Salió
de la consulta de la Licenciada García, sin imaginar que iba a encontrarse con Tucson, aquella tarde tranquila y lluviosa al descender del
montacargas ya en la planta baja. Sucedió el casual encuentro, sin imaginar ni precisar
semejante fortuito. Aquellos ojos tropezaron de nuevo, reconociéndose de
inmediato sin querer dar señales de la evidencia, siendo una sorpresa, un accidente inesperado. Los mismos ojos que, en tiempos, se
habían mirado con ardor y que por cuestiones secretas habían tenido que
separarse, sin dejar ni rastro ni huella.
Comenzando un juego inesperado con su propio mantra, el cálculo de posibilidades no correspondía con el destino, y dentro de su lucidez, aquella casualidad, o partida de naipes imprevista, no correspondía con lo denominado normal.
Se habían
distanciado por secretos ocultos y groseros comportamientos, entre ambos. Algo
que uno y otro tenían en su clandestino cardio. No podía creerlo, haber
coincidido con Tucson, aquel tipo que siempre la amparó. Al que Nadia, le había revelado
su vida y sus más íntimos miedos, sus graves dificultades con su familia, al
que le confesaba y requería de sus actividades sexuales. El que fue allegado
para cometer las tropelías criminales, que se sucedieron hasta que les
descubrieron.
Dejó de atender a sus recuerdos, cuando el coche que la transportaba, cruzaba las puertas del Sanatorio Municipal y era recibida por las monjas del establecimiento, que la atendieron y llevaron hacia el comedor para dosificarle con alguna de las grajeas que tomaba.
Mientras en el edificio moderno, seguían los acontecimientos, sin dejar de escapar lo sucedido cuando iba a tomar el ascensor. Cuando Tucson, llegó a la novena planta descendió y se despidió del empleado con un meneo vivaz de su cabeza, y sin levantar la vista de la alfombra del suelo. Quedó frente al segundo portal, el ubicado justo al lado del tercer ascensor, y comprobando que era el departamento dos, introdujo no sin cautela en la cerradura, una llave plateada, diminuta resistente, y abrió el portón dejando que aquella muralla hiciera todo su recorrido, permitiendo la vista de un amplio pasillo decorado actual, dentro de la gama del lujo y del confort. Sin falta de detalle por minúsculo que fuera y de una extraordinaria belleza.
Departamento en el centro comercial de la metrópoli, que había adquirido no siendo su primera vivienda en aquella ciudad. Una vez recorrido por vez primera el amplio y lujoso palacete, dar conocimiento de sus estancias y hacer una serie de comprobaciones, desde los ventanales de la novena altura, quedo conforme del lugar y de la ubicación y distancia entre su residencia y el centro de vida de Los Ángeles.
Una vez
acomodado y medio satisfecho por la nueva adquisición inmobiliaria, volvieron a
sus intersticios especulativos aquella casualidad sucedida de hacía ya, unas
horas, con Nadia, la mujer que se hizo la desentendida, como si no le conociera
y que en momentos lo elevó con sus efluvios hasta la ralla del cielo paraíso,
para retornarlo en el mismo lapsus a la normalidad mas rayana. Sin penetrar en el
barbecho de las orgías celebradas y sin perder demasiado tiempo, recordó de
nuevo aquellos instantes de loca abundancia y desenfreno existido en la Gran
Manzana.
Buscó
dentro de buró del despacho, algo que pudiera informales sobre el vecindario,
que sin duda por los trazos del edificio, podía imaginar que en el mismo,
vivirían familias y gente de mucho prestigio, habiendo despachos profesionales
de abogados, doctores, notarios y un largo sin fin de profesiones liberales y
bien pagadas, como debía ser la psiquiatra García, a la cual aprovecharía
cualquiera de los instantes venideros para visitar su oficina y sobre todo
husmear por sus archivos, antes de hacerse pasar por un necesitado para obtener
de ella su atención y ser visitado cual emocional paciente. Viendo que era
demasiado pronto para emprender un acceso no permitido dentro del apartamento
del piso catorce, donde residía el estudio de la doctora, salió a recabar
información y al llegar al vestíbulo, apareció el montacargas lujoso con el
empleado que no hacía demasiadas horas, le había obsequiado con unos dólares.
Al entrar Tucson le saludó cordialmente y éste, recordando el detalle que aquel hombre tuvo con él, preguntó sin mirarle a los ojos. __Usted señor viene de visita con mucha frecuencia a este magnífico edificio “<The Steel Wings>”. No tardó demasiado Tucson en responder y observar que su estrategia estaba dando los frutos que de inicio esperaba, respondiendo al mozo con mucha elegancia.
__He adquirido en la novena planta un departamento como vivienda secundaria,
mientras me encuentre en esta hermosa metrópoli, por cierto, tu sabrías darme
información de los propietarios de todos los departamentos de este holding, sabes
que los favores que solicito son acompañados de ciertas estampas de curso
legal. El mancebo dudando le dijo, con voz difusa.
__Señor
yo trabajo en este lugar, y cierta información no debo pasarla, si llegaran a
enterarse mi empleo peligraría. Sin dejar pasar la oportunidad, contestó
aquel caballero mientras sonreía amablemente.
__Por
eso, no sufras, dado ese caso sería yo, quien te contratara para mi servicio
personal. No me conoces, pero puedes dar pasos para saber de mi, entre tus
colegas del servicio y entre el capataz que os gobierna, no tengas prisa por
conseguir lo que solicito, pero me respondes en otra ocasión. Por cierto, que
horario tiene la psicóloga, lo sabes de memoria o quizás este dato también lo
tienes vetado para conocimiento del que lo precise.
__ ¡No
por Dios!, la doctora Leilá García, visita casi cada día, excepto los jueves y viernes, entre las nueve
y las seis de la tarde, con dos horas para el almuerzo.
Al
llegar a la planta baja, el empleado le hizo las reverencias oportunas al señor
que ofrecía el camino despejado y siguió con sus atenciones. Salió del
ascensor, se miró el reloj y notó que su camino estaba despejado con lo que sin
mas podía comenzar con lo que pretendía, sin necesidad de llamar a todos los empleados
que tenía contratados.
CONTINUARÁ.
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