lunes, 17 de enero de 2022

El deseo y sexo de la Sra. Kinterbwole (tercera parte)

 


Ganó la calle y parecía ser la hora de la marcada “rebelión”, los transeúntes venían, otros paseaban distraídos. Algunos incluso saboreaban el paseo, los menos concentrados en el regreso a sus hogares, sopesaban el milagro y sacrificio de mantener a los suyos, que alegres, unos y desesperados otros, esperaban la llegada de sus papás tras un día de soledad en el colegio y la guardería. Sin embargo, parecían estar todos en conjunción orquestal, sin la ayuda de un regidor de escena. 

Sabía cuál era su destino más próximo. Tucson realmente había bajado al portal a paladear el ambiente natural de uno de los centros neurálgicos mas animados de los estados de la unión. Todo aquello que pretendía hacer quedó postergado y su único interés era, conseguir más datos de la señora Kinterbwole, que desde su fortuito encuentro al entrar uno y salir otra del ascensor, del edificio “<The Steel Wings>”, parecía haber pospuesto cualquier urgencia y supeditarla a la averiguación de datos y milagros de aquella mujer que, de forma inesperada reapareció frente a él, y a ello dedicó toda su bribonada maléfica. 

Comprobó introduciendo su mano izquierda, en el bolsillo de su chaleco y aseguró llevar encima el juego de ganzúas y palancas quita bloqueos necesarios para violar cualquier puerta. Poniendo fin al incipiente paseo que había iniciado.  dando media vuelta sobre sus pasos hasta retornar nuevamente al portal del “<The Steel Wings>”.

Se acercó al aparador de información y solicitó con mucho interés le explicaran qué tipo de vigilancia y cuidado existía en el edificio y en especial, en las dependencias de los departamentos, con prioridad del que a él le atañía, el suyo. 

Tecnologías afectas, equipos aéreos de impide fuegos, alarmas volumétricas, avisos de presencias sin autorización, y vulneración del espacio, ojos vigilantes en infrarrojos, denuncias al servicio de vigilancia sobre circunstancias anómalas, ópticas de visión parceladas invisibles, y detectores de aguas, líquidos, gases. Humectantes que pudieran verterse o derramar por causas accidentales sobre los perímetros reservados a viviendas o despachos de super lujo. Al punto que el servicio de infraestructuras del inmueble, designó a un especialista para que mostrase, y diese a conocer el prestigio de las subestructuras de la magnífica aula de control y cautela, con todos los automatismos y, con la versatilidad de cuantas novedades tecnológicas poseían. Así cómo la preparación del personal completamente científico, que manejaba cuantos algoritmos tuvieran que menester. Procesando rutinas, verificando secuencias antivirales en todos los routers de las diferentes estancias o despachos, haciendo chequeos posibles e irreales, siempre investigando y detectando, cualquiera de las anomalías que pudiesen darse. Sin dejar ninguna de ellas sin solución inmediata. Con el debido tratamiento para que fuese meramente imposible entraran y violaran lo que se denomina error <not found>, y sin dejar que nada se pospusiera siendo por “mala suerte” error de personas. Sin dejar entrar esas fallas irresolubles, a la casualidad del azar.

Indicándoles el responsable de la seguridad y el orden, desde una de las tangentes de la periferia, cada una de las funciones que hacía el personal, todos ellos con el grado de ingeniero y con credenciales fehacientes y muy contrastadas de su trayectoria anterior. Aquel acantonamiento podía detectar cualquier anomalía en un radio de ciento cincuenta metros, incluso en los extramuros del fortificado inmueble. Protocolando todos los minutos absolutamente. Desde las 00:00 horas hasta las 23:59, en turnos de servicio extremadamente sigilosos y serios, con subalternos idóneos. Hurtos, despistes, robos, pérdidas, olvidos de objetos personales, grabación de las conversaciones, tanto personales como telefónicas. Podía medir incluso la cantidad de alcohol ingerida por los usuarios por medio de una aplicación inestimable que lo medía en sangre, sin que el designado supiera que se le estaba fiscalizando. 

Así como la temperatura corporal, excitación nerviosa, o desequilibrio emocional, y su percepción del grado de sudoración expelida por cada cuerpo, posible estado de embriaguez de cada cliente, sin dar reseña al que la pudiera sufrir. Intervención en la guardarropía, de los abrigos y prendas guardadas, peso de la ropa, color, fibra, y depósito en cada uno de sus bolsillos, detectando principalmente, si se guardaban armas del tamaño y del prototipo que fuera. Inventario de las huellas tanto digitales como físicas, que pudieran darse, al ser registradas en el pupilaje de ciertos objetos.

Todo ello asociando el rastro, con el contacto, o con la propiedad del abrigo, o de la prenda, del auto que guardado en los garajes también están siendo vigilados y escaneados por equipos de infrarrojos en la detección de narcóticos, armas o material sensible. 

La tecnología había ingresado en aquel edificio inteligente, y no había secreto que no se supiera, excepto claro está, los guardados en los entresijos del pensamiento. 

En el interior de los habitáculos destinados a vivienda o como despachos, salas de masaje, aseos, existía un aplicativo que propiciaba una especie de “sónar” ideado contra bandidos, cleptómanos y descuideros.

Cuando Tucson salió de la Mega sala pensó y no se equivocaba <<has de ser invisible>> para profanar cualquiera de los departamentos y subió al noveno piso esta vez por las escaleras.

Tucson respondía a un <alias> que le pusieron al nacer porque su madre se había criado con una familia de adopción en la ciudad Tucson City, aunque el chico tuviera inscrito en el registro el nombre de Clyde Welsy. Hijo de un ejecutivo de la (Panagra), o sea de la Pan American Grace Airways y Katherine Wilson, actriz secundaria de la Metro.

El niño fue criado en el estado de Luisiana, lejos de su familia, prosperó como un muchacho déspota y enemigo de lo normal. Dando problemas casi siempre a sus tutores por poseer un carácter rancio, y agresivo. Mostrarse como un delincuente juvenil, y carecer de cercanía con nadie. Sin amigos, y por su falta de obediencia y desidia, caminaba directo a convertirse en un vil y desalmado. 

Mostraba una capacidad superior a la media, y su talento le sobraba para alcanzar qué, es lo que necesitaba hacer. No siendo difícil descubrirlo si se analizaba con atención y lo que presentaba no era otra cosa que conseguir y tener el mundo a sus pies. 

Aprovechando cualquiera de las situaciones para aprender, llegando a licenciarse sin el más mínimo problema de capacitación, únicamente aprovechando las jornadas normales de ocupación y de estudio. 

Llegado el momento de regresar a convivir en su casa familiar, la de sus padres, pudo rechazar esa opción y negarse a ello, ocupando el albergue de acogida que le habían dispuesto al comienzo de la carrera. De esa forma, ni el hijo ni los padres, coincidían y evitaban esos tratos a veces inadecuados que solían protagonizar. 

Al venir de una gente que tenía posición, el dinero no le faltó y al traspasar de la pubertad, a casi la madurez juvenil, estaba preparado para ser un verdadero Capo.

Temido en la mitad de los estados de la nación, por las circunstancias que iba dejando en el devenir de sus cuitas, el trato con sus ayudantes, la resolución de sus caprichos, el grado de conocimiento en los negocios que ya, sobrellevaba, y en la forma con qué trataba a cuantas mujeres se le acercaban.

Iba cosechando una fama que nadie se atrevía a contestar. Negocios turbios, trata de cautivas africanas, y cabareteras blancas, todas prostitutas. Drogas de diseño, garitos de alterne y de juego, trapicheo con la venta de recién nacidos, y toda la amalgama de barbaridades habidas y por haber en un delincuente tan joven y con tanta crueldad. Considerado por todos como un individuo frío, endemoniado con criminales obsesiones antinaturales, que le proporcionaban una especie de gusto tan falso como lo era su personal comportamiento. 

Fue por aquel tiempo cuando conoció a Nadia, una trigueña preciosa hija de la luna que, desde el primer instante, al conocerla, se encaprichó sin reserva de toda ella, y la retiró de la pasarela del contacto carnal con clientes, del putiferio de gran reserva y de la barra de alterne, con sus correspondientes probaturas de cohecho, poses y tocamientos sexuales para nuncios cardenalicios, políticos emergentes y famosos gobernadores veteranos. Adinerados con titulación y abolengo, y grandes magnates industriales de la city. Le retiró de la obligación de tener que follar por dinero, de exigirse con la publicidad erótica de la banda y, con los famosos encuentros con clientes en la barra del Club de citas. 


continuará...






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