Aquel componente del club, demostró ser
una persona floja y decepcionante y además permitió que su novia tomara parte, en
las decisiones de una sociedad, que hacía aguas por las envidias de según que
accionistas.
Fastidiando aquella pareja ilusa, con demasiada saña,
a la gente que no estaba de acuerdo con ellos, porque pudieran hacer sombra o
quitarle las luces a Fortunato.
Detalle que a esa pareja no le importaba lo más mínimo.
Con tal que ellos quedaran como los salvadores de la entidad.
Los dos estupendos, fingían siempre y daban besos a
diestro y siniestro. Para hacer creer a la gente que eran prodigiosos, y
serviciales. Que sus colegas y socios pensaran de ambos que eran un dúo digno.
Fortunato el mejor dirigente y Esmeralda, una mujer
entera digna y ejemplar, que le hacía una labor de encomio al novio.
Cuando realmente, con su cháchara estaba dejando a su
Fortunato, en el lugar indecente que le correspondía, y a la altura del mayor
de los cínicos.
Haciendo una labor de desgaste fatal al ejecutivo que
entonces dirigía los destinos de aquel Club.
Dejando mucho que desear, en la siembra de malos modos y mentiras. Simulando que era el jefe principal del consorcio. El responsable de la mala marcha en la relación entre los socios.
Por las imprecisiones y detalles nefastos que iba
sembrando su media costilla.
La ínclita y desesperante embustera, que muy lejos y fuera,
de preparación alguna y de intelecto. Entorpecía y generaba malos modos y fatal
ambiente entre los clientes de aquella comunidad.
Su falsedad llegaba a la altura de cualquier película
de intriga, ya que con toda la hipocresía del mundo actuaba.
Después de dar el último falso abrazo y el beso de
Judas, a la última persona que se cruzaba con ellos.
No les importaba el respeto, ni el apego del agasajo,
que falsamente repartían.
Menos aún, la verdad del hecho. Si podían lo incomodaban
y sin venir a cuento lo maltrataban por capricho.
Tan solo por la envidia, y por el encono que le tenían
a los semejantes, que demostraban ser normales, y no se dejaban convencer por la
pareja magnifica.
Así que, aprovechando la figura del último que se
cruzaba con ellos. Lo agarraban y lo estrujaban para besarlo como si les fuera
la vida, o más aún. Fueran familia allegada. Era un sainete, ver a estos
embusteros besar incluso a las farolas de la avenida. Con tal de intentar caer
bien y demostrarle al mundo, que como ellos dos, no había otros. Fingiendo ser la
buena gente que no eran.
Una vez eras besado y agarrado, se olvidaban y si
cabía y tenían la mínima oportunidad. Entraban a saco para criticarlo, sin
medida y sin compasión. Vituperándolos si cabía y dejarlos a caer de un
burro.
Quitándoles de facto, el mérito del beso y abrazo, que
pocos minutos antes, habían propinado.
Falsos como los duros sevillanos de la España de la
capa y el sombrero de ala ancha.
Los socios del club, que por cierto no eran timoratos. Ni poco atentos, se dieron cuenta que esa pareja, querían conseguir ser los próximos presidentes y directores del equipo. Empujando al que ahora representaba a la peña.
Rodeándose de gente inculta y no preparada como ellos,
para llevar aún más, si cabe al equipo al pozo tenebroso.
Con estos conceptos, disgustaron a muchas de las
personas que componían aquella compañía.
Las críticas entre individuos con puntos de vista
diferente. Se hicieron cada vez más preocupantes, inculcando mentiras y
estimaciones inexactas.
Hasta que consiguieron separar al gran grupo y generar
dos tendencias. Con el lema de los impotentes.
O conmigo, o con nadie.
El presidente que regía aquel equipo, parecía que no
veía el juego malabar de aquellos dicharacheros. Este director, con llenar el
campo y ganar socios, tenía bastante. El resto, insultos, prebendas, ofensas, y
demás cuitas. Lo traían al pairo.
Demostrando que aquella situación, que se cernía a la
vista de todos. Tan clara, le importaba una mierda.
Con tal que no lo pusieran en un brete, y lo
dispusieran como juez de todo lo que se estaba maquinando. Lo daba por bueno. De
esa forma evitaba tener que tomar una determinación, que permitiera la justicia
necesaria.
Este gobernante era un tipo sin fuste, que solo
pretendía hacer caja con las salidas del equipo y sumar créditos frente a los accionistas.
Quedar a poder ser, siempre como el Rey Salomón.
El Salomón de juguete.
Se formó la discusión, faltándose el respeto entre
alguno de los componentes del equipo de organización. Que hacía meses, se
tenían gana.
Se ofendieron sin sumisión y los insultos se
escucharon entre los jugadores y el público presente.
Humillándose de forma grave y soez, entre unos y otros.
Sin llegar a las manos, porque Dios no lo quiso.
Aunque hubo amenazas y tensiones, provocándose con
mala educación y dejando el respeto en las taquillas del vestuario.
El espectáculo que dieron los copropietarios de las
relaciones, fue de lo más impresentable y como era de suponer, llegó a los
oídos de los gerifaltes.
A los pocos días fueron llamados al orden, todos los
que habían participado. Entre ellos Fortunato, quizás el culpable de todas las
desgracias del equipo y por haber mantenido discusiones con varios de los
deportistas del Club.
Abriéndose una gestión, para averiguar y subsanar las
discrepancias que se montaron tras el miserable espectáculo.
Al señor Fortunato lo pusieron de patitas en la calle.
El equipo bajó de división y taladró las conciencias,
de muchos de los socios, que viendo aquel espectáculo habido, aprovecharon para
darse de baja.
Cuando son ellos los culpables, con sus
determinaciones, con sus prebendas y corrupción los que desenfocan la
permanencia de las entidades de postín
1 comentarios:
Me gusta mucho el relato creo entenderlo un abrazo para los dos
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