viernes, 1 de mayo de 2020

Franqueo pagado.


Morgan Frigensen, escribió a sus padres desde el acuartelamiento de Alaska, cuando servía en los Marines especiales de la gran nación Americana.
Había llegado el instante, por parte de Morgan, en no poder fingir más por las dificultades económicas de aquel soldado en misión de pacificación internacional. Un hijo algo, «Cigarra», al que no le duraban los dólares en el monedero y además por otro lado; tan preocupado por mantener al corriente a sus viejos, que en un acto de valor; les adelantó la siguiente misiva.

: Esta es la última carta, que os escribo—y prosiguió con su congoja ostensible, escribiendo en la cuartilla, lágrimas impregnadas—No tengo ni un centavo en el bolsillo, todo lo doné para obras de caridad. Sin pensar en que vosotros debéis estar al tanto de mi persona, mientras esté alejado de la casa. Por lo que me cuesta deciros que no tengo, un chavo. Ni para comprar un sello de correos, ni posibles para sufragar el importe de las tasas, que necesito para validar mis envíos. Además por aquí no puedo conseguirlo, desde mi ubicación en los fríos lagos helados de Alaska.

Por lo que de no recibir de vuestra parte algunos dólares, para poderme avituallar del material suficiente para comprar y gastar en lo necesario. Este mensaje que tenéis en las manos, será la última misiva antes de comenzar, con los escarceos de las guerrillas contra los desestabilizadores de Groenlandia—Os quiero mucho, y siempre os recuerdo.

Al cabo de unos días aquel mensaje llegó a casa de sus progenitores, por medio de la valija militar de reparto. Cuando la madre, recogió aquella carta, suspiró y se la mostró a su marido, haciéndole ver, que venía sin franqueo, puesto que no lo necesitaba.
El padre de Morgan, una vez leído, devolvió la mirada, con una mueca nada irritable. Dejó la susodicha carta, sobre el sofá, haciendo menos caso a las alarmas de su primogénito, que al pitido de la cafetera cuando ha finalizado su menester.

En aquella época, no existían las tarjetas de crédito, ni el mail, ni los Smartphone, ni tan siquiera el WhatsApp. «Nada de todo lo que se conoce hoy y nos facilita el gasto, sin medida»
Tendremos que solucionarle al baby, este dilema, no crees—dijo quejumbroso el señor Morgan Senior, a su vez; que con la mirada solicitaba comprensión de la mamá
El sátrapa no tiene ni un penique. Siempre anda de igual forma, y me da mucha pena—manifestó el anciano. No padezcas—replico la madre—Tengo la solución que de inmediato corregiré desde mañana y verás como dejará de quejarse.

Al cabo de diez días el soldado especial Morgan, recibía un paquete con viandas y dentro del mismo un sobre bastante grueso y pesado, donde indicaba, en la solapa principal—«reservado, valores efectivos»—Con alegría y mucho ánimo se dedicó a descerrajar aquel sobre tan sumamente duro y casi irrompible. Con la idea se recoger el grueso de los muchos dólares que imaginaba iba a recoger, provenientes de sus padres.

Al abrirlo, vio una nota de su mamá, que le aconsejaba, aquí te mando cien sellos, por si quieres escribirnos particularmente y que tus cartas no pasen por la valija militar, cosa que comprendemos y para, que no dejes de escribir, y sigas manteniéndonos tan informados de tus deseos y de tus ilusiones.

Con cariño: mamá






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