Estaba
conversando con su mujer mientas desayunaban, en el
corazón
de la casa. La
cocina,
el
lugar de donde se marca
la
palpitación
de todos los que viven en el
hogar.
Sin
dudar el
espacio más utilizado
y el preferido a
la hora de reunirse
sin pretenderlo, mientras se come,
o se degusta una taza de café.
De
ahí, esos pensamientos y palabras, que estaban comenzando a nacer en
el entendimiento de Donald y que compartía
con Anne, tras haber
escuchado precisamente
por
el balcón de
aquella preciosa cocina, a
Emiliano
Pallarés un
vecino que recriminaba
a otro. Servando
Castell,
por la dejadez que mantenía en el tejado de su hotel.
Caserío
antiguo
transformado ahora, en refugio para turistas adinerados, que
daba justo enfrente de la puerta de la vivienda de éste su
vecino.
Advertencia
que daba Emiliano, por la poca atención que le prestaban al
mantenimiento
del establecimiento. Con
un
riesgo en
este caso,
de caída
de
cascotes
y
unas piedras mal
abrochadas
sin
fijación
definitiva,
que
a
su vez sostenían
un parapeto plastificado.
Evitando
que
penetraran
las filtraciones del agua
procedente de la lluvia. Sin
contar con la fuerza del viento, que sopla torpe
y con brío en
la zona y,
que
no es para dejarlo a la pura suerte, sin
el riesgo de accidente a los viandantes.
La
queja quedó extendida por el previsor señor Pallarés, que estaba
dentro de la razón.
La
calle no es demasiado ancha pero,
es
¡preciosa! En
una localidad rural, tranquila
e
inigualable.
El
entrono, guarda el regusto a lo antiguo, más que eso. Te
transporta a vidas imaginarias secretas dignas del encanto.
Sabor
a lo medieval, construida
alrededor del
siglo XIV. La
época florida
de
donde proceden esas arquitecturas.
Conservando
el gusto y las efemérides innatas en sus piedras, y
dejando en ellas el lenguaje y el sufrimiento de sus gentes.
Cuanto
tiempo ¡Dios! __ pensó Donald__, una vez se había quedado solo, en
el recinto, mientras su compañera Anne, había salido de aquella
cocina, para comenzar con las obligaciones de la limpieza del
hogar.
__
<<
Verdaderamente dentro de cincuenta años, muchos
de
nosotros
estaremos criando malvas>> __
Siguió elucubrando ya en otra síntesis, que le llevó a cerrar los
ojos para seguir soñando.
De
forma súbita, e inesperada le sobrevino el recuerdo dejandolo
fuera de frecuencia.
<<
Mi hijo, tendrá ochenta
y ocho años.
Su
hermana
noventa
y dos y
mi nieta justo cincuenta años y tres meses, recién
cumplidos.
Caso
de que la vida les respete la salud.>>__
La
ensoñación le dejó fuera de la
realidad y le llevó por derroteros que en ocasiones había visitado,
acompañado de la irrealidad y de la fantasía de aquel hombre, que
vivía ya casi, de los recuerdos. De
las historias y de los sueños que de vez en cuando le proporcionaba
el espíritu de la señorita Delicada de Sancho de
Aznar y
Ranza.
<<
Aquella
casa, la habían construido, sobre el año el año de 1473, poco
tiempo antes del descubrimiento de las Américas, por Cristóbal
Colon. Aprovechando
la edificación del Castillo, en colocar unas murallas de protección
a todos los habitantes de aquella Villa, incluyendo la fortificación
en lo más alto del pico del pueblo. Así quedó ubicada la vivienda,
la fenomenal casita del lado de la muralla.
En
aquellos días estaba
ocupada por una
familia feudal,
que estaba obligada a una serie de lazos que vinculaban a los
vasallos y los señores, que ocupaban como Barones las instalaciones
del Castillo.
En
todo el contorno, al
paramento de
piedras de sillería, que delimitaban el cerco protegido y las
afueras,
se establecieron viviendas, para el uso de todos los sirvientes de la
Baronía del
Señor.
La
Deidad, que
ocupaba las instalaciones del fortín, era de
un
personaje descendiente de Sancho
Ramírez de Aragón, más conocido como Sancho I.
Engendrado
con mujer ajena a
la estirpe familiar fueron
separados
del palacio de
las cercanías de Tudela
y de
sus hijos legítimos. Por
haber sido fecundado
con cierta criada que guapa era perseguida por el Señor Duque.
Al
ser hijo putativo la madre y
el
recién nacido,
fueron
aislados
de la corte y arrinconados
a muchas decenas de leguas, quedando cerca de las depresiones del
Ebro y llevado
el infante, una
vez dejó el pecho de crianza
a
un convento de clausura para ser atendido por
unas
monjas,
que le dieron la custodia y la educación.
Disfrutando
oficiosamente de
sueldos
y patriarcados que su padre había dejado para
su crecimiento y preparación. Dentro
de la Eclesiastés
de las monjas carmelitas descalzas,
y
ser educado
dentro de la religión pudiendo acceder a propiedades destinadas para
él,
en su momento.
Aquel
señor errante una
vez crecido y en batalla
ganó la ocupación
del
castillo de
aquella plaza.
Se
hizo fuerte
y
consolidó
su estadía siendo reconocido
y llamado vulgarmente como Ramiro
el
Intruso.
No
tenía
título nobiliario relacionado,
pero también
fue
renombrado
y designado como un
hombre de gran poder e
influencia en
la zona por
su valentía en la guerra y defensa de la población.
Tanto
así que tenía amistades
y
concubinato, con
tantas
mujeres como
deseara.
Siendo
apetecido por muchas más de las que el propio Ramiro se fijaba.
Entre
ellas una
mujer preciosa
que
había
vivido en tiempos en
la casa, donde Donald,
aquel
hombre dormido,
soñaba
y los espíritus le otorgaban la
magnifica
alucinación
como regalo de hechizo.>>
Donald,
seguía dentro de la elucubración,
inmerso en sus pensamientos lejos de la realidad y llenándose los
pulmones continuó
con su relato cerebral, sin el mínimo pesar.
<<
Una noche Ramiro bajó
la cuesta a buscar a Hermenegilda Aznar de Ranza, hija de su
ayudante y con la venia y
beneplácito de
su padre, y ateniéndose al derecho de pernada, tuvieron relaciones
sexuales durante
nueve noches consecutivas.
Con apasionamiento y fruición.
Con apasionamiento y fruición.
Derroche
de amoríos y anhelos inconfesables, que quedaron en el secreto más
intimo de aquellas paredes de la casa en cuestión.
Naciendo
de ese apareamiento
una niña a la que le pusieron por nombre Delicada
de Sancho y Aznar
de Ranza.
El
espíritu batiente
que busca libertad
en las noches oscuras
de
la
casa de la bajada de la curva del Carmen.>>
La
que adquirió siglos después
el actual propietario; Donald,
en
el año mil novecientos noventa y tantos
y desde ese momento y a menudo, es la que le imprime de recuerdos, de
anécdotas pasadas y vividas por Delicada de Sancho, al insigne y
reservado pensador.
Un
ruido de subir escalones despertó a Donald. Era
sencillamente Anne, su mujer
que mientras estaba barriendo la entrada de la primera planta de
la casa de la curva, oía
unos quejidos, que le parecieron ser de su propio compañero y acudía
preocupada a saber de que se trataba.
__
¿Estás bien Donald?
__
¡Claro!, me he quedado un poco traspuesto pensando en lo que
hablábamos antes de que salieras a tus ocupaciones.
__
Ahora que dices que te has quedado dormido__ Le confió Anne, a
Donald, con un tanto de incredulidad, por lo raro, pero
con cierto placer inducido.
Siguió
explicando o intentando hacerse entender, después de la noche tan ajetreada que tuvo aquella buena mujer.
__He
tenido esta noche pasada una pesadilla mas tonta__ siguió
argumentando Anne__ mira que duermo mal por las noches, pero jamás
me había ocurrido nada igual.
Esperó
unos instantes para proseguir mientras miraba a Donald, que
comprensivo imaginaba, manifestándole con mucha comprensión, algo que no esperaba.
__
¿No te habrás tropezado con Delicada de Sancho?
__
¡Sí
y tu como lo sabes! __ le
preguntó asustada__
Si dormías como un bendito. ¿Ya
me dirás que está pasando?
__
Y que te ha contado__ preguntó Donald__, porque algún mensaje te ha
dejado bien claro ¡Verdad!
__
Aún no entiendo nada, pero me ha dicho algo que verdaderamente tiene
pies y cabeza, y no me ha provocado ninguna zozobra__ prosiguió
Anne, indicando las frases que Delicada le regaló.
__
Has
cumplido años. Los
has disfrutado sin
percatarte.
No
se
sabe
jamás
hasta donde llegamos.
El
tiempo se
escapa para no volver.
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