Aquella noche del 31 de diciembre se juntaron todos, para despedir el año viejo y recibir el Nuevo, eran gente sencilla y poco dados a las grandezas. Entre otras cosas porque no se lo podían permitir.
Sus posibles más bien eran escasos para comer y tampoco podían hacer grandes dispendios en estupendas cenas de mariscos y pasteles. No necesitaban más. El tiempo era muy frío, estaban soportando temperaturas muy bajas y además las calles estaban nevadas con mucha precariedad en las calles, con lo que aún hacía más bucólico aquel encuentro. Se celebraba la entrada del nuevo año de 1962, y todos estaban muy contentos. Había salud y ya no se necesitaba nada más.
La leña en el hogar ardía para calentar aquellos cuerpos agradecidos que se unían en la cena de Noche Vieja y todo eran alegrías y villancicos..
El padre una vez estuvieron reunidos en la mesa con los abuelos, sus tres hijos y su mujer comenzó a cortar las hogazas de pan para repartir.
La madre desde un perol grandioso donde había hecho la sopa, repartía con el cazo en el plato de cada cual la comida apetecida. Comenzando por los mas veteranos, los abuelos que se miraban a su familia muy orgullosos.
Todos esperaban el pollo, que comerían en eran fechas para saltar de año y no podía faltar ese plato que tampoco tenían costumbre de comer de continuo.
Durante la cena, todos hablaron y se rieron, se contaron curiosidades y el respeto era una máxima. El padre dijo llegado el momento—He recibido una carta de la tía Trini, que se marcha de Valencia y se muda a Barcelona, porque han encontrado una portería en el centro de la ciudad, donde les dan también la casa y así tendrán trabajo como porteros.
Trabajo necesario para poder seguir hacia adelante. Me ha dicho que os repartiera besos y abrazos, que está deseando vernos y que pasemos unos días felices todos juntos y con salud.
Pasaron como aquel que no quiere la cosa y sin sentir 57 años y en aquella familia, ya faltaban algunas personas y otras habían llegado. Contando a vuela pluma, habían pasado o estaban por pasar dos generaciones. El abuelo Matías y la yaya María ya no estaban, los pobres faltaban desde hacía mas de cinco lustros.
Aquel padre que repartía las hogazas, ahora las veía venir en el lugar de abuelo y los tres niños que eran entonces Matilde, Manolo y Paco, ahora ya casados tenían dos hijos cada uno y todos estaban tan alegres con sus respectivas familias sus hijos y sus nietos.
Se habían reunido en casa de Matilde que preparaba la cena como entonces la Cena tradicional de Fin de Año, tan diferente a aquella del año sesenta y dos.
Ahora, todos tenían casi un régimen especial, la sopa ya no se hacía en aquel perol, ni por supuesto se comía pollo. Aquello había quedado fuera de uso, pollo comían a cada momento y además ni siquiera lo tenían que cocinar. Les viene hecho con su salsa y envuelto en un pedazo de plástico que es muy manejable, rápido e insípido.
Habían preparado una cena con grandes y modernos alimentos. Menos a los abuelos que los pobres tenían azúcar y la tensión muy alta y ellos se han de cuidar para seguir padeciendo de la gran soledad que llevan encima. Nadie les hace puñetero caso y los tienen como piezas de un Belen. Así que les dieron para cenar una ensaladita de espárragos y un trocito de queso de cabra, desnaturalizado y que esperen para brindar con Cava.
Matilde, se casó con German y tuvieron dos niñas. Manolo se casó con Esperanza pero se separó y se volvió a casar dos veces más, aunque solo tuvo hijo e hija con Esperanza.
Paco se casó con Manuela y a su vez tuvieron dos hijos varones.
Todos ellos cenaron aquellas gambas al ajillo, y la gulas llevando algo de cuidado porque la mujer de Paco padece de la gota y debe llevar cuidado.
Aunque por un día no creen que le pase nada. Manolo ha venido solo, porque solo está siempre. Sus hijos ahora están en Venezuela y después de tantos enredos con faldas prefiere ir solo al hogar del Anciano y bailar su música en línea. Aunque la verdad es que se encuentra solo y enfermo. Él cenará lo mismo pero con el cuidado de tomarse las pastillas del corazón.
Todos los hijos de aquellos niños que comían aquella sopa hace tantos años, no han venido porque tienen amigos y unos están esquiando en la Molina y otros están en Puerto Banus, con unas vacaciones pagadas. En la cena nadie habla, porque todos llevan el Smartfone y claro es normal, que envíen y reciban mensajes de sus amigos, con esos videos y paparruchas tan pesadas que interrumpen cualquier conversación y que se está haciendo como se llama "Viral".
De aquella tía de Valencia, la Tal Trini, que se fue a Barcelona a una portería para mejorar. Hace muchos años dejaron de hablarse, ya no saben de ellos han perdido toda pista y ellos creen que ya es tarde para volver a entablar relaciones.
No me digan ustedes que no ha cambiado la cosa. Ha esto le llaman modernidad.
Veremos cuando alguien vuelva a explicar algo relativo a las futuras cenas de Fin del Año 2051, que es lo que pueden decir.
Igual ya no hará falta de cenar tan siquiera. Con un sobrecito de la farmacia. Arreglado
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