Ambos eran hijos de unos
migrados del sur, que se habían hecho y adaptado perfectamente bien al entorno.
Por haber crecido en aquella comunidad gala. Muy próxima a la capital de la
nación. La idiosincrasia de sus caracteres la llevaban implícita, como
cualquiera. Aunque ellos al estar versados y educados en colegios municipales
de la república. Ganaban de buen trecho a la preparación de sus padres Carioco
y Enara., educados poco y mal.
A pesar de las costumbres
inolvidables, miedos e inseguridades del todo palpables de sus padres iban
subsistiendo. Los que se radicaron desde hacía muchos años a orillas del Sena.
Jamás se adaptaron al nuevo
distrito de la ribera “Isla de Francia”. Conocida originalmente como (Île-de-France)
Serván y Sherezade, hijos
de aquel matrimonio tan poco maleable, llegaron en su tierna infancia y supieron
conectar con las normas, los caprichos y detalles habituales de su nueva
ubicación. Reconociendo y admitiendo con el paso del tiempo, que eran muy de
allí y se notaban completamente enraizados dentro del conjunto del paisaje y
costumbres.
Fueron cumpliendo edad, entre
dilemas y vicisitudes. Alegrías y algún que otro disgusto que propina el
devenir de la vida. Y sin percatarse habían pasado veinte años de aquellos
inicios.
Declarándose un mimetismo
especial en aquellos hermanos, que sin llevarse demasiada edad, tampoco eran
todo lo afines que pudieran. No compartían anhelos, amigos ni diversiones.
Viendo el proceder de sus
padres cada vez más alejado de lo que ellos pretendían, cada uno a su manera se
buscó su vida y aun y viviendo en la misma casa, eran extraños y no semejaban
llevar entre ellos el mismo genoma heredado.
Acabando Serván el menor de la saga su licenciatura, y según
decían sus papás se facultó en la escuela de ingenieros. Estudios que de
tenerlos jamás los utilizó para su devenir profesional diario. Ya que estaba
empleado en un centro comercial de abastos, como reponedor y cajero.
En el caso de Sherezade,
derivó su preparación intelectual a sendas fáciles y poco constructivas. Debido
a sus pocas luces, carácter de grandezas y condición emocional despectiva.
Aparte de la facilidad sexual y su deseo insaciable que repartía con según que pandillas
por todas las discotecas parisinas. Ella, fue la primogénita y no se complicó
la vida. Vivió su juventud con sus llamados camaradas.
Dentro de las licencias permisivas
del tiempo, abundancias de vicios, y apegos sexuales en demasía. Sin recato y
beneplácitos dados por la llamada fiebre de una libertad mal administrada.
Hasta que cansada de ir
de cama en cama, de desprecio en desprecio y harta de aguantar vilipendios y
ultrajes, conoció a Davis. Un buen muchacho al que le costó poco engañarlo. Lo cameló
sin apenas esfuerzos y lo llevó al altar, sin llegar a quererlo jamás. A pesar
de los muchos agasajos que Davis, y sus padres le hacían a la entonces joven Sherezade,
para tenerla contenta y a la vez llegara a hacer feliz al bueno del esposo.
Pareja que se mantuvo
durante once años, sin escándalos y sin hijos. Además de alguna que otra prórroga
por no ser el instante adecuado para la desunión programada.
Hasta que se le acabó la
paciencia y el tolerar la presencia del esposo, por parte de la dama, que una
noche le dijo a su cónyuge que se fuera de casa.
Esperaba visita de un
compañero allegado. Demostraba ser más que un conocido y habitual dependiente de
su departamento. Su amante. Su nuevo deseo y apasionado amor. Un cariño
encontrado en el snack bar donde trabaja, y Davis, sobraba en aquel triángulo.
Cuando se enteraron de la
noticia de la separación. Enara y Carioco, quisieron fundirse como el estaño
con el fuego. El padre se tomó la noticia muy mal, fuera de norma. Descabalgándolo
de sus medidas, e imaginando cual sería el costo del capricho de Sherezade.
Provocándole una sinrazón
por lo egoísta y tacaño que era. Además de no saber capear de forma sutil la
amistad que habían tomado con los consuegros. Padres del ahora exmarido de su
nena.
Relación de afecto, que no
podía borrarse de la noche a la mañana por motivos obvios. Las apariencias
siempre debían ir por delante de la auténtica verdad.
Circunstancias que debían
estudiar para quedar lo mejor que pudieran y a poder ser, culpabilizar a Davis
de la ruptura. Dejando otra vez a Sherezade como si fuera una dulcinea.
Lo analizaron muy mucho
los papás. Siendo gente tan cínica y engañosa, debían encontrar la forma más
creíble para informar a la familia. Pretendiendo ocultar la verdad. No era
posible decirlo a bocajarro, y sobre todo procurar el disimulo con los amigos y
conocidos. No fuera que pensaran mal de su hija, a la que habían ensalzado de
forma engañosa.
Así fue entrando en aquel
modo de “Encogimiento por los actos impuros”
de Sherezade, el codicioso y sórdido de Carioco.
Al que le comenzaron a
dar ciertos ataques, en principio débiles de depresión. Acarreados por la
vergüenza y el miedo de justificar la decisión de la hija.
Aquella descendiente de
su sangre. La misma que en tiempos no muy lejanos, habían ponderado falsamente como
mujer de un solo hombre.
En cambio a Enara la
madre, que siempre había mantenido con Sherezade cierta distancia y poco auxilio,
no le fue difícil admitir, lo que se había buscado su hija.
El pormenor del divorcio la
dejó flemática. Como imaginándose que pasaría. Esperando ese trance de ruptura
de un instante a otro.
No musitó palabra alguna.
Se mantuvo sin opinión. Escasamente le afectó aquella disolución del estado de
su primogénita en lo concerniente a la intimidad de su hija y su yerno.
Otro cantar y sensación
era el desasosiego que mostraba con los forasteros y amistades. Por pretender
demostrar al mundo, ser una afectada afligida. Queriendo echar las culpas al
destino, y pretendiendo quedar como una sufrida mamá.
Serván había festejado
con una española, que lo abandonó a los seis meses de relación. Sin poder
sacarlo de una incapacidad que lo sometía. Pretendía pasar el mes con el mínimo
gasto. Estaba enfermo por el ahorro.
Se traía cada noche, del
supermercado donde laboraba las viandas que quedaban caducadas o no se vendían en
el comercio, para consumirlas en su casa. Imposible ser normal. Ni haber
disfrutado de algún viaje de placer o diversión juntos. Aquello no podía
continuar. No era vida.
Adujo Carmela a sus
conocidos a modo de excusa por aquel desencuentro previsto en la pareja, que el
bueno de Serván, la dejó por ser una derrochadora y pretender vivir gastando
más de lo que ganaba. Catalogando con pena la buena de Carmela a su ex, como un
aburrido que repetía los extravíos de su padre.
Dejaron el alquiler de la
vivienda y cada cual se buscó la vida por su cuenta. Como Serván no iba al
cine, ni a bailar, ni tan siquiera a tomar alguna copa a los pubs y bares de la
ciudad, ahorraba lo que deseaba y se notaba feliz.
Estuvo un tiempo viviendo
con sus padres y controlándoles los gastos generales del domicilio.
Vegetando con ellos sin
soltar ni un franco. Se encontraba acertado ahorrando dólar por dólar a medida
que iban pasando las semanas
Un buen día conoció a Sindhi,
una filipina sumisa que parecía seguirle los pasos a Serván. Coincidió con ella
en la parada del bus, repetidamente los días de una semana, y la dulce asiática
se le acercó y dándole conversación llegaron a intimar en aquellos encuentros
matutinos.
Ella la guapa Sindhi, decía
ser hija de un potentado de Cavite, bien relacionado en París. Gente bien
acomodada y con recursos sibaritas. Detalle que al amigo Serván, ahora
oficialmente acompañante de Sindhi. Le parecieron favorables y muy prósperos
cara a aumentar su cuenta de ahorros y se unieron como pareja de hecho. Sin hacer
las previas comprobaciones se liaron con un amor impensable para lo que se
esperaba del joven avaro, que todo lo calcula.
Un apartamento moderado
en Montmartre, el barrio más famoso de la capital, pudo ocupar la pareja,
gracias a los devengos de la niña oriental, que parecía beber los vientos por aquel
hombre. Vivieron durante ocho meses felizmente enamorados hasta que un buen día
el hijo de Carioco fue a reintegrar una cantidad con su tarjeta bancaria, y no
tenía saldo.
Creyendo fuera un error,
se dirigió a la Banca de Marsella, y le informaron que Sindhi Mirren Clowns
había ido haciendo reintegros de efectivo, hasta que dejó la cuenta con treinta
francos franceses. Le escatimó más de ciento veinte mil euros ahorrados con
sudores.
No pudo volver a
encontrar a su amor de ojos rasgados, y por aquella confianza que le fue
ganando al mismísimo desconfiado, lo arruinó. Vaciando la cuenta corriente y
desapareciendo. En la denuncia que pusieron en la Gendarmería del Sena, los
agentes de la Securité, y por mediación de fotografías descubrieron que la tal
Sindhi, era la estafadora china, Chin Ti Ling. Buscada en media Europa.
Comunicando a Serván que podía dar gracias al cielo de estar vivo. Ya que esta
delincuente, tenía por norma antes de saquearlos, envenenar a sus parejas y
sacarles lo productivo de sus ahorros.
autor: Emilio Moreno.
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