jueves, 29 de abril de 2021

luz para el desconocido

 


La boda había finalizado, aquella ceremonia se daba por concluida y los invitados llegaban paulatinos al salón de Actos del Ateneo Zamorano, se iban acomodando según la entrada y el etiquetado de las mesas. Todo el mundo se miraba al tipo del traje marrón, bastante atrayente, y significativo por su porte y don de gentes. Un tanto engreído pero muy educado, y atento con las personas que le abordaban para entablar conversación. Ya había destacado en el ceremonial, a la hora de recitar aquel poema, que nadie esperaba y que tan bien venía por la similitud con los novios, sin embargo, nadie le conocía o, eso creían.

Unos decían sin apenas llamar la atención, con un interés llamativo, que era familia de la novia, y otros decían lo contrario.  Nadie sabía de dónde procedía, ni había sido invitado por la pareja de esposos, ni por los papás de ellos. Sin embargo, todas las mujeres, le tenían visto de, no sabían cuándo. Los matrimonios se arremolinaban entre risas en el salón, las esposas dichosas de tanto millonario buscaban su plan fuera de las franjas familiares. Tanto caballero adinerado y sus amantes, esperaban la oportunidad de visitar a sus agasajadas, siempre, disimulando.

Aquellas señoras atractivas junto a sus maridos, mirando a su vez, que no se despistaran sus ligues, los que ellas seducían durante la semana y que en su nombre habían invitado, como el que quiere la cosa.

Quien iba a saber que se entendían, con tanta bebida y tanto talco blanco, imposible hilvanar.

La madre de la novia se atrevió a acercarse al invitado sorpresa y ladeándole un poco, preguntarle con mucha amabilidad

__ ¿Quién eres tú?, que no te conozco y me caes tan bien. ¡Cuál es tu nombre!, le abordó Amelia, con aquella mirada de mujer fría, y cínica.

El invitado anónimo, le saludó con mucha familiaridad y cariño, diciendo __Hola Amelia, soy Richard, ya no te acuerdas de mí, con lo que me hiciste disfrutar el pasado jueves, en la 734, del hotel Washington. Soy tu guardaespaldas, así me llamabas el pasado jueves, además de ser el secretario de Don Nicanor Tejada, el otro amigo íntimo que tienes los viernes.

No ves cómo nos mira disimuladamente, para evitar que su esposa le descubra. No le vayas a poner celoso, que luego las paga conmigo y me dice que a todas me las llevo de calle.

Nerviosa, siguió preguntando de forma desenfadada, para no delatarse

__, y quien te ha invitado a la boda, porque aquí nadie te conoce, sonrió “Meli” con ese disimulo que aportan las mujeres habituadas al ardid y al recelo, esperando una respuesta.

Richard, contestó muy amable y enjundioso

 __Me ha invitado tu hija, la recién casada, soy amigo suyo. Bueno yo diría que más que eso, llevamos liados año y medio más o menos. No lo has detectado en la poesía que he recitado.

Aquella mujer, sin saber que camino tomar le propuso a Richard en voz casi difuminada

 __Pídeme lo que quieras, pero, vete pronto, mi marido puede enterarse y la armamos hoy.

Aquel hombre dicharachero, con parsimonia le contestó

 __No tengas miedo, tu marido hoy está muy encaprichado con su amiga. No le ves, como se tocan disimuladamente __Siguió en su charla__ Es una celebración muy amena la de hoy, además de ser la boda de tu hija, ellos. Tu marido y tu peor enemiga, hace tres años se entienden perfectamente y están coladitos el uno por la otra. Sin dejar que Amelia, pronunciara palabra argumentó.

__Anda guapísima, ve y disfruta de lo que puedas que, en vuestra sociedad, no se salva nadie.

Todos habéis venido con vuestras afectuosas y vosotras, por supuesto traéis a quien os interesa y no pasa nada. ¡Llámame cuando me necesites!

Richard levantó la copa de cava y gritó al cielo ¡Vivan los novios!

No tardó en escucharse la respuesta de tanto agradecido. __ ¡Vivan!

 




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