Evelio
recibió el aviso con la urgencia de Policarpo. Sin dilación recordó
todo el apego que tuvo con aquel chaval y pensó que no podía
ausentarse de la ciudad y no despedirse cómo mínimo con un abrazo
cariñoso al que tanto apego mantuvo durante años, y sin imaginar
que iba a proponerle Policarpo, se prestó a la llamada.
Desembarcó
de la nave principal, la Doña y con el disimulo que usan los engaña
bobos circenses se encontraron en una entrebarrera disimulada y
oscura, muy cerca de donde estaba anclada la nave.
Se
encargó en
estudiar la forma más adecuada para verse y tras estudiar los
posibles inconvenientes y
presagiar todos los peligros que
se podían suscitar fue al encuentro. Así
que dispuso todos los cuidados del mundo para que no
le descubrieran al
descender por estribor y evitar
que le vieran los vigías del bajel.
Evelio,
llevaba días embarcado y reafirmado en lo que debía cumplir y no
quería desbaratar aquel escondite, ni
poner en peligro
la seguridad de poder alejarse de aquellos que le buscaban.
Escondido
y maquillado
con carbón para que ningún reflejo de la cara diera al traste.
Policarpo esperaba a su amigo muy disfrazado y cuando se notaron
cerca,
por mediación de aquellos silbidos que utilizaban en sus fechorías,
se
estrecharon en un abrazo contagiando las emociones desde un cuerpo al
otro sin medida y sin disimulo.
Inundando
emociones
mientras
se achuchaban,
con el llanto más sentido por parte de ambos al recordar un tiempo
pasado no muy
lejano.
Abreviaron
en lo que les interesaba y Policarpo, sin
cortedades
le solicitó la ayuda a un Velio
que no estaba por la labor, de volver de nuevo a las andadas y perder
todo el crédito
que había conseguido y el disimulo con el que partiría hacia las
Indias. Por
ello, quiso modificarle sus intenciones y hacerlo cambiar de parecer,
dados los riesgos y las inseguridades que se les podían presentar y
caso de no tener éxito, las repercusiones podrían ser muy penosas
perdiendo
toda la posibilidad que se les presentaba entonces, sin apenas
riesgo.
Incluso
le ofreció al “meterete”
que subiera con él al barco y ya se arreglarían para darle opción
y trabajo, una vez en alta mar, sacara la cabeza y contaran con él
como un grumete más, pero Poli no quería dejar de
cumplir con aquella aventura y abandonar
a
esa niña. En
manos de aquellos rufianes descastados que ni la apreciaban y tampoco
pretendía perder
la opción de una nombradía prometida por Sor Palmira.
Rogándole
a Evelio, no lo dejara de
nuevo sólo
y
sin amparo
en aquella maquinación.
Amenazando
torticero con su
orfandad
y su negro
pasado,
rogando
como
un “jesuita”
y
sutilmente
llevando
a Velio a entrar en la
imaginación de su
desventura y
en que forma
negativa
le
derivaría la
vida al chaval.
Convenciendo
a su amigo que lo acompañara en aquella acción.
Evelio
conoció
los detalles por boca de Policarpo y le hizo saber que no
podía enfrentarse de nuevo con aquella
peligrosa y mal sana familia.
Los
Gonzalo de Terry, estaban emparentados
con los
que ahora daban
de comer a Brígida, y
él
huía por las sombras que dejaba la muerte de Ginés, hermano
del que adoptó a la hija
de la monja Luisa.
Motivo
suficiente para poner tierra de por medio y desaparecer
para siempre por
lo que se
había visto obligado
a hacer y comprometido
más
que menos en
el suceso del homicidio de aquel padrino barriobajero.
Al
haber modificado la escena del crimen y disimular las pruebas,
contaminándolas
con detalles que jamás pertenecieron a la escena real del verdadero
asesino.
Atando
a las tres indefensas
mujeres
en
la escenario
del crimen para
que no las inculpasen y
a su vez poniendo distancia y añadiendo
estelas
equívocas
entre el cuerpo diezmado de Ginés, el violento capo maleante
y aquellas putillas
indefensas,
que
al encontrarlas atadas no podrían ser acusadas de asesinato y
decapitación de cabeza, y partes nobles.
Todas
ellas meretrices
de los aledaños del Monte Gilber que poco daño
le
habían hecho al rufián, mientras éste por el mero hecho de ser
jóvenes y estar duras, las había violado y forzado destrozándoles
el
físico con cicatrices para
siempre
jamás.
Entre
las cuales se encontraba Clara, la hermana menor de Evelio, y que
ahora presa a bordo de una de las naves. Esperaba sentencia de un
censor, que posiblemente también las hubiera ultrajado y fornicado
en una de esas francachelas maravillosas de alterne con que los
sesudos
Magistrados y Letrados, festejaban los buenos tiempos que vivían a
cargo de las agarraderas del cohecho. Sumando
al cociente todas las
formas de prevaricación, otorgadas
por los “Mandamases” del pueblo, que no eran otros que políticos
corruptos del Partido Liberal, enemigos
de los obreros y patrocinadores
de los
ínclitos y
osados
delincuentes.
Más
potentes y
con más leyes que
los politicastros podridos por el dinero fácil venido de donde
fuera. El plan ya lo llevaba trazado y urdido Policarpo, por si
convencía a Evelio y lo llevaban a cabo aquella misma noche.
Explotando la opacidad de la confusión
y la lluvia tenue que comenzaba a calar los cuerpos. Tiempo tenían
para
arrepentirse, pero los dos pensaban igual y
ambos se echaron su manta a la cabeza, para pasar desapercibidos al
salir de la dársena del puerto, encaminándose
hacia la casa de huéspedes
de
“La
Amapola Lola” que
es donde se hospedaba y trabajaba aquella infeliz.
El habilidoso
“Poli”, convenció
a su querido “Velio”,
siendo
el momento de raptar a la niña y a su vez recuperar para siempre a
su medio hermano que no
lo dejaría en la cúspide mal aposentado.
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