Morgan
Frigensen, escribió a sus padres desde el acuartelamiento de Alaska,
cuando servía en los Marines especiales de la gran nación
Americana.
Había
llegado el instante, por parte de Morgan, en no poder fingir más por
las dificultades económicas de aquel soldado en misión de
pacificación internacional. Un hijo algo, «Cigarra», al que no le
duraban los dólares en el monedero y además por otro lado; tan
preocupado por mantener al corriente a sus viejos, que en un acto de
valor; les adelantó la siguiente misiva.
—:
Esta es la última carta, que os escribo—y prosiguió con su
congoja ostensible, escribiendo en la cuartilla, lágrimas
impregnadas—No tengo ni un centavo en el bolsillo, todo lo doné
para obras de caridad. Sin pensar en que vosotros debéis estar al
tanto de mi persona, mientras esté alejado de la casa. Por lo que me
cuesta deciros que no tengo, un chavo. Ni para comprar un sello de
correos, ni posibles para sufragar el importe de las tasas, que
necesito para validar mis envíos. Además por aquí no puedo
conseguirlo, desde mi ubicación en los fríos lagos helados de
Alaska.
Por
lo que de no recibir de vuestra parte algunos dólares, para poderme
avituallar del material suficiente para comprar y gastar en lo
necesario. Este mensaje que tenéis en las manos, será la última
misiva antes de comenzar, con los escarceos de las guerrillas contra
los desestabilizadores de Groenlandia—Os quiero mucho, y siempre os
recuerdo.
Al
cabo de unos días aquel mensaje llegó a casa de sus progenitores,
por medio de la valija militar de reparto. Cuando la madre, recogió
aquella carta, suspiró y se la mostró a su marido, haciéndole ver,
que venía sin franqueo, puesto que no lo necesitaba.
El
padre de Morgan, una vez leído, devolvió la mirada, con una mueca
nada irritable. Dejó la susodicha carta, sobre el sofá, haciendo
menos caso a las alarmas de su primogénito, que al pitido de la
cafetera cuando ha finalizado su menester.
En
aquella época, no existían las tarjetas de crédito, ni el mail, ni
los Smartphone, ni tan siquiera el WhatsApp. «Nada de todo lo que se
conoce hoy y nos facilita el gasto, sin medida»
—Tendremos
que solucionarle al baby, este dilema, no crees—dijo quejumbroso el
señor Morgan Senior, a su vez; que con la mirada solicitaba
comprensión de la mamá
—El
sátrapa no tiene ni un penique. Siempre anda de igual forma, y me da
mucha pena—manifestó
el anciano. No
padezcas—replico la madre—Tengo la solución que de inmediato
corregiré desde mañana y verás como dejará de quejarse.
Al
cabo de diez días el soldado especial Morgan, recibía un paquete
con viandas y dentro del mismo un sobre bastante grueso y pesado,
donde indicaba, en la solapa principal—«reservado, valores
efectivos»—Con alegría y mucho ánimo se dedicó a descerrajar
aquel sobre tan sumamente duro y casi irrompible. Con la idea se
recoger el grueso de los muchos dólares que imaginaba iba a recoger,
provenientes de sus padres.
Al
abrirlo, vio una nota de su mamá, que le aconsejaba, aquí te mando
cien sellos, por si quieres escribirnos particularmente y que tus
cartas no pasen por la valija militar, cosa que comprendemos y para,
que no dejes de escribir, y sigas manteniéndonos tan informados de
tus deseos y de tus ilusiones.
Con
cariño: mamá
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