Continua del capitulo ant. ...
Los poetas lloran tinta.
Viene del capítulo anterior.
Con
alevosía, de forma perruna por lo irracional y sin ninguna prisa lo iba
calentando, aplicando esa maestría del recato con que constituyen en sus actos
las mozas cuando persiguen un trofeo.
Con
su proceder cristiano, sin levantar malas impresiones, sin demostrar perfidia y con la feminidad que atesoran las
buenas prácticas.
Reme
iba consiguiendo su propósito, cuidando el qué dirán. De suma importancia para cualquier
cristiana. Tenerlo controlado se hacía imperativo, para la decencia y probidad
de su persona, y más ella, que aún estaba virgen. Aunque en el sexo y en la
guerra todo vale y siempre había que utilizar, aquella máxima vulgar_: “Si dicen que dizan, mientras no hazan”.
Las
actuaciones del afamado Ateneo Samboyano, eran de un prestigio sonado. Por
aquel establecimiento pasaban todos los artistas con renombre del cartelero
nacional, vedettes, malabaristas, tonadilleras, músicos, y como no, aquellos
conjuntos musicales, que ya comenzaban a proliferar y a sonar en las diferentes
cadenas de radiodifusión de la urbe, en especial la cadena no estatal, la
conocida por Sociedad Española de Radiodifusión.
Aquellos
boleros de Machín, ponían la sangre embravecida a Reme que ya provocaba
descaradamente a Lucas, con una sonrisa abierta y un lenguaje no verbal que
exclamaba ¡Ven y tómame!
Lucas,
timorato aún masticaba cual sería la forma más varonil para entrar a conversar
con aquella señorita, que ya lo tenía camelado.
La
tarde era especial, parecía casi el final de una etapa aburrida y sin gozos, y
el comienzo de una felicidad merecida. Alegrías
constantes y sexo a granel jugaban en la mente de Remedios, que notaba el
desborde de placer en aquel dubitativo joven sin experiencia. Los dos mojados
por la pasión ya se tocaban con los ojos. No había vuelta atrás. Lucas
sonriendo se acercó, y sin mediar casi palabra, la llevó al centro del
entarimado, asiéndole por un hombro, guiándola en el camino. Dándose cuenta que
ella quería ser arrullada de forma ostensible.
Inspirando
de su piel al protegerla hacia la pista de baile, el olor perfecto que transmitía.
Ese
olfato a secreción inmediata, tan agradable por confundir la transpiración con
la limpieza explosiva de la que presumía Reme y su aroma atrayente que irradiaba
inevitable. Directo a las pituitarias acechantes de su acompañante deseoso de
cualquier gesto o efluvio sensual.
La
dimensión del lindo cuerpo femenil de ella y la abstinencia de mujer en él, hacía mella en su vigor y le transmitía una
necesidad de gozarla tan briosa, que con la imaginación, la que posee un
inventor de diálogos, un mago de las palabras, se hacía la boca agua. Pensando
que en breves instantes la iba a estrechar en sus brazos, y podría invitar a
que la sensación de pasión se prolongara como mínimo durante aquella tarde.
La
música sonaba en plenitud y los esfínteres se ensanchaban dejando la ropa más
tibante que una herida cuando sana. Las canciones interpretadas eran de lo más
sugestivo para ambos, que buscaban ese incipiente cuerpo a cuerpo. Encajarse
entre las piernas, cercarse el busto a medida y con la presión justa, para
recibir y enviar placer. Calor y sofoco en Lucas, ardor y pasión en Reme.
Les
podían las ganas de tocarse con las yemas de los dedos, palparse con las
pupilas, enchufar sus caderas entre sí. Notarse los tolondros. Sus bultos enquistados crecían exagerados y latían con
ansia bajo la presión corpórea de sus vestidos.
Vivos,
nerviosos y atropellados, con la prisa del torero cobarde, que finaliza su
faena, pichando mil veces y con miedo al entrar a matar. Se masturbaban de
forma espiritual, ralentizando ese deleite intuitivo hasta dejar abortar la
delicia sin efecto.
Les
apetecía continuar disfrutando de sus momentos. Besarse irracionalmente
mientras los dos, cerraban los ojos, y se abandonaban a lo indecente, trazando
un deseo de usufructo corporal que les movía las entrañas. Un placer tan
efusivo que les restaba conciencia
El
propio ritmo de los boleros, ofrecían una gimnasia que mezclada con la música
les servía de nexo maravilloso de su felicidad.
Era
cuando la situación había perdido la cordura, ya no se podía dar marcha atrás,
imposible pensar con la cabeza, cuando las manos están palpando pecho, y nalgas
jugosas, notando nervios erectos y hormonas atropelladas buscando un embeleso
sin parangón. Tan carnal que desatendieron su conducta por la excitación.
Hasta
que el vigilante de pista del ateneo, aquel empleado circunspecto y místico, el
tan electo y célebre señor Clavell, notaba que alguna pareja hacía de las suyas.
Se acercaba diligente y abortaba tales desmanes en cuanto veía que podían estar
disfrutando más allá de lo que la censura consentía. Llamándoles al orden para
que volvieran al comportamiento acostumbrado en ese perímetro ovalado, usado
para bailar
Mandaban
los genitales, la vista se hizo miope, el oído de cemento, el sentido a flor de
piel y la prisa del furtivo, por querer acaparar en un santiamén, todo el
placer que da el éxtasis al ser acariciado por una hembra.
Sacudidas
arteriales procedentes del corazón que escondía Reme, detrás de aquellos
sujetadores blancos con aros metálicos, que resistían unos pezones puntiagudos,
queriendo emerger al viento, cuando cedían las carnes al ser elevada por aquel
fuego propagado, sin vistas a ser extinguido.
Perdían
la llaneza y la educación para transformarse en dos seres subyugados, al
encontrarse dentro del placer tan maravilloso. Morreándose, sin prisas y con un
tono algo salvaje, como el que usan los poseídos.
Atraídos
Reme y Lucas, avisados por segunda vez por Clavell, el astuto vigilante, se comportaron
temporalmente, volviendo a la cadencia melodiosa, que ya sin ser tan
protagonista por otros motivos, se escuchaba en segundo plano, dándose en la
pareja ese bienestar íntimo y húmedo que dejan al finalizar esos encuentros
libidinosos.
Lucas,
con esa mujer llena de vida y erotismo, a la que ansiaba conseguir, en ese
preciso instante, sin rechazos y sin el mínimo control, tenía los frenos desgastados.
Remedios,
excedida por la satisfacción con esa pujanza erótica con el hombre que la toqueteaba,
hubiera permitido cualquier meneo
erótico, que le hubiese sugerido. A pesar de la clandestinidad más lúgubre, con
tal de rematar aquella faena.
Bulleron
toda la tarde, porque bailar, ¡No! Enlazados y trabados como dos robustos e
inmorales amantes, sin el temor de ser advertidos por nadie que les perturbara,
compartiendo sus alientos por la cercanía de los labios y bocas, defiriendo ese
perfume de agua de lavanda que injertaba Reme, y esa loción en boga denominada
Floiid, emanada por Lucas.
La
pasión emergía con la energía y potencia vasodilatadora, que impregnaba cuño
varonil, que desprendía él y que admitía ella.
Continuará... en otro capítulo
To be continued from..
1 comentarios:
Una historia muy divertida. Nikitta.
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