Sentado estoy en el quicio del muelle,
de ese puerto, de dónde el sol no llega,
en ese mar que la sal dulce, es griega,
y ni siquiera agita, nuestro fuelle.
Cuando me arrugo, quiero me embotelle,
cual certeza, por mi dolor, que niega.
Mi cobardía alada con tu friega
de salitre y su fluido me atropelle.
Soy nocturno y agito mis costumbres,
sin permisos ni oscuras intenciones.
cobarde, igual al mar sin certidumbres.
Osado al percibir mis sensaciones
Me dotan de razón sin servidumbres.
Así me escondo yo; por convicciones
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