Si echo la vista atrás
el tiempo parece escapar
sin poderlo yo, atrapar
aunque intente ir detrás.
el tiempo parece escapar
sin poderlo yo, atrapar
aunque intente ir detrás.
Era el mes de abril del año 2015 y se publicó
Me bajo en Triunfo
.
Lo recuerdo como si hubiese sido un sueño. Ahora al pasar de tantos años es normal, que los detalles queden al margen de aquella realidad efímera. Fue la última vez que nos vimos, y además imaginábamos que no habría otra.
Llovía, y el olor de las calles era una mezcla de mar, y de campo. De ciudad y de pueblo. De hermosa ilusión, y sobre todo de una nostalgia duradera.
Era el mes de abril del año 2015 y se publicó
Me bajo en Triunfo
Cuando advirtió estaba en el andén del metropolitano en dirección al Supremo. El intervalo le atosigaba, aunque sabía de antemano que él no era el encausado. No vislumbraba ni remotamente, que se iba a relacionar con la diversidad y amalgama mas variada de proscritos, acreditados artesanos de la delincuencia. Prototipos deleznables e irracionales, que ciertamente viven fuera de la ley y que ni en los letargos más hostiles hubiera soñado. Clases sociales marginadas que están ahí, que circundando la humanidad violentan a los profanos, cuando la casuística y el azar les cruza el camino.
El quejido de las vías del tren le hizo volver a la realidad. Cavilaba, que no podía equivocarse y llegar más tarde de la hora en que estaba citado. Hizo transbordo para tomar la línea más aproximada al lugar donde estaba su destino.
Concentrado en sus argumentos, no atendía a la muchedumbre que le rodeaba en el itinerario. Cuando llegó a su terminal se apeó, y andando con paso firme y audaz, llegó a las escaleras mecánicas. Al ascender a la calle, observó la mañana tan fantástica que hacía, lucía el sol como si de un día de pleno verano se tratase. De repente volvió a notarse vivo y se fijó en los transeúntes. Una auténtica revolución, gentes de toda condición; en caterva, sin coincidir entre ellos, sin saludarse ni tampoco atender el gran alborozo que emitían. Aletargados, aseados, desgreñados, indigentes, irrespetuosos.
Afluencia terrenal, unos; con más celeridad, sin turbarse, directos a sus penurias, como si el mundo tuviera las horas contadas y de pronto todo concluyera. Otros haciendo de su camino un regodeo, un contento, mirando de no tropezar con aquellos precipitados; y todos sumergidos en sus infortunios.
Mientras caminaba, procuraba de forma particular el estar alerta, generándose en su cerebro, las respuestas a las posibles preguntas del interrogatorio. Los destellos del sol, le tocaban suavemente la cara y casi cegaban su vista por el influjo de la luz contra la graduación de los cristales de sus gafas.
Su maquinal le estaba sometiendo a un examen de los incidentes, y se iban presuponiendo las evidencias, quedando muy registradas, por si hubiere caso. Su convicción estaba conducente y aplomada, y su fonética debía ser templada y con tono comedido. Sin ponderaciones, ni teatros, simple y llanamente lo que acaeció.
A fin de cuentas.—Seguía reflexionando— le sacaron de la cama, aquella amanecida del mes de mayo, cuando sonó el teléfono, no eran las cinco de la madrugada todavía, lo despertó la policía, no tenía ni idea de lo que ocurría, hasta que hicieron las preguntas de rigor, y quedó sobrecogido por la noticia.
— ¿Y ahora qué debo hacer?. Era su última duda antes de aterrizar de su vuelo imaginativo.
Había hecho el trayecto necesario, en un breve espacio de tiempo, transitando las calles de la ciudad. Sin reparar, subía la escalinata de los juzgados fijándose en los diferentes carteles indicativos que impávidos, inertes e inviolables mostraban en dos idiomas los diversos departamentos, y orientaban a los no habituales.
El vetusto edificio, de una antigüedad no muy lejana, posible construcción mediados del siglo XIX. Elegante y señorial visto desde la distancia. Permanecía de puertas abiertas. Frente al acceso de entrada los encargados de la protección con ojos cautelosos, escudriñaban a todo el que pasaba delante de ellos. Al ingresar en el edificio, el servicio de seguridad le hizo desocupar los bolsillos y acceder por la pasarela detectora de metales. El corazón irrumpió en una carrera irrefrenable de pálpitos taquicárdicos. Notó que la sangre aceleró su velocidad de sedimentación a niveles extraordinarios.
Recogió los objetos personales que - - - - - - - -
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Primer capitulo de
Me bajo en Triunfo
publicado en abril de 2025
Autor Emilio Moreno.
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