miércoles, 26 de octubre de 2022

Sucinto; en trescientas tres palabras.

  

Hacía muchos meses que aquellos camaradas de profesión no se juntaban a desayunar, en una de las cafeterías de la ciudad. Antes de la pandemia, y ya, casi todos retirados de la vida laboral solían reunirse de forma asidua para almorzar, y disfrutar a la vez que manifestaban, sus batallas y puntos de vista. Presumir de sus hijos y de las ilusiones que cada cual albergaba. Saber los unos de los otros, sin perder el hilo de sus vidas, al no ser constante el encontrarse, cada mañana en las instalaciones de aquella firma alemana, como cuando estaban en activo.

Profesión, esfuerzo y trabajo desde hacía tantísimos años. El modo de ganarse el pan, en todos y cada uno de aquellos técnicos que se preocupaban y ocupaban tantas veces, por la buena marcha de la compañía. Con sus prisas y temores, porque la cifra de ventas no llegaba a lo establecido o porque, sus objetivos no se cumplían como debieran para mantener sus propios emolumentos.

Empresa que, como tal, ya ni existía, después de mil fusiones, y convenios entre negocios desde las altas esferas. Gobernadas por magnates agresivos y poco humanos que el destino puso en sus caminos teniendo que soportar sus caprichos, sin ser a menudo, de su gusto.

El agresivo Covid maldito les había cortado la usanza, de encontrarse como antaño, por lo menos una vez al mes. Desde que les llegó la jubilación.

Venida la fecha de más o menos normalidad, volvieron a reunirse. Al aire libre, sin mascarilla, en la terraza del restaurante adecuado, por aquello de no respirar las toxinas de cada cual.

Alegría inusitada en más de una de sus facciones, sin dejar los mil problemas personales de cada individuo y penas graves de muchos. Imaginadas de forma suave y prudente para evitar quizás, las lágrimas, cuando menos.












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