Fecha del
cinco de enero. Emblemática para los creyentes en los regalos procedentes del
oriente. Especialmente para niños, y maduros comprometidos con la ilusión y muy
competentes, con el agasajo y la quimera de los que siguen esperando y creyendo
en la bondad divina, y en las sorpresas de última hora.
Siguiendo las
normas de aquella familia, los mensajes a la hora de la cena, entre los hijos y
nietos habían sido muy entrañables. Expectantes se miraban a los ojos,
guardando cada cual, su secreto.
Aquella
noche fueron a dormir muy pronto.
Los niños
de la familia Thomson, no perdieron tiempo después de la cena en la víspera de
la Epifanía.
De buenas a
primeras, les sobrevino repentinamente un sueño, inaguantable, que debían
mitigar enseguida.
Todos ellos,
en mayor o menor medida, habían tenido regalos en la celebración del Papa Noël.
Fecha deslumbrante
festejada en el pasado diciembre, con el disfrute de la velada de la Nochebuena, como ilusionados jovencitos y otros no tanto.
Esperaban de
nuevo que las sacas de aquellos Magos venidos de Oriente. Les pusieran dentro
de sus zapatitos, aquellos caramelos, golosinas y por qué no, alguna que otra bagatela,
que nunca se sabía hasta que punto podía ser estupenda.
En el
balcón quedaron las jofainas repletas de agua para el consumo de los camellos,
y alguna que otra botella de ron o de anís, galletas y turrones, para los
Reyes, que venidos de la imaginación, residía en las ilusiones de cuantos pertenecían
al apellido.
La más
chiquita de la casa, había dejado nota junto a sus calcetines, que inertes, y justo
a la vista de todos, sobresalían por el color chillón
A mis queridos
Reyes Magos,
con mi ilusión
solicito siempre
os acordéis
de cuantos regalos
sean preciosos,
y deslumbrantes.
Era la única
nota, que los componentes de la saga, habían dejado justo al lado del árbol de
Navidad, que durante toda la noche, estuvo encendido, zigzagueante con sus
guirnaldas multicolores.
La madrugada
llegó, y sorprendente, los chiquillos de la casa, como los que no lo eran, se avivaron
muy pronto, esperando con intriga, el instante de aparecer por el salón y el
balcón de la vivienda.
— Que nervios dijo el
abuelo, parezco ser un poco el rey Melchor—, cuando se despertó.
—Mi nieta, Anna está muy
ilusionada, y la veo tan feliz, que hasta yo, disfruto con su ilusión infantil.
Los Magos de Oriente, se
acordaron de absolutamente todos. Sin olvidar a nadie. Imposible tuvieran
deslices ingratos, y cada cual recibió su presente. Los hubo materiales y también,
como no, imaginarios muy sutiles.
Uno de los Magos, el más
locuaz inspiró y sin decir palabra, disfrutó.
— Solo por la dicha y la
felicidad, de mi niñita Anna, vale la pena hacer a veces de Papa Noël, del tío Tróvalo
el de los regalos y de Rey Mago.
FELICES REYES MAGOS a
todos, y os dejo en el sitio, que suponéis mi Deseo de Paz y de Salud.
Firmado.
Uno de los
millones de Magos
Que existimos
en la tierra.
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