jueves, 2 de mayo de 2019

Las meretrices del Monte Gilber







Evelio recibió el aviso con la urgencia de Policarpo. Sin dilación recordó todo el apego que tuvo con aquel chaval y pensó que no podía ausentarse de la ciudad y no despedirse cómo mínimo con un abrazo cariñoso al que tanto apego mantuvo durante años, y sin imaginar que iba a proponerle Policarpo, se prestó a la llamada.

Desembarcó de la nave principal, la Doña y con el disimulo que usan los engaña bobos circenses se encontraron en una entrebarrera disimulada y oscura, muy cerca de donde estaba anclada la nave.

Se encargó en estudiar la forma más adecuada para verse y tras estudiar los posibles inconvenientes y presagiar todos los peligros que se podían suscitar fue al encuentro. Así que dispuso todos los cuidados del mundo para que no le descubrieran al descender por estribor y evitar que le vieran los vigías del bajel

Evelio, llevaba días embarcado y reafirmado en lo que debía cumplir y no quería desbaratar aquel escondite, ni poner en peligro la seguridad de poder alejarse de aquellos que le buscaban.
Escondido y maquillado con carbón para que ningún reflejo de la cara diera al traste. Policarpo esperaba a su amigo muy disfrazado y cuando se notaron cerca, por mediación de aquellos silbidos que utilizaban en sus fechorías, se estrecharon en un abrazo contagiando las emociones desde un cuerpo al otro sin medida y sin disimulo.

Inundando emociones mientras se achuchaban, con el llanto más sentido por parte de ambos al recordar un tiempo pasado no muy lejano.
Abreviaron en lo que les interesaba y Policarpo, sin cortedades le solicitó la ayuda a un Velio que no estaba por la labor, de volver de nuevo a las andadas y perder todo el crédito que había conseguido y el disimulo con el que partiría hacia las Indias. Por ello, quiso modificarle sus intenciones y hacerlo cambiar de parecer, dados los riesgos y las inseguridades que se les podían presentar y caso de no tener éxito, las repercusiones podrían ser muy penosas perdiendo toda la posibilidad que se les presentaba entonces, sin apenas riesgo.

Incluso le ofreció al “meterete” que subiera con él al barco y ya se arreglarían para darle opción y trabajo, una vez en alta mar, sacara la cabeza y contaran con él como un grumete más, pero Poli no quería dejar de cumplir con aquella aventura y abandonar a esa niña. En manos de aquellos rufianes descastados que ni la apreciaban y tampoco pretendía perder la opción de una nombradía prometida por Sor Palmira.

Rogándole a Evelio, no lo dejara de nuevo sólo y sin amparo en aquella maquinación. Amenazando torticero con su orfandad y su negro pasado, rogando como un “jesuita” y sutilmente llevando a Velio a entrar en la imaginación de su desventura y en que forma negativa le derivaría la vida al chaval. Convenciendo a su amigo que lo acompañara en aquella acción.

Evelio conoció los detalles por boca de Policarpo y le hizo saber que no podía enfrentarse de nuevo con aquella peligrosa y mal sana familia.
Los Gonzalo de Terry, estaban emparentados con los que ahora daban de comer a Brígida, y él huía por las sombras que dejaba la muerte de Ginés, hermano del que adoptó a la hija de la monja Luisa.

Motivo suficiente para poner tierra de por medio y desaparecer para siempre por lo que se había visto obligado a hacer y comprometido más que menos en el suceso del homicidio de aquel padrino barriobajero.

Al haber modificado la escena del crimen y disimular las pruebas, contaminándolas con detalles que jamás pertenecieron a la escena real del verdadero asesino.

Atando a las tres indefensas mujeres en la escenario del crimen para que no las inculpasen y a su vez poniendo distancia y añadiendo estelas equívocas entre el cuerpo diezmado de Ginés, el violento capo maleante y aquellas putillas indefensas, que al encontrarlas atadas no podrían ser acusadas de asesinato y decapitación de cabeza, y partes nobles.

Todas ellas meretrices de los aledaños del Monte Gilber que poco daño le habían hecho al rufián, mientras éste por el mero hecho de ser jóvenes y estar duras, las había violado y forzado destrozándoles el físico con cicatrices para siempre jamás.

Entre las cuales se encontraba Clara, la hermana menor de Evelio, y que ahora presa a bordo de una de las naves. Esperaba sentencia de un censor, que posiblemente también las hubiera ultrajado y fornicado en una de esas francachelas maravillosas de alterne con que los sesudos Magistrados y Letrados, festejaban los buenos tiempos que vivían a cargo de las agarraderas del cohecho. Sumando al cociente todas las formas de prevaricación, otorgadas por los “Mandamases” del pueblo, que no eran otros que políticos corruptos del Partido Liberal, enemigos de los obreros y patrocinadores de los ínclitos y osados delincuentes.

Más potentes y con más leyes que los politicastros podridos por el dinero fácil venido de donde fuera. El plan ya lo llevaba trazado y urdido Policarpo, por si convencía a Evelio y lo llevaban a cabo aquella misma noche.

Explotando la opacidad de la confusión y la lluvia tenue que comenzaba a calar los cuerpos. Tiempo tenían para arrepentirse, pero los dos pensaban igual y ambos se echaron su manta a la cabeza, para pasar desapercibidos al salir de la dársena del puerto, encaminándose hacia la casa de huéspedes de “La Amapola Lola” que es donde se hospedaba y trabajaba aquella infeliz.

El habilidoso “Poli”, convenció a su querido “Velio”, siendo el momento de raptar a la niña y a su vez recuperar para siempre a su medio hermano que no lo dejaría en la cúspide mal aposentado.






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