martes, 30 de julio de 2024

Podemos confiar en el jefe.

 











Era media mañana y sin retrasos —pensaba Manuel— en aclarar su plan de actividades y dejar claras sus fechas de permisos y festivos pendientes.

Manuel Delgado está empleado en la empresa puntera, de motores de competición para autos de carreras. Torneos mundiales de la Fórmula Uno.

Lo primero que quiero tener en mis manos cavilaba para sus adentros Manuel.

Es el permiso de la festividad de octubre. Rubricado y firmado por Robert de Fernán, mi actual jefe. No quiero que después tengamos overbooking entre compañeros.

Esta autorización del puente del Pilar, la espero desde hace un año.

El resto de fechas de vacaciones, me da igual disfrutarlas antes o después, pero esta celebración quiero disfrutarla con mi gente.

 

Tenemos tal galimatías en el departamento, que nunca se sabe si llegaremos a fin de mes en plantilla. y seguía elucubrando a la vez que reactivaba el servidor del correo, que se había vuelto de nuevo a quedar frito.

Como vengo refiriendo constantemente, el trabajo me resbala cada día más.

Es una pena, pero no puedo hacer nada, porque no está en mi mano.

Todo lo que propongo, o no les gusta, o se quedan con la idea, para presentarla como proyecto suyo.

Presumiendo con los intendentes, y sacar a relucir un valor que no tienen.

Hay demasiados jefecillos ineptos, colocados por otros que aún son más incapaces, y llevan todo lo mal que pueden la marcha del oficio. Se detuvo en su fantasía, por atender una llamada de teléfonoy después sin más, siguió pensando en el tema que le ocupaba.

 

No debería ponerme nervioso ni preocuparme por nada. —Se meció su calvicie, y prosiguió con su matraca de especulaciones.

Mira que me esfuerzo y a fe de creer en mi trabajo de tantos años, no lo consigo. Aunque he de reconocer que cuesta mucho estar conforme con lo que hacemos. Me lo han puesto difícil y lo han hecho adrede. Están esperando el mínimo error, para ponerme de patitas en la calle.

Acostumbrado a una norma tan rígida y tan sin vibraciones, noto extrañeza.

Logrando la cifra de resultados que me imponen en cada ejercicio y consiguiendo los objetivos marcados.

De buenas a primeras todo cambia. Por supuesto llego a entenderlo, sin embargo, ahora con estos “mandamases” tan desmañados, novatos de poca usanza, quieran sacar adelante aquellos beneficios que se conseguían.

Nadie se rasga las vestiduras y así, de estas guisas es meramente imposible.

 

Todos hemos sido jóvenes y presumidos, cuando empezamos y sobre todo los que han ocupado mando. Pretendiendo demostrar las habilidades que llevan intrínsecas dentro de su sentido común. De todos modos, tropiezas con algunos que desestiman el compromiso personal de cada cual, como esfuerzo obsoleto o quizás no válido.

Consiguiendo su efluvio vanidoso, pretendiendo demostrar que son catedráticos, sin llegar a ser conscientes de las repercusiones que se juegan en los negocios.

De poco les sirve, ya que cuando han de defender su tesis, y enfrentarse a su director, sus piernas se vuelven ñoñas. Pifiándola por sus dudas, sus miedos y sus calamidades.

Es el tiempo de resultados, de beneficios y de atropellos.

Creen que manifestando una idea impensada solucionan el atasco y antes de analizarla, a los treinta segundos, ya la han cambiado.

 

Volvió a su realidad y se dijo para sí.

— ¡Bueno…bien! ¡Vale...!, a lo que íbamos.

Marcó el teléfono. El número de su responsable, y lo llamó, con la excusa de si sabía la noticia del cese de Vicente Cuadrado, un camarada suyo y un colega de todos.

Un jefazo de los buenos. De los que saben mandar y sobresalen por sus cualidades y por sus dotes personales. Un auténtico leader.

—Sabes algo del cese de Vicente— preguntó Manuel Delgado, esperando recibir una respuesta coherente, por parte de alguien que en su día había sido protegido por el ahora despedido. El mismo que lo propuso para el cargo que ahora ostentaba.

Le costó comenzar a hablar. Aunque conociéndole, después se acelera y saca el hígado por la boca, con improcedencias, no propias de una persona justa y de un jefe de su altura.

Su contestación fue inoportuna, temerosa y muy a la fuerza,

— No lo comentes demasiado. — respondió el jefe Robert de Fernand. — Creo que ha pedido la cuenta. Hace dos o tres días sin dar demasiadas explicaciones.

Anda y ves a contarle ese cuento a otro. Además, por qué no quieres que se comente. ¿Es posible que no sea el último? Te pregunto para que respondas. Insistió Manuel.

—No hombre. No es eso. Lo digo…— titubeante Robert. — Se calló sin decir ni media palabra. Aunque se le escuchaba su respiración al otro lado del auricular.

Al cabo de una pausa demasiado prolongada alcanzó. Prosiguiendo su alocución con esa voz de traicionero. Ese timbre vago de hipócrita, que no brota de la garganta con nitidez.

Ese tono característico de “Judas barato e insensible”, sin aclarar nada de lo sucedido, porque no es prudente o no sabe.

Hasta que al poco se envalentonó y de nuevo emitió vocablos sin sentido, queriendo llevar la conversación donde a él le interesaba. Evitando seguir por esa senda, y no ser golpeado con una nueva pregunta inadecuada.

Viendo que no respondía Robert, al suceso ocurrido con el despido de su protector Vicente Cuadrado, derivó su padecer en relación con la conformidad de su trabajo diario y la poca seriedad de los jefes de la nueva hornada, y esperó el punto de vista del jefe.

Es muy difícil, con tanta distancia, tener todo el negocio y a todos los currantes controlados.

— Estoy muy de acuerdo. — respondió el empleado Manuel—. Lo que no se puede tolerar, es a estas alturas de la profesión, “quieran comulgarte con ruedas de molino”. Abandonando lo que realmente es de importancia y quitándole mérito a lo que toda la vida ha sido negocio real. Para convencerte con esas aplicaciones que no digo sean pertinentes, pero sí; quitan el pan a bastantes empleados de esta oficina.

—Te veo como si quisieras salvar el mundo, y a lo peor.… Calló su comentario Robert y de repente quiso volver por otros derroteros.

— Quizás te refieras — interrumpió Manuel Delgado. — A que me están preparando el homenaje de excedente ejemplar, y me ponen de patitas en la calle. ¡Sin más!

No respondió Robert de Fernand. Todo aquel silencio era la respuesta a la vacilación.

 

Aprovechó para presentarle el documento para festivos, vía correo electrónico, que los concedió sin más dilación ni desacuerdo. Sabiendo que el puesto de trabajo, no queda desasistido.

Alguno de los tantos especialistas que nos rodean, hará las funciones superando con creces las mías, y con menos sueldo. — acabó pensando el solicitante,

—No te apures Manolo. Habló con una falsa amistad Don Robert de Fernand, y le digo a Conchita la secretaria, te mande firmados los permisos para ese puente del Pilar.

 

Toda aquella conversación despejó las ecuaciones. Las más sencillas y le dejó un pasillo bastante oscuro y largo hasta la hora de su jubilación.

La única perplejidad radica, en cómo estos “peces espada”. Estos llamados ejecutivos, subsisten tan poco tiempo en su puesto de trabajo, que no sabes nunca, si estarán presentes para verlo.

Lo mismo los largan a la calle, antes que empleados como Manuel, Pepe, o Miguel lleguen a la jubilación.

Confirmando dos cosas, referentes a su jefe, que jamás había valorado.

Durante todos los años que trabajó bajo sus órdenes, nunca le dio la espalda, sin fiarse jamás de él, ni de sus promesas. Falsas como el mismo Iscariote.

 

Aquel fin de semana de octubre, el de la celebración de la “Pilarica”, pudo disfrutarla con su familia, sin imaginar a la vuelta, le esperara una grata sorpresa.

Su jefe le había invitado a café para agradecerle todo el esfuerzo realizado durante tantos años y ofrecerle una salida digna de la empresa.




julio de 2024, dia 30
autor Emilio Moreno

lunes, 29 de julio de 2024

Invisible para los comunes.

 




Aquella señora, doña Escolástica, adivinaba el pensamiento, sin que nadie conociera esa merced. Además, sin esfuerzos, preveía lo que pensabas con el pronóstico de un acierto del cien por ciento.

Si procedía y se lo proponía, podía saber que clase de vivencias había tenido cualquiera en el pasado, y aún más peliagudo si cabe. Saber cuál podría ser tu futuro exacto.

Incluso tirando de un poco de esfuerzo, sin demasiadas zarandajas ni teatros. Tan solo con un gesto incomprendido podía entrar en el mundo pretérito de quien se proponía.

De donde procedías, y como y de qué modo eran tus antepasados. Que clase de virtudes y deméritos te rodeaban.

Nunca había presumido, y menos aireado de esas disposiciones, que más que aptitudes, eran un don del cielo, que llevaba en sus genes.

Aunque de sus padres, era difícil pensar que lo había heredado. Sin tampoco tener certeza, porque eran personas muy cerradas y nunca habían abandonado su villa natal.

Tampoco habían destacado por nada, ni cursaron estudios.

De hecho, no eran gente cultivada, por no haber podido asistir a la escuela. Fueron almas sencillas y reservadas, en su deambular. No habían destacado por ser nada especiales.

Eran labriegos sencillos y no había sospechas, que hubiesen llegado desde una galaxia desconocida.

Contestaban por el nombre de Emeterio y Salustiana y ahí quedaba todo. Desconociendo ella, que fue escogida de entre todas.

Labradores en un pueblo del norte de Teruel, y todos sus ascendentes eran de la misma población.

Salustiana había sido en su juventud, una moza muy guapa, pretendida por todos los quintos y jóvenes del pueblo, pero siempre se mantuvo seria y comprometida, haciendo un caso extraordinario a sus padres. Que la habían prometido nada más nacer, con el que llegado el momento sería su esposo, y no era otro que Emeterio.

Ambos habían jugado de chiquitines, fueron juntos a la escuela, y en su mocedad, cada cual ayudaba en las faenas del campo y de los corrales. Aportando mano de obra, muy valiosa a sus padres. Hasta que una vez licenciado el joven, dispusieron que ambos se casarían, por estar enamorados.

Escogiendo un lugar cercano. Una ermita que llevaba cerrada cientos de años. Según dijo el presbítero que los uniría en matrimonio.

La ermita de los Poderes Sagrados, cerrada al culto desde tiempos inmemoriales.

Mantenía intactas sus bóvedas y rincones.

Faltos de limpieza ordinaria, pero completamente inmaculado en el tiempo.

Labores que emprendió la joven casadera, meses antes de celebrarse su matrimonio. Usando cada dos o tres días un tiempo, después de las faenas habituales de su casa, de la atención del sembrado en el huerto y el esmero con los animales de la cuadra, para ir limpiando y adecentando aquel lugar tan sagrado.

 

No tardó Salustiana después de su boda en quedar en estado.

A los cinco meses de casados, dio a luz la recién casada, a su primogénita Escolástica, con la solidez de una niña de año y medio. Además de una forma incomprendida, jamás lloró ni dio el trabajo que suele dar una recién nacida.

Aquella niña, era especial. A los seis meses hablaba como una adulta y caminaba y se desenvolvía como una fémina desarrollada.

Nadie sospechaba como se habían dado aquellas circunstancias tan anormales. Aunque Salustiana, mantuvo en secreto. En puro silencio, sin abrir la boca ni contarlo a nadie, sobre las rarezas que notaba cada vez que entraba en la ermita de los Poderes Sagrados.

 

Un bamboleo con viento profundo le arremangaba las vestiduras, hasta que cerraba tras de si el portón de la ermita. Notando rarezas en su bienestar, y erupciones en su cuerpo, con unos finales dichosos que le agradaban profundamente. Perdiendo el periodo, antes de su propia boda.

Emeterio y su esposa, fueron personas felices, criando a su hija como a las niñas del poblado, sin remilgos, y sin mimos. Creciendo feliz entre sus semejantes. Yendo al colegio sin destacar, a pesar que una fuerza imponderable la frenaba. No había explicación que obtener, ni que dar, porque ella no la necesitaba. Conocía los motivos.

Así se acostumbró a vivir, aunque la niña predecía los sucesos en el pueblo en silencio.

Conociendo la fecha exacta de la defunción de sus padres, fue preparando su marcha y despedida de la villa, para trasladarse a la ciudad. Intentando dirigir su vida, desde una amplitud más generosa.  

Escolástica, jamás se propuso aprovechar aquellos dones para ganarse la vida, porque no lo necesitaba, aunque si, verdaderamente hubiera podido usarlos.

Predecía con antelación, cuando iban a suceder los acontecimientos menos pensados. Los graves y funestos y los agradables y simpáticos.

Colaborando con la justicia en muchos casos, y con la medicina en otros, en pro de la ayuda a los semejantes. Sin dejar huellas en las coincidencias o hallazgos, que otros encontraban, a veces sin explicación.

Esos entes o personas que después del descubrimiento impensado, se lo apuntan como si hubiese sido revelación por su preparación y méritos.

 

Es muy fácil, que nos la encontremos, o quizás tropecemos con ella. Al salir de paseo, o en la fila de un comercio esperando turno.

No se da a conocer y jamás presume de nada.

Ahora es ya una abuelita adorable, y sin notarlo nos mira con agrado.




domingo, 28 de julio de 2024

Se dispensa a granel.

 










Calor y mi pesadez

insoportable aguantar

en el ambiente otra vez

mi ritual por soportar.

Pienso, y llega la vejez.

aparece sin llamar

veo en mi espejo la tez

por tu cuerpo desfilar

y la amplísima escasez

igual, nos hace temblar.

 

Siempre nos quejamos del tiempo, parece ser una máxima en los humanos, cuando no sabemos de qué hablar. 

Nos remitimos a la temperatura, al calor, y al frío. Algo relacionado con lo cercano a nuestro estado de ánimo, que sin dudar la temperatura corporal tienen mucho que ver.

Hoy pensaba en la poquísima paciencia que tengo con lo que no me concierne, y sin duda me rodean personas que me cuentan sus cuitas. Sus dificultades, que a veces no lo son, pero a ellos, se les hace una montaña.

Las resisto y en algún momento puedo llegar a entenderlo.

Ciertamente, si yo me pongo en sus zapatos, igual en algún momento de mi vida, he pasado por el mismo trance. 

Siendo  y sintiendo, algún padecer conocido. Sin poder solucionarlo.

El problema radica, cuando indagan, con esa máxima tan manida que se suele preguntar, para soportar el peso de nuestra propia responsabilidad.

Esa duda que de pronto dejan caer.

Mirándote a los ojos, como si fuesen besugos degollados y expresan…

Tú qué harías."... y sin más te meten dentro de su problema.

Teniéndole que responder casi sin meditar.

 

 

Me preguntas que haría,

tratando de posponer

un dilema que es el tuyo,

y así se resolvería.

Una duda que has de ver,

y te compete a ti solo.

tratando de repeler

tu decisión, ya tomada 

y sin querer entender

me adentras en tu pomada,

que te resuelva tu nudo

sin poderlo deshacer,

por grosero y cojonudo

y así tu poder creer

que no es tu problema.

Que ese aprieto es ajeno,

Con la mejor sencillez

 ¡Me pasas el padecer!

Te olvidas de tu entender

y así olvidas el yuyo.

 

¡Imposible concebir!

 

 


viernes, 26 de julio de 2024

Felicidades en tu onomástica

 






 

 

 

Se sentó en la butaca aquella tarde, cansada de su labor. Ana quedó aturdida, perdiendo el compás del tiempo. En un profundo sueño, que la llevó a otro lapso. A su infancia. A la estación en que su abuela, le contaba historias. Unas de amor y otras de desencanto, pero todas tenían aquella verdad íntima que le hacía vibrar su alma.

Recordando, en la fantasía del embrujo de aquella tarde al quedar traspuesta, algo que vaticinó su nana. Poco antes de partir en ese viaje que todos tenemos previsto, sin billete de retorno ni sabemos el exacto momento en que nos llegará.

Era el día de Santa Ana y de San Joaquin, y celebrando su festejo le adelantó a su nieta. Participándole que en un día preciso como el de hoy.

Día de su onomástica, mirara al cielo y pidiera tres imposibles.

Aquello que ella supiera a ciencia cierta, fuera meramente inverosímil se cumpliera, y que cada año en esa fecha, lo repitiera, una vez tras otra, como si fuese la primera vez.

La nieta, jamás cumplió el vaticinio dado por su abuela, y en aquel trasvase sensorial.

Se le apareció aquella señora con el mismo semblante como ella la recordaba. El porte que le perpetuaba, joven, y agradable, con su tono de voz apacible, que le recordaba y que no usó porque sin palabras le hizo perpetuar aquella noche tan señalada, tan vieja en el tiempo, que jamás había rememorado.

Aprovechándole para decirle: Felicidades Ana. Sabes de sobras que soy la abuela.

No te olvides de exigir los tres deseos incumplibles.

Cuando despertó tenía sensación de mal estar, de haber truncado y no cumplir con aquello que le prometió a la madre de su madre, y no por desidia.

No lo cumplió, por aquella falta de fe que a veces le damos a los consejos que sabemos nos conviene, pero, en ese instante, no los creemos propicios.

La aparición en aquel aboque de recuerdos, tan solo le recordó las palabras que hacía bastantes lustros, había escuchado.

Felicidades Ana. No te olvides.

Aquellas palabras que tanto le habían repetido y no podía recordar.

Cuales eran aquellos tres deseos que tanto le había recalcado su abuela en su niñez.

Sí que los recuerda. ¡Claro que sí! Quizás fingir es más fácil.

 



 Muchos bienestares Ana.

Que lo pases muy genial

goces de tu onomástica

y todo sea especial.

 

Dicen los pobladores

de la época romana,

que a todas las mujeres

en su aniversario y santo

les brindaban afectivas

con abrazos tan profundos,

cercanía sensitiva.

 

Aunque no todo es real,

en este mundo infeliz,

jamás eres principal,

siempre hay algo más allá.

Que merece destacar,

y así debes percibir

 

No te alejes del perfil.

por ello te felicito.

Sin error y sin desliz,

y el deseo que solicito.

Felicidad para ti.


lunes, 22 de julio de 2024

Un código para la ciudad.

 
















 

 

Así rezaba la noticia del vespertino editorial de la región del Peorpensar.

Cuando los residentes, de Piadosos del Sotillo, ni esperaban.

Nos sorprenden con esta noticia.

Los premiados son: Jeremías, Aquileo, Froilán, Ponciano, y Don Cipriano, el cura.

 

Nadie conocía semejante galardón, y menos los premiados.

Realmente son los vecinos predilectos del pueblo de Piadosos.

Nadie conoce el jurado que los escogió.

¿Será verdadera la noticia, o es un Fake News?

Como siempre ocurre, Dijo uno de los lectores del rotativo a su novia.

—¿Eligen a los más destacados?, y a los que ¿más lo merecen?

Por sus virtudes y sus desvelos. y siguió aportando.

Aunque te voy a revelar algo, que pocos saben y llegó a ser la comidilla del pueblo, tan solo hace dos o tres años. Nos enteramos de….

 

Jeremías tenía una hija afincada en la ciudad, que era la gestora de todos los movimientos administrativos, recaudación de impuestos y gestiones de negocio, que se daban en aquella ciudad de provincias.

Atendía a casi toda la vecindad, en sus declaraciones obligadas a la renta. Los vecinos, le depositaban toda su confianza financiera, bursátil y de ahorro. Y ella les pagaba con desconsideración, ya que por su lengua descocada e insolente, iba informando al padre, de los milagros de cada uno de sus clientes.

De cuantos meneos y pagas conseguían del patronato, los abonados discapacitados. Estipendios solicitados al estado y caudales conseguidos por beneficios estatales. De los autónomos adheridos a su gabinete. Circunstancias que se daban en ese, o aquel ciudadano del barrio. Con lo que Jeremías se nutría para sus cábalas y críticas, y cacarearlas en su partidita de naipes.

 

Se solía reunir con Aquileo, que a su vez, era padre de la doctora de cabecera, de aquella ciudad. La licenciada y curandera, que enviaba al hospital de la comarca a los enfermos necesitados de doctores especialistas.

Terminales o no, con este o aquel pronóstico y con las repercusiones futuras, que las usaba para nutrir a su papa y este tuviera conocimiento de quienes estaban enfermos, en mayor o menor medida y de las dolencias, que padecía fulano o mengano.

Tampoco dejaba en privado los daños de los que no estaban tan enfermos, insalubres o apestados. Los que entretenía con sus recetas, pócimas y ungüentos.

Otra profesional, que no sabía tener la boca cerrada. Ni respetar, aquello del juramento hipocrático. Compromiso que hacen una vez se licencian, para proteger y llevar en secreto, detalles afectos a sus pacientes.

Esa parte de la ética que asegura los deberes y preceptos, como es el derecho al secreto profesional, y a no divulgación de detalles íntimos.

Especialmente aquellos que son los afectos y rigen dentro de una actividad profesional.

Con esos datos el padre, Don Aquileo, divulgaba a su placer, lo que debiera tener callado.

 

Cada tarde, con ellos también solía quedar en sus partidas de dominó Don Froilán del Coso, padre del director de la Caja de Caudales de Piadosos del Sotillo, que como hacían las hijas de los amigos. Y para no ser menos, informaba a su papá, de cuantos movimientos dinerarios hacía el vecindario.

Cuanto cobraba Jaime Juan, por su invalidez, y que paga le daban a Mari Juana por su viudedad, además de los ingresos que percibía Cosme de su posesión en las Guayanas. Informándole de quienes eran los más adinerados de la urbe, para comparar aquello, que suelen comentar a groso modo entre ellos. Envidiando o criticando la situación de los demás.

 

Sin estar tan apegado a ellos, pero sí; de vez en cuando se juntaba en aquellas partidas de dominó, Don Ponciano, el padre del policía comarcal. Aquel que velaba por la paz y el orden de todo el territorio, y el que sabía de buena tinta, y se lo refería a su padre.

De cuantos delitos se cometían entre vecinos y los que se denunciaban, por abusos de género, agresiones que quedaban escondidas y en el anonimato.

Tratos vejatorios a mujeres del barrio, y la violencia vicaria que cada vez se daba con mayor frecuencia en ese pueblo. Que de piadoso tenía bien poco, y mucho dolor guardado en el soto del sotillo.

Denuncias varias y dolientes que se cometían en aquel perímetro.

Por lo que estaban vigilados, algunos, si no todos, de los que allí vivían, más o menos en paz y compaña.

 

También era asiduo a las timbas de juego, Don Cipriano. El cura párroco de la villa. Confesor de toda la diócesis, y coordinador de la fe.

Con un super secreto, que mantenía para no dar de que hablar a los parroquianos.

Padre de Dorita. La muchacha, que tiene en la rectoría como señorita de la limpieza. Junto al otro profundo nunca revelado. Muy aireado de siempre, y en conocimiento del Obispo. En relación al trato con Magdalena, su asistenta.

De la que se dice, es prima de don Cipriano, y en realidad es su pareja desde hace veinte años y hermana de la mamá de Dorita.

Un cura que además de ser devoto, es soplón. Dejando en duda los secretos de confidencia, por ser lenguaraz, y tener el músculo fácil, que además de humedecido lo mantiene suelto y engrasado, para contar episodios de los feligreses.

Que sin nombrar, apellidos, delata con pistas por todos conocidas. Haciendo chiste o guasa de las que son graciosas.

Cábala de las que son sensibles, e hipótesis de los deslices infames.

 

La han declarado la ciudad del encanto.

A la llamada Piadosos del Sotillo, que se ubica en la parte septentrional del meridiano palmario. A pocos metros de la razón concebida.

Le han dado un reconocimiento muy merecido. Escogiendo a cinco personajes dilectos de la urbe. Personajes esenciales, que dicen los entendidos.

La hacen grande, tranquila, y sosegada. El laurel de Ciudadanos Virtuosos.

Este año han recaído en las mencionadas personas.

Jeremías, Aquileo, Froilán, Ponciano, y Don Cipriano.

 

Otorgándoles el premio, que recibirán de manos del Consejero de Argumentos Terrestres.

Galardón, que los vecinos de Piadosos del  Sotillo, conceden a los escogidos por sus labores.




julio 2024, dia 22

E.Moreno.


viernes, 19 de julio de 2024

Sin dejar pistas.

 










El escarmiento dado por aquella mujer maltratada. Fue sonoro.

Violada y arrinconada por un esposo, que no merece ni el desprecio de una venganza truncada y por un padre, que la vendió como una mercancía tarada.

Alondra Sauquillo, se había hartado de las barbaridades soportadas, que su marido le infringía y lo asesinó.

 

No conseguía entender, al castigo que la sometió su padre.

Obligándola a casarse con un tipejo, tan solo por heredar, cien acres de labrantío yerto, unos míseros olivos y dos centenas de terneros.

Exigiendo, que olvidara al amor de su infancia. Porque no tenía donde caerse muerto.

 

Desorientada, por su corta edad y la inexperiencia de la imposición paternal. Soportó.

No supo reaccionar y nadie le ayudó. Permitiendo que la enredaran a sabiendas del fracaso, contrayendo aquella boda. Que en definitiva era la suya.

Cediendo a las disposiciones y deseos de sus padres, que ya habían medrado con otras hermanas, en beneficio de ellos.

Teniendo que dejar a un lado, al amor de toda la vida. Sin poder darle su cariño por la falta de comprensión de una gente, que tan solo tenía hijas para venderlas al primer postor, que les viniera con un patrimonio miserable.

Con ello, incluir en el seno de la estirpe. A un tipejo vicioso, puerco y sanguinario, como yerno. Aceptando incluso a sabiendas, el trato que le iba a dar a su propia hija, tan solo por conseguir la hacienda.

Aquella joven, se había desposado a la fuerza y la anatomía del esposo, le daba una repugnancia espeluznante. 

Fue como todo en aquel tiempo.  <porque lo digo yo Y no hay nada más que hablar>.

 

Si le gustaba bien, y si no. ¡Pues a callar!, y obedecer como tantas mocitas del entonces retrasado país.

Sometidas a unos patriarcas, que sin cariño alguno, y menos cultura se creían redentores. Llevando a sus niñas en muchos casos. A soportar las mismas desgracias, que habían tolerado ellos.  

Lo reglado, era esclavizarse por las ansias de sus mayores, y más cuando se trataba de conseguir aquel botín consensuado. Que llevaría su hija como premio, si se casaba con aquel truhan. Para disfrutarlo junto con las palizas y malos tratos que a bien seguro recibiría.

Estaba todo decidido. Así lo pactaron entre familias. Con mucha prisa, no fuera que alguno de ellos, perdiera interés y se quedara Alondra, “para vestir santos”.

Muy poco convencida y deprimida. Aceptó. Y aún y así, obligada, se unieron en matrimonio.

A Félix le daba igual, que lo amara o lo detestara. También se la habían adjudicado, sin poder escoger. La encontraba guapa y lo calentaba en las noches de invierno, dejándolo satisfecho. Le llevaba la casa, y atendía en el granero. Lo que necesitaba sin más.

Tampoco iba a cambiar sus aficiones con las rameras, el vino, el juego y la francachela. Cuando le parecía la montaba y a buen seguro le serviría para engendrar los hijos que necesitaba, para continuación del trabajo en el campo.

Jamás lo amó, y cuando trajinaba en su cuerpo. Le concedía lo que necesitaba, sin pasión. Cerraba los ojos y su lujuria excesiva, la llevaba a creer que la estaba amando Lucho.

Pensando en las preciosas escenas vividas juntos, en su adolescencia. Con el joven de la familia humilde que besaba sus labios, como los ángeles, y que no podía ser para Alondra por no tener un real que aportar a cambio.

Aquel niño esbelto que en un principio, le “bebía los vientos” y rompía las vergüenzas mal llevadas, para hacerla disfrutar. La esperaría hasta que retornara, para emprender una vida fuera de aquel pueblo.

Desde que contrajeron matrimonio Félix y Alondra tuvieron diferencias soportables.

Ella procuraba no atraerlo, ni apasionarlo para que no se le acercara. Aprovechando cualquier instante, para dejar pasar a Lucho y la acoplara, a espaldas de Félix, la familia y la gente.

Mostrándose con su marido con frecuencia—siendo mentira—enferma y descuidada para evitar despertar la gana de meneo, de aquel ordinario personaje. Al que le iban las brutalidades en la cama, el desprecio por lo romántico y la copulación desmedida.

Félix, además de llevar su hacienda, estaba empleado en el Ayuntamiento de Yecla, como recaudador y listero del cobro de impuestos, de esa población de la Región Murciana. En el último tiempo, se juntaba con gente poco ordenada, y el juego, lo sacaba de quicio. Habiendo contraído unas deudas importantes que le reclamaban los prestamistas.

El marido fuera de toda imaginación y sospecha, no daba señales de estar presionado por la mafia de la zona. y añadido a su chulería petulante preparaba un golpe de gracia. Que le permitiera sacar la cabeza de aquellos que le exigían el pago.

 

Alondra tras ver un nerviosismo poco acostumbrado en Félix, comenzó a seguirle cuando podía y ver qué clase de movimientos tenía. Ese deseo de espiarle, le llevó a conocer que preparaba un acto vandálico, con ayuda de alguno de sus allegados. Desconocía que Alondra lo perseguía desde hacía un tiempo y así, descubrió que Félix guardaba una copia de las llaves de la puerta del Consistorio, dentro de la alacena, en una de las rendijas de la despensa de la cocina.

Que atando cabos, pudo llegar a imaginarse que el enredo, tendría relación con algo que querría sustraer de la Municipalidad.

Con lo que llegó a una conclusión y ésta era, que sería para dar el golpe a la recaudación de impuestos, que debía sumarse a los haberes llegados desde Madrid, para los pagos y devengos a empleados. Montante de divisas en metálico muy importante en la cuantía.

Alondra observó que el atraco no lo preparó solo. Tenía ayudas externas conocidas, llevadas muy en silencio y en secreto. Hasta que llegara la hora cero.

Exigencias que por lo visto las partes requerían por si todo acababa en nada.

Deduciendo, en cuanto echó los cálculos de los plazos, que la fecha del robo sería en menos de una semana, por los términos y pagos a empleados y obreros de la alcaldía.

Por lo que mantuvo observado día y noche a su marido, para atropellarlo en su propia indecencia.

Aquella noche Félix Mondoño, iba a asaltar la caja de los efectos de valor del Cabildo.

Una vez que los guardias, habían depositado y resguar-dado debidamente, las sacas de efectivo. Llegadas desde la capital, con el fin de abonar el pago de salarios del personal, las ayudas de inválidos y pensiones, para los retirados jornaleros de la alcaldía.

Le pareció raro a Alondra, que aquella noche, saliera tan tarde su marido. Sin haber pasado por la taberna como lo solía hacer.

Algo le decía, que era la noche de la rapiña y disimulando, ni tan siquiera preguntó, al ver que no se despedía.

Ella no conocía, la cantidad de valijas que habían llegado, a las arcas del Concejo de Yecla, pero asimilaba en qué lugar las iba a depositar. Caso que las hurtara todas, y con picardía, la propia Alondra, lo siguió en su camino, para saber a qué atenerse.

Subiendo a la terraza del Cabildo para ver el itinerario que tomaba y observar el espectáculo. Desde donde divisaba los ventanales de la lonja. Y al no poder llevar a cabo, su magnicidio desde la distancia. Volvió a su casa, y se cambió de ropa. Disfrazándose de hombre. 

Sin olvidar recoger el trabuco, que guardaba el propio Félix en sus dominios, que usaba cuando iba de caza con su padre y un amigo tan andrajoso como él.

Cargó aquel arcabuz con postas nuevas, de las usadas para la caza del oso pardo. Saliendo a la calle y acercándose entre las sombras, tapada con su capa, y tocada con un sombrero de flanco extenso.

Llegó hasta la esquina del edificio del Ayuntamiento. Donde el asaltante, creía y confiaba, que sería aquella operación del robo, una transacción limpia y muy rápida.

Contando con la ayuda de la copia ilícita de llaves, conseguida de forma poco legítima, que guardaba en la alacena de la cocina.

Evitando la necesidad de forzar puertas y ventanas. Conocer el camino a seguir, sin necesitar el alumbrado, ya que al tratarse de su propio puesto de trabajo, sobradamente intuiría el trayecto.

Se lanzaron a consumarlo. Sus adláteres no descubiertos hasta ese momento, eran su hermano Lucas y su padre, Don Ezequiel. Hombres considerados regios y muy influyentes en Yecla.

Por piadosos y honrados caballeros, se les tenía. Cuando en realidad eran una pandilla de rufianes.

Entró Félix al caer la noche, abriendo los portones del lugar, y pronto, consiguiendo alcanzar y desvalijar las arcas.

Todo marchaba fino como la seda, y una vez consiguieron rescatar las valijas, y sacas, disimularon el lugar poniendo pruebas falsas, para confundir a los Civiles. Que pasadas las horas y consumado el acto, no sabrían por dónde comenzar con las pesquisas.

Félix estaba por comenzar el regreso a su casa, con una saca mediana de billetes de curso legal, sobre sus espaldas. Tan confiado como seguro, dejando el resto para sus ayudantes disimulados, en el zaguán de acceso al consistorio.

De buenas a primeras se escuchó una deflagración brutal, con disparo doble, procedente de aquel fusil de dos cañones, dejando a Félix, sobre la escalinata del acceso al edificio. Más muerto que su alegría.

Alondra Sauquillo, desdibujada bajo aquella capa, y tapada con aquel sombrero negro, recogió una de las dos bolsas. La menos manchada de sangre, pero de más peso y mejor nutrida de billetes. Y con las mismas, emprendió la escapatoria. Ella muy disfrazada y disimulada, llegó a su casa sin que nadie la viera, ni relacionara. Acostándose felizmente.

Antes que sus compinches recogieran las sacas del vestíbulo de entrada y emprendieran la huida. Escucharon el estruendo tremendo del trabuco al ser detonado. Los dos compañeros se asustaron y salieron pitando del lugar, pensando que algo salió mal.

 

Fue un escándalo, conocer que Félix, y sus parientes eran los ladrones de la Alcaldía. El revelo fue morrocotudo y la pobre Alondra, quedó muy sola y según todo el pueblo, desasistida.

Tan solo con las visitas furtivas que le hacía su bien amado Lucho, que desconocía todo el argumento de lo sucedido.

Del botín se recuperó casi la totalidad de las valijas, excepto una parte del dinero contenido en una de ellas, que fue ilocalizable, sin dejar pistas. Que en ningún tiempo se recuperó.

Jamás se supo quien disparó a boca de jarro contra el pobre Félix.

Pensaron que fue ajusticiado por algún arreglo de cuentas, de algún avieso desconocido. Posiblemente el que hizo desaparecer los billetes de curso legal, no encontrados.

 

Alondra quedó viuda muy joven, con gran desconsuelo y desamparo y con los comentarios que la gente le regalaba. Buscó un destino lejos de su Yecla natal y con el tiempo se supo que residía en Río de Janeiro con Lucho, su amor de toda la vida, que la esperó el tiempo que hubo menester.