Episodio cuatro
Los poetas lloran tinta_ episodio cuatro_
Continua del capitulo ant.
Fueron meses enloquecidos por la improvisación, y el denominador
común de la prisa, desatar las pasiones, los miedos, formalizar compromisos y
acelerar la marcha para conocerse y amarse a la luz de la luna, llevando el
cuidado y pulcritud de no dejar preñada a Reme, por decencia, conveniencia y
por aquello de dar explicaciones a la familia y no comenzar la casa por el
tejado.
Tiempo de disfrutar experiencias para después, más tarde
aplicarlas en sus fábulas, en sus comedias. Basándose en hábitos reales o
concordantes. Emplearlas en farsas ficticias por y como novelista, en rutinas
propias, existidas en su piel, advertidas como si fueran heridas reales, que
sangrantes dieran aquella credibilidad y
bañadas con el sudor del curtido hombre de mundo, las plasmara después en el
papel, con la maestría del mejor de los dramaturgos.
Sin percatarse llegó con precipitación la licencia del Ejército,
quedando liberado de los asuntos castrenses y que le dejaban dar a su vida un
enfoque personal, el que más le conviniera o quizás el que le tuviera preparado
el destino. Asunto que pretendía reconducir para conseguir todo aquello por lo
que soñaba, poder ponerse al teclado de una máquina de escribir y crear un
cuento, una historia o un escrito que alguien en algún lugar diferente, cualquiera
desconocido pudiera leer, comprender y
disfrutar.
La diplomatura de periodismo reluciente, otorgada por sus
estudios en la Universidad, no le facilitaba un trabajo fijo ni remunerado. Un salario
mensual, una fórmula para mantener gastos y débitos al abasto, para poder abordar
todos sus sueños vitales. Debía intentar y buscar aquello que le hiciera feliz
y que encima le proporcionara el sustento.
A partir de ese instante, que es cuando la necesidad aprieta y le
puso amargamente a prueba, le sobrevinieron las dudas.
Poniendo en tela de juicio lo relativo a su posibilidad de
ganarse el pan con su pluma, referente a lo que le interesaba conseguir, en
cuanto tiempo, y en qué forma.
Amor o gloria en solitario, verse aclamado por un triunfo que
esperaba desde hacía tantos años. Travesía que no tenía nada clara, hacerla
solo o acompañado de Reme, que era la hembra que en un principio le complacía,
pero que en un momento dado, le exigiría resultados.
Lucas seguía viviendo en la pensión de la calle Montevideo, y
tonteando desde hacía algún tiempo con Rosa una artista madura, con dos hijas,
la que de vez en cuando, le había planchado alguna camisa y llenado los
bolsillos con algún que otro duro para tabaco.
Este como pago en especias, la había llevado a su cama en las
noches de vértigo y de frenesí. Allanando a Rosa, en su efusiva promiscuidad
sobre las sabanas un tanto deslucidas de su catre.
Desahogando ella sus miserias fisiológicas, sus penurias de
olvidada, mientras que su compañero en la habitación contigua pernoctaba su
embriaguez, a sabiendas que era víctima de un lío consentido.
Un recreo del reportero que le mantuvo a flote, a falta de
familia cercana y que le ayudaba a pasar los largos inviernos, caliente en la
cama.
Tía Encarna, sabedora le había amenazado con echarle de la fonda
y notificárselo a Reme, así mismo hizo con Rosa, aquella mujer desertada por el
olvido y por la rabia. Consiguiendo que ambos dejaran de acostarse, acallando
las comidillas de la pensión y se buscaran los placeres fuera del recinto de la
casa de huéspedes de la cuesta de Montevideo.
No conseguía el trabajo
que le apetecía, nada le era digno a su valía, al tiempo que Reme apretaba en
lo del matrimonio, observando ya desde entonces que Lucas no sería precisamente
un buen cómplice, ni un buen esposo, que tendría que compartirlo con sus
amantes naturales, las letras y libros. Con sus ensayos, charlas y su
servilismo antinatural con todo aquel que lo sometiera y engañara con promesas
vanas dándole cualquier trabajo literario
Ellos ya hacía unos meses se habían prometido y Reme era la que
se las apañaba, para sacarlo de su estado de inmersión continuo y latente, para
llevarlo a la cama, poderle desnudar, calentarlo y conseguir le hiciera aquel
amor exprés que duraba un segundo.
Aunque la suplantara como casi siempre hacía, en el momento del
clímax. Al llegar el preciso instante del orgasmo, imaginaba copular con una
diosa Celta, tal princesa Cartaginesa y cual dómine Romana.
Deidades todas, cautivadas y prendadas con su pluma. Confundidas
en su mente y a pesar de ser ella, su novia la que yacía en aquella cama turca sobre
el somier de borra, que poseía en la pensión de la Tía Encarna, el cronista se
estaba cepillando en su interior a otra mujer.
Lucas, no prestaba señales de querer tomar responsabilidades con la joven. Decía él; como excusa, que debía esperar algo más de tiempo, a ver si algún editor importante le abastecía una vía libre para llevar a las rotativas tantas y buenas novelas interesantes que había escrito en el último periplo. Pretexto infantil, sin considerar todos los esfuerzos que hacía Reme, para con él.
Se negaba a comenzar una vida nueva con su compañera, al no
tener el trabajo digno que le permitiera mantenerla en casa, cuidando de su
hogar, dedicarse a los futuros hijos y todos esos menesteres que comporta la
creación de una nueva familia.
Transcurrieron dos años, muy cortos en el devanar del tiempo,
Lucas sin éxito buscaba aquello que pretendía para poder comer mejor, y
realizarse como autor de novelas fantásticas. Alternando sus firmados
literarios con la pesquisa de otros medios de subsistencia, presentaciones
obligadas a convocatorias y oposiciones generales del Estado. Opositando al
cuerpo de Correos y Telecomunicaciones, Diputaciones Provinciales, y diversas
entidades periodísticas de la ciudad
Además y por supuesto participar en certámenes poéticos y
concursos literarios con temas históricos, novelas esotéricas, relatos y
ensayo. Incluso poesías hechizadas.
Sin llegar jamás a ocupar plaza de burócrata, subalterno en alguna
de las direcciones generales ni tampoco ser nominado, finalista en este o aquel
simposio. Sin opción a publicar con garantía de ser leído. Dejando aparte el
interés escaso que las diversas editoriales, mostraban por su obra.
Ilusiones rotas que se fraguan cuando el escritor no estrena ni pública.
Tampoco pudo soñar con ventas exclusivas, ni reconocimientos humanos.
Trabajó como guionista en noticias de algún periódico local, sin
la suerte de poder entrar a formar parte de las filas de los fijos de
plantilla. Tocando todos los palos de su partitura personal, sin encontrar
aquella dulzura, aquella escala extraordinaria donde él se sintiera agradecido,
buscando su estrella galáctica, una de las cien mil millones existentes en el
universo, que no tropezaba con su singladura y que no estaba dispuesto a
renunciar.
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