martes, 22 de agosto de 2017

Lance con chascarrillo





Erase una vez, un grupo de personas que habían estado prácticamente toda su existencia juvenil mezclados. Eran compañeros, pero con ciertas atribuciones adquiridas.
Vinculados a una clase de profesionales con rango y mucho recurso, ademas de pertenecer a una de esas grandes y potentes empresas que aparentan ser madres putativas, o sea que les consideraba a todos hijos, sin serlo.
Por lo cual todos ellos se sentían amparados, bajo su marca y desde ahí arrancaban su orgullo al mundo.

Con lo cual, estaban sumamente imbuidos por esa razón social, a su empresa, con su exclusiva dedicación a ella.
La firma, que les daba de comer que; cualquier detalle unilateral, o vivencia que comenzaran, ya bien personal, familiar o relacional, les afectaba en el alma.

El nombre de esa falsa gran “Mamá”, siempre iba por delante.
Tanto era así, que muchos de ellos, respiraban en su nombre, creían ser los dueños de la misma y poco a poco iban creando una tela invisible, difícil de penetrar, para otros empleados, no tan empecinados como ellos, y quizás más listos.
En su tiempo diario de trabajo, todo era compartido, su vida era un préstamo sin final, sin apenas intereses.
Aparentemente sin excusas, sin secretos. Mujeres y hombres, sin ser de familia, dominaban los vericuetos de su alcoba, las economías de la casa, las vicisitudes y dificultades de cada uno de ellos.

Se criticaban ¡claro está!, pero de forma velada, y siempre intentando ser los mejores del grupo, admitiendo los pequeños fallos, a cambio de risas y pequeñas amenazas. Perdonándose entre ellos, esos chismes. Lo que contaba era la dedicación a la tarea diaria. Por eso eran los elegidos__decían ellos.

Era un paraíso terrenal, que llevado por los más líderes y derrochando tanta comprensión, pretendían que aquella vivencia les durara la vida entera.
Sin pensar que todos, absolutamente todos iban cumpliendo años y serían sustituidos, por otros que más jóvenes, resolverían los negocios tan importantes con otras miras, y con los mismos resultados.
Cambiando el contexto de ese proceder en el departamento de productos y asistencia a clientes externos y con un sueldo más exíguo.

Estaban ligados desde la mañana hasta la noche, siempre en contacto. Sabían unos de otros hasta los detalles más ínfimos de su existencia.
Entre ellos, los más afines habían salido muchas veces unidos en familia, avecinados a celebrar los éxitos familiares, nacimientos, comuniones, puestas de largo de las hijas, vacaciones y demás ilusiones.

Como es natural, entre algunos había más cordialidad y mas entendimiento que con otros, pero la realidad es que aquel grupo de personas solían tratarse tan a menudo como las circunstancias lo demandaban.

Permitiendo que el jefe, que a su vez lo miraban con un poco de encono, por no ser de la región, no hablar su dialecto idiomático y, porque se estaba trajinando a Virtudes, la encargada de facturación de proyectos técnicos.

Él casado, con su esposa de toda la vida y ella, con su marido. Un zapatero remendón, muy discreto y timorato.
Disimulaban jefe y empleada, pero no dejaban de verse y tocarse cuando podían, con el consentimiento de ambos.
Como los éxitos, los engaños, los líos, el sexo, y las cosas en general no suelen durar mas de cien años, llegó el punto que todo aquello finalizó de la manera mas hipócrita que humano pueda entender.

Comenzaron por un despido semi general, que partía de la gran “Mamá” la madre putativa. Aquella marca prestigiosa, ya no quería amparar a sus hijos, aquellos empleados, que creían ser su sangre roja.


Con énfasis político y con un breve discurso los puso en las colas, primero del paro y después de la jubilación anticipada.
¡Ángela María!, patrona de los incompetentes.
¡Trato inmerecido, a los afectados!
¡Que vida mas cruel!

Se quedaron con un palmo de narices, todos aquellos mercachifles, que pensando que el negocio era suyo, se lo arrebataban, por la cara.
Lamento de todos ellos, ahora se encontraban ofendidos, por no contar con ellos, más que para que fueran a firmar el finiquito a su respectiva oficina.

Se acabaron los contubernios. Término que puede aplicarse al tema, acabando de raíz aquellos pactos ilícitos, montados entre aquellos graciosos compañeros del alma, finalizando las conspiraciones u otros entendimientos que merecen repudio.

Un buen día cada uno se despertó en su cama, con su mujer y sin su gran tarea, la de representar a la marca que toda la vida, les había dado motivo para vivir, con un saneado sueldo.
Ya no era necesario, que el jefe, acosara a la empleada que facturaba los proyectos.

Aquel jefe, ya caduco estaba jubilado, y vive sin recuerdos con su esposa. Fue el primero en salir, para recoger todos los laureles y beneficios, los demás. Aquellos que creían ser la roja sangre, la savia espermatozoide de tantos negocios. Hacen la cola de la Seguridad Social.









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