viernes, 28 de febrero de 2025

La bañista desnuda.

 



Amina era una mujer, que estaba entrando en la madurez física, aunque la razón y el criterio jamás lo había perdido. Desde que lo urdió a los pocos años de disfrutar de su juventud y recién entrada en la pubertad.

Era una joven práctica, analítica y decidida, que tenía su particular modo de pensar. Muy ajustado a la realidad y a sus vivencias, respetando el parecer de los demás, pero obcecada en sus principios, que no los modificaba fácilmente. Detalles importantes para ella, cosa que a muchos de los componentes de su familia no le agradaba, y menos gracia, les causaba a la mayoría de sus amistades.

No llegaba a padecer depresión pero si, comenzaba a desesperarse por su vida sentimental, que no era la propicia para una señorita de treinta años. Sin ser una diosa del olimpo pero tampoco era una mujer a la que costara mirarla.  Sin embargo todos los que se le acercaban era sin más, para ofenderla.

En cuanto la conocían, y la trataban pretendían a toda costa, convencerla y seducirla con pocos argumentos para llevarla al tálamo, y disfrutar de sus carnes atractivas, sin más intención. Tampoco rechazaría Amina, llegado el momento ese choque de su cuerpo en combate sexual, con el de alguien al que a ella le apeteciera.

Siendo una hermosa fémina sin duda, en edad de merecer y muy puesta en el mundo de las conveniencias. No era una mujer pávida, ni acomplejada. Accediendo a los deseos que le solicitaran, siempre que el proponente la sedujera con gracia, ofreciera amistad, o fuese persona a la que pudiera escuchar por su agrado y tener la posibilidad de quedar para salir en futuras ocasiones.

Además de acceder, llegado el caso y sus deseos, por el simple hecho de la seducción o las ganas de relacionarse con varón apetecible.

Todos los proponentes feos y desgarbados, que se le acercaban y que le proponían plan, eran atrevidos, y se creían con derecho a roce, porque Amina, tenía un tic nervioso en la vista, que solía guiñar el ojo, a toda persona que le miraba fijamente a la cara, y no desviaba la vista a tiempo.

Por supuesto se acrecentaba el gesto del ojo, con aquellos que le caían fenomenalmente bien, o encontraba atractivos, como para llevarlos al catre y darles un revolcón. Gesto que tan solo le funcionaba con la clase de individuos que ella despreciaba. Los hombres que a ella le entusiasmaban, discretos, inteligentes, sobrios, serenos y sobre todo leales, no se atrevían a entrarle, por urbanidad y educación.

No había tenido la suerte, que tienen otras chicas más divertidas y alocadas. Ahora contaba con casi treinta y un años y estaba de buen ver. Aunque al mirarse al espejo se encontraba algo llenita, detalle que le preocupaba, porque pensaba que le hacía perder la línea y asustaba a los chicos que a Amina podían encumbrarla.

Poco a poco, se iba desinflando con las escasas posibilidades, que creía contaba. Sumado al aburrimiento que exhibía, por ir siempre sola a los estrenos de cine, al teatro, a los conciertos del Gran Combo, cuando visitaban su ciudad, y sobre todo a nadar en solitario por la bahía blanca de la Guajira Colombiana.


 

Recreo que se daba casi cada atardecer al ir anocheciendo, y ya no había gente en las arenas claras de las playas del litoral. Pudiéndose bañar completamente desnuda y despreocupada bajo la luz lunar. Tal y como Dios la trajo al mundo. En cueros. ¡Eso sí, un poco más crecidita!

Aquel viernes a última hora, cerca del crepúsculo, Amina aparcó su utilitario en el paseo de las Estrellas, nombre que se le daba a la avenida principal de la playa central de su ciudad. Ajustó los espejos retrovisores recogidos y tomando su bolsa y su toalla, se encaminó feliz al arrecife, para desquitarse de su chilaba y su ropa íntima. Dejándola superpuesta sobre el saliente de una roca, denominada ordinariamente por el pueblo como el “Peñasco de la pasión.”

Una vez se ubicó en el lugar, miró alrededor para garantizar que no había mirones. Se desnudó y sin más y a la carrera, entró en aquellas aguas, que aquel atardecer se mostraban muy agresivas y peligrosas.

Comenzó a nadar hacia el interior de un mar, que parecía sereno con tonos azules turquesa, que le despertaba la ilusión de sentir las cálidas aguas saladas en su piel tersa y melosa. Cuando quiso dar marcha atrás en su nadar, aquellas corrientes la arrastraban con una enorme fuerza hacia las profundidades. Sin que Amina, queriendo subsanar aquellas inconveniencias, pudiera evadirse de aquella atracción hacia las profundas aguas de aquel Océano, que criminal la absorbía.

Sobre el puente del atracadero, paseaba tranquilo el doctor Juliano Delgado Torquemada, especialista cardiólogo, del Centro Hospitalario General, el que desde lejos pudo observar la fiereza de la corriente y en la forma con que estaba engullendo en sus aguas a una persona, que en lo lejano, no podía precisar de quien se trataba.

Creyendo en principio que era un niño jovencito, por los ademanes que hacía de vez en cuando, por si alguien pudiera darse cuenta de la peligrosa situación en que se encontraba.

La noche estaba a punto de caer sobre la playa, y Juliano no podía dejar de atender aquella premura, que observó desde el viaducto, con lo que se acercó al muelle y consiguió hacerse con una fuera borda, que arrendó.

Echándose a la mar en busca del que creía era un infante a punto de perecer ahogado.

El doctor Delgado, fue en su tiempo un experto militar destacado en las Malvinas, condecorado por diversos salvamentos relevantes, en el campo de la estrategia, como en el del quirófano. Que le reportaron cierta fama dentro de su carrera médico militar, con lo que el arte de la navegación no le venía de nuevo y gracias a ello. Pudo llegar a la altura de la bañista desvalida y sin que ella, pudiera ni darse cuenta de la ayuda que iba a recibir. Fue rescatada por los fuertes brazos del cardiólogo, que al atraer hacia si aquel cuerpo, no correspondía al físico de un niño. Todo lo contrario. Pertenecía a una mujer, hecha y formada, que en principio pensó quería suicidarse.

 

Al embarcarla, notó que no llevaba ningún trapo que la tapara, con lo que él mismo, la proveyó de su camisa para cubrirle los genitales. Asintiendo por su experiencia, no se trataba de un cuerpo deforme, que correspondía a una fémina, poco más allá de la treintena. Arropándola de forma conveniente, para evitar congelaciones.

Amina, no sabía que sucedía, ni que había sido redimida.

En su arrojo, perdió la viveza, y a punto de tener un desliz, fue rescatada por dos brazos, que la brotaron de aquellas aguas belicosas.

Una vez estuvo a bordo, el doctor tuvo que practicarle la respiración artificial, con el boca a boca. Hasta que aquella morena de cabello endrino, recobró la vida, que la perdía a chorros momentos antes.

Cuando Amina intentaba agarrarse a la vida. Protagonizó por unos instantes de un escenario escueto y fugaz. Recordó vagamente lo que creía era una fantasía, de sus últimos minutos de existencia. Se vio refleja en imágenes discontinuas. Besada brutalmente por un hombre que le abría la boca y con su lengua, le apartaba la suya para colocarle aire.

 

Confundiendo ese gesto de salvamento hecho por el doctor, como un deseo sensual hacia ella. Notaba que la tenia asida fuertemente mientras estaba aquel caballero sobre sus caderas. Encima de su cuerpo. Palpándole los pechos y apretando su estómago para provocar e irrumpir en que arrojara toda el agua salada que llevaba dentro.

Pulsando fuertemente su abdomen y abriéndole las fauces para seguir metiéndole aire que destaponara la tráquea.

Detalles que ella confundió como un acto de abuso y violación, que aceptaba de buen grado. Pronto tuvo reacción, arrojó el agua y la bilis restante, recobrando su aliento y fue tomando las pulsaciones reguladas.

Una vez que Juliano, comprobó que aquel cuerpo se erguía, se apartó y la dejó que se repusiera. Sentada sobre un borde saliente de la barcaza, Amina se notó desnuda, y despreocupada, esperando que aquel marino, le explicara que es lo que había sido de sus últimos diez minutos de existencia.

No lo resistió. El cansancio y la escasa inhalación la volvió a vencer, cuando el doctor Delgado iba a comunicarle lo que había ocurrido.

Amina, se desplomó de nuevo quedando desmayada. Completamente desvaída y fuera de su control mental.

Ya instalada y segura, camino del malecón, comenzó a musitar frases inconexas, e ininteligibles parafraseando, y delirando en voz alta. Pudiendo aquel cirujano enterarse de su nombre y que es lo que pasó. ¿Por qué estaba bañándose en el mar, en aquellas horas?, Cuando culminaba el atardecer. Sin compañía, sin saber más de aquella morena, que hablaba en tinieblas, contando confusiones.

En cuanto llegaron al muelle, Juliano y los enfermeros bajaron el cuerpo de la joven. Los servicios de emergencias ya estaban a la espera, y se dispuso un rápido traslado de la desconocida al hospital y poder atender su indisposición.

El joven cirujano, el doctor Delgado, acompañó en todo momento a la sonámbula enterándose de toda la historia que ella derivaba de sus propias confusiones y de pronto comenzó a pronosticar.

 

—Me llaman Amina, pero realmente estoy registrada como Minerva Rodríguez. Soy abogada de profesión. Trabajo en el bufete de Embajadores & Asociados, y mis aficiones son los conciertos, el teatro y sobre todas mis devociones, salir a nadar. A ser posible en horas intempestivas completamente desnuda en el mar... ¡Si, como lo describo. Así. Desnuda integral!

Hoy he salido como de costumbre con mi utilitario, el que he dejado aparcado en la Avenida principal. Guardando mi toalla verde, junto a mi chilaba, entre los salientes del Peñasco de la Pasión. Tapando y reservando mis sujetadores y bragas y he entrado en el mar abierto a nadar.

Me ha sorprendido la muerte cuando braceaba hacia el Faro de la Punta y casi seguro he muerto. Creo que estoy difunta, porque no me noto físicamente. No tengo fuerza en mi cuerpo, y juraría que antes de dejar esta vida, llegaron muy a destiempo los servicios de salvamento. Que por cierto—, lo soltó con gracia.

—El Dios del cielo, me ha enviado, cuando no podía enamorarlo a un hombre, fornido, guapo y hasta educado, que ha sabido tratarme y tapar mi desnudez. Entre visiones creo haber detectado que se me comía con los ojos, hasta que me ha tapado con su amplia camisa. Sin pensarlo dos veces me ha besado de una forma varonil, que me ha encantado.

Intentando salvarme y rescatar mis restos, evitando los devorara cualquiera de los tiburones que sortean estas aguas.

 


Cuando Amina despertó en la sala de Urgencias del Centro Hospitalario General, las enfermeras la atendieron y poco a poco fue reactivando su recuerdo.

Entre sus enseres tan solo había una camisa blanca bordada con el nombre de Juliano. Junto a ella, una bolsa que contenía una toalla, una chilaba y la ropa interior de Amina. Su documentación, asida a unas llaves de un Toyota Capri.

 


Autor: Emilio Moreno
final de febrero de 2025 
Gracias por leer mis relatos

miércoles, 26 de febrero de 2025

La bóveda de la descendencia.

 




Aquellas tres hermanas, tan desapegadas por la falta de cariño, pasaron sus días muy alejadas. Tanto que desde que comenzó el éxodo por huir del padre, perdieron casi la totalidad de trato y apego. Todas escaparon de la red de Don Teodosio, en cuanto cumplieron la mayoría de edad. Aguantar al tétrico y descentrado de su procreador, era tarea ardua para cualquiera de ellas. Acostumbradas a la intimidad, franqueza y la mano izquierda de la fallecida madre. Que dejó este mundo por una enfermedad mortal, que el padre no supo, no quiso o desatendió, con o sin alevosía. Aún y siendo en aquella época, licenciado en farmacia y pertenecer al personal sanitario del estado.

Concha, la primogénita voló del nido, con dirección a Zaragoza, posiblemente en los peores años políticos del país. Sin dar demasiadas explicaciones a nadie. Huyendo casi de madrugada, para cuando quisieran darse cuenta, estar fuera de la trágica periferia de la atrición, o de exigencias inoportunas que le retrasaran su escapada. Era una época difícil para los ciudadanos. Disturbios, líos y huelgas habidas en España. Las causantes posiblemente de los tumultos del año mil novecientos treinta. Justo cuando comenzaban las revueltas y sinsabores que derivaron con los años en la guerra.

Se instaló en la ciudad del Pilar, y con sus dotes y preparación de enfermería la admitieron en el entonces mejor dotado hospital de la ribera del Ebro.

Conociendo a Eduard Muth, un soldado alemán que se recuperaba de unas heridas graves sucedidas en unas prácticas bélicas, que celebraban en la zona. Persona que en principio se comunicaba con la señorita Concha, por señas y gestos y con el buen hacer de la enfermera riojana, llegaron pronto a tocarse la piel de forma diferente. Consiguieron sin demasiados esfuerzos entenderse con caricias, arrumacos, besos, y roces sensuales imparables.

Contrayendo matrimonio antes de ser requerido por el ejército germano. Dejando Zaragoza y el Ebro, al ser llamado a filas en el Frente Nacional Alemán.

Abandonaron la región de Aragón, poco antes de que estallara la guerra. Trasladándose el matrimonio y su hijo Carlos a vivir en Berlín.

Jamás se volvieron a reunir las tres hermanas en el mismo lugar, ni en otro que les permitiera granjear la hermandad olvidada.

Carmen, desvió su trayectoria hacia la Barcelona cosmopolita, con su futura inauguración de la Exposición Universal celebrada en los alrededores del año 1929. Donde conoció al que sería su esposo de por vida. Uniéndose a él, sin más cariño que prisa, y con el que celebró las pocas efemérides y alegrías, dadas las consecuencias de la época. La poca disposición de Antonio, y lo poco dado a los esfuerzos que se le presentaban, por su carácter de tímido social.

Consiguiendo una vez casados, una planta baja, en una de las viviendas de protección. Edificadas hacía poco, por motivos de dar cabida y alojamiento a la turba ingente de obreros, que arribaban allende las regiones españolas.

Motivadas por la construcción de la línea UNO de metro y de la ostentación de la feria internacional de muestras. Se les concedió una casita en una de las zonas alejadas entonces, del centro neurálgico de la capital. Donde vivieron hasta sus últimos días. Dando por bueno lo poco que tenían y la holganza de tranquilidad que consiguieron a lo largo de los años. Tuvieron cuatro hijas y un varón, criados en la templanza de la casa, pero ni con esas consiguieron que se llevaran cuando menos bien.

Las envidias y los celos entre ellos, las llevaron también a la distancia, al poco trato y a la desconfianza.

Marina, la más pequeña de la saga y quizás la más enrevesada por carácter. Mezcla de su antecesor y su madre, que fue una mujer desgajada, a la vez que valiente y despejada que no supo enlazar aquellos hilos de las vidas de sus tres hijas y para cuando quiso llegar, moría de forma no clara.

Por ello y algún oscuro detalle más, que llevaba escondido en su fardel. Marina siendo la más joven de la saga, huyó tras de un hombre, que le había bebido los sesos, mientras estuvo en el pueblo donde residían. Un lozano varonil bastante alto, bien plantado que buscaba una mujer apañada, con carnes prietas, y si podía estar en buena posición, pues tanto mejor.

De profesión confusa, pero aquel detalle no importaba. Por estar ocupado en uno de los puestos de mando del cuartelillo, como guardia civil, que destinaban con urgencia a la capital de Aragón, y Marina persiguiéndole, se escapó de aquella urbe.

Vivieron juntos poco tiempo, ya que entonces el pertenecer a un cuerpo de seguridad del estado o ejército, era necesario haber contraído matrimonio, con la mujer que se habitaba. Se casaron, sin dar noticia a su familia. Tuvieron tres hijos, un varón y dos hembras.

Los cargos del empleo que ostentaba Juan, lo llevaron a la provincia de Barcelona, donde coincidieron tan solo media docena de veces, con su hermana Carmen, que ya estaba establecida en la ciudad, desde hacía varios años.

Sin intentos de acercamiento pasaban los lustros. Los hijos de ambas hermanas, pudieron tener apego ni roce por lo que se criaron tan separados como si se tratara de extraños. Completamente fueron personas desconocidas.

Concha una vez acabó la conflagración europea. Quedó sin su Eduardo. Las consecuencias de la guerra, la dejaron viuda, con Carlos su hijo en un país de costumbres muy diferentes, además de destruido. Con todo aquel bagaje migró a Francia, encontrando trabajo en un colegio de Lyon, donde conoció y se enredó con un andaluz muy seductor y gracioso, que le acompañó bastantes años de vida. Hasta que también lo despidió en el cementerio de Burdeos, una tarde inclemente de frío y nieve, dejándolo en la tierra, por causa de una enfermedad crítica.

Con Serafín, se había quedado en cinta, y tuvieron un hijo que le puso el nombre de Luis. Hermanos que no se entendieron jamás, primero por la diferencia de edad y después por costumbres diametralmente opuestas. Carlos, hijo de Concha y Eduardo, migró de nuevo a Hamburgo, donde tenía familia más afín a lo que conocía, dejando la vida francesa y a su madre sin ningún contratiempo.

Concha jamás volvió a España, ni contactó en ningún momento con su hijo Carlos Muth, muriendo en tierras galas, acompañada de su Luis, que nunca la abandonó. Nadie supo de la muerte de Concha, al no precisar de direcciones para tales efectos. Con lo que sus hermanas, no conocieron el hecho, ni la causa. Sin echarla de menos.

Su hijo Luis, al cabo de unas décadas, quiso conocer a sus primas españolas y en un viaje relámpago, se acercó a Barcelona, pero no llegaron a cuajar las virtudes de aquellos jóvenes, que ya no lo eran tanto, y jamás se volvieron a ver.

El primer hijo de Concha, el que parió cuando estaba al lado de Eduard, Carlos, jamás fue conocido por la familia de Carmen ni la de Marina. Teniendo por supuesto descendencia en Hamburgo.

Perdiendo su pista de pro. Sin que ninguna de las primas, ni familiares quisieran saber del muchacho.

Juan y Marina, también hicieron sus vidas al margen de hermanos, primos y sobrinos, conectando muy rara vez con la otra parte de familia. La perteneciente a su hermana Carmen, con la que no tenían apego ninguno, y encontrándose en ciertas ocasiones, que fueron muy escasas.

Las hijas de Marina, tomaron caminos diversos. La mayor también festejó con un guardia, y fueron destinados a lugares ignotos, para sus padres y hermanos y se les perdió la pista. Eduardo Juan, el hijo de Marina, se quedó en una población de la ribera del Llobregat, y contrajo matrimonio con una señorita sencilla y muy válida, que le acompañó durante sus días. Tuvieron dos hijos los cuales jamás, conocieron de la existencia de unos primos que tenían en el mismo pueblo y mucho menos en Francia y Alemania.

 

Un buen día uno de los nietos de Carmen, que pertenecía a una asociación Genealogista, y solía entretenerse con la búsqueda de sus antepasados, descubrió que por su adn, enviado hacía meses al consorcio de hallazgos. Habían detectado parte de sus genes en la ciudad de Hamburgo, Berlín, Paris, Lyon y Burdeos, en proporciones diminutas pero con la posibilidad de tener primos alejados en aquellos lugares.

Los que le contaron la verdadera historia de aquella familia, que por no hablar, y no quererse pasaron anónimamente por la vida, sin tratarse.

 


Autor: Emilio Moreno
Febrero, 2025

domingo, 23 de febrero de 2025

De entrada, planteó el asesinato.

 



Estaban en la sala del examen final del Master, todos los alumnos y componentes que se habían capacitado en aquella disciplina. Prestos a demostrar su valía una vez confirmado el aprovechamiento de los estudios, que darían fe de los arrojos y aprendizajes realizados.

Se matriculaban en la disciplina de Maestrías Secretas, del curso de criminología, que impartía la decana de la facultad Doña Martina Natrowiloba, profesora y analítica de ciencias aplicadas. Científica forense, curtida en asesinatos y sucesos de la antropología de trasgresión delincuencial de la ciudad con más asesinatos y violaciones del planeta.

Estudios y prácticas, que había impartido a los discípulos del último año de la carrera de Investigación y Política Criminal.

 

Era el momento de medir las habilidades de cada uno de los candidatos al empleo de Criminólogo en el departamento de la policía técnica nacional.  Ninguno de los candidatos conocía que clase de prueba final, les sería planteada. La ilusión de todos estaba intacta por optar a conseguir uno de los cinco empleos a cubrir dentro de aquella institución.

El tribunal estaba compuesto por el trío de los decanos del patronato, que entrevistaban en comandita a cada uno de los finalistas de aquellos ensayos. El sorteo se había hecho previamente y habían pasado todos los protagonistas exponiendo aquella prueba conclusiva, que descubrían en cuanto el jurado los tanteaba en aquella fase finalísima. 

Marcelina Havilland Crusoe, tenía unas aptitudes imponentes para conseguir lo que se planteaba, y llegado el momento fue llamada por su escrupulosa forma de interpretar los análisis y como mejor opción a conseguir la primera plaza de las vacantes habidas.

Su meticulosidad, su profesión y su imaginación, sin contar con otra virtud, que no se consigue, si no se nace con ella, la puso en el ranking destacada de los demás agentes interesados. 

Las interventoras que custodiaban en la selección final a Martina Natrowiloba, eran destacadas juristas y gerifaltes de la Dirección General de Gendarmes del país. Oficiales que ayudarían a la presidenta en hallar la mejor opción y descubrir al mejor de los pretendientes. Oficios que recayeron sobre Josefine Brendan Grainger y Desideria Terry Mack Queen, como adjuntas al equipo de elección. 

Se escuchó una voz que provenía del fondo del estrado y nombraba en tono absoluto a Marcelina Havilland. 

—Por favor la recién nombrada, se de a conocer y se acomode en la butaca situada para su examen. Exigió el secretario de sala.

Desde el fondo de aquel recinto, angosto y oscuro. Se puso en pie, una mujer con el cabello anaranjado, escasa de estatura y algo pasada de peso corporal, que se presentó rauda frente a la señora Martina Natrowiloba, mostrando sus credenciales. 

—Buenas tardes Señoría. Me llaman Marcelina Havilland Crusoe, y estoy interesada en conseguir uno de los huecos en su departamento, como especialista criminóloga. 

—Muestre sus credenciales—, le indicó Josefine Brendan, que hacía labores certificativas. La que comprobó sus documentos de filiación, identidad y pertenencia al puesto ofertado. La compañera del equipo, Desideria tenía su informe frente a ella, y le hizo un par de sugerencias, para subrayar su presencia y deseo de pertenecer al equipo científico, preguntándole, de una sola vez cuatro o cinco preguntas. 

—Es residente en la ciudad, tiene hijos, ha colaborado con alguno de los puestos policiales o ha pertenecido a ¿algún partido político? La candidata respondió sobria, sin movimientos en su rostro, fiel a su costumbre y mirándola a los ojos invocó. 

—Resido en la ciudad. Estoy soltera sin hijos, y me dedico en cuerpo y alma, a descubrir malhechores. Colaboro con la gendarmería local y jamás he pertenecido a ninguna clase asociativa, ya fuera política, administrativa o cultural.

Martina, una vez escuchado toda la verborrea, pasó al ataque. 

—Bien usted, ha sido seleccionada en primera instancia a ser sometida a la última prueba, de acceso al instituto. En su caso, pretendemos nos explique verbalmente con todos los detalles incluidos, en la forma que hubiera usted, contribuido a esclarecer la solución al expediente planteado. Recurso de los hechos, facilitado a todos los contendientes al puesto, en el inicio del master.

Exponga y plantee el suceso. Háganos un detalle de su concepción y explique como hubiera usted actuado para la determinación y solución del caso.

Tiene media hora de tiempo, para desarrollar estos requisitos, sin moverse de donde está. Tiempo que comenzará una vez usted nos de la luz verde. 

La aspirante, suspiró como pensando que aquello era una teatralidad, imaginando que la selección de los aspirantes, no fuera por la suerte del caer bien, o serle más simpática al jurado.

Comenzó a plantear el asesinato de entrada.

El tiempo se inició y Marcelina comenzó a relatar. 

— Nos dan aviso desde el 911, que en la calle Norveige Bluses, se ha dado un aviso de ruidos por arma de fuego y se persona el coche mas cercano al lugar.

Los agentes encuentran a una mujer asesinada, sin ropa que yace sobre la mesa de la cocina, con unas tijeras abiertas en su mano izquierda y descalza del pie derecho. Cara desencajada por el sufrimiento al haber sido violada por lo menos por tres individuos. 

Pronto cercan la zona del delito y los investigadores y forenses de la criminal llegan al lugar, comenzando a pertrechar todos los vestigios humanos y huellas dejadas en el escenario del crimen.

Se tomaron muestras del cuerpo inerte de la violada, se escaneó su cadáver por completo, hallando ruinas que determinaron la forma real y cómo se produjo el delito. 

Ahí quedó el informe que nos suministraron. Sin llegar a nuestro conocimiento, porque en el protocolo entregado a los alumnos. No reflejaba los resultados obtenidos en el análisis de su dentición, en verificar sus mordeduras. Ya que para mi entender, es necesario. Tanto como ¡Vital! Conocer si la violentada pudo morder a uno o a todos sus agresores.

Tampoco se tuvo en cuenta, la verificación de….

 

Fue interrumpida por la presidenta Martina Natrowiloba, profesora y analítica de ciencias aplicadas. Con un gesto de su brazo izquierdo indicando. 

—¡Basta, no siga usted! Ha consumido diez minutos de su tiempo y nos queda claro, su testimonio. Gracias por todo. Sin duda, usted será admitida, por derecho propio.






Autor: Emilio Moreno
febrero de 2025, día 23

sábado, 22 de febrero de 2025

Domitila, era en verdad, su hija.

 




Corría el verano caluroso de 1966. La canción inmortal, que sonaba alegrando la vida era, «Summer in the City», en la que el grupo de ‘The Lovin’ Spoonful. Nos contaba de la diferencia del verano. Viviendo en el centro de la ciudad. Rendidos por el calor, la humedad y el asfalto. Cuando entre la trama y la melodía de aquel hit, destacaba la gracia de su protagonista, para resolver la angustiosa situación, que conseguía con la preciosa armonía de su música. 

Los padres de Axel y Drexler, decidieron que sus dos hijos pasarían el verano con su tía Juncal, que hacía un par de años, había regresado a su país, y se había instalado en la ciudad de Sayulita. Situada al sur de la costa de Nayarit Mexicana. En la región de Bahía de Banderas. Pueblo mágico adornado por el océano de la costa del Pacífico de Oaxaca.

Juncal, una mujer madura, emigrada en su juventud desde Ciudad de México a Brisbane, por huir un poco del control férreo de la familia. Fue a residir ni más ni menos que casi al otro lado del mundo. En una ciudad con clima subtropical húmedo, de veranos calurosos e inviernos templados. Que la acogió por espacio de quince años, arropándola en la ciudad de Brisbane, la capital de Queensland. Que sin dudar es lugar que posee todas las razones más efectivas para estar en la gloria.

La que huyendo se volvió hacia su país de nacimiento, queriendo dejar atrás, aquello que ella escondía. Afincándose en Sayulita, sola sin amigos ni contactos. Mujer que de regreso a su tierra, no pasó por el Distrito Federal, olvidando contactar con parte de la familia. Tan solo dio señales de su llegada a su hermano gemelo. Indalecio y su esposa, padres de los niños que ella acogería aquel verano para pasar su estío.

Juncal, era una guapa señora de casi cuarenta años, que se mantenía soltera, porque no le había llegado aquella necesidad de enredarse con nadie. Ya que debido a su imagen y su cuerpo. No le causaba grandes esfuerzos encontrar ligue con algún amigo o compañero, para pasar una noche de sexo, sin necesidad del abono de un peaje al que ella, no le convenía. En Brisbane, se había dedicado a la enseñanza del español en una escuela de pijos, cargados de billetes a los que poco les importaba la honradez. Ya que lo mismo enseñaba los artículos gramaticales, que sus pechos a sus alumnos más creciditos. Se había acomodado en un pisito del centro de Brisbane, y desarrollaba sus días cotidianos atareada con la docencia y la indecencia nocturna. Que disimulada, llevaba con eficacia y libertad. Hasta que en la clase de último grado, Williams Markévich, un menor de edad, hijo de un magnate de la delegación Ucraniana, y allegado al Asamblea de la ciudad, se encaprichó de ella, y ésta accediendo tuvieron relaciones amorosas, a espaldas de los padres del alumno. Siendo todo en secreto, con encuentros en casa de la institutriz Juncal, la que entonces, y con el roce y la práctica de una continuada sexualidad, bebía los vientos por su discípulo. La enseñante de español, era en aquella época una preciosa mujer de treinta y nueve años, y el imberbe Williams, tan solo diecisiete primaveras.

Tanto gozo y contacto tuvieron que Juncal, se quedó en cinta y desde aquel instante y por el miedo. La imposibilidad de comenzar entre ellos dos como matrimonio, decidieron separarse de mutuo acuerdo.

Seguir con sus vidas, apartados, como si nada hubiese ocurrido. Asumiendo Juncal momentáneamente, toda la responsabilidad maternal, dejando que naciera aquella criatura, sin menoscabo. El jovencito Williams, no podía responsabilizarse de nada, y ella tampoco quiso airear el tema, con lo que llegados los nueve meses, se convirtió en una mamá soltera al uso.


Cuestión que ella, tampoco quería asumir de ningún modo. Sin embargo por humanidad, aquella madre, dejó que su niña naciera con total normalidad y una vez llegó a este mundo, la preciosa Domitila, se la cedió a regañadientes a su padre. El joven Willians, que entonces ya había cumplido la mayoría de edad.

Desapareciendo ella, sin ningún equipaje de la noche a la mañana, de la ciudad de Brisbane, de su escuela, de su vida y de sus normas. Volviendo a su país de origen, sin pasar por casa de sus padres, y afincándose cerca de la playa en un poblado precioso, pero alejado de todo el mundanal ruido, para rehacer su vida. Cuestión y meta que consiguió dedicándose en su nueva residencia a la creación de manualidades y porqué no, dando clases de inglés a los niños de aquel departamento.

Indalecio y Carolina, hermano y cuñada, padres de Axel y Drexler, llegaron aquella mañana a Sayulita, con sus dos hijos y una preciosa niña. Agradeciendo al cielo el volver a tropezar aquellos dos mellizos, que hacía años no se abrazaban. Lloraron de alegría y el hermano contó a Juncal, mientras sus dos hijos paseaban por la vera de la playa, con su nueva hermanita, que Carolina, su esposa. Había tenido problemas en su último parto y se quedaron con las ganas de tener una hija. Una niña.

Deseos que ambos no querían dejar pasar y por un milagro de la vida. Sin haber esperado demasiado tiempo. Habían adoptado a una niña casi con tres años, proveniente de una familia australiana, muy desarraigada. A la que la mala suerte le había dado la espalda y se querían sacar de encima a la chiquilla. Con la excusa que su padre la mal cuidaba, y despreciaba. Al haber dejado en cinta a una señorita, que desapareció, al poco de nacer. Por la bendición del cielo, Indalecio en uno de los viajes que hacía por negocios, conoció a la familia de un agregado ucraniano, que pretendía ingresar en un hospicio a Domitila. Nieta del tal Markévich, y después de mucho batallar y un buen fajo de dólares americanos, pudo traerse a la nena, para quererla como se merecía.

 

Emilio Moreno
autor: 22-2-2025


viernes, 21 de febrero de 2025

Trazas y trizas

 









Once años transcurrieron con la huella,

muchas veces, recuerdo tu semblanza.

Aunque vivimos tras de esa balanza

que nos roba el criterio, y deja mella.

 

Dejaste en mí una siembra que destella,    

que tiembla. Convulsiona sin templanza.

Sin agrado y vacío de esperanza,

con cierta confusión que me atropella

 

Las trazas no se borran ni se olvidan,

queda grabado al fuego, sin cenizas.

Imborrable por siempre, no validan.

 

Son armas permanentes fronterizas,

que nos dañan y crueles nos lapidan

el sentimiento, y nos hacen trizas.  

 








 



autor del poema: Emilio Moreno
dedicado a un recuerdo del 21 de febrero 2014
que dejó desgaste en el entorno.

 

 

 

jueves, 20 de febrero de 2025

Aplicación y chispas integradas

 


Solicitó uno de esos vehículos modernos. Esos que se contratan por la red o el teléfono y te recogen en la puerta de tu casa. A la salida del cine o en el mercado de abastos y te trasladan donde les digas, siendo la factura más económica que los taxis de toda la vida. Así que un buen día el amigo Patricio quiso llegar todo lo pronto que pudiera al punto donde le esperaban. Finalizó su revisión y al salir de la sesión de control con su terapeuta, usó esa posibilidad para conseguirlo.

Agotó aquella visita con su psicólogo, un tipo muy conocido, popular y famoso en aquella ciudad, por haber sido tertuliano en una cadena de televisión donde trataban casos de personas coléricas, que residían al borde de sus conductas. Un doctor reconocido que trataba a Patricio, como paciente desde hacía muchos años. Encuentros que comenzaron debido a unos síntomas emergentes, que no le dejaban centrarse en sus asuntos propios como debiera. Consiguiendo el paciente, ganar en salud, estabilidad y sosiego con esas curaciones que le favorecían y afianzaban sus deseos.

Se detuvo al salir de la consulta y antes de cruzar el umbral de la puerta. Contactó con la empresa que normalmente le servía para desplazarse de un punto a otro por la ciudad, cuando el transporte público, le quedaba lejos o fuera incómodo el llegar al punto que pretendía. En la Hoover Asocietions, no tardaron ni diez segundos en atenderle. Era cliente asiduo y conocían de sus gustos. Una voz de esas enlatadas que solemos escuchar en las películas de acción se puso en contacto con el solicitante del servicio.

—Buenas tardes, que tal estás Patrice, soy Romina. —Le comunicó aquel tono inarmónico. —Donde quieres desplazarte. Observo que justo ahora, estás en la confluencia de las calles Monterde y Parlamento. No padezcas, que de inmediato te atendemos y en breve te trasladamos. Siguió solicitando detalles la vocecita ronca de Romina, sin detenerse ni respirar y siguió exigiendo.



—Sé tan amable de indicarnos tu próximo destino, para establecer la ruta más adecuada y puedas llegar en el mínimo intervalo. Sabes y conoces, de nuestra profesionalidad por lo que solemos analizar cualquier inmediatez o circunstancia, para haceros la arribada al punto de destino, con la comodidad adecuada. Además y sabiendo que estás al corriente, solicitamos estos detalles como seguridad y caución. Recuerda tu password o palabra clave, que el conductor te la solicitará en cuanto accedas al utilitario.

—Hola Romina. —aclaró Patricio.

—Parece que me hablas del ultramundo. Te escucho y noto una onda incrustada. ¡Vaya. Das miedo! Cómo sabes mi apelativo familiar.

—No lo comprendo. Porque ese dato, tan solo lo dominan los muy allegados y no creo que en la Hoover, lo tengan registrado.

—¡Que sepas mi nombre!, puedo llegar a entenderlo y a las evidencias me remito. ¡Sin embargo chica! —continuó diciendo.


—Estar al tanto del mote con que me citan mis inmediatos. Es inverosímil. Diría, que casi imposible lo sepáis. No entiendo como tenéis a mano semejante dato. Con lo que me encantaría saber cómo coño lo habéis conseguido. ¿Quién os lo ha dicho?, porque imagino y entiendo, que en mi llamada, ves mi número de celular pero que llegues a saber dónde estoy ahora. Se me hace muy fuerte… tía. —prosiguió con sus dudas y se quejó.

—Porque aún no he abierto la boca ni de momento he solicitado servicio alguno y vosotros ya sabéis sin más, lo que requiero. —Finiquitó su locución, pidiendo explicaciones.

—¡Ya me contarás! Estoy alucinando. Con un retardo de tres segundos aquel tono que le adosaron a Romina contestó.

— No te asustes Patricio, mi querido Patrice. Tu teléfono nos ha dado las coordenadas del lugar donde te encuentras y en tu psiquis auto concentrada, consta que tan solo nos llamas, para desplazarte de un lugar a otro. El nombre lo sabemos porque tu celular al contactar con Hoover, nos remite todos los datos necesarios, para el control de la asistencia que nos solicitas, y cuando digo todos. Son todos.

No me vengas con ignorancias, porque estamos al corriente de tu vida. Sueños, deseos, contradicciones, amarguras, indelicadezas, fraudes, fracasos, engaños y detalles que omito, que tu bien sabes. Patricio quiso responder con eficacia a la aseveración super ingrata añadiendo.

—Pues la verdad. Si te soy sincero lo desconocía. No sabía yo, que estuvierais tan informatizados, y conocierais tantos datos de vuestra clientela. Me pregunto si es legal ésta normativa de la Hoover Asocietions. ¡Lo tendré en cuenta! Sin embargo me desagrada que con tantos avances, no podamos tener algo de intimidad. Serenó su impronta y solicitó el servicio.

—Bien, pues quiero que me recoja un vehículo medio, para llevarme al otro lado de la ciudad. A mi domicilio, que no os digo la dirección porque imagino ya la conocéis.

—De acuerdo, pero es condición indispensable, nos adelantes la dirección de final de trayecto. Por lo que ruego—exigió aquella voz—nos la indique de inmediato. Además ya conoce usted Patrice, que el servicio se abona tan solo depositando la huella digital, en el datáfono, o por su aliento en el blíster storage del reposacabezas delantero. Como viene siendo costumbre en nuestra empresa Hoover.

Cuando salió del portal del licenciado, y siguiendo los consejos de Romina, un auto diminuto, de la Mercedes Benz en color negro, aparcaba frente a él, haciendo luces a Patricio, indicándole, que era su transporte.

Ascendió al asiento posterior y sin más el auto arrancó expedito a la dirección dada con antelación por el cliente. En cuanto se acomodó y colocó los cinturones electrónicos de aire en suspensión para su seguridad. Se percató que aquel vehículo, no llevaba conductor y al ir a exclamar, un sonido espeluznante le impidió su queja.



— Tranqui Patrice, no te alteres, que parece no hayas tenido bastante con lo que te ha dicho el psiquiatra esta tarde. No comprendes que tu voluntad, nos importa un bledo. Aclimátate a la evolución, que pareces nacido en los años cincuenta del siglo XX, y vivimos desde hace algunas décadas en el año 3025.



autor: Emilio Moreno
20 de febrero de 2025

martes, 18 de febrero de 2025

Pajaritos. - Morimos cuando nos olvidan -

 





Lo conocíamos por
“Pajaritos.” 

Era un tipo que sobresalía de lo habitual. 

Ya en su ancianidad, era perseguido por las miradas de cuantos niños lo observaban, y por los juguetes que de tanto en vez repartía. 


Se le notaba en cada uno de los sorteos de la lotería de Navidad, en la puerta del Palacio Real madrileño, donde se hacía notar antes y después de la rifa.

Era un personaje especial, y tan singular como pocos. 

Salvador Benítez Griñó, apodado también como “El loco del Matarraña.”

Dentro de un par de meses, hará ya veinte y un años que nos dejó.

Falleció un dos de abril del año 2004. En su localidad de residencia francesa. Céret. Población ubicada en el Midí francés. 

Situada en el departamento de los Pirineos Orientales de la región de Occitania.

Capital de comarca del Vallespir, a la que se conoce de forma popular como la capital de la cereza. Cuando murió contaba con 86 años, y fue diagnosticada su defunción como paro cardíaco.


Salvador Benítez, el loco del Matarraña, era muy conocido por vestir y presumir con trajes de casaca, rebozado de botones multicolores, que lo acompañaba con un sombrero de copa en color rojo chillón y un paraguas no menos discreto. Llamando la atención al mundo entero por su indumentaria. 

Presumía con su apariencia en muchas de las efemérides que se celebraban en España, como el sorteo navideño de Lotería, en Madrid, y en diversos lugares europeos.

Nació en Valderrobres, provincia de Teruel, un 1918, año de la Pandemia española. 

En su juventud estuvo exiliado en Francia, al finalizar la guerra Civil en 1936, huyendo de la represión política del tiempo. 

Cuentan los historiadores que en Francia, se incorporó a la Resistencia y luchó contra la ocupación alemana.



Fue prisionero y lo recluyeron durante un tiempo en el campo de concentración de Mathausen donde fue liberado por la victoria aliada. Acabó residiendo en la capital francesa, París. 

Ocupándose en una labor como pintor en un taller de vehículos, trabajo que le duró hasta su jubilación. Que fue anticipada, debido a las secuelas que le dejó la guerra y su posterior internamiento en el campo de concentración.

Retornó a su tierra, Valderrobres. Tras todos sus obstáculos, en un alarde de atrevimiento, con una visita efímera y anónima. Poco antes de la muerte de Franco. 

Llegada la apertura y con la llegada de la democracia, viajó con frecuencia a España donde se hizo popular por su vestimenta y sus atuendos de botones y sus paraguas.

Con su específica indumentaria, participó en las fiestas de su pueblo y también se hizo notar en los sorteos de Navidad, así como en el último mes de la anualidad, el día 31 de diciembre, en la celebración del año nuevo, correteando por los aledaños de la Puerta del Sol de Madrid.


La prensa, local y nacional y las cadenas de las televisiones estatales lo captaban a menudo en lugares insospechados y originales, siempre ataviado con su uniforme de actuación, que era el célebre traje y paraguas. 

Aprovechando sus viajes frecuentes a lugares donde se celebraba algún acontecimiento donde se apiñara mucho gentío, y poder actuar frente a los niños, abuelos y demás simpatizantes.

Dejó advertido, que su cuerpo fuera incinerado y posteriormente, sus cenizas esparcidas en el río Matarraña desde el puente de piedra, en Valderrobres.




Dicen que morimos cuando nos olvidan. 

Sin embargo aquellos que en un momento o circunstancia nos hicieron partícipes de su comportamiento, merecen ser recordados de tanto en tanto. 

Por haber sido parte de los acontecimientos ocurridos en nuestras vivencias, nuestras aventuras o nuestros pueblos.

 

 






Gran parte del texto, está recogido de la prensa nacional
o de blogueros populares de la zona del Matarraña,
las fotos son originales, hechas en el año 1997.