Expuso
con decisión, la caporal de los mossos, al abnegado Edwin, que
atendía muy cordial y ya comenzando a no dar crédito a tanta bajeza
venida desde la actitud vejatoria de la hermana de Irene.
Por
el poco afecto y el escaso amparo, que ésta le negó en sus últimas
necesidades, en esta tierra.
Estando
ya muerta su hermana menor, en condiciones poco claras y con un lapso
de varias semanas, a la espera que algún familiar quisiera hacerse
cargo de sus restos mortales.
Ruindad
mostrada por Soledad, que parece increíble y que es veraz, dándose
como real en familias ordinarias, que se han criado bajo un mismo
techo y una misma batuta.
Por
unos padres muy normales, que amamantaron a sus hijos a la vez y que
nadie hubiese imaginado, llegaran a nutrirse como hermanos carnales,
con tanto odio, desprecio y desarraigo, como se daban en los
componentes de aquella saga.
La
mujer policía retomó de nuevo el relato y siguió narrando aquel
episodio a un hombre, que no sabía ni tan siquiera donde mirar, para
disimular sin embozos la vergüenza que sentía al admitir aquellas
manifestaciones.
Haciendo
un gesto venial para que Edwin prosiguiera atento a lo manifestado,
tras un acceso de tos inoportuno.
Siguió
arguyendo amablemente la caporal, mirándole a los ojos sin
pestañear.
__
Personados en la mencionada dirección, llegaron nuestros agentes
para informar de la situación.
Ella
misma Soledad Delapeire, les atendió con desfachatez y
desvergüenza. No queriendo en ningún momento de la exposición;
saber absolutamente nada de lo ocurrido ni como sucedió.
Ni
de la muerte, ni de todo lo que pudiera repercutir o representara a
la ya occisa Irene.
Con
claros efectos de repudia y fastidio, sin querer admitir desasosiego,
ni amparar a su propia hermana en la última hora. La de su muerte.
Notándose
mucha aspereza
hacia la difunta, cuando menos indiferencia y desdoro.
Detalle
que nos causó hilaridad y desconcierto__ comentó la agente__ sin
que nos diera ella misma, una excusa aceptable, ni cuando menos
defendible.
Solo
afirmaciones y negaciones, sin disponer de un fluido argumento con
nosotros, con una sensación de amargura que no era propio en una
mujer de su edad.
Usando
el más pobre de los diálogos, que pudiera esclarecer los motivos,
por los que negaba la atención a su hermana.
Al
final después de mucho rogar y mantenerse en sus convicciones, nos
ofreció un teléfono, que corresponde al de uno de los dos sobrinos,
que a la vez; uno de nuestros equipos de investigación habían
descubierto con antelación en el registro, de una parroquia de
Horta. La Iglesia de San Francisco Javier. De donde averiguaron los
datos que después nos hubieran valido para proseguir con las
pesquisas.
El
primer ítem hallado fue el de Ambruas, apadrinado y bautizado por
Soledad, siendo ésta su madrina, según constaba en el censo del
iglesia.
Dato
que ya, nos había dispensado la hermana de la difunta. El de su
sobrino Ambruas__ respiró la caporal Esmirna Custó, para seguir
exponiendo, con una sonrisa astuta y nociva.
__
Un año antes, y en el mismo índice de la misma Parroquia, reflejaba
la anotación del oto sobrino, que acristianado también en la misma
diócesis, constaba con detalles revelando a un tal Edwin.
Sacramentado
por poderes, de sus padrinos afincados en la Ciudad de México, y que
Soledad fue una de las autorizadas para tales fundamentos
eclesiásticos.
Ya
teníamos suficiente base para proseguir__ dijo contundente la agente
de los mossos__ y como más allegado, por ser ahijado decidimos,
fuera Ambruas el primero, en darle aviso.
Asimismo
coincidía con el que fue designado en primera instancia por la
propia Soledad, para que fueran a resolver el asunto.
Agentes
de la policía autonómica, viendo el poco arrebato que provocaba
aquella noticia y además imaginando el percal de lo que sucedía
entre todos ustedes__ añadió mirando al desencantado Edwin.
__
En lugar de visitarles la patrulla en persona y en su domicilio, le
llamaron al número de teléfono móvil, que Soledad nos había
suministrado.
Evitando
en tal caso, hacer un viaje sin respuestas o fuera sin efecto el
éxito de la visita__ respiró la señora Esmirna Custó.
Refiriendo
con una negación visible de su cabeza, el anuncio que tampoco, el
sobrino de Irene y Soledad, el señor Ambruas, quisiera atender a la
llamada de cooperación para que fuese el tutor, que se ocupara de
los despojos y detalles de su tía Irene.
Sin
atender en modo alguno, el planteamiento y la urgencia propuesta por
la policía, Ambruas, directamente nos desviaba la causa con excusas
indolentes sin enjundia citando__ la nula relación que mantenía
con Irene, desde hacía muchos años.
No
teniendo relación ni contacto familiar y que no sabía, ni quería
nada de ella.
Sin
tener relación personal, ni familiar en los últimos veinte años,
por lo que declinaba absolutamente el hacerse cargo del aviso, de las
costas y de los menesteres que derivaran de tal concepto__ Se detuvo
la caporal, riendo y diciendo descarada a Edwin, aquí es donde entra
usted como concreto responsable.
El
que realmente iba a asumir los efectos y el que tomara las decisiones
para darle incineración.
Hizo
la caporal un gesto gracioso con las cejas que servía para solicitar
la continuación del relato sin interrupciones.
__Dándonos
el teléfono y dirección de usted, y
diciéndonos de forma literal__:
con este sobrino, ¡Mi
hermano Edwin! Era
con el único que esa
presumida tenía
tratos.
Se
veían de cuando en vez, celebraban alguna fiesta de familia y solían
llamarse muy a menudo para departir alegrías y comer en familia.
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