domingo, 21 de diciembre de 2025

la astuta filipina.

 

Ambos eran hijos de unos migrados del sur, que se habían hecho y adaptado perfectamente bien al entorno. Por haber crecido en aquella comunidad gala. Muy próxima a la capital de la nación. La idiosincrasia de sus caracteres la llevaban implícita, como cualquiera. Aunque ellos al estar versados y educados en colegios municipales de la república. Ganaban de buen trecho a la preparación de sus padres Carioco y Enara., educados poco y mal.

A pesar de las costumbres inolvidables, miedos e inseguridades del todo palpables de sus padres iban subsistiendo. Los que se radicaron desde hacía muchos años a orillas del Sena.

Jamás se adaptaron al nuevo distrito de la ribera “Isla de Francia”. Conocida originalmente como (Île-de-France)

Serván y Sherezade, hijos de aquel matrimonio tan poco maleable, llegaron en su tierna infancia y supieron conectar con las normas, los caprichos y detalles habituales de su nueva ubicación. Reconociendo y admitiendo con el paso del tiempo, que eran muy de allí y se notaban completamente enraizados dentro del conjunto del paisaje y costumbres.

Fueron cumpliendo edad, entre dilemas y vicisitudes. Alegrías y algún que otro disgusto que propina el devenir de la vida. Y sin percatarse habían pasado veinte años de aquellos inicios.

Declarándose un mimetismo especial en aquellos hermanos, que sin llevarse demasiada edad, tampoco eran todo lo afines que pudieran. No compartían anhelos, amigos ni diversiones.

Viendo el proceder de sus padres cada vez más alejado de lo que ellos pretendían, cada uno a su manera se buscó su vida y aun y viviendo en la misma casa, eran extraños y no semejaban llevar entre ellos el mismo genoma heredado.

Acabando Serván el menor de la saga su licenciatura, y según decían sus papás se facultó en la escuela de ingenieros. Estudios que de tenerlos jamás los utilizó para su devenir profesional diario. Ya que estaba empleado en un centro comercial de abastos, como reponedor y cajero.

En el caso de Sherezade, derivó su preparación intelectual a sendas fáciles y poco constructivas. Debido a sus pocas luces, carácter de grandezas y condición emocional despectiva. Aparte de la facilidad sexual y su deseo insaciable que repartía con según que pandillas por todas las discotecas parisinas. Ella, fue la primogénita y no se complicó la vida. Vivió su juventud con sus llamados camaradas.

Dentro de las licencias permisivas del tiempo, abundancias de vicios, y apegos sexuales en demasía. Sin recato y beneplácitos dados por la llamada fiebre de una libertad mal administrada.

Hasta que cansada de ir de cama en cama, de desprecio en desprecio y harta de aguantar vilipendios y ultrajes, conoció a Davis. Un buen muchacho al que le costó poco engañarlo. Lo cameló sin apenas esfuerzos y lo llevó al altar, sin llegar a quererlo jamás. A pesar de los muchos agasajos que Davis, y sus padres le hacían a la entonces joven Sherezade, para tenerla contenta y a la vez llegara a hacer feliz al bueno del esposo.

Pareja que se mantuvo durante once años, sin escándalos y sin hijos. Además de alguna que otra prórroga por no ser el instante adecuado para la desunión programada.

Hasta que se le acabó la paciencia y el tolerar la presencia del esposo, por parte de la dama, que una noche le dijo a su cónyuge que se fuera de casa.

Esperaba visita de un compañero allegado. Demostraba ser más que un conocido y habitual dependiente de su departamento. Su amante. Su nuevo deseo y apasionado amor. Un cariño encontrado en el snack bar donde trabaja, y Davis, sobraba en aquel triángulo.

Cuando se enteraron de la noticia de la separación. Enara y Carioco, quisieron fundirse como el estaño con el fuego. El padre se tomó la noticia muy mal, fuera de norma. Descabalgándolo de sus medidas, e imaginando cual sería el costo del capricho de Sherezade.

Provocándole una sinrazón por lo egoísta y tacaño que era. Además de no saber capear de forma sutil la amistad que habían tomado con los consuegros. Padres del ahora exmarido de su nena.

Relación de afecto, que no podía borrarse de la noche a la mañana por motivos obvios. Las apariencias siempre debían ir por delante de la auténtica verdad.

Circunstancias que debían estudiar para quedar lo mejor que pudieran y a poder ser, culpabilizar a Davis de la ruptura. Dejando otra vez a Sherezade como si fuera una dulcinea.

Lo analizaron muy mucho los papás. Siendo gente tan cínica y engañosa, debían encontrar la forma más creíble para informar a la familia. Pretendiendo ocultar la verdad. No era posible decirlo a bocajarro, y sobre todo procurar el disimulo con los amigos y conocidos. No fuera que pensaran mal de su hija, a la que habían ensalzado de forma engañosa.

Así fue entrando en aquel modo de “Encogimiento por los actos impuros” de Sherezade, el codicioso y sórdido de Carioco.

Al que le comenzaron a dar ciertos ataques, en principio débiles de depresión. Acarreados por la vergüenza y el miedo de justificar la decisión de la hija.

Aquella descendiente de su sangre. La misma que en tiempos no muy lejanos, habían ponderado falsamente como mujer de un solo hombre.

En cambio a Enara la madre, que siempre había mantenido con Sherezade cierta distancia y poco auxilio, no le fue difícil admitir, lo que se había buscado su hija.

El pormenor del divorcio la dejó flemática. Como imaginándose que pasaría. Esperando ese trance de ruptura de un instante a otro.

No musitó palabra alguna. Se mantuvo sin opinión. Escasamente le afectó aquella disolución del estado de su primogénita en lo concerniente a la intimidad de su hija y su yerno.

Otro cantar y sensación era el desasosiego que mostraba con los forasteros y amistades. Por pretender demostrar al mundo, ser una afectada afligida. Queriendo echar las culpas al destino, y pretendiendo quedar como una sufrida mamá.

Serván había festejado con una española, que lo abandonó a los seis meses de relación. Sin poder sacarlo de una incapacidad que lo sometía. Pretendía pasar el mes con el mínimo gasto. Estaba enfermo por el ahorro.

Se traía cada noche, del supermercado donde laboraba las viandas que quedaban caducadas o no se vendían en el comercio, para consumirlas en su casa. Imposible ser normal. Ni haber disfrutado de algún viaje de placer o diversión juntos. Aquello no podía continuar. No era vida.

Adujo Carmela a sus conocidos a modo de excusa por aquel desencuentro previsto en la pareja, que el bueno de Serván, la dejó por ser una derrochadora y pretender vivir gastando más de lo que ganaba. Catalogando con pena la buena de Carmela a su ex, como un aburrido que repetía los extravíos de su padre.

Dejaron el alquiler de la vivienda y cada cual se buscó la vida por su cuenta. Como Serván no iba al cine, ni a bailar, ni tan siquiera a tomar alguna copa a los pubs y bares de la ciudad, ahorraba lo que deseaba y se notaba feliz.

Estuvo un tiempo viviendo con sus padres y controlándoles los gastos generales del domicilio.

Vegetando con ellos sin soltar ni un franco. Se encontraba acertado ahorrando dólar por dólar a medida que iban pasando las semanas

Un buen día conoció a Sindhi, una filipina sumisa que parecía seguirle los pasos a Serván. Coincidió con ella en la parada del bus, repetidamente los días de una semana, y la dulce asiática se le acercó y dándole conversación llegaron a intimar en aquellos encuentros matutinos.

Ella la guapa Sindhi, decía ser hija de un potentado de Cavite, bien relacionado en París. Gente bien acomodada y con recursos sibaritas. Detalle que al amigo Serván, ahora oficialmente acompañante de Sindhi. Le parecieron favorables y muy prósperos cara a aumentar su cuenta de ahorros y se unieron como pareja de hecho. Sin hacer las previas comprobaciones se liaron con un amor impensable para lo que se esperaba del joven avaro, que todo lo calcula.

Un apartamento moderado en Montmartre, el barrio más famoso de la capital, pudo ocupar la pareja, gracias a los devengos de la niña oriental, que parecía beber los vientos por aquel hombre. Vivieron durante ocho meses felizmente enamorados hasta que un buen día el hijo de Carioco fue a reintegrar una cantidad con su tarjeta bancaria, y no tenía saldo.

Creyendo fuera un error, se dirigió a la Banca de Marsella, y le informaron que Sindhi Mirren Clowns había ido haciendo reintegros de efectivo, hasta que dejó la cuenta con treinta francos franceses. Le escatimó más de ciento veinte mil euros ahorrados con sudores.

No pudo volver a encontrar a su amor de ojos rasgados, y por aquella confianza que le fue ganando al mismísimo desconfiado, lo arruinó. Vaciando la cuenta corriente y desapareciendo. En la denuncia que pusieron en la Gendarmería del Sena, los agentes de la Securité, y por mediación de fotografías descubrieron que la tal Sindhi, era la estafadora china, Chin Ti Ling. Buscada en media Europa. Comunicando a Serván que podía dar gracias al cielo de estar vivo. Ya que esta delincuente, tenía por norma antes de saquearlos, envenenar a sus parejas y sacarles lo productivo de sus ahorros.


autor: Emilio Moreno.




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