, joven, y
agradable, con su tono de voz apacible, que le recordaba y que no usó porque
sin palabras le hizo perpetuar aquella noche tan señalada, tan vieja en el
tiempo, que jamás había rememorado.
Aprovechándole para decirle: Felicidades
Ana. Sabes de sobras que soy la abuela.
No te olvides de exigir los tres deseos incumplibles.
Cuando despertó tenía sensación de mal
estar, de haber truncado y no cumplir con aquello que le prometió a la madre de
su madre, y no por desidia.
No lo cumplió, por aquella falta de fe que
a veces le damos a los consejos que sabemos nos conviene, pero, en ese instante,
no los creemos propicios.
La aparición en aquel aboque de recuerdos,
tan solo le recordó las palabras que hacía bastantes lustros, había escuchado.
Felicidades Ana. No te olvides.
Aquellas palabras que tanto le habían repetido
y no podía recordar.
Cuales eran aquellos tres deseos que tanto
le había recalcado su abuela en su niñez.
Sí que los recuerda. ¡Claro que sí! Quizás
fingir es más fácil.
Muchos bienestares Ana.
Que lo pases muy genial
goces de tu onomástica
y todo sea especial.
Dicen los pobladores
de la época romana,
que a todas las mujeres
en su aniversario y santo
les brindaban afectivas
con abrazos tan profundos,
cercanía sensitiva.
Aunque no todo es real,
en este mundo infeliz,
jamás eres principal,
siempre hay algo más allá.
Que merece destacar,
y así debes percibir
No te alejes del perfil.
por ello te felicito.
Sin error y sin desliz,
y el deseo que solicito.
Felicidad para ti.
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