Solicitó uno de esos vehículos modernos.
Esos que se contratan por la red o el teléfono y te recogen en la puerta de tu
casa. A la salida del cine o en el mercado de abastos y te trasladan donde les
digas, siendo la factura más económica que los taxis de toda la vida. Así que
un buen día el amigo Patricio quiso llegar todo lo pronto que pudiera al punto
donde le esperaban. Finalizó su revisión y al salir de la sesión de control con
su terapeuta, usó esa posibilidad para conseguirlo.
Agotó aquella visita con su psicólogo,
un tipo muy conocido, popular y famoso en aquella ciudad, por haber sido
tertuliano en una cadena de televisión donde trataban casos de personas
coléricas, que residían al borde de sus conductas. Un doctor reconocido que trataba
a Patricio, como paciente desde hacía muchos años. Encuentros que comenzaron
debido a unos síntomas emergentes, que no le dejaban centrarse en sus asuntos
propios como debiera. Consiguiendo el paciente, ganar en salud, estabilidad y
sosiego con esas curaciones que le favorecían y afianzaban sus deseos.
Se detuvo al salir de la consulta y
antes de cruzar el umbral de la puerta. Contactó con la empresa que normalmente
le servía para desplazarse de un punto a otro por la ciudad, cuando el
transporte público, le quedaba lejos o fuera incómodo el llegar al punto que
pretendía. En la Hoover Asocietions, no tardaron ni diez segundos en atenderle.
Era cliente asiduo y conocían de sus gustos. Una voz de esas enlatadas que
solemos escuchar en las películas de acción se puso en contacto con el
solicitante del servicio.
—Buenas tardes, que tal estás Patrice, soy Romina. —Le comunicó aquel tono inarmónico. —Donde quieres desplazarte. Observo que justo ahora, estás en la confluencia de las calles Monterde y Parlamento. No padezcas, que de inmediato te atendemos y en breve te trasladamos. Siguió solicitando detalles la vocecita ronca de Romina, sin detenerse ni respirar y siguió exigiendo.
—Sé tan amable de indicarnos tu próximo
destino, para establecer la ruta más adecuada y puedas llegar en el mínimo
intervalo. Sabes y conoces, de nuestra profesionalidad por lo que solemos
analizar cualquier inmediatez o circunstancia, para haceros la arribada al
punto de destino, con la comodidad adecuada. Además y sabiendo que estás al
corriente, solicitamos estos detalles como seguridad y caución. Recuerda tu
password o palabra clave, que el conductor te la solicitará en cuanto accedas
al utilitario.
—Hola Romina. —aclaró Patricio.
—Parece que me hablas del ultramundo. Te
escucho y noto una onda incrustada. ¡Vaya. Das miedo! Cómo sabes mi apelativo
familiar.
—No lo comprendo. Porque ese dato, tan
solo lo dominan los muy allegados y no creo que en la Hoover, lo tengan
registrado.
—¡Que sepas mi nombre!, puedo llegar a entenderlo y a las evidencias me remito. ¡Sin embargo chica! —continuó diciendo.
—Estar al
tanto del mote con que me citan mis inmediatos. Es inverosímil. Diría, que casi
imposible lo sepáis. No entiendo como tenéis a mano semejante dato. Con lo que
me encantaría saber cómo coño lo habéis conseguido. ¿Quién os lo ha dicho?, porque
imagino y entiendo, que en mi llamada, ves mi número de celular pero que
llegues a saber dónde estoy ahora. Se me hace muy fuerte… tía. —prosiguió con
sus dudas y se quejó.
—Porque aún
no he abierto la boca ni de momento he solicitado servicio alguno y vosotros ya
sabéis sin más, lo que requiero. —Finiquitó su locución, pidiendo
explicaciones.
—¡Ya me
contarás! Estoy alucinando. Con un retardo de tres segundos aquel tono que le
adosaron a Romina contestó.
— No te asustes Patricio, mi querido
Patrice. Tu teléfono nos ha dado las coordenadas del lugar donde te encuentras
y en tu psiquis auto concentrada, consta que tan solo nos llamas, para
desplazarte de un lugar a otro. El nombre lo sabemos porque tu celular al
contactar con Hoover, nos remite todos los datos necesarios, para el control de
la asistencia que nos solicitas, y cuando digo todos. Son todos.
No me vengas con ignorancias, porque
estamos al corriente de tu vida. Sueños, deseos, contradicciones, amarguras,
indelicadezas, fraudes, fracasos, engaños y detalles que omito, que tu bien
sabes. Patricio quiso responder con eficacia a la aseveración super ingrata
añadiendo.
—Pues la verdad. Si te soy sincero lo
desconocía. No sabía yo, que estuvierais tan informatizados, y conocierais
tantos datos de vuestra clientela. Me pregunto si es legal ésta normativa de la
Hoover Asocietions. ¡Lo tendré en cuenta! Sin embargo me desagrada que con
tantos avances, no podamos tener algo de intimidad. Serenó su impronta y
solicitó el servicio.
—Bien, pues quiero que me recoja un
vehículo medio, para llevarme al otro lado de la ciudad. A mi domicilio, que no
os digo la dirección porque imagino ya la conocéis.
—De acuerdo, pero es condición
indispensable, nos adelantes la dirección de final de trayecto. Por lo que
ruego—exigió aquella voz—nos la indique de inmediato. Además ya conoce usted
Patrice, que el servicio se abona tan solo depositando la huella digital, en el
datáfono, o por su aliento en el blíster storage del reposacabezas delantero.
Como viene siendo costumbre en nuestra empresa Hoover.
Cuando salió del portal del licenciado,
y siguiendo los consejos de Romina, un auto diminuto, de la Mercedes Benz en
color negro, aparcaba frente a él, haciendo luces a Patricio, indicándole, que
era su transporte.
Ascendió al asiento posterior y sin más el auto arrancó expedito a la dirección dada con antelación por el cliente. En cuanto se acomodó y colocó los cinturones electrónicos de aire en suspensión para su seguridad. Se percató que aquel vehículo, no llevaba conductor y al ir a exclamar, un sonido espeluznante le impidió su queja.
— Tranqui Patrice, no te alteres, que
parece no hayas tenido bastante con lo que te ha dicho el psiquiatra esta
tarde. No comprendes que tu voluntad, nos importa un bledo. Aclimátate a la
evolución, que pareces nacido en los años cincuenta del siglo XX, y vivimos desde
hace algunas décadas en el año 3025.
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