jueves, 20 de junio de 2013

Textura alada


Parecía la cenicienta del cuento, estaba al cargo de cuatro adolescentes, tres suyos y una prestada, amiga del hijo, quienes llegaron a la casa, primero para pasar este fin de semana en la torre y después desaparecer con buen viento. Sin despedidas, sin más que un adiós no pronunciado.
 

Aquella mujer imaginaba se estaba confesando con un camarada lejano, que además ni siquiera conocía. Igual era un afecto de esos imperceptibles que se asumen ahora llamados modernos; o por el contrario, era una elucubración propia del deseo de poder compartir con su otro yo.

Como una nueva sensación, que le hacía de paño de lágrimas y que a la vez, dejaba a su persona tranquila y sosegada.  

Pretendía llegar a comprender algo, el porqué de su situación, dado que el padecimiento que soportaba en momentos se hacía irresistible. Ella, además de ser una persona abierta y confiada, tampoco aireaba sus interioridades con cualquiera;  para hacerlo, debía tener cierta confianza y haber reconocido valores que ni se miden, ni se pesan, ni se huelen. 

Delirando todo lo que refleja su pensamiento inmediato. Como si estuviera meditando, quizás ni sabía bien lo que estaba haciendo, ni qué tipo de angustias tenía. Quedó traspuesta sobre aquel diván del salón diciendo…
 

_ Desperté de sueños tranquilos, los cuales no recuerdo demasiado precisa, es como si me rozara la sensación de una textura alada, el aroma de un café ¡Uhm! al  cual soy adicta y el susurro de una voz con tintes y tonos diferentes, desde acariciantes a rebeldes, como discutiendo algo con alguien y después la sinceridad como siempre y la dulzura de una narración que contenía un terrón de azúcar pidiéndome al final el pago de una historia_ se decía a si misma perezosa y engreída_. 

Ahorrándome tres pueblos_ seguía expresando muy tranquila y con tintes chistosos_, despego del momento, en que yéndole bien a él económicamente se suma su cambio de personalidad y actitud, infidelidades con mujeres, amigas íntimas de nuestro grupo y desconocidas buscadas en los antros menos indicados_. En referencia a su hombre, que recién acababa su relación de pareja. 

Es alguien con muy poco valor y menos autoestima_ y me refiero a mi ex pareja_, con muchos complejos y esos errores de los cuales le advertí en su momento que fueron causa de tantos conflictos y pesares, donde mis pesadillas ocasionales le advertían tener cuidado.

Cuestiones que ignoró y que nos llevaron al momento terrible de un día aciago del que pretendo olvidar cuanto antes.

Desde no sé qué tiempo la delincuencia en el país estaba focalizada en las grandes ciudades y en contadas regiones y provincias pero Monte Ibero donde yo residía era un sitio tranquilo, turístico y donde mucha gente vive o veranea, por esa misma serenidad; sin embargo desde un tiempo atrás la inseguridad se disparó a todas las villas, inimaginables e indistintas. Cuando el tráfico de mujeres, comercio de narcóticos, y del negocio de órganos humanos tomó significación. De pronto escuchabas noticias locales del ajuste de cuentas, de secuestros de turistas con rescates impensables, de robos a mano armada, de asaltos con intimidación donde menos te imaginabas. 

Por incremento familiar dentro de la misma comarca tuve mudanzas. Las dos primeras fueron temporales, la tercera fue a la localidad de Azarea,  a diez minutos de la capital y donde monté mi negocio, heredado de mis padres y abuelos.  El que construí en sus inicios con el apoyo del entonces mi compañero Jeremías y, que atendía a tiempo parcial,  pues me dedicaba a otras ocupaciones que también me daban pingües beneficios al final de mes, con lo que la economía estaba saneada, y además de ahorrar, podía afrontar los muchos gastos que de forma perpetua existen. Además del costo a distancia en una empresa de productos de belleza, también de mi propiedad exclusiva. 

Dejé Azarea presionada por Jeremías, ya que al sufrir tres asaltos en la joyería insistía que al estar siempre sola o acompañada de mis hijos la inseguridad estaba disfrazada y me dejé convencer. Tras cuarenta y ocho meses de vacilación en Azarea regresé a Monte Ibero, el lugar donde iniciamos la aventura económica. 

Sola y desasistida siempre he estado, ya sin negocios apenas, me dedicaba a lo preciso con mis hijos y familia cercana, daba alguna charla de cocina en uno de los cursos de la población, ya que me contrataron como profesora adjunta y así iba desarrollando mis días, con esa tranquilidad, que dan las jornadas programadas.
 

Se acababa el verano y seguía con mi vida monótona, celebrando charlas locales y regionales y disfrutando todo lo que podía y más. En esos días nuestra relación estaba prácticamente acabada, nos despreciábamos, no podíamos vivir juntos y todo yacía en su máximo conflicto. Nos hablábamos lo preciso.

Aquel sábado del mes mi abogado le fue a visitar para acordar detalles del divorcio y  no quiso escucharle, le dijo que lo hablaría conmigo pero al llegar a casa ni lo mencionó, como tenia costumbre no dirigirme la palabra, pues era fácil que se le olvidara o que estuviera provocado.  

El lunes siguiente fue festivo y Ramón, mi hijo mayor se volvió a la ciudad después de pasar el fin de semana en casa de su padrino Pepe, hermano de mi ex cuñada Fuencisla, esposa que fue de mi hermano Lucas, ya difunto. Aquella noche debíamos salir para recoger a una de mis hijas, que estaba en casa de una amiga, preparando exámenes del instituto. Nos cruzamos en la entrada de la casa con su padre que había llegando de la oficina, al cual apenas saludé. Subimos al coche, Raquel y yo, queríamos dar un paseo y yo necesitaba despejarme. Mientras conducía observé una furgoneta roja muy chillona, con varios individuos dentro, que al adelantarnos supe nos hostigaban. 

Tuve una corazonada, supe en aquel instante que no era normal esa atención por parte de aquellos individuos y alerté a Raquel, que debido a todos los sobresaltos que nos hemos llevado, está convenientemente preparada para asumir esas situaciones y resolver esas contrariedades. Aquel furgón cargado de maleantes nos adelantó y no sé ni cómo lo ignoré. Borré esa sospecha, quedando mis niveles de alerta desactivados. Seguimos conduciendo y recogimos a Chori, para acabar tomando un helado en el centro comercial de Leroy Merlin, que nos queda cercano a casa. 

Los perros ladraban mucho pero yo estaba demasiado cansada para advertir el porqué y nadie a pesar de ello y notando lo mismo se levantó a averiguar nada. Sobre las tres de la madrugada, me despertó algo que me hizo incorporarme de pronto en la cama y vi a un grupo de bandoleros armados irrumpiendo por los pasillos de la casa, intentando acceder por la puerta de la cocina que distribuye la entrada a todas las dependencias.  

Corrí desnuda sin ropa desde la habitación, a obscuras para cerrar la puerta  de golpe y haciendo mucho ruido para que mi marido, que duerme en otra habitación se levantara sorprendido y asustado y preguntara que estaba sucediendo, en el segundo mismo que estos hombres me golpeaban y amenazaban, metiéndome mano por doquier, dada mi presencia totalmente sin ropa y con mis chichas al aire.
 

No pensé más que en mis hijos y les abrí sin resistencia la puerta para que se llevaran todo lo material que quisieran, el abuso para con mi persona y,  la presión y la violencia, contra el padre de mis niños.

Asustando a todos los chiquillos, rompiendo las puertas a base de hachazos y de golpes impresionantes y como punto crucial de la pesadilla se llevaron a la hija de mis vecinos que aquella noche dormía con una de mis hijas, y la secuestraron confundiéndola como hija nuestra. 

Aún percibo el suplicio que nos embargaba, a nosotros y a nuestros vecinos, que como es natural se inmiscuyeron en la resolución del trance, ya que además de vecindad, tenemos una fuerte amistad que llega a ser trato muy familiar y de cariño.

Sin darme cuenta estaba solucionando y negociando con aquellos tipejos la liberación de Mariquita, momentos inenarrables que quedaran de por vida en mi ser, imborrables mientras tenga existencia, y encima agradecer, si es esa la palabra, porque no sé ni cómo llamarlo. A uno de los tipos, con él que más hablé, con el que negocié y acordé, el que se preocupó de cuidar y proteger a Mariquita y devolvérnosla a las pocas horas, sana y salva.

Al cual dentro de mi corazón pero que muy dentro le tengo que agradecer que a nosotras no nos hicieron ningún daño físico, que salimos con vida de todo esto a diferencia de otros que por menos los liquidan.

A Mariquita no le crearon más daño que no es poco, que el de llevársela a la fuerza.
 

Esos trances dispusieron que mi separación con Jeremías, se acelerara, por fin, del hombre con quien nunca debí casarme_.

 

 

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