miércoles, 30 de enero de 2019

Cuarentena entre timadores.-.Capt. nº 1




Era la primavera del año 1888. Fue cuando se embarcó Evelio Romero Revillo desde Cartagena, huyendo de un asesinato cometido en la persona de un distinguido delincuente murciano, dedicado al trasiego y contrabando de mujeres.



Desde la construcción de El Canal de Suez inaugurado el 17 de noviembre de 1869, estaba planificada una nueva vía de comunicación entre la colonia del archipiélago de Filipinas y algunas ciudades españolas.
Se habían acortado los viajes desde Cádiz a Manila y esta apertura de la nueva línea va a ser aprovechada rápidamente por el gobierno español para establecer una comunicación postal más regular y más rápida con sus colonias asiáticas.

El tiempo de travesía pasó de más de cuatro meses a poco más de cuarenta días.
Esta línea postal por el nuevo canal se constituyó en inicio por una compañía llamada Mensajerías Imperiales, con capital de unos cuantos magnates vinculados con el ejecutivo de Madrid y, desde junio de 1873, recayó esa función en la empresa marítima Olano Larrinaga.
Asociada a su vez con una firma Anglosajona.


En cuanto a los trayectos, todos quedaron establecidos en esta prestigiosa empresa. Sus barcos salían de Liverpool cada cuarenta días y paraban en Cádiz y Barcelona para recoger carga, comunicaciones, correo, y viajeros.
Sus vapores hacían escalas en Port Said, Suez, Adén, y Singapur antes de alcanzar puerto en Manila.
No se arrugó demasiado en atreverse a surcar los mares y llegar según su deseo a Cavite, El puerto de Cavite, donde imaginaba, allí nadie le buscaría ni sabría jamás de un español huido de la ley.

Embarcó desde Cartagena hacia aquel exótico país, empleándose como bracero en la tripulación de la nave, esperando no ser descubierto por algunos de los que hacían lo mismo que él y partían en las mismas condiciones que Evelio, desde el puerto cartaginés. Buscando otra vida, queriendo encontrar un camino que no tenían o disimulando fechorías acumuladas en su lugar de nacimiento.

En aquella época todo funcionaba con una calma chicha, sin rapidez y sin comprobaciones legales, por lo que llegados al barco todos los que pretendían viajar y pagarse su trayecto con el sudor de su cuerpo, fueron admitidos.

Los armadores y responsables de la contratación, solo miraban que no fueran tullidos, incompetentes y enfermos. El resto no importaba, ni la moral, ni el credo, ni siquiera las tendencias sexuales de los embarcados. La naviera, solo quería zarpar con la carga hacia los puertos de destino y cumplir con lo estipulado, sin atender ni compadecerse de nadie.

Evelio Romero Revillo, era hijo de un topógrafo del Arsenal de Cartagena, un hombre culto que no se distinguía más que por su silencio sepulcral, escondiendo desde mucho tiempo atrás detalles de su vida, que en el año 1812, no se podían si siquiera explicar a la familia más cercana.



Continuará……


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