Viene del Capítulo anterior
Publicado por
Emilio
en
6/11/2015 09:53:00 p. m.
Los poetas lloran tinta
Episodio nº 5
Comenzó a cerciorarse de cómo estaba planteado el mundo de la
edición y publicación, la naturaleza de las grandes rotativas y empresas
punteras de la divulgación. Quien era preferido, a quien debía arrimarse para
ser cobijado, y conocido.
Averiguar tendencias preferenciales y poder descollar aunque
publicase temas anodinos e intrascendentes, que no incumbían a nadie, pero que
le dieran sobre todas las cosas y llegado este momento, posibilidad de recursos
para comer.
Fingió y soportó mucha mierda para ser amigo de colegas que lo arrinconaban
por el mero hecho de disfrutar con la pena ajena y verle sufrir con la angustia
de un fracasado que se consume con el zumo del chasco, dispensado en el frasco
de las disculpas y que hace las veces de ponzoña lenta y corrosiva.
Se enfrentó con aquellos impresentables que les da miedo la
competencia, que solo entienden del “quítate
tú, para ponerme yo”, negándole oportunidades a su posible valía. No
ofreciendo éstos su mano, en su ayuda. Sin oportunidad ni opción, por aquello
de:” si acaso nos hace sombra”
Aprendió a bajarse los pantalones cada vez que fuera necesario.
Por costumbre y por capricho del señor editor, a riesgo de
perder la oportunidad de publicar nuevo título. Ensayó y consiguió sacudirse
más o menos bien, entre las ya afamadas plumas de primera fila de la época, sin
desentonar ni mostrar que en bastantes de los casos, estos privilegiados que se
jactaban no tenían cualidades. Estaban en la cúspide por el amparo de un amigo
político, un conocido empresario que le debía favores o por lo injusta, que es
la vida con según quién.
Interpretar de vez en cuando, con aquello en lo que no comulgaba.
Aplaudiendo tesis muy diferentes a sus criterios, por agradar a las tendencias,
por esa miserable coyuntura que esperaba del cielo y por conseguir alguna
migaja.
Pasó definitivamente a consumir del liquen de las esencias de
los poderosos libreros y agentes de las letras, de los encargos, de las
estrategias de tantos favores estériles y miserias para ser contratado por
alguno de aquellos grandes dramaturgos, que tanta enjundia dispensaban sin
merecerla. Todo por ser leído y valorado.
Intentando concentrar mejor su valía y dedicar su tiempo al
completo, su alma y su corazón a las letras como profesión. Se despidió de la
ferretería Casado justo en la confluencia y a veinte metros de la esquina de la
calle Mayor, confluencia con la plaza de Presas. Donde además de llevar la
teneduría, vender tornillos al peso, controlar el almacén. Trasfería llaves
para los alientos, cerraduras para el alma, y candados para las oportunidades.
Abandonando al señor Casado no sin dolor, cuando pidió el
finiquito. Era el momento; creyó él, dar un portazo y forzar su valentía,
dejando el empleo que le había medio mantenido hasta entonces. Renunciando a
todas las advertencias que el dueño, y fundador de aquella arcaica cacharrería
le había pronosticado y con la esperanza de un religioso vocacional y sin sueldo,
comenzó un nuevo registro y un modo diferente de tormento.
Instalándose en el pisito que habían adquirido con tanto
esfuerzo y algún que otro favoritismo de la asistenta social de la Cooperativa,
amiga íntima de Reme, para vivir una vez estuviesen casados. De esa manera lo
iba amueblando sin premuras y con el gusto que le permitía su economía, justa y
escasa.
Entretanto la futura esposa, prefirió seguir en la casa de sus
padres hasta que el cura les diera las bendiciones.
Preparando los trámites del casorio, se alimentaba y pagaba las
facturas y el alquiler con alguna biografía, cierta entrevista a comisión,
algún que otro cuento infantil, esta conferencia para el orador de turno, una
crónica para la revista de aquella agrupación. Dedicados protocolos
profesionales a los guionistas de una famosa enciclopedia, y algún que otro
escrito para el señor Bruguera, reconocido académico que estaba seco de ideas y
que editaba libros de aventuras y texto para alumnos del Bachillerato.
Ciertos ceremoniales literarios para catálogos del mundo
esotérico del cosmos, recetas de cocina para un espacio matinal de Radio
Barcelona, o algún que otro coloquio para una presentadora muy guapa, pero
bastante escasa de recursos culturales de la incipiente cadena de televisión.
Propagandas para la revista Aurora de Mundos, experta en dioses desconocidos,
gacetas elaboradas por gourmets en vinos de mesa y con auténtica categoría para
comensales de paladar extra.
Ediciones y guiones de diálogos para la película del reconocido entonces
cineasta catalán René Cabré y maravillosas letras para canciones del maestro
Augusto Altayó, traducciones de texto musical de Frank Sinatra, adaptadas a
grandes cantantes como Pepe Guardiola, Ramón Calduch y Bonet de San Pedro.
Emborronando a sueldo para otros autores iba mal viviendo, sin felicidad.
Contando además para la manutención y por suerte, con parte del
sueldo y horas extras de la ocupación que defendía Reme en una industria de los
alrededores. Empresa que fabricaba aparatos eléctricos, montando rotores de
máquinas pequeñas. A destajo, ganando primas y trabajando festivos, por el
necesario ahorro. Iban valiéndose mal que bien, afrontando lo que se les venía
encima.
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