Es divertido reírse de uno mismo,
con
la desfachatez del engreído
y
la honradez de estar muy poseído,
en
la normalidad de un espejismo.
Me
río de mí, por el fatalismo
que
se dibuja afín, sin ser creído.
De
mí; me mofo y quedo distraído,
por
esa idiotez en mi mecanismo.
Que
me arrastra dolido hacia mis penas
y
mitigo muy solo con mi risa
sin
notarse por ir roja en mis venas.
Reírme
de mi es la no sonrisa,
es
el dolor intenso en mis condenas,
por
mi acritud puntual. Sin ser sumisa.
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