viernes, 28 de junio de 2013

Murió en la playa



_ No sé cómo era mi padre, no le conocí. Nunca pude ver  qué cara tenia. No puedo recordarlo, murió según dicen cuando yo, tan solo tenía tres años_ pensaba en su remordimiento aquel hombre, que estaba ya casi en los noventa años y que veía llegar su partida definitiva_. Aunque creo, que todo lo que me contaron es mentira, no era cierto y si lo fue, es todo tan raro, que no me cuadra nada_, rumiaba mientras se retorcía de rabia.

 Hacía repaso de sus días, cuando ya era tarde para poder enmendar con según quien toda una existencia. Como si quisiera arreglar en media hora, todo el sufrimiento que había hecho pasar durante más de setenta años, por culpa de estos traumas que le rodeaban.

Confundido y viendo que todo aquel rencor que usó en su trayectoria, todo aquel desprecio, alejamiento; todas las heridas y miedos, no habían beneficiado su felicidad y tras tanto ego y tantos celos, se había perdido lo mejor de lo que llaman: vida.

_ ¿Dónde he de ir ahora, tan solo y olvidado? ¿A quién me voy a arrimar para que me escuche? ¿Quién coño va a cargar conmigo, con lo cabrón que he sido?_ Imaginaba a partir de aquel instante un recorrido rápido de memoria, con lo que había sufrido hasta entonces_. Un recurso humano, usar ésta práctica habitual,  cuando se  quieren aclarar a las preguntas que quizás no tienen respuesta.

Comenzando su navegación cerebral precisamente en el año 1928, cuando él contaba tres años de edad y cuando en aquella familia se energizaban las dificultades que llevaron a cabo todos estos padecimientos que analizaba.

Era el tercer hijo de Aurelio y Matilde, de los cinco que tuvieron el matrimonio Morante Mojica. El mayor de los hijos, Rafael, se licenció en medicina, el segundo: Gonzalo, fue director del Arsenal, tras haber cursado la carrera de abogado. Habiendo participado en los jaleos de África, con la flota de marina, y en la guerra contra los Estados Unidos, conflicto conocido como “El desastre del 98” o, guerra de Cuba. El tercero de los nacidos Eusebio, cursó la carrera de Intendente de Prensa con especialidad de corresponsal de guerra, dedicado a los reportajes sociales en su tiempo libre, distinguiéndose como informador especial de la Armada Naval.

El cuarteto lo constituyó Matilde, una niña, que como se solía hacer en aquella época la dedicaban a las labores del hogar, la plancha, limpieza, la cocina, y todo lo dimanante de una tarea dedicada a los demás, pues poca o ninguna carrera estudiaban las mujeres en el seno de aquella distinguida familia. La casaron con un fotógrafo de la ciudad portuaria. Un tal Alfonso, gran profesional y persona, que vivió al lado de su Matilde, hasta el final de sus días.

Cerraba la tanda de los hijos: Buenaventura, otra mujer más en aquella estirpe que además de todas la labores y sinsabores;  quedó soltera y vivió hasta hacerse muy anciana cuidando de sus hermanos y sobrinos.

Procedían de una familia pudiente de la ciudad, armadores y marinos mercantes, sin embargo pocos gestos cariñosos y amables recibió Eusebio y su familia, que una vez murió, les dejaron a la voluntad drástica del destino. A una perdición segura.

Escasos datos creíbles y verdaderos pudo acumular Paco, en lo referente a sus antepasados cercanos, por lo que muchos de ellos son falsos, e inexactos. Barrera en la que tuvo que parapetarse para que los demás no le hicieran trizas. Este hombre taciturno, que a sus casi noventa años y después de tantos resentimientos, quería ver una luz en todo aquel misterio antes de morir, para justificar toda aquella miseria y creer en algo.

¿Dónde quedaron, los hermanos del padre? ¿Ellos podían socorrerles? ¿Tenían contacto y se estimaban? ¿Y los abuelos Aurelio y Matilde? ¿Tan poco se pueden querer a unos nietos? ¿De dónde provienen todas estas dudas?_ se preguntaba Paco, en su soledad más doliente.

Eusebio, era mi padre_ pensaba y creía Paco, no sin sus dudas, mientras miraba fotos en blanco y negro de principios de siglo_, hijo de Aurelio y de Matilde, todos ellos censados en la ciudad y de buenas a primeras, que debió pasar, para que haya existido esta disyunción.

Por parte de mi madre_ persistía en sus cábalas atormentado_, aún tengo menos datos. María, hija de ¿Quiénes? ¿De dónde procede? ¿Cómo se conocieron?_ No lo había sabido jamás, por ello lo inventaba, cuando alguien preguntaba al respecto. Quería creerlo él mismo, y a veces confundía estas tribulaciones por pura especulación, nunca tuvo una seguridad al respecto.

Inexplicable, el que nadie le contara sobre sus padres, ningún pariente, prima o allegado más o menos cercano le explicara algún detalle de la procedencia de su madre. Jamás reconocieron a María como esposa de Eusebio. Su matrimonio fue corto, pero intenso en la relación, tuvieron dos hijos: Palmira y Paco, y ambos han callado siempre.

 

Al finalizar un día de playa y campo Eusebio, venía con una bicicleta por aquellos caminos y barbechos tras una fantástica jornada al aire libre, que fueron a celebrar con unos conocidos a las costas mediterráneas cercanas a su ciudad. Dado que se habían sumado unas personas amigas y cercanas al festejo de la “chuletada”, eran demasiados, y llegada la hora del regreso no había plaza para todos en el Hispano Suiza, con matrícula: MU5502.

El coche que les había llevado hasta aquella cala no muy cercana de la ciudad, estaba lleno, por lo que Eusebio decidió volver a la villa, montado sobre una bicicleta que venía guardada en el guarda equipajes del vehículo; propiedad de los amigos. Lo conducía Cosme el dueño del “Hispano”, con las mujeres y todos los críos de la caterva. Además de aquellos que se sumaron y dejaron sin plaza a Eusebio.

Nadie sabe a ciencia cierta ni se sabrá jamás lo que ocurrió aquella tarde nefasta, ni como ocurrió realmente el accidente, ni si Eusebio sufrió mucho o, murió en el acto. Cuando se despeñó por uno de los muchos desfiladeros que en aquel entorno había, entre aquellos raquíticos caminos y las depresiones geográficas.

Aquel Hispano Suiza, bajo una intensa lluvia llegó a la ciudad, al domicilio de María con sus hijos: Palmira y Paco. En la calle de San Cristóbal larga, nº 57. El matrimonio de amigos que les acompañaba esperó por tiempo prudencial, al ver que Eusebio tardaba en aparecer, decidieron por fin repartir a todos los niños que portaban y a sus madres en sus respectivos hogares.  Se despidieron hasta otra ocasión, dejando a María con sus dos niños esperando a su padre que regresaba a lomos de una bicicleta prestada.

Las horas se hicieron larguísimas y encubridoras del suceso, llegadas las doce de la noche y viendo que Eusebio no daba señales, se montó un retén mínimo para ir en busca del ya desaparecido. Pensando que igual, había quedado por avería, o por indisposición en uno de los recovecos del camino.

Noche cerrada y tenebrosa. No amparaba ni siquiera a los voluntariosos vecinos que se alzaron en busca de Eusebio, aun y con las inclemencias del clima. Tras una búsqueda intensa y organizada, nadie vio nada, ni bicicleta, ni hombre, ni accidente en el barbecho; ni detalle que les permitiera dar con una pista debido al caudal de agua que había arrojado aquella tempestad.

Pasada una semana, fue cuando hallaron el cuerpo sin vida de Eusebio y una bicicleta destrozada, en uno de los barrancos de la zona… Dentro del municipio de Cartagena,  en una zona situada entre El Portus y Cala Aguilar.

El siniestro ofrecía muestras de que Eusebio, no había sufrido demasiado, al caer, despeñándose por el acantilado se desnucó quedando entre unas espesuras, que por obra de la gran avalancha de agua, cubrió de matojos y de basuras, haciendo la búsqueda inacabable

Dando sepultura cerca del Panteón de Isaac Peral; en el Cementerio de Nuestra Señora de los Remedios, a Eusebio, a sus 38 años de edad, tras el inoportuno accidente. Sus afligidos asistieron al sepelio desde la casa mortuoria, San Cristóbal larga, nº 57

La distancia el contacto y el trato se deshilacharon por completo al tener que emigrar María a Barcelona con dos hijos y otro que tuvo de otra relación_. Los hijos afirman que María, se volvió a casar, con un tal Antonio, pero nadie pudo comprobar ese dato. ¿Habrían sido estos los motivos? Por los que los padres y hermanos de Eusebio, ¿no se relacionaran con María?

La necesidad obliga, lo cual es posible que María y Antonio, solo estuvieran amancebados y de ese trato naciera Miguel. Una nueva boca para alimentar por tan solo el esfuerzo de una mujer.

Antonio Burguete, un ayudante del Comisionado del Puerto Mercante de Cartagena. Persona que tampoco acompañó demasiado a María_ Hay quien dice que también murió al poco tiempo del nacimiento de Miguel.

Se esfumó de su lado en corto espacio de tiempo, puesto que cuando emigraron a Barcelona, el tal Antonio ya no estaba con ellos, ni les acompañó, ni ayudó a establecerse en la ciudad de amparo.

Igual Paco, no sabe de la misa la media, y si lo sabe, prefiere llevárselo con él a la tumba. ¿Vale la pena guardar tanto dolor, durante tanto tiempo?

¡Debe de haber un modo inteligente de explicar las penas!  Tan solo por el hecho de quemar los remordimientos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

QUE HISTORIA MAS BONITA Y TIERNA. NIKITTA.

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