Erase
una vez, un grupo de personas que habían estado prácticamente toda
su existencia juvenil mezclados. Eran compañeros, pero con ciertas
atribuciones adquiridas.
Vinculados
a una clase de profesionales con rango y mucho recurso, ademas de
pertenecer a una de esas grandes y potentes empresas que aparentan
ser madres putativas, o sea que les consideraba a todos hijos, sin
serlo.
Por
lo cual todos ellos se sentían amparados, bajo su marca y desde ahí
arrancaban su orgullo al mundo.
Con
lo cual, estaban sumamente imbuidos por esa razón social, a su
empresa, con su exclusiva dedicación a ella.
La
firma, que les daba de comer que; cualquier detalle unilateral, o
vivencia que comenzaran, ya bien personal, familiar o relacional, les
afectaba en el alma.
El
nombre de esa falsa gran “Mamá”, siempre iba por delante.
Tanto
era así, que muchos de ellos, respiraban en su nombre, creían ser
los dueños de la misma y poco a poco iban creando una tela
invisible, difícil de penetrar, para otros empleados, no tan
empecinados como ellos, y quizás más listos.
En
su tiempo diario de trabajo, todo era compartido, su vida era un
préstamo sin final, sin apenas intereses.
Aparentemente
sin excusas, sin secretos. Mujeres y hombres, sin ser de familia,
dominaban los vericuetos de su alcoba, las economías de la casa, las
vicisitudes y dificultades de cada uno de ellos.
Se
criticaban ¡claro está!, pero de forma velada, y siempre intentando
ser los mejores del grupo, admitiendo los pequeños fallos, a cambio
de risas y pequeñas amenazas. Perdonándose
entre ellos, esos chismes. Lo que contaba era la dedicación a la
tarea diaria. Por eso eran los elegidos__decían ellos.
Era
un paraíso terrenal, que llevado por los más líderes y derrochando
tanta comprensión, pretendían que aquella vivencia les durara la
vida entera.
Sin
pensar que todos, absolutamente todos iban cumpliendo años y serían
sustituidos, por otros que más jóvenes, resolverían
los negocios tan importantes
con otras miras, y
con los mismos resultados.
Cambiando
el contexto de ese proceder en el departamento de productos y
asistencia a clientes externos y
con un sueldo más exíguo.
Estaban
ligados desde la mañana hasta la noche, siempre en contacto. Sabían
unos de otros hasta los detalles más ínfimos de su existencia.
Entre
ellos, los más afines habían salido muchas veces unidos en familia,
avecinados a celebrar los éxitos familiares, nacimientos,
comuniones, puestas de largo de las hijas, vacaciones y demás
ilusiones.
Como
es natural, entre algunos había más cordialidad y mas entendimiento
que con otros, pero la realidad es que aquel grupo de personas solían
tratarse tan a menudo como las circunstancias lo demandaban.
Permitiendo
que el jefe, que a su vez lo miraban con un poco de encono, por no
ser de la región, no hablar su dialecto idiomático y, porque se
estaba trajinando a Virtudes, la encargada de facturación de
proyectos técnicos.
Él
casado, con su esposa de toda la vida y ella, con su marido. Un
zapatero remendón, muy discreto y timorato.
Disimulaban
jefe y empleada, pero no dejaban de verse y tocarse cuando podían,
con el consentimiento de ambos.
Como
los éxitos, los engaños, los líos, el sexo, y las cosas en general
no suelen durar mas de cien años, llegó el punto que todo aquello
finalizó de la manera mas hipócrita que humano pueda entender.
Comenzaron
por un despido semi general, que partía de la gran “Mamá” la
madre putativa. Aquella
marca prestigiosa,
ya no quería amparar a sus
hijos, aquellos
empleados, que creían ser su sangre roja.
Con
énfasis político
y con un breve discurso los puso en las colas, primero del paro y
después de la jubilación anticipada.
¡Ángela
María!, patrona de los incompetentes.
¡Trato
inmerecido, a los afectados!
¡Que
vida mas cruel!
Se
quedaron con un palmo de narices, todos aquellos mercachifles, que
pensando que el negocio era suyo, se lo arrebataban, por la cara.
Lamento
de todos ellos, ahora se encontraban ofendidos, por no contar con
ellos, más que para que fueran a firmar el finiquito a su respectiva
oficina.
Se
acabaron los contubernios. Término
que puede aplicarse al tema, acabando de raíz aquellos pactos
ilícitos, montados entre aquellos graciosos compañeros del alma,
finalizando las conspiraciones u otros entendimientos que merecen
repudio.
Un
buen día cada uno se despertó en su cama, con su mujer y sin su
gran tarea, la de representar a la marca que toda la vida, les había
dado motivo para vivir, con un saneado sueldo.
Ya
no era necesario, que el jefe, acosara a la empleada que facturaba
los proyectos.
Aquel
jefe, ya caduco estaba jubilado, y vive sin recuerdos con su esposa.
Fue el primero en salir, para recoger todos los laureles y
beneficios, los demás. Aquellos que creían ser la roja sangre, la
savia espermatozoide de tantos negocios. Hacen la cola de la
Seguridad Social.
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