Era
lo suficientemente positiva, como para solucionar el más liado de los enredos.
Ella
no era para nada espiritual. Había estado casada pero se embarcaba en el
mercante Ciudad de Cavite, como el último recurso para olvidar su presente
inmediato y abrir una nueva vía de integración en tierras distintas.
Llevándose
el secreto consigo y dejar que la buena relación de su gente, siguiera su
curso.
Sin necesidad
de estar señalada, por el dedo crítico de nadie y con todo el derecho de
rehacer su destino.
Dolores
Castiza, conocida en su juventud; como la “catedrática”, por dedicarse a la
enseñanza desde muy jovencita, con sus primos, amigos, y vecinos.
Hasta
que lo hizo en la escuela. Tras acabar su carrera con mucho éxito.
En
la que conoció a un profesor ingenuo que le echó los tejos y se casaron, tan a
prisa que se arrepintió a las pocas semanas.
Dolores
tenía un carácter duro, y tampoco se dejaba acostumbrar por nadie, y menos por
el que fue su cónyuge. Durante un periodo tan corto, que ni tan siquiera
llegaron a conocerse. No se amaron nunca, y siempre hubo dudas.
Eran
extraños hasta en el catre y todos se preguntaban; como podían haber
transcurrido cuatro años, de aquella frígida alianza.
Serafín
un buen día se escapó a Santander, con otra mujer. Jovita.
Una
viuda de buen ver, oronda y preciosa, que le había echado los tejos con el
descaro de su propia lujuria.
Enredándolo
como se embrollan las madejas de lana, y sin decirlo ni a su anciana madre
desapareció. Sin dejar rastro ni lugar, y jamás supieron de él.
Concupiscente
y sin enredos, directa y convencida, Jovita lo llevó a su lecho, aprovechando
un exceso de lívido, para evitar que fuera jamás, amante de una esposa a la que
no quería.
Dejándose
Serafín colonizar por los regalos, y fiestas de la nueva musa. Que desde que la
disfrutaba, y por creer que estaba rebozada de capital, sería más fácil la
convivencia.
Acostumbrada
a gastar sin miramiento, sus billetes. Dinero que ayudaría al angelito, y que pensó,
resolverían los problemas de manutención de por vida.
Dado
que el capital que le había quedado a la viuda al morir su marido, resolvía la
papeleta, para los dos tortolitos.
Dolores
quedó sola y abandonada, en su Daroca natal, defendiendo el oficio y el cargo
de maestra, en la escuela de los Escolapios, lugar de trabajo que preservaba y
defendía, desde que se había licenciado.
La
profesora era una mujer con mucho carácter que no le asustaban las
dificultades, ni los contratiempos. Aunque con el abandono que sufrió, entró en
una especie de depresión, tomando en ocasiones más de lo aconsejado de la
botella de alcohol.
Intentando
evitar recuerdos de antaño y problemas de una incipiente depresión que la
amenazaba.
La
profesora Castiza, que rozaba muy poco los cuarenta años, se había mantenido
sin dar a luz, por la negación que tenía ella a ser madre.
Hasta
que aquella noche de vino y de cachondez, enredada con los traguitos, el meneo
de baile, el efluvio del licor, y la música. Llegaron los tocamientos irreverentes
que ella propinó a su cuñado. Mientras los dos habían emborrachado a Berta y la
dejaron en el sofá burlando su ebriedad.
Se
manosearon lo indescriptible hasta vivir un clímax inenarrable. Despertando juntos
y desnudos en la cama, con carantoñas, y besos afectivos. Mientras su hermana
dormía la mona, sin imaginar nada.
Ambos
al reaccionar no supieron que camino tomar, tras disfrutar de la mejor noche de
juerga y lividez que recordaban. Decidiendo callar de momento y disimular ante
los cercanos.
La
educadora de los Escolapios, había seducido a Tásimo, muy fácil. Bajándole los
pantalones y poniéndose ella misma a tiro. Consiguiendo que la fecundara de
inmediato sin imaginarlo, por el ansia que mantuvieron en la locura.
El
remordimiento por haber engañado a la buena de su hermana primogénita, hizo que
se replanteara su situación de futuro. Sin encontrar demasiadas salidas
honrosas.
Por
lo que debía poner distancia entre ella, y la familia, sin demora.
Evitando
dar explicaciones y solicitar indulgencias.
Ante
hechos ya sucedidos y con la imposibilidad de resarcirlos.
Además,
así mataba dos disgustos. El primero, ni siquiera llegaba a ser amargura. Siempre
que quedara silenciado. No era plato de buen gusto, recordar cómo embaucó al
cuñado y gozarlo como si le perteneciera y sin haber estado comedida en sus
actos.
Por
lo que urgía, dejar entre renglones lo sucedido, y poner distancia cuanto antes.
Entre
ella, Berta y su marido.
Dejando
de relacionarse con ellos, con excusas convincentes y evitar formar parte de un
trato habitual.
El
segundo de los sinsabores, posiblemente, el más peliagudo. Era confesar lo
sucedido a Berta. Aquella que siempre la había guiado y aconsejado, desde que
faltaban sus viejos.
Carecía
de fuerza y de justificación, para conseguir el perdón, por un acto tan
reprochable que con seguridad. Rompería el idilio, entre Berta y Tásimo.
—Pensaba Dolores. —Si se decidía a contarlo,
para quedar liberada del remordimiento y se lo revelaba a Berta.
Lo fácil
sería que se rompiesen las relaciones fraternas, entre ellas para siempre jamás,
y acabar, destrozando su matrimonio.
Por
un desliz sexual y casual, que habían disfrutado a espaldas de cualquier razón
—. Tras la elucubración sobradamente analizada, dejó pasar los días, que
transcurrieron con una celeridad inusitada.
Intentando
tomar el mejor fallo. Entre que le llegaba la infusión necesaria, notó serias
alteraciones en su cuerpo y en su organismo. Sospechando con certeza, que de
aquel regodeo apasionado y sexual, derivaban aquellas variaciones.
Se había
quedado en cinta. Guardó silencio, y aquel detalle, aceleró su decisión para
que jamás nadie, supiera de aquel suceso.
Así
que decidió, quedarse con su hijo, no exigir perdón a nadie y menos dar
explicaciones.
Manipuló
la consecuencia como ella sabía y resolvió llevando su idea original a término
en cuanto pudiera.
Conocedora
de aquellos viajes al Mundo Asiático, por una alumna suya, que también se
escapaba de Daroca, hizo viaje hacia Cartagena, donde tramitó su ingreso hacia
las Filipinas, sin dar a conocer su estado de maternidad, ni más razones ni
comentarios.
julio 2024, 17. año 2024
autor: E.Moreno.
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