Capitulo 5º Descripción del Juicio
Me bajo en Triunfo
Habían pasado cuatro largos meses, el asunto cuasi estaba olvidado, los recuerdos ingratos habían sido substituidos por la reciente Navidad y el comienzo del año Nuevo, que hacía pocas semanas se había inaugurado. Las noticias económicas prometían y hacían albergar grandes esperanzas en cuanto a la reactivación del país, los políticos empecinados en sus representaciones nefastas y absurdas, negando la evidencia en temas claros, llevando a la gente por los derroteros que a ellos convenía y distrayendo con grandes aspavientos de los asuntos verdaderos y de relevancia.
A los de a pié; las cosas no les sobrevienen por milagro ni por regalo y aún queda gente que está sin trabajoy lo necesita. Claro qué; si se observan las estadísticas, todas van a favor de corriente y los datosestán tomados de forma que benefician al que las promulga.
Una mañana fría del mes de febrero otra citación recibida por correo certificado, le llegaba a aquel hombre, que después de olvidar aquella odisea y dar por zanjada la vivencia, sólo pensaba en aquel desagradable asunto, cuando leía el periódico y traía noticias relativas a temas de litigios. En esas divulgaciones que abundan, dando situaciones miserables de enredos, engaños que tanto gustan a buena parte del pueblo. Fue en aquel tiempo y con aquellas circunstancias cuando quiso conocer más en profusión, aquel mundo tan soporífero que nunca había atraído su interés.
La cita daba instrucciones para presentarse de nuevo a vivir otro sueño imborrable, entre gente marginada. Lo oficial presuponía que se daba por enterado pero para más inri le obligaba a presentarse mucho tiempo antes de la vista para tomarle de nuevo los datos y que certificara su conformidad de presencia el día de autos.
De nuevo viajaron los pensamientos, elucubraciones y fantasías, por un hecho del que le producía fastidio. Era la invitación obligada a presenciar toda aquella farándula irritante, con la más genuina insatisfacción, desencanto y miseria
Aquel hombre imaginó al ladrón, que en primera instancia no se presentó y ahora, estaría detenido por alguna fechoría cometida y aprovechando su encarcelamiento le sometieran a una de las causas que tenía pendientes.
Aquel hombre imaginó al ladrón, que en primera instancia no se presentó y ahora, estaría detenido por alguna fechoría cometida y aprovechando su encarcelamiento le sometieran a una de las causas que tenía pendientes.
Vagamente recordaba su cara y tampoco hacía esfuerzos, ni tenía deseo de hacerlo. Daba el asunto por resuelto, le había contraído muchas molestias, para guardar sensaciones dignas. El paso del tiempo sustrae interés a lo negativoLa semana Santa de aquel año se presentaba bastante antes en el calendario que otras, el almanaque indicaba finales de marzo, aún no podía beneficiarse del buen tiempo, todavía refrescaba por las noches y las madrugadas, pero si podía acogerse al descanso y al recogimiento. No pretendía pensar en el juicio sin embargo, un mimetismo especial, como atraído por un poderoso imán, fue arrastrado a soñar de nuevo con aquel latrocinio.
Faltaba mucho trecho, dos meses, sin pretensión se abrió de nuevo en su psiquis aquella película, que tal vez entre pesadillas y a duermevela hubiere protagonizado con alguno de los actores más afamados de la cartelera actual. En pocos días nuevo comunicado de la ley, esta vez lo requería en forma de telegrama, la vista era para otra fecha completamente diferente, no coincidían ambas citaciones, pero tuvo que personarse en el ínterin a dar fe del enterado. No estaba definido el motivo, realmente se le convocaba dos veces, en fechas distintas y en juzgados opuestos. Pretendió satisfacer su curiosidad y al oficial de sala le mostró las dos cédulas requisitorias con una diferencia de fechas muy notable, después de comprobarlo le informaron que el delito se había disgregado en dos orígenes, dos causas orales diferentes y que se debían celebrar sendos juicios, ya que así lo tipificaba la ley de enjuiciamiento criminal.
No hubo más que volver a aceptar lo insostenible, no sin menoscabo y reproche por parte del hombre del traje dril, que intuía que el asunto iba a ser luengo y prolijo.
La Pascua había sido aprovechada para desconectar de las presiones, dar un descanso al cuerpo y un sosiego a modo de pausa, durante los días Santos, prescritos por el calendario y ayudado por las representaciones del pueblo, con sus procesiones religiosas, obligaban a no mantener más preocupaciones absurdas en la cabeza. El tiempo acompañó con su bonanza al recreo, a la tertulia, al contagio de buenas vibraciones, a las reuniones con amistades, a la buena mesa, un lujo incomparable.
Aunando en el aspecto cotidiano, oía con avidez noticias que reflejaba la política actual, con penosos hechos acontecidos y propiciados por banqueros del primer ranking nacional, que de hecho estaban siendo juzgados por malversación de fondos, y por asuntos turbulentos de escarnio y de estafa, que no hacían más que poner en alerta y necesariamente verse obligado a informarse sobre temas tan cercanos por su índole de semejanza. La política comenzaba a menear feos asuntos entre terroristas, acusándose entre diputados de graves delitos, con sangre de por medio. Por otra parte, esencial para ganar votos y simpatizantes, aunque para ello utilicen el desprestigio más vulgar y mezquino.
No es de extrañar haya tanta corrupción y desazón, carnaza para los descuideros que los hay y en gran número. Falta de previsión en asuntos tan sensibles como la inmigración descontrolada, las drogas que infectan a la sociedad y que no somos capaces de poner fin a tanta congoja
Pasaron lentamente los días y de nuevo se encontraba como al principio, en el andén del metropolitano, presto a recorrer la distancia y concurrir con su cita. La experiencia ya no era nueva y con mucho temple y claridad distinguía el papel que le correspondía en aquella historia, los movimientos ya no eran imprecisos, ni torpes, todo más o menos estaba ensayado, quizás fuese repetir el libreto con otros actuantes y otras excusas. A lo peor hasta conocía al huidizo ratero; aquel que en una ocasión le destrozó el coche y que ya creía no bifurcarían sus destinos de nuevo.
Pasaron lentamente los días y de nuevo se encontraba como al principio, en el andén del metropolitano, presto a recorrer la distancia y concurrir con su cita. La experiencia ya no era nueva y con mucho temple y claridad distinguía el papel que le correspondía en aquella historia, los movimientos ya no eran imprecisos, ni torpes, todo más o menos estaba ensayado, quizás fuese repetir el libreto con otros actuantes y otras excusas. A lo peor hasta conocía al huidizo ratero; aquel que en una ocasión le destrozó el coche y que ya creía no bifurcarían sus destinos de nuevo.
Con mucho tiempo de antelación se había puesto en marcha, no tenía ninguna premura en llegar, pero tampoco era de los que se retrasaba a sus citas. Se percataba de cualquier detalle por ínfimo que fuera, a parte; ya tenía en su propia condición, costumbre de practicarlo en su vida y no le ocasionaba distorsión.
Ascendió en el vagón de cola y pudo sentarse al ser principio de trayecto, habían plazas suficientes como para elegir sitio, las puertas se cerraron y comenzó la aventura. Un hombre tomó asiento a su izquierda con el periódico abierto dónde se leían con letras de portada el juicio y la fianza que habían solicitado para una celebridad; que había adquirido una popularidad amplia y extensa a causa de la prensa escrita y las cadenas estatales de televisión, por sus cuitas con enredos de bancos, de comisiones y de asuntos aún no esclarecidos. Familiarmente se le distinguía por su elegancia manifiesta, con trajes carísimos firmados por grandes diseñadores y pelo fijado con brillantina luminiscente. Hasta hacía poco fue presidente de uno de los mayores bancos de su país. Ciertamente este sujeto, si había ventilado cantidad de publicidad por tratarse de persona pública y notoria. Se había escrito ríos de tinta con sus miserias, todas nefastas, ahora iba a contracorriente.
La gente iba bajando y subiendo al transporte, unos al trabajo, otros a la universidad, cada cual concentrado en su propia problemática. De reojo iba leyendo la pancarta de las estaciones a medida que iban llegando.
La gente iba bajando y subiendo al transporte, unos al trabajo, otros a la universidad, cada cual concentrado en su propia problemática. De reojo iba leyendo la pancarta de las estaciones a medida que iban llegando.
Estaba en las escaleras mecánicas para efectuar el transbordo, la multitud bulliciosa con prisa le iba adelantando en su caminar, paulatinamente se acercaba al nuevo anden observando que las paredes estaban rebozadas de publicidad, invitando al consumo desmesurado.
Tranquilo sosegado y en perfecta disposición, se había apeado y se dirigía hacia la boca de salida que arrojaba a la calle. Día fascinante y luminoso, llegó a pensar que disfrutaría del camino, aprovechando la ocasión al no tener costumbre de pasear por allí, ni por asiduidad ni a las horas que entonces marcaba su reloj.
Tranquilo sosegado y en perfecta disposición, se había apeado y se dirigía hacia la boca de salida que arrojaba a la calle. Día fascinante y luminoso, llegó a pensar que disfrutaría del camino, aprovechando la ocasión al no tener costumbre de pasear por allí, ni por asiduidad ni a las horas que entonces marcaba su reloj.
Encontraba diferente todo el espacio, los pasos directos y firmes le arrastraban sutilmente por aquella gran avenida, que desde la última vez que la empleó deambulando, la habían adornado con unas farolas excelsas con aire colonial, que todavía no estaban instaladas totalmente y que pertenecían a la nueva generación de artistas neo modernos. Mucha enjundia, más dominio ocupado y bombillas proporcionalmente chiquitas para lo que debían iluminar.
La brisa de la mañana golpeaba en su rostro, aspirando profundamente aquel aire nítido y marino, que proporcionaba la naturaleza, rodeado de los grandes árboles centenarios que adornan y dibujan un panorama delicioso, embelleciendo al Gran Arco del Triunfo, ya a sus espaldas y al parque de la Ciudadela de frente. Los barrenderos se aplicaban a desescombrar los alcorques de las aceras, de toda la hojarasca caída de los arbóreos y como no, de la cantidad de deshechos que propina la gran ciudad.
Los comercios estaban abiertos reclamando a los clientes madrugadores con ofertas llamativas, los tenderos y dependientes reflejaban en sus caras los restos de somnolencias y sus movimientos torpes y lentinos, con la mirada perdida, esperaban que el paso de los minutos les hiciera tomar el rodaje habitual para el desempeño de sus quehaceres. La retención de los vehículos ya se estaba formando en aquel sector, taxistas, madres con sus hijos camino del colegio, viandantes cruzando por doquier, abuelos tomando la brisa de la mañana, sin la menor urgencia, observando con detenimiento hacia el cielo y hacia el suelo, como implorando al Hacedor, con sus historias a las espaldas. Chiquillería revoltosa con sus carteras en el espinazo, portando sus propias dificultades de un sitio a otro. Indigentes famélicos y abandonados por la higiene, recogiendo restos de basura de las papeleras y los contenedores. Los quioscos pavoneaban las revistas y los diarios a la vista del gran público, para ser conquistados. _ La ciudad está viva. _. Pensó justo cuando subía por las escaleras del Gran Palacio de Justicia. Depuso atrás las camionetas celulares, portando reos con veredicto pendiente, que custodiados por los agentes de la guardia civil esperaban la hora de presentación.
La brisa de la mañana golpeaba en su rostro, aspirando profundamente aquel aire nítido y marino, que proporcionaba la naturaleza, rodeado de los grandes árboles centenarios que adornan y dibujan un panorama delicioso, embelleciendo al Gran Arco del Triunfo, ya a sus espaldas y al parque de la Ciudadela de frente. Los barrenderos se aplicaban a desescombrar los alcorques de las aceras, de toda la hojarasca caída de los arbóreos y como no, de la cantidad de deshechos que propina la gran ciudad.
Los comercios estaban abiertos reclamando a los clientes madrugadores con ofertas llamativas, los tenderos y dependientes reflejaban en sus caras los restos de somnolencias y sus movimientos torpes y lentinos, con la mirada perdida, esperaban que el paso de los minutos les hiciera tomar el rodaje habitual para el desempeño de sus quehaceres. La retención de los vehículos ya se estaba formando en aquel sector, taxistas, madres con sus hijos camino del colegio, viandantes cruzando por doquier, abuelos tomando la brisa de la mañana, sin la menor urgencia, observando con detenimiento hacia el cielo y hacia el suelo, como implorando al Hacedor, con sus historias a las espaldas. Chiquillería revoltosa con sus carteras en el espinazo, portando sus propias dificultades de un sitio a otro. Indigentes famélicos y abandonados por la higiene, recogiendo restos de basura de las papeleras y los contenedores. Los quioscos pavoneaban las revistas y los diarios a la vista del gran público, para ser conquistados. _ La ciudad está viva. _. Pensó justo cuando subía por las escaleras del Gran Palacio de Justicia. Depuso atrás las camionetas celulares, portando reos con veredicto pendiente, que custodiados por los agentes de la guardia civil esperaban la hora de presentación.
En la entrada dos policías le hicieron desocupar los bolsillos y pasar entre el detector de metales, mientras otro en un rincón sentado frente a una cámara de rayos ultravioleta veía claramente lo que se depositaba en la cinta mecánica que lo transportaba al otro lado del fielazgo, dónde cada cual recogía sus pertenencias, allí había suficientes ojos como para ver detalles que sin dudar a cualquier mortal le pasaba desapercibido. No reparaba en nada más que en cruzar aquella barrera sin dilación y con la pretensión de que ninguna alarma alertara al personal.
Recogió lo que había depositado en la trenza transportadora, las llaves el teléfono móvil y su agenda, leyó en los carteles orientadores para saber exactamente a la planta que debía ascender, miró alrededor aspirando profundamente con resignación y contempló en décimas de segundo que no había cambiado nada.
Por la escalinata, en estado penoso, exacto a la última vez que merodeó, con la estricta iluminación, raquítica y difusa, con menos limpieza que en un muladar. Comenzó a subir peldaños, la gente estaba despreocupada haciendo conciliábulo de charlas personales, en los propios escalones haciendo tiempo o devanando sueños, otros bajaban precipitadamente sin freno y a lo loco, los ceniceros vacíos y los pretorios cubiertos de restos de colillas pisoteadas, los descansillos repletos de inmundicias, las paredes a lo largo y a lo ancho excretas, marcadas con grotesca guasa, esperaban inertes que cuando el presupuesto lo permitiera darles un rebozo de pintura.
Llegado a la planta donde está ubicada la Sala Cuarta de lo Penal, que lo recibió con idéntica postal, aglomeración de un lado a otro, voces altisonantes, humo de cigarrillos, recordó vagamente su anterior estancia y repasó mentalmente si había algún cambio en aquella gran cámara. Al igual que en la escalinata, la tilde de las paredes estaba hermanada en la indiferencia y en el desencanto, los cebadores de los fluorescentes cuasi agotados parpadeaban con cadencia de cojitrancos, los techos desnudos en la parte central, dejando ver las vísceras de las canalillas y los sostenes de la vieja instalación del aire acondicionado, que por lo visto no funcionaba, a tenor de lo que se estaba respirando.
Llegado a la planta donde está ubicada la Sala Cuarta de lo Penal, que lo recibió con idéntica postal, aglomeración de un lado a otro, voces altisonantes, humo de cigarrillos, recordó vagamente su anterior estancia y repasó mentalmente si había algún cambio en aquella gran cámara. Al igual que en la escalinata, la tilde de las paredes estaba hermanada en la indiferencia y en el desencanto, los cebadores de los fluorescentes cuasi agotados parpadeaban con cadencia de cojitrancos, los techos desnudos en la parte central, dejando ver las vísceras de las canalillas y los sostenes de la vieja instalación del aire acondicionado, que por lo visto no funcionaba, a tenor de lo que se estaba respirando.
Todo era idéntico, estricto, permaneciendo impertérrito a los sucesos. Los bancos de madera ya estaban ocupados en su totalidad por humanos que reclinaban sus espaldas en ellos, abandonando su cuerpo en espera de ser atendidos, no había novedades en cuanto al aspecto de la gran estancia, abarrotada de gente que balbuceaba como si estuvieran en la subasta regional.
Se aproximó enérgico a leer el tablón de anuncios, no estaban anunciadas las que se iban a celebrar. Se arrinconó en un recodo y aguardó, fisgoneando detenidamente a las personas que esperaban. Verificando con su avizorar quien podía ser éste o aquel, el papel desempeñado por uno u otro, el motivo de la cita y la causa. Miró su reloj y había llegado con una hora de antelación, de ahí que en la puerta de acceso al corredor, que justo linda con la Sala de Vistas, no estuvieran depositadas las listas con las razones pendientes.
Fin de la Segunda Parte " Me bajo en Triunfo"
novela narrativa de suspense: escrita por E.Moreno
Los nombres de los personajes, los datos de expedientes, los lugares citados no
se ajustan ni corresponden a la realidad. Cualquier parecido con los personajes, situaciones
o datos, es pura coincidencia.
Otro capítulo publicado de la novela, sucesivamente se iran editanto hasta completar.
Reservado los derechos de autor.
En breves días. (Continuará…)
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